OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (242)

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La curación de los leprosos
1320-1330
Miniatura del códice
“Sermones de Mauricio de Sully”
París, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SÉPTIMO

Capítulo XV: Sobre las herejías que dividen a los cristianos

   Los disensos de las sectas

89.1. Pero después que consecuentemente nos hayamos defendido de las acusaciones hechas contra nosotros por los griegos y los judíos, y también las emprendidas por las sectas sobre la doctrina verdadera con algunas dificultades como las mencionadas antes, será bueno en primer lugar despejar el terreno de [esos] obstáculos preparándonos para resolver las dificultades, para continuar luego el (siguiente) Stromata.

89.2. Ciertamente, lo primero que nos dicen precisamente es que no se debe creer por el disenso de las sectas. Porque, ¿en cuál estaría la verdad, cuando unas dogmatizan una cosa y otras otra?

89.3. Nosotros les decimos que junto a ustedes, los judíos, y junto a los más ilustres filósofos griegos han surgido innumerables sectas, y no dicen sin duda que haya que temer el filosofar o (profesar) el judaísmo por ese recíproco disenso mutuo de sus sectas.

89.4. Pero además ya se ha dicho proféticamente por el Señor que las herejías se esparcirían (lit.: sembrarían) entre la verdad “como la cizaña” (Mt 13,25) en el trigo, y es imposible que lo predicho no suceda. Y la causa de esto (es) que la censura sigue a toda cosa buena.

No se deben transgredir las normas eclesiásticas

90.1. Ahora bien, si alguien también infringiera los pactos y eludiera la declaración que nos ha hecho (cf. 1 Tm 6,12), ¿acaso (por culpa) del que falsea la declaración (o: confesión) vamos a apartarnos de la verdad también nosotros?

90.2. Al contrario, lo mismo que es necesario al [hombre] razonable no mentir ni anular nada de lo que ha prometido, aunque algunos otros violen los pactos, así también conviene que nosotros no transgredamos las normas de la Iglesia (o: cánones eclesiásticos) de ningún modo. Ciertamente también nosotros custodiamos (u: observamos) sobre todo la declaración (o: confesión) sobre las cosas más importantes, pero aquellos la transgreden. Por tanto, hay que creer a los que se aferran firmemente de la verdad.

90.3. Pero también es posible responderles en esta apología con mayor amplitud diciendo que incluso los médicos, aunque posean opiniones enfrentadas según sus escuelas particulares, curan con la misma práctica [médica].

90.4. ¿Acaso uno que tenga enfermo el cuerpo y necesitado de curación no admitirá un médico por causa de las escuelas (existentes) en medicina? Ciertamente, nadie que tenga enferma el alma y esté repleto de ídolos (aduzca) el pretexto de las sectas si quiere curarse y convertirse a Dios.

90.5. Ciertamente, “las sectas existen a causa de los que son de virtud probada” (1 Co 11,19), dice [el Apóstol]; llama “de virtud probada” a los que han llegado a la fe, a los que se acercan a la enseñanza del Señor por una privilegiada elección, como banqueros aprobados que distinguen la moneda genuina del Señor de la falsificada, o bien a aquellos que ya han sido “de virtud probada” en la fe misma, por su vida y su gnosis.

Hay que buscar la auténtica verdad

91.1. Por esto necesitamos de una mayor solicitud y preocupación (o: previsión, prudencia) en el examen de cómo se debe vivir correctamente y cuál es realmente el culto divino (theosébeia).

91.2. Porque la verdad (es algo) difícil y arduo de alcanzar, por ello han surgido las [distintas] investigaciones y las sectas, orgullosas y ambiciosas (o: ávidas de honores), de quienes no aprendieron ni transmitieron con verdad, sino que se apoderaron de la opinión de la gnosis.

91.3. Por eso hay que investigar con solicitud la verdad auténtica, la que sólo se ocupa del Dios verdadero. Y a la fatiga seguirá el agradable (lit.: dulce) hallazgo y el recuerdo. Hay que disponerse igualmente al esfuerzo de la investigación por causa de las herejías, pero no se debe desistir en absoluto.

91.4. Porque cuando se presentan dos frutos, uno auténtico y maduro, y otro hecho de cera, muy parecido, no hay que rechazar a ambos por la semejanza, sino que hay que distinguir con contemplación comprensiva y con el razonamiento más decidido el [fruto] verdadero del que parece (igual).

91.5. Y lo mismo que si solo hay un camino real y otros muchos conducen ciertamente al precipicio, a un río impetuoso o al mar profundo, uno no temerá el ponerse en camino por causa del desacuerdo, pero deberá hacerlo por el seguro, real y frecuentado; del mismo modo uno no debe retirarse porque algunos digan sobre la verdad unas cosas y otros otras, sino que con mayor cuidado perseguirá la gnosis más exacta sobre esa misma verdad.

91.6. Por otra parte, aunque también las hierbas nazcan junto a las hortalizas en el huerto, no por eso los agricultores se abstienen del cuidado del huerto.

91.7. Puesto que por naturaleza tenemos diversos motivos para investigar lo que se [nos] dice, también debemos encontrar la ilación de la verdad.

91.8. Por eso también con razón se nos condena si no asentimos a lo que debemos obedecer, si no distinguimos (o: separamos) lo contradictorio, lo inconveniente, lo antinatural y lo falso de lo verdadero, consecuente, conveniente y conforme a la naturaleza; hay que usar esos incentivos para el conocimiento de la auténtica verdad.

Es necesario aprender por medio de las Escrituras

92.1. Ciertamente es vana la excusa misma para los griegos; porque es posible para quienes lo quieran encontrar también la verdad, pero para quienes proponen causas ilógicas (es) un juicio inexcusable (cf. Rm 2,1).

92.2. ¿Por qué anulan, por un lado, y admiten, por otro, que existe la demostración? Pienso que todos la reconocerán, a excepción de los que anulan la facultad de comprender.

92.3. Pero si (existe) la demostración, es necesario admitir la investigación y aprender convincentemente (apodícticamente) por medio de las Escrituras mismas, cómo ciertamente se extraviaron las herejías, y cómo en la verdad única y en la antigua Iglesia se encuentra la más rigurosa gnosis y en realidad la mejor escuela.

92.4. Y respecto de los que se desvían de la verdad, algunos tratan de engañarse sólo a sí mismos, pero otros también a los demás (o: prójimos).

92.5. Los primeros, llamándose sabios en apariencia, piensan que han encontrado la verdad, no teniendo demostración alguna verdadera; éstos se engañan a sí mismos teniendo por seguro que (ya pueden) descansar. Una mayoría de ellos no pequeña evita la investigación por causa de las confrontaciones, y rechaza también las enseñanzas por causa de la condena.

92.6. Pero los otros, los que engañan a quienes se les acercan, (son) muy astutos, y comprenden que no saben nada, a la vez que obscurecen la verdad con argumentaciones creíbles. Pero otras son, me parece a mí, las argumentaciones creíbles y otra la naturaleza de las verdaderas.

92.7. En tanto que también sabemos que es necesario decir la terminología (lit.: nombre, denominación) de las herejías por la diferencia [respecto] de la verdad. Los sofistas, transmitiendo una porción de esa diferencia para desgracia de los hombres, enterrándolas en las artes humanas que se han inventado, se jactan de estar al frente de una escuela más que de una reunión de fieles (ekklesía).