OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (238)

Escenas sobre el hijo pródigo
Hacia 1530
Pieter Coecke van Aelst
Holanda

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SÉPTIMO

Capítulo XII: Sobre las virtudes del gnóstico (continuación)

   La suprema justicia no es la distributiva

69.1. Ciertamente esto es así. Y siendo el gnóstico de esa manera en el cuerpo y en el alma, se manifiesta igual y semejante respecto al prójimo, aunque sea familiar u hostil por ley (= por el estado legal de cada uno), o sea cualquier otro.

69.2. Porque según la Ley divina, no desprecia al hermano, nacido del mismo padre y de la misma madre (cf. Gn 12,11-20). Sin duda, al atribulado le socorre con consuelos (y) exhortaciones, auxiliando en las necesidades de la vida, repartiendo con todos los necesitados, pero no por igual, sino con justicia y según el mérito, y también con el perseguidor y con el que le odia, si necesitara de él, preocupándose poco de los que le dicen que ofrece por miedo, (aunque) si no lo hace por miedo sino para socorrer.

69.3. Porque los que no son avaros ni abrigan mal alguno hacia los enemigos, ¿cuánto más no van a ser afectuosos con los familiares? Por ello, el que reúne tales condiciones sabe exactamente, si uno tiene que dar, a quién en primer lugar, y cuánto, cuándo y cómo.

69.4. Pero ¿quién vendrá a ser razonablemente enemigo de un hombre que no ofrece jamás una causa de enemistad?

69.5. Y de la misma manera decimos, sobre Dios, que no se opone a nada ni es enemigo de nadie -puesto que es el Creador de todos, y no existe cosa alguna que Él no quiera (cf. Sb 11,24)-; pero decimos que son sus enemigos los desobedientes y los que no marchan según sus mandamientos, como los que son enemigos declarados a su alianza; encontraremos aquella actitud (= que no se opone a nada ni es enemigo de nadie) también en el gnóstico.

69.6. Porque ciertamente él no será jamás enemigo de ninguna manera de nadie, pero serán llamados enemigos suyos los que cambian al camino contrario.

69.7. Por otra parte, aunque entre nosotros la distribución equitativa se llama justicia, sin embargo el arte de discernir según el mérito, sobre el más y el menos, cuando conviene hacerlo mediante ciencia, viene a ser un modo de suprema justicia.

69.8. Ciertamente hay también cosas que incluso por motivos ordinarios (o: vulgares) se conducen felizmente (o: tienen buen éxito) para algunos, como la continencia (encráteia) de placeres. Porque como entre los paganos hay quienes se apartan de los placeres que tienen delante o porque no pueden “obtener lo que uno desea” (Teognis, Fragmentos, 256), o por temor de los hombres o por conseguir otros placeres mayores, así también algunos creyentes practican la continencia (lit.: son dueños de sí mismos) por la promesa o por el temor de Dios.

Continencia y gnosis

70.1. Ahora bien, esa tal continencia es fundamento de gnosis, un impulso hacia lo mejor y a la perfección. “Porque el temor del Señor es el principio de sabiduría” (Pr 1,7; 9,10; cf. Sal 110 [111],10), afirma [la Escritura].

70.2. Pero el que (es) perfecto “lo justifica todo y lo soporta todo” (1 Co 13,7), mediante el amor, “no por agradar al hombre, sino a Dios” (1 Ts 2,4).

70.3. Y en consecuencia también le acompaña la alabanza (o: el elogio), no para propio provecho, sino para imitación y provecho de los que [lo] alaban.

70.4. Según otro significado se llama también continente no sólo al que domina las pasiones, sino también al que es moderado" [en el uso] de los bienes y está firmemente aferrado a las grandezas de la ciencia, por las que fructifican las acciones virtuosas.

70.5. Por esto el gnóstico, cuando aparece la circunstancia, nunca se aparta de su propia manera de ser. Porque la adquisición científica del bien es estable e inmutable, ya que se trata de la ciencia de las cosas divinas y humanas.

70.6. Ciertamente, la gnosis no es jamás ignorancia, ni el bien se cambia en mal; por eso [el gnóstico] también come, bebe y se casa no en virtud de una causa anterior, sino por necesidad. Pero casarse, digo, si la razón lo reclama (lit.: lo entiende; otra versión: si el Verbo se lo pidiere) y como conviene; porque para hacerse perfecto tiene como ejemplo a los apóstoles.

70.7. También en realidad se muestra varón no asumiendo una vida solitaria, sino que quien vence a los varones es el que en el matrimonio, en la procreación y en la previsión de la casa se ha ejercitado con dificultad (lit.: desagradablemente) y sin sentir pena; después del cuidado de la casa deviene inseparable del amor de Dios, y se alza vencedor de toda prueba que se le presente por culpa de los hijos, de la esposa, de los familiares y de las posesiones.

70.8. Pero para quien no tiene hogar todo el conjunto de (esas cosas) no le tientan. Ciertamente, al cuidar sólo de sí mismo, es inferior al que descuida la salvación de sí mismo, pero le supera en la administración de la vida, conservando sin artificio una pequeña imagen de la auténtica Providencia.

La gnosis exige una separación de las cosas mundanas

71.1. Pero es cierto que en la medida de lo posible nosotros debemos ejercitar de varias maneras el alma para que obre fácilmente en la aceptación de la gnosis.

71.2. ¿No ven cómo se ablanda la cera y se purifica el bronce, para que acepte el carácter que se imprime?

71.3. Precisamente como la muerte es “separación del alma respecto del cuerpo” (Platón, Fedón, 67 D), así también la gnosis es como una muerte racional (= muerte al mundo o a las pasiones), que lleva y separa el alma de las pasiones y la conduce hacia la beneficencia, para que después (pueda) libremente decir a Dios: “Yo vivo como Tú quieres”.

71.4. Porque ciertamente quien prefiere “agradar a los hombres” (Ga 1,10), “no puede agradar a Dios” (Rm 8,8); así, la mayoría no elige lo que conviene, sino lo que divierte; pero quien trata de agradar a Dios deviene agradable consecuentemente a los hombres virtuosos.

71.5. Además, ¿cómo serán para él agradables la comida, la bebida y el placer amoroso, cuando incluso mira con desconfianza que hasta una palabra lleva un determinado placer, una agitación mental y un efecto agradable?

71.6. Porque “nadie puede servir a dos señores, a Dios y a las riquezas” (M6 6,24; Lc 16,13). Hablando así no se refiere simplemente al dinero, sino a los gastos de dinero por los distintos placeres; en realidad no es posible que quien ha conocido a Dios profunda y verdaderamente sirva a los placeres que se le oponen.

La ignorancia atrofia el alma

72.1. En efecto, uno sólo es el que no tiene pasiones desde el principio, el Señor amigo del hombre (philánthropos), que también (se hace) hombre por nosotros; pero cuantos se esfuerzan por asemejarse al modelo dado por Él, se esfuerzan devenir sin deseos mediante el ejercicio.

72.2. Porque quien ha tenido deseos y sabe dominarlos (o: los contiene), como también la viuda, (es) de nuevo virgen por medio de la templanza.

72.3. Este es el premio de la gnosis para el Salvador y Maestro, que Él mismo pidió (cf. Jn 4,36; Ga 6,8; 1 Tm 5,17-18): la abstención del mal y la práctica del bien (cf. 1 P 3,11; Sal 33 [34],15), por medio de los cuales se obtiene la salvación.

72.4. Ciertamente, de igual manera que los que han adquirido las artes, educados por medio de ellas, procuran los alimentos, así también el gnóstico por lo mismo sabe que el que procura la vida se salva. Porque quien no quiere arrancar la pasión del alma se mata a sí mismo. Pero como parece, la ignorancia es la atrofia del alma, en cambio la gnosis es el alimento.

72.5. Y las mismas almas gnósticas son a las que el Evangelio representó en las vírgenes santas que esperan al Señor (cf. Mt 25,1-2). Porque (son) vírgenes manteniéndose alejadas del mal, recibiendo con amor al Señor, y cuelgan (o: encienden) su propia luz para la contemplación de la realidad (cf. Mt 25,1-13).

72.6. Almas prudentes que dicen: “Oh Señor, deseamos recibirte ya desde ahora; hemos vivido de acuerdo a lo que nos has ordenado sin transgredir ninguno de los preceptos. Por eso, también reclamamos las promesas, pero suplicamos lo que es útil, no lo que agrada, al igual que conviene pedirte lo más hermoso. También aceptaremos todo para [nuestro] provecho, aunque las pruebas que se presenten parezcan malas, aquellas que tu economía (= plan salvífico) nos presente para ejercitar la constancia”.

Toda la vida del gnóstico es oración y homilía con Dios

73.1. En verdad, el gnóstico, por el alto grado de santidad [que posee], (está) más preparado a no obtener cuando pide, que a obtener aunque no pida. Porque toda su vida es una oración y una conversación con Dios, y si estuviere libre (o: limpio) de pecado, obtendrá completamente lo que desea. Puesto que dice Dios al justo: “Pide y te daré, piensa y haré” (cf. Mt 7,7).

73.2. Ciertamente, si se trata de lo que es útil, lo recibirá al instante; pero nunca pedirá lo inútil, porque no lo recibirá. Así sucederá lo que él quiere.

73.3. Y si uno de nosotros dijere que también algunos pecadores consiguen lo que suplican, ciertamente eso (sucede) rara vez, por la justa bondad de Dios, y se da también a los que pueden beneficiar a otros.

73.4. De ahí que el don surge no por el que pide, sino que la economía (= plan salvífico) realiza el justo beneficio previendo al que ha de salvarse por medio de aquellas cosas. Pero a cuantos son dignos les concede los verdaderos bienes incluso aunque no los pidan (cf. Mt 6,8).

73.5. Así, cuando uno es justo no a la fuerza, por miedo o por esperanza [de una recompensa], sino por libre elección, éste es el camino que se llama real que recorre la estirpe real; pero los otros [caminos] son desviaciones resbaladizas y escarpadas.

73.6. Por tanto, si alguno eliminara el miedo y el honor, no sé yo si los nobles filósofos que hablan con toda libertad soportarían las tribulaciones.

El gnóstico trabaja en la viña del Señor

74.1. Pero las concupiscencias y los otros pecados son llamados “cardos y espinos” (Jr 4,3; Ez 28,24; Mt 13,7. 22; Hb 6,8). Por tanto, el gnóstico trabaja en la viña del Señor (cf. Is 5,7; Mt 21,33; 20,1) plantando, podando, regando; siendo verdaderamente agricultor divino de lo plantado para la fe.

74.2. Ciertamente, los que no han hecho mal alguno merecen recibir la paga del descanso, pero el que ha hecho el bien por pura voluntad pide la paga como un buen trabajador (cf. Lc 10,7). Sin duda, también recibirá el doble por lo que no hizo [mal] y por lo que hizo bien.

74.3. El gnóstico no es tentado por nadie, excepto que Dios lo permita y eso en provecho de los que están con él. En todo caso son estimulados a la fe los incitados por su viril resistencia.

74.4. Sin duda, también por esto los bienaventurados apóstoles fueron llevados a la prueba y (dieron) testimonio de perfección para estabilidad y garantía de las iglesias.

74.5. El gnóstico, por tanto, teniendo en su interior la voz que dice: “A quien yo golpeare tú le has de compadecer” (cf. Jb 19,21; Sal 68 [69],27), también suplica para que los que le odian se arrepientan.

74.6. Porque no es también para los niños el presenciar en los estadios la ejecución impuesta a los criminales. Porque tampoco es posible que el gnóstico alguna vez sea educado por tales cosas o (pueda) divertirse, cuando por libre decisión se ha ejercitado para ser honesto (o: noble) y bueno, y con ello ha devenido insensible a los placeres. No cayendo nunca en pecado, no es educado con los ejemplos de males ajenos.

74.7. Ciertamente, está muy lejos de complacerse en placeres y en espectáculos rastreros quien también ha mirado con desdén las promesas mundanas aunque sean divinas.

74.8. “Porque no todo el que dice Señor, Señor; entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad de Dios” (Mt 7,21).

74.9. Éste será el gnóstico trabajador, el que dominando “las concupiscencias mundanas” (Tt 2,12), aunque esté en la carne, y (está) perfectamente persuadido sobre las cosas que ha conocido, futuras y también invisibles, como que están más presentes que aquellas que tiene a los pies (o: a la vista; delante de él).