OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (234)

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El evangelista san Lucas y su símbolo
Hacia 754-755
Evangelios
Bourgogne (?), Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SÉPTIMO

Capítulo VII: Sobre la oración (continuación)

   La Providencia de Dios es misericordiosa

42.1. Ahora bien, si la oración constituye un determinado recurso de conversación (homilía) con Dios, no debe descuidarse ningún medio de acceso a Dios.

42.2. Sin duda, entrelazada con la bienaventurada Providencia, la santidad del gnóstico relativa al reconocimiento (o: confesión) voluntario indica la perfección del beneficio de Dios.

42.3. Porque se piensa que la santidad del gnóstico es una determinada correlación con la Providencia a la que corresponde la buena disposición del amigo de Dios (cf. St 2,23).

42.4. Porque Dios no está forzado a ser bueno, al modo que (es) caluroso el fuego -por el contrario, es voluntaria en Él la distribución de los bienes, aunque se adelante a la petición-; ni tampoco el que se salva se salvará forzado, puesto que no es un ser inanimado, sino que se apresura del todo lo más libre y decididamente hacia la salvación.

42.5. Por eso también el hombre recibió los mandamientos como el que se lanza desde sí mismo hacia uno de los dos: lo que quiere elegir o evitar.

42.6. Así, por tanto, Dios no hace el bien por necesidad, sino que elige hacer el bien con los que se apartan de sí mismos (= para convertirse a Dios).

42.7. Porque la providencia de Dios que llega hasta nosotros no es un auxilio divino, como si procediese de los inferiores hacia los superiores, sino que el plan (economía) inmediato de la providencia se realiza por misericordia con nuestra debilidad, como la [disposición] de los pastores respecto hacia los rebaños o la del rey para con los súbditos, y siendo nosotros mismos dóciles con nuestros superiores que regularmente gobiernan conforme al buen orden que proviene de Dios.

42.8. Son entonces servidores y adoradores de la divinidad los que ofrecen el servicio más libre y regio, (el realizado) mediante el entendimiento piadoso y la gnosis.

La oración puede efectuarse sin la voz

43.1. Así, también es realmente sagrado todo lugar y tiempo en los que recibimos el pensamiento de Dios. Pero cuando el que toma buenas resoluciones y es agradecido pide mediante una oración, coopera de algún modo a la obtención, recibiendo con alegría lo deseado mediante la súplica.

43.2. Porque después que el dador de los bienes recibe la buena disposición que hay en nosotros, se consiguen todos los bienes juntos (o: reunidos) en la comprensión misma. Sin duda, mediante la oración se comprueba cuál es la disposición que uno tiene respecto a lo que conviene.

43.3. Pero si la voz y la expresión se nos han dado en aras de la comprensión, ¿cómo Dios no va a escuchar al alma misma y a la inteligencia, cuando sin dilación un alma presta oído al alma y una inteligencia a otra inteligencia?

43.4. De ahí que Dios no necesita lenguas de muchos sonidos como los intérpretes humanos, sino que de una sola vez conoce los pensamientos de todos, y lo que a nosotros nos muestra la voz, a Dios se lo expresa nuestro pensamiento; incluso Él conocía antes de la creación (demioyrgía) lo que vendría hasta la mente.

43.5. Por tanto, es posible enviar la plegaria sin voz, sólo concentrando interiormente todo lo espiritual hacia el sonido inteligente con la atención continua (puesta) en Dios.

43.6. Pero ya que la aurora es imagen del nacimiento del sol y desde ese punto la primera luz crece “brillando desde las tinieblas” (2 Co 4,6), pero para los que están rodeados por la ignorancia despuntó el día (cf. Is 8,3-9,1; Mt 4,16; Ml 3,2) de la gnosis de la verdad, como el sol, las plegarias (se vuelven) hacia la aurora matinal.

43.7. Por eso también los templos más antiguos miraban hacia occidente, para que los que estaban de pie frente a las estatuas, aprendieran a dirigirse hacia el oriente.

43.8. “Suba mi plegaria como incienso en tu presencia; la elevación de mis manos (sea) un sacrificio vespertino” (Sal 140 [141],2), dicen los salmos.

El gnóstico ora con confianza ante el Señor

44.1. Ciertamente para los hombres malvados la plegaria no sólo es muy perjudicial para otros, sino también para ellos mismos. Si, por ejemplo, pidiéndolas ellos recibieren las que llaman prosperidades (o: buenos resultados), les dañarán cuando las obtienen, porque desconocen la utilidad de las mismas.

44.2. Porque los que rezan para conseguir lo que no tienen, también piden bienes aparentes, no reales.

44.3. Pero el gnóstico pedirá conservar lo que posee, ser digno de obtener lo que ha de poseer y la eternidad, en vez de aquello que no ha de recibir. Ruega, por tanto, tener y mantener los verdaderos bienes del alma.

44.4. Por eso no tiene el deseo de aquellas cosas que no posee, le es suficiente con lo que tiene. Puesto que no tiene escasez de los bienes que le son propios, sino que está satisfecho de lo que viene de la gracia divina y de la gnosis.

44.5. Pero es autosuficiente y no necesita de otras cosas, y ha conocido la voluntad omnipotente, y posee a la vez que pide, deviniendo cercano al poder todopoderoso, esforzándose para ser espiritual mediante el amor ilimitado se hace totalmente uno con el Espíritu.

44.6. Él es el [hombre] magnánimo que posee (el bien) más preciado de todos, el mejor de todos los bienes gracias a la ciencia; hábil en el ejercicio de la contemplación, y posee constante en el alma la fuerza de lo contemplado, es decir, la perspicacia más fina de la ciencia.

44.7. Y se esfuerza al máximo por tener ese poder para hacerse dueño “de los que luchan contra el espíritu” (Rm 7,23), vigilando continuamente de cerca en la contemplación, y versado en la retención de los gustos y ejercitándose en la feliz ascesis de lo que se debe hacer.

44.8. Por estas cosas, valiéndose de la mucha experiencia en el aprendizaje y en la vida, adquiere libertad de palabra (parresía); no una simple capacidad de locuacidad (cf. Mt 6,6-7), sino la capacidad embellecida (o: coloreada) con la palabra sencilla (cf. Mt 5,37), sin ocultar nada de cuanto es necesario decir en el tiempo oportuno, sobre todo delante de quien se debe, y no por agrado ni por miedo.

Las virtudes del auténtico gnóstico

45.1. Así, por tanto, quien ha comprendido (o: aceptado) dignamente lo que se refiere a Dios, una vez enseñado por el místico coro de la verdad misma, con el discurso que exhorta a la grandeza de la virtud, mostrando su misma dignidad y sus consecuencias, (y) después de la elevación inspirada de la plegaria se familiariza sobre todo gnósticamente con (las realidades) inteligibles y espirituales en cuanto es posible (o: dinámicamente).

45.2. De ahí que siempre aparezca dulce y manso, afable, fácilmente accesible, paciente, prudente, reflexivo (o: con la conciencia tranquila) y austero. Este (es) para nosotros austero no sólo en lo referente al soborno, sino también ni siquiera en lo relativo a la seducción (o: tentación) -porque no consiente jamás que su alma se relaje ni (sea) fácil de conquistar por el placer o el dolor-.

45.3. Si la razón lo exigiera, deviene juez inflexible, no complaciente en ninguna circunstancia con las pasiones, caminando inmutablemente como lo justo marcha de forma natural, convencido de que todo está administrado completamente bien y que el progreso hacia lo mejor siempre es pródigo para las almas que han elegido la virtud, hasta que alcancen el bien en sí mismo, “cerca de los vestíbulos” (Platón, Philebus, 64 C) -como se dice- del Padre, estando cercanas (las almas) al Sumo Sacerdote (cf. Hb 4,14).

45.4. Éste es nuestro gnóstico fiel; convencido de que las cosas del mundo (están) perfectamente administradas, sin duda se complace con todo lo que acontece.

El gnóstico pide y busca “la perfección del amor”

46.1. Con razón, por tanto, él no busca nada de lo conveniente para el empleo necesario de la vida, como que está persuadido de que Dios, conocedor de todo, provee también a los buenos de lo conveniente, aunque no lo pidan (cf. Mt 6,8. 25-34).

46.2. Porque, me parece a mí, como al técnico se le concede (o: retribuye) cada cosa de manera artística y al pagano conforme a su manera, así también al gnóstico de manera gnóstica.

46.3. Y el que (se convierte) desde el paganismo implorará la fe, pero el que asciende a la gnosis pedirá “la perfección del amor” (1 Jn 4,17).

46.4. El gnóstico que ya ha alcanzado la cúspide suplica aumentar (la contemplación) y mantenerla, como el hombre corriente el estar sano continuamente.

46.5. Sí, ciertamente suplicará no alejarse nunca de la virtud, colaborando al máximo para continuar viviendo sin caer.

46.6. Puesto que sabe que también algunos ángeles se deslizaron hasta la tierra por [su] negligencia (o indolencia; cf. Judas 6; Gn 6,1-4), no pudiendo avanzar hacia la perfección de ese estado de unidad constante y no (abandonando) su disposición a la dualidad por la aflicción infligida a sí mismos.

46.7. Pero, para quien en este mundo se ha ejercitado por el camino en todo tiempo y lugar hasta la cima de la gnosis y la trascendente sublimidad del hombre perfecto (cf. Ef 4,13), eligiendo vivir firmemente -y se ejercita en ello-, merced a la firmeza total (y) uniforme de su propósito (o: intención; lit.: capacidad de conocer).

46.8. Pero a quienes les queda todavía una esquina pesada que inclina para abajo, también les atrae hacia abajo lo que levanta mediante la fe.

46.9. Por consiguiente, el hábito se convierte en naturaleza para el que por medio de la ascesis gnóstica ha hecho inquebrantable (lit.: imperdible) la virtud; y como el peso a la piedra, así también la ciencia imperecedera se establece en él no involuntariamente, sino libremente, por una fuerza lógica, gnóstica y previsible.

“Lo más grande es la gnosis de Dios”

47.1. Y puesto que lo que no se ha perdido gracias al temor reverencial deviene inalienable gracias a la reflexión (o: prudencia), ciertamente el no pecar (es propio) del temor reverencial, y de la reflexión el persistir hacia lo inalienable de la virtud.

47.2. Pero la gnosis parece procurar la reflexión, que enseña a discernir bien las fuerzas (o: capacidades) que pueden ayudar a la permanencia de la virtud.

47.3. Así, lo más grande es la gnosis de Dios. Por eso también con ella se salva lo inalienable de la virtud. Y quien ha conocido a Dios es santo y piadoso. Luego sólo el gnóstico nos ha mostrado que (él) es religioso.

47.4. En efecto, él mismo se alegra con los dones presentes, pero es feliz por los prometidos, como si ya estuvieran presentes. Porque no le permanecen ocultos, como si estuvieran lejanos, porque ya ha conocido de antemano cuáles son.

47.5. Sin duda, convencido con la gnosis también de cuál es cada uno de los bienes futuros, ya los posee. Porque lo ausente e insuficiente se mide con relación a la meta que se persigue. Por tanto, si posee sabiduría, y la sabiduría (es cosa) divina, el que participa del perfecto (o: de los perfecto) será, por tanto, perfecto.

47.6. Porque la participación de la sabiduría no depende de los estímulos e impedimentos recíprocos entre el que la reparte y el que la recibe, ni tampoco (como) si uno robara a otro, ni el otro [repartidor] quedara necesitado; pero se demuestra que la energía de quien da no disminuye en nada por la comunicación de sí misma.

47.7. Así, nuestro gnóstico posee todos los bienes en potencia, aunque todavía no en la realidad (lit.: numéricamente), porque de otro modo sería inmutable según las etapas de su progreso y en las disposiciones divinas correspondientes.

Dios es quien concede la salvación eterna

48.1. Dios también colabora con él honrándole con un persistente cuidado mayor (cf. Mt 6,33). ¿Cuál? ¿Acaso no ha sido creado todo en aras de los varones buenos para su uso y utilidad, o mejor, para su salvación? Sin duda, no defraudará respecto a la virtud a aquellos que son la razón de que existan las cosas.

48.2. Evidentemente, porque, Él honrará la buena naturaleza de aquéllos y su santa resolución, inspirando una fuerza para la salvación futura a quienes han emprendido el vivir rectamente; a unos ciertamente sólo exhortando, pero a otros han devenido dignos por sí mismos también prestándoles ayuda.

48.3. Porque, para el gnóstico todo lo bueno es una consecuencia accesoria, si el fin es para él conocer y realizar sabiamente cada cosa.

48.4. Como el médico proporciona la salud a los que colaboran respecto a la salud, así también Dios (proporciona) la salvación eterna a los que cooperan mediante la gnosis y el bien hacer, pero juntamente con su puesta en práctica (lit.: hacer), porque al cumplir nosotros las prescripciones de los mandamientos, también se cumple la promesa.

48.5. Y me parece bueno aquello que se cuenta entre los griegos: cierto atleta, de nacimiento no despreciable, entre los antiguos, habiendo preparado durante mucho tiempo y con cuidado su cuerpo respecto a la bravura, subió al estadio olímpico, y mirando la estatua de Zeus de Pisa, dijo: “Si yo me he preparado debidamente en todo lo que se refiere a la pelea, tú, oh Zeus, correspóndeme trayendo con justicia la victoria” (cita desconocida).

48.6. Porque así también todo ayuda para la perfecta salvación al gnóstico, que de manera irreprochable y concienzudamente ha cumplido todo lo referente al aprendizaje, al ejercicio en común, a la práctica del bien y a la complacencia a Dios.

48.7. Así, respecto a nosotros se pide lo que está en nuestras manos: la elección, el deseo, la posesión, el uso y la permanencia de lo que es nuestro y de lo que nos concierne, presente o también ausente.

“El gnóstico ha aprendido del Señor cómo conviene pedir”

49.1. Por eso también es necesario tener el alma pura e incontaminada a quien se aproxima con familiaridad a Dios, sobre todo obligándose uno mismo a ser perfectamente bueno y si no progresando hacia la gnosis y anhelándola, al menos absteniéndose perfectamente de las obras malas.

49.2. No obstante, también es conveniente hacer todas las plegarias moderadamente y junto con (personas) honestas; porque (es) peligroso asociarse a otros que pecan.

49.3. El gnóstico rezará también por ellos con los creyentes más sencillos, y descenderá a socorrerles. Y toda su vida es una asamblea santa.

49.4. También sus ofrendas son plegarias, alabanzas, lecturas de la Escritura antes de la comida, salmos e himnos para las comidas y antes del descanso, y de nuevo plegarias por la noche. Con esto él se une al “divino coro” (Platón, Fedro, 247 A), inscribiéndose para una contemplación eterna por su constante recuerdo.

49.5. ¿Pero qué? ¿Acaso no conoce él también otra ofrenda, el donativo de la doctrina y del dinero respecto a los necesitados? ¡Ciertamente sí!

49.6. Ahora bien, en la plegaria con la boca no necesita de muchas palabras (cf. Mt 6,7), porque ha aprendido del Señor cómo conviene pedir (cf. Mt 6,9-13). Rezará en cualquier sitio (cf. 1 Tm 2,8), pero no en público y tampoco a la vista de todos (cf. Mt 6,5).

49.7. Y reza también en todas las formas y en todos los sitios: en el paseo, en la conversación, en el descanso, durante la lectura y en las tareas intelectuales; y aunque sólo reflexionara en “el aposento” (Mt 6,6; cf. Is 26,20 LXX) mismo del alma e “invocara al Padre con gemidos inefables” (Rm 8,26; cf. 1 P 1,17), pero Él está cerca e incluso delante del que conversa (cf. Sal 144 [145],18; Is 58,9).

49.8. Siendo tres los fines de toda acción, [el gnóstico] lo hace todo por bondad y para ayudar (o: por lo que conviene), pero deja a un lado la satisfacción placentera para los que llevan una vida vulgar.