OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (231)

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Cristo orando en Getsemaní
Hacia 1490
Liturgia de las Horas
Milán, Italia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SÉPTIMO

Capítulo V: El ser humano es templo de Dios

   Las obras humanas no pueden ser auténticos templos de Dios

28.1. ¿Porque (nosotros) no circunscribimos (o: delimitamos) recta y verdaderamente en lugar alguno al que es ilimitado ni encerramos en “templos hechos por mano humana” (Hch 17,24; 7,48-49) al que contiene todas las cosas?

28.2. ¿Qué obra de constructores, de canteros, o de arte manual podría ser santa? ¿No (son) más virtuosos que ésos los que piensan que el aire, lo que le rodea y el mundo entero y el universo son más dignos para la supereminencia de Dios? (cf. Is 66,1; Hch 7,48-49).

28.3. Sin duda sería ridículo (o: gracioso), como dicen los mismos filósofos, que el hombre, “siendo un juguete de Dios” (Platón, Leyes, VII,803 C), hiciera a Dios, y que Dios deviniera un juego artístico (cf. Platón, Leyes, 899 C-E). Por otro lado, lo producido es idéntico y semejante a aquello de lo que nace, como lo marfileño (proviene) del marfil, y lo dorado del oro.

28.4. Pero las estatuas y templos fabricados por artesanos humanos provienen de la materia inerte, de modo que también ellos son inertes, materiales y profanos. Y aunque perfecciones la técnica, participa de su vulgaridad; así, las obras de la técnica no serán de ningún modo sagradas ni divinas.

28.5. Por otra parte, ¿qué habría que establecer, cuando nada hay que colocar porque todo está en su lugar? Ciertamente, lo establecido en un lugar es establecido por alguien, estando antes sin establecer.

28.6. Si es verdad que Dios es establecido por humanos, un tiempo no estuvo establecido y por lo tanto no existiría.

28.7. Porque si no existía no estaría establecido, puesto que se establece [en un lugar] todo lo que no existe. Pero no se puede establecer lo que existe, ni por lo que no existe ni por algo que exista, porque aquello es también lo que es. Luego queda que lo sea por sí mismo.

Dios se establece en el gnóstico

29.1. Y ¿cómo puede engendrarse algo a sí mismo? ¿Cómo existiendo uno mismo se va a establecer a sí mismo en el ser? ¿Acaso lo que primeramente estuvo sin establecer se estableció a sí mismo? Pero si ni siquiera existía, porque lo que está sin establecer es lo que no existe. Y si se piensa que está ya establecido, ¿cómo lo que fue previo a lo existente pudo hacerse después a sí mismo?

29.2. Y Aquél a quien pertenecen todos los seres, ¿cómo podría tener necesidad de cosa alguna? Pero si la divinidad (tiene) forma humana tendrá necesidad de las mismas cosas que el hombre: alimentación, vestido, casa y todas las cosas que les siguen. Porque los que tienen la misma forma y las mismas pasiones necesitarán de idéntico tenor de vida.

29.3. Pero si lo sagrado recibe una doble (interpretación), Dios mismo y lo edificado en su honor, ¿cómo no llamar principalmente a la Iglesia, hecha para el honor de Dios, según un santo reconocimiento, templo de Dios, el más digno de todo y no construido con técnica vulgar, ni tampoco embellecido por mano de un impostor, sino hecho como templo por voluntad de Dios?

29.4. Porque ahora no llamo Iglesia al lugar, sino a la comunidad de los elegidos (cf. 1 Co 3,16). Puesto que mejor es este templo para la recepción de la enorme dignidad de Dios. Porque el viviente digno de mucha estima es consagrado por su preeminente santidad al que es [Dios] digno de todo, o mejor dicho a quien no tiene equivalente.

29.5. Y éste es el gnóstico, (el hombre) merecedor de mucha estima (o: dignidad), el que es honrado con honores junto a Dios, en el que Dios se establece, o sea, en el que se ha consagrado la gnosis sobre Dios.

29.6. Allí encontraremos también la Imagen, la efigie (o: pequeña imagen) divina y santa, en el alma justa, cuando ella misma es dichosa (o: bienaventurada), una vez purificada, pero habiendo realizado buenas acciones.

29.7. Allí (está) también lo estable y lo que es establecido, lo relativo a los ya gnósticos y de los que tratan de serlo, aunque todavía no sean dignos de recibir la ciencia de Dios.

29.8. Porque todo el que se dispone a creer es ya fiel para Dios, y, erigido como estatuilla (o: pequeña imagen) perfecta de honor, consagrado para Dios.