OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (227)

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San Pedro y san Pablo
Hacia 1370
Misal romano
Nápoles, Italia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SÉPTIMO(1)

Capítulo I: Prólogo del libro séptimo

   Sobre la interpretación de la Sagrada Escritura

1.1. Y ahora (es) el tiempo en que nosotros debemos demostrar a los griegos que sólo el gnóstico es verdaderamente piadoso, como para que los filósofos aprendan de nuevo (o: sepan) cómo es el verdadero cristiano, condenando su propia ignorancia, (porque) persiguen a la ligera a los que siguen al Nombre (cf. 1 P 4,16), y en vano llaman ateos a los que reconocen al verdadero Dios.

1.2. Pero, me parece, que está relacionado con los argumentos más claros el tener necesidad de los filósofos, como que es posible a los que se han ejercitado el escuchar (o: comprender) sus enseñanzas, aunque nunca se hayan mostrado dignos a sí mismos de participar de la capacidad de creer (cf. Jn 5,44).

1.3. Y no haremos mención ahora de los dichos proféticos, haciendo uso más tarde, en el lugar oportuno, de las Escrituras; pero señalaremos fundamentalmente las explicaciones (que derivan de ella) para describir el cristianismo, para no interrumpir el encadenamiento de las palabras incluyendo al mismo tiempo las Escrituras, y esto por quienes nunca han comprendido sus expresiones. Pero cuando demostremos (sus) significados, entonces sobrarán motivos para creerlas y serán manifiestos (sus) testimonio.

1.4. -Y si a alguno de la mayoría le pareciera diferente lo que decimos nosotros de [lo que dicen] las Escrituras del Señor, debe saber que [nuestra exposición] (saca) de ella el aliento y (también) vive, y partiendo de ellas anuncia los puntos de partida de la Escritura, manteniendo sólo el espíritu, no la letra-.

1.5. Porque la excesiva elaboración, no realizada a tiempo, parecería con razón estar de más; pero el no considerar enteramente lo que apremia es completa despreocupación y una imperfección.

1.6. Pero, en verdad, “dichosos los que examinan los testimonios del Señor, y le buscan a Él de todo corazón” (Sal 118 [119],2). Y sobre el Señor dan testimonio la Ley y los profetas (cf. Jn 5,39; Hch 10,43; Rm 3,21).

El gnóstico conoce al Padre bueno

2.1. Nos proponemos, por tanto, establecer que sólo el gnóstico es santo y piadoso, tributando un culto digno de Dios al verdadero Dios; y a quien practica un culto digno de Dios, le acompaña el amar a Dios y el ser amado por Dios.

2.2. Ciertamente considera digno de honor todo lo que supera al merecimiento; y hay que honrar, en (el mundo) sensible (lit.: en las cosas sensibles), a los magistrados, a los padres y a todos los ancianos; pero en las cosas (dignas) de enseñanza [él honra] a la filosofía más antigua y a la profecía más venerable; y en (el mundo) de lo inteligible a lo más antiguo en generación, al principio sin comienzo y atemporal, que es el primero de los seres, al Hijo.

2.3. Desde Él es cognoscible la causa trascendente (lit.: más allá de la causa), el Padre de todas las cosas, el más antiguo y benéfico de todo, no transmitido con voz, sino venerado y respetado en silencio con santo estupor, y por excelencia venerable. Ciertamente era llamado Señor porque así fue entendido (lit.: escuchado) por los discípulos, pero entendido por los elegidos para la gnosis que (proviene) del Señor. “De los que poseen ejercitados los sentidos” (Hb 5,14), dice el Apóstol.

La diaconía del gnóstico

3.1. Por tanto, para el gnóstico (es) culto (therapeía) de Dios el continuo cuidado del alma y la atención (lit.: ocupación) en lo que de divino tiene conforme a la caridad incesante.

3.2. Porque sobre el cuidado a los hombres uno (es) propio para hacerlos mejores y otro para servirlos. Así, la medicina mejora el cuerpo, pero la filosofía el alma. Una ayuda servicial nace en los padres desde los hijos y en los superiores desde los súbditos.

3.3. E igualmente, también en la Iglesia los presbíteros mantienen la imagen de la mejora y los diáconos la del servicio.

3.4. Estas dos diaconías son los servicios de los ángeles ante a Dios, según la economía terrena; también el gnóstico mismo sirve a Dios y muestra a los hombres la contemplación capaz de hacerlos mejores; de modo que dispone también la educación para la corrección de los hombres. Porque sólo es piadoso quien hermosa e irreprochablemente presta sus servicios a Dios en las cosas humanas.

3.5. Puesto que lo mismo que el mejor cultivo de las plantas es aquel con el que, mediante la ciencia y la experiencia de la agricultura, se producen y recogen los frutos y se procura a los hombres la utilidad que de ellos proviene, así la piedad del gnóstico, recibiendo los frutos de los hombres que por medio de él han creído, deviniendo más numerosos por el conocimiento su número y salvados por él, procura una óptima cosecha con su experiencia.

3.6. Pero si la devoción divina (theoprépeia) es una disposición que mantiene a salvo lo conveniente para Dios, sólo quien (es) devoto de Dios (es) amado por Dios; mas ése será quien conozca lo que es digno de consideración, y tanto según la teoría y según la vida, cómo ha de vivir quien ha de ser divinizado y debe asemejarse ya a Dios.

El gnóstico es philótheos

4.1. Por tanto, éste es el que ama a Dios por encima de todo. Porque quien honra al padre ama al padre, lo mismo, el que honra a Dios ama a Dios.

4.2. Por eso, me parece que son tres los efectos de la facultad gnóstica: el primero es conocer la realidad de las cosas, el segundo es cumplir lo que el Verbo orden, y el tercero consiste en poder transmitir de un modo digno de Dios lo que está oculto en la verdad.

4.3. Por tanto, ¿cómo puede ser ateo quien está convencido de que Dios es omnipotente y ha aprendido los divinos misterios de su Hijo unigénito? Porque ateo es el que piensa que Dios no existe, el que es supersticioso y tiene miedo a los demonios, el que lo diviniza todo: una madera o una piedra y esclaviza al espíritu humano que no vive racionalmente.
(1) Para este Libro se ha utilizado la edición crítica del texto griego publicada en la colección Sources chrétiennes, nº 428, Paris, Eds. du Cerf, 1997, pp. 38 ss.; y la edición de Fuentes Patrísticas, n. 17, Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 2005, pp. 330 ss. Seguimos fundamentalmente la traducción castellana de esta publicación, con el agregado de subtítulos; pero hemos tomado en cuenta las variantes propuestas en la versión la realizada por Domingo Mayor, sj: Clemente Alejandrino. Stromatéis. Memorias gnósticas de verdadera filosofía, Abadía de Silos, Ed. Abadía de Santo Domingo de Silos, 1994 (Studia Silensia, XVI) [obra aparecida en 1997]. Se ha tenido presente asimismo la versión italiana: Clemente Alessandrino. Stromati. Note di vera filosofia. Introduzione, traduzione e note di Giovanni Pini, Milano, Ed. Paoline, 1985 (Letture cristiane delle origini, 20/Testi).