OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (223)

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Cristo crucificado
y atravesado por la lanza del soldado
Siglo XII
Salterio cisterciense
Alemania o Suiza
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SEXTO

Capítulo XVI: Exégesis espiritual del decálogo (conclusión)

   Sobre los astros

143.1. Siete son los arcángeles (cf. Tb 12,15; Ap 8,2) creados en primer lugar que tienen el máximo poder; y siete son también, según dicen los entendidos, los planetas (lit.: estrellas) errantes que ordenan la administración terrestre, bajo (cuyo influjo), por comunidad de sentimientos (lit.: simpatía), los caldeos piensan que se produce todo lo que sucede en la vida mortal, y sobre esto dicen cosas que deben suceder; de (las estrellas) fijas, siete (son) las Pléyades y las Osas de siete estrellas, mediante las cuales se realizan las tareas agrícolas y las navegaciones; la luna cambia las fases cada siete días.

143.2. En la primera hebdómada deviene media luna, en la segunda luna llena, en la tercera después de luna menguante de nuevo luna media, en la cuarta desaparece.

143.3. Pero también, como enseña el matemático Seleuco, ella misma se transforma siete veces. Porque de oscura (o: sin luz) deviene en forma de media luna (o: luneiforme; menoidés), después cuarto creciente, luego cuarto menguante y luna llena; y, según el menguante, de nuevo cuarto creciente, cuarto menguante, media luna y nuevamente luneiforme.

Las edades del hombre

144.1. “Haremos resonar nuevos himnos con la cítara de siete tonos” (Terpandro, Fragmentos, 4,4), escribe cierto poeta no desconocido y que enseña que siete son las cuerdas de la antigua lira.

144.2. Siete son también los órganos sensoriales dispuestos en nuestro rostro: dos ojos, dos conductos de los oídos, dos de la nariz, y el séptimo el de la boca.

144.3. Las elegías de Solón demuestran que los cambios de las edades [del hombre] transcurren según la hebdómada de la siguiente manera: “En efecto, un niño impúber pierde el cerco de los dientes, que despuntaban en la infancia, por primera vez a los siete años. Cuando Dios le permite cumplir otros siete años, muestra las señales de la incipiente juventud. Y a los siete años siguientes, mientras el cuerpo crece, el mentón se cubre de vello y la piel cambia de color.

144.5. En el cuarto septenio todo (hombre) alcanza su mayor fuerza, que los varones tienen como signo de valor (o: virtud). En el quinto [septenio] es el momento en que el varón piensa en el matrimonio y procura engendrar hijos para el futuro. En el sexto la mente del varón se desarrolla para cualquier tarea, y no quiere realizar acciones inconsideradas como antes.

144.6. Y en el séptimo y octavo septenio es muy hábil de mente y de lengua; catorce años duran ambos. En el noveno todavía tiene fuerza, pero su cuerpo y vigor (son) más débiles para la virtud mayor (o: el valor mayor). Pero si Dios le permite cumplir los siete años del décimo [septenio], ciertamente no tendrá inseguro el destino de la muerte” (Solón, Fragmentos, 19).

El decálogo y la creación por medio del Verbo

145.1. De nuevo en las enfermedades el séptimo y el decimocuarto son (días) críticos, alrededor de los cuales la naturaleza lucha contra las causas de las enfermedades.

145.2. También Hermipo de Berito, sacarlizando el número [siete], eneseña muchos más ejemplos en el libro “Sobre la hebdómada”.

145.3. Y el bienaventurado David transmite con claridad a quienes conocen el discurso místico sobre la hebdómada y la ogdóada, cuando salmodia de la siguiente manera: “Ocupaba mis años como la araña. Los días de nuestros años (son) setenta años, y si se (cuentan) los de la dinastía (o: soberanía), ochenta años” (Sal 89 [90],9-10). ¡Ojalá se nos conceda reinar!

145.4. Para que aprendamos que el mundo ha sido creado (o: generado), pero no pensemos que Dios lo ha hecho en el tiempo (= es decir, que el tiempo sea anterior al mundo sensible), añadió la profecía: “Este (es) el libro del Génesis y de las cosas que contiene, cuando fueron hechas: en el día en el que Dios hizo el cielo y la tierra” (Gn 2,4).

145.5. Porque “cuando fueron hechas” revela una producción indefinida y atemporal, pero “en el día en el que Dios hizo”, o sea, en el cual y mediante el cual hizo todas las cosas y “sin Él no se hizo nada” (Jn 1,3), muestra la actividad a través del Hijo, sobre el que dice David: “Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en el” (Sal 117 [118],24), es decir, celebremos el divino banquete conforme a la gnosis que se nos ha dado.

145.6. Porque llama día al Verbo que ilumina las cosas ocultas y por medio del cual vinieron a la luz y al nacimiento cada una de las cosas creadas (cf. Jn 1,3. 9; 1 Co 4,5).

145.7. En resumen, el decálogo, por medio de la letra iota (= diez), significa el bienaventurado nombre que confirma que Jesús es el Verbo.

Los mandamientos quinto y sexto del decálogo

146.1. El siguiente mandamiento, el quinto, es sobre honrar padre y madre (cf. Ex 20,12; Dt 5,16). Y también llama claramente Padre y Señor a Dios.

146.2. Por eso a los que le reconocen los proclama hijos y dioses (cf. Sal 81 [82],6). Señor y Padre es, por tanto, el Creador de todo; pero no es madre la sustancia de la que hemos sido hechos, como algunos (pretenden), ni, como otros explican, la Iglesia, sino la gnosis y sabiduría divina, como dice Salomón al llamar a la Sabiduría madre de los justos (cf. Si 3,1; Pr 1,8; 31,1). También ésta es elegible por sí misma. (Y) todo lo que es bello (o: bueno) y augusto de parte de Dios se reconoce mediante el Hijo.

146.3. A éste sigue el mandamiento sobre el adulterio (cf. Ex 20,13; Dt 5,18). Adulterio es, si alguien, abandonando la verdadera gnosis eclesiástica y el discernimiento acerca de Dios, va a la opinión falsa y no conveniente, bien divinizando algo engendrado o también convirtiendo en ídolo lo que no existe hasta sobrepasar los límites, o mejor saliéndose fuera de la gnosis. La opinión falsa es tan extraña al gnóstico como la verdadera le es familiar y conyugal.

Sobre los mandamientos octavo y noveno del decálogo

141.1. Por eso, también el noble Apóstol llama a la idolatría como una forma de prostitución (cf. Col 3,5; Ga 5,20; Ef 5,5), siguiendo a lo que dice el profeta: “Prostituyó al leño y a la piedra” (Jr 3,). «Al leño le dijo: “Tú serás mi padre”, y a la piedra: “Tú me engendraste”» (Jr 2,27).

147.2. A continuación prosigue sobre el mandamiento relativo al homicidio (cf. Ex 20,13; Dt 5,17). Y el homicidio es una eliminación violenta. Ahora bien, es el [hombre] más funesto quien quiere eliminar el verdadero discurso sobre Dios y (su) eternidad, para admitir la mentira, diciendo que todo es impremeditado (o: sin providencia) o que el universo no es creado o respecto de las cosas firmes (o: realidades firmes) según la verdadera doctrina (o: enseñanza).

147.3. Después de ese está el mandamiento sobre el robo (cf. Ex 20,15; Dt 5,19). Como el que hurta las posesiones ajenas comete una grave injusticia, incurriendo justamente en los merecidos males (o: castigos), así también el que mediante técnicas (u: obras) plásticas o gráficas usurpa lo divino y dice que él mismo es creador de los animales y de las plantas; e igualmente los que sacan provecho de copiar a la verdadera filosofía son unos ladrones (cf. Jn 10,8).

147.4. Si uno es agricultor o es padre de un hijo, es servidor de la siembra de las semillas, pero Dios, procurando el crecimiento y la perfección de todas las cosas, es el que desarrolla lo que nace conforme a la naturaleza (cf. 1 Co 3,5-7).

El décimo mandamiento

148.1. La mayoría (de la gente), juntamente también con los filósofos, atribuyen principalmente a los astros, como prerrogativa principal, los crecimientos y las evoluciones, privando en lo que pueden al poder infatigable del Padre del universo (lit.: de todas las cosas).

148.2. Pero los elementos y los astros (cf. Gn 1,14-19), es decir los poderes administradores [del universo] fueron encargados de cumplir la voluntad de la economía [divina], y ellos obedecen, siendo conducidos por quienes les han sido impuestos, en el modo como los conduce (o: guía) la palabra del Señor, puesto que el poder divino ha hecho nacer ocultamente a todos para que obren.

148.3. Por tanto, quien dice haber engendrado o hecho algo relativo a la creación (demioyrgían), deberá rendir cuentas de su impía audacia.

148.4. Y el décimo mandamiento se refiere a todos los deseos (cf. Ex 20,17; Dt 5,21). Puesto que el que desea lo ilícito (debe) dar cuentas, (y) del mismo modo no está permitido desear cosas falsas, ni pensar que entre los seres creados los animados puedan salvarse o condenarse por sí mismos los animados, y que los inanimados no lo puedan hacer. Y si alguien dijera que el antídoto no puede curar y la cicuta matar, hace un sofisma sin darse cuenta.

148.5. Porque ninguna de esas cosas obra sin aquel que aplica la hierba o el fármaco, como el hacha no [obra] sin el que corta, ni la sierra sin el que asierra (cf. Is 10,15).

148.6. Y como esos (instrumentos) no actúan por sí mismos, sino que tienen algunas cualidades físicas, que utilizadas por la acción del operario realizan (su) obra, así (también) por la universal providencia de Dios la energía operativa se transmite gradualmente hasta en los detalles por medio de los seres que son movidos continuamente.