OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (22)

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 Rebeca y Jacob
Hacia 1405
Biblia Pauperum
Holanda (La Haya?)
SAN JUSTINO, DIÁLOGO CON TRIFÓN (continuación)

Los misterios de Mitra son una imitación diabólica de las profecías relativas al nacimiento de Cristo y a la Eucaristía

70. [1] Cuando los que confieren los misterios de Mitra afirman haber nacido él de una piedra, y llaman “cueva” al lugar donde, según la tradición, se inician los que creen en él, ¿cómo no reconocer aquí que imitan lo que dijo Daniel: “Una piedra fue separada sin mano alguna de la gran montaña” (cf. Dn 2,34), y lo mismo aquello de Isaías, cuyas palabras todas intentaron remedar? Porque, en efecto, tuvieron la habilidad de introducir entre ellos hasta palabras sobre la práctica de la justicia. [2] Es necesario que les cite las palabras dichas por Isaías, a fin de que por ellas se den cuenta que es así.
   Son como siguen: «Escuchen, los que están lejos, lo que he hecho; los que se acercan, conocerán mi fuerza. Se alejaron los que en Sión eran pecadores; sobrecogerá el temblor a los impíos, ¿quién les anunciará el lugar eterno? El que camina en la justicia, el que habla según el camino recto, el que odia la iniquidad y la injusticia, el que guarda las manos limpias de regalos y tapa sus orejas para no oír el juicio injusto de sangre, y cierra sus ojos para no ver la injusticia: ése habitará en la caverna elevada de una fuerte roca. [3] Pan le será dado, y su agua, confiable. Verán a un rey con gloria y sus ojos verán de lejos. Su alma practicará el temor del Señor. ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde están los consejeros? ¿Dónde el que cuenta a los que son alimentados, al pueblo menudo y grande? No tomaron con él consejo, no conocieron el fondo de sus palabras, hasta el punto de no oír. Pueblo envilecido y que no tiene inteligencia cuando oye» (Is 33,13-19).
   [4] Ahora bien, es evidente que también habla en esta profecía acerca del pan que nuestro Cristo nos confió la tradición de celebrar en memorial de haberse Él hecho carne (cf. Is 33,16; 1 Co 11,24. 26; Lc 22,19) por los que creen en Él, por los que también se hizo sufriente, y de la copa que en memorial de su sangre nos mandó hacer en acción de gracias (cf. 1 Co 11,25. 26; Lc 22,19; Is 33,16). Además, la misma profecía pone de manifiesto que le veremos como Rey en la gloria (cf. Is 33,19). [5] Y sus mismas palabras están diciendo a gritos que el pueblo del que se sabía de antemano que creería en Él, practicaría el temor del Señor (cf. Is 33,18). También están clamando estas Escrituras que quienes se imaginan conocer la letra de las Escrituras (cf. Is 33,19), al oír las profecías, no las comprenden (cf. Is 33,19). Cuando, pues, ¡oh Trifón! -concluí-, oigo hablar de que Perseo nació de una virgen, comprendo que también se trata de una imitación de la serpiente del error.

La traducción de Is 7,14 por los Setenta es rechazada por los Judíos, que han hecho desaparecer de la Escritura ciertas profecías que proclaman claramente la crucifixión de Cristo y su divinidad

71. [1] A quienes no presto fe alguna es a sus maestros, que no admiten esté bien hecha la traducción de los setenta Ancianos que estuvieron con Ptolomeo, rey de Egipto, sino que se ponen ellos mismos a traducir. [2] Quiero además que sepan que ellos han suprimido totalmente muchas de las Escrituras de la versión elaborada por los Ancianos que estuvieron con el rey Ptolomeo, por las que se demuestra que Aquel que fue crucificado, es proclamado Dios, hombre, crucificado y muerto. Estas traducciones sé que todos los de su raza las rechazan. Por eso no las haré intervenir en las cuestiones que nos ocupan, sino que pasaré a examinar aquellas que todavía son reconocidas entre ustedes.
   [3] En efecto, cuantas hasta ahora les había alegado, todas las reconocen, excepto el texto: “Miren que una virgen concebirá, que ustedes dicen que hay que leer: “Miren que una joven concebirá” (cf. Is 7,14). Les prometí demostrar que esta profecía no se refiere a Ezequías, como a ustedes se lo han enseñado, sino a aquel que es para mí el Cristo. He aquí el momento de presentarles mi demostración.
   [4] Trifón dijo: -Antes te rogamos nos cites algunas de las Escrituras que tú dices han sido completamente suprimidas.

Ejemplos de pasajes mutilados: Esdras y Jeremías

72. [1] Yo le contesté: -Quiero hacer lo que les place. Pues bien, de los comentarios que Esdras hizo a la ley de la Pascua, quitaron el siguiente pasaje: «Dijo Esdras al pueblo: “Esta Pascua es nuestro salvador y nuestro refugio. Si reflexionan y sube a su corazón que hemos de humillarle sobre un signo y después de eso esperamos en Él, este lugar no quedará desolado jamás, dice el Dios de las potestades. Pero si no creyeran, ni oyeren su predicación, serán la irrisión de las naciones”» (Esd? Cf. 1 Co 5,7).
   [2] De las palabras pronunciadas por intermedio de Jeremías quitaron también este pasaje: «Yo soy como cordero inocente que es llevado para ser sacrificado. Contra mí tramaron designios, diciendo: “Vengan, arrojemos un leño en su pan, borrémosle de la tierra de los vivientes, y que no se recuerde más su nombre”» (Jr 11,19). [3] Este pasaje tomado de las palabras de Jeremías se halla todavía en algunas copias de las sinagogas de los judíos, pues la eliminación es de fecha reciente. Ahora bien, cuando por estas palabras se intenta demostrar que los judíos tuvieron consejo sobre Cristo mismo, decidiendo crucificarle y matarle, cuando Él mismo aparece, conforme fue profetizado por Isaías, como el cordero que es llevado al matadero (cf. Is 53,7), y es presentado como un cordero inocente, entonces, al no tener qué contestar recurren a la blasfemia.
   [4] De las palabras también de Jeremías, eliminaron este pasaje: “Se acordó el Señor Dios, santo de Israel, de sus muertos, de los que se durmieron en la tierra de la tumba, y bajó a ellos para anunciarles la buena nueva de su salvación” (Jr? Cf. 1 P 4,6).

Las palabras: “de lo alto del madero”,  fueron eliminadas del Salmo 95

73. [1] Del salmo noventa y cinco, de las palabras de David, suprimieron esta breve expresión: “De lo alto del madero”. Porque diciendo: «Digan entre las naciones: “El Señor reina desde lo alto del madero”» (Sal 95,10), sólo dejaron: «Digan entre las naciones: “El Señor reina”». [2] Entre las naciones (cf. Sal 95,10), jamás se dijo de ninguno de los hombres de su linaje, que haya reinado como Dios y Señor (cf. Sal 95,1. 10; Sal 46,6. 9), excepto de este que fue crucificado, de quien en el mismo salmo nos dice el Espíritu Santo que fue salvado y resucitó, dándonos a entender que no es semejante a los dioses de las naciones; pues éstos no son sino ídolos de los demonios. [3] Pero para que entiendan lo que digo, les voy a citar todo el salmo.
   El cual dice así: «Canten al Señor un cántico nuevo; cante al Señor, toda la tierra. Canten al Señor y bendigan su nombre. Anuncien, día tras día, la buena nueva de su salvación. Anuncien en las naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas. Porque grande es el Señor, y digno sobremanera de alabanzas; terrible sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de las naciones son demonios, mientras que el Señor hizo los cielos. Alabanza y belleza permanecen en su presencia, santidad y magnificencia en su santuario. Llévenle al Señor, familias de las naciones, llévenle al Señor gloria y honor. Lleven al Señor gloria en su nombre. [4] Tomen ofrendas y entren en sus atrios. Adoren al Señor en su atrio santo. ¡Estremézcase en su presencia la tierra entera! Digan entre las naciones: “El Señor reina, porque Él enderezó la tierra que no se conmoverá; juzgará a los pueblos con rectitud. Alégrense los cielos y regocíjese la tierra; estremézcase el mar y cuanto contiene. Los campos exultarán y todo lo que allí se encuentra, todos los árboles del bosque se regocijarán en la presencia del Señor: Porque viene, porque viene a juzgar la tierra. Juzgará el mundo en la justicia y a los pueblos en su verdad”» (Sal 95,1-13; cf. 1 Cro 16,23-33).
   [5] Trifón: -Si, como tú sostienes -dijo-, nuestros principales del pueblo han suprimido algo de las Escrituras, sólo Dios lo sabe; sin embargo, tal cosa parece increíble.
   [6] –Sí -contesté yo-, parece increíble, pues es cosa más tremenda que haber fabricado el becerro de oro (cf. Ex 32), como lo hicieron aquellos que fueron saciados con el maná recogido en la tierra (cf. Ex 16,4-35; Nm 11,7-9; Dt 8,3), más que inmolar sus hijos a los demonios, o matar a los profetas mismos (cf. Mt 23,31; Lc 13,34). Pero a la verdad -añadí- me parece que ustedes no han oído hablar de las Escrituras que les he dicho ellos suprimieron; pues para demostrar lo que discutimos bastan y sobran tantas ya citadas, y otras que les citaré de las que aún se preservan entre ustedes.

El Salmo 95 no habla del Padre, sino de la salvación por la Cruz

74. [1] Trifón: -Sabemos -dijo- que las has citado por habértelo pedido nosotros. En cuanto al último salmo que has tomado de las palabras de David, no me parece a mí que se refiera a otro que al Padre, que hizo los cielos y la tierra (cf. Sal 95,1. 5. 9. 11. 13). Tú, en cambio, dices que se dijo por Aquel que se hizo sufriente, y que te esfuerzas por demostrarnos que también es el Cristo.
   [2] Yo le respondí: -Reflexionen, les ruego, sobre la expresión que el Espíritu Santo emplea en este salmo, mientras yo les hablo, y se darán cuenta de que ni yo me engaño, ni ustedes han sido burlados. Porque ustedes también podrían comprender, una vez que entren en sí mismos, muchas otras cosas dichas por el Espíritu Santo: «Canten al Señor un cántico nuevo; cante al Señor, toda la tierra. Canten al Señor y bendigan su nombre. Anuncien, día tras día, la buena nueva de su salvación. Anuncien en las naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas» (Sal 95,1-3; cf. 1 Cro 16,23-24).
   [3] Es como si se dirigieran a Dios Padre del universo (cf. Sal 46,7. 8; Sal 95,5. 7), que ordena a aquellos de toda la tierra (cf. Sal 95,1), que conocen el misterio de esa salvación (cf. Sal 95,2), es decir, el sufrimiento de Cristo, por el que los salvó, que canten y alaben constantemente (cf. Sal 95,1. 2; Sal 46,7. 8), reconociendo que es digno de alabanza, temible, que hizo el cielo y la tierra (cf. Sal 95,4. 5; Sal 46,3), el que obró esta salvación por el género humano (cf. Sal 95,2), Aquel a quien, después de su muerte sobre la Cruz, el Padre le concedió reinar sobre toda la tierra (cf. Sal 46,8; Sal 95,10ss.), así como también por...(1).

[Fragmento tomado de la “Catena sobre el Salmo 2,3”. Scholia sobre el Salmo 2. A propósito de (la expresión): “¡Rompamos su ataduras!”. De san Justino Filósofo y Mártir. Extraída del segundo libro sobre la cuestión de Cristo sufriente (traducimos según la ed. de Bobichon, op. cit., pp. 388-389).

   (Segunda conversación con Trifón)

Es evidente que no habla de “los pueblos extranjeros” (Sal 2,1), sino de Israel, en consonancia sobre esto con lo que dice Jeremías: «Es amargo para ti abandonarme, dice el Señor tu Dios, porque después de largo tiempo has quebrado tu yugo, y roto tus ataduras, y has dicho: “No permaneceré más en la servidumbre, sino que me iré sobre toda montaña elevada y sobre todo árbol frondoso, y allí me entregaré a la prostitución”» (Jr 2,19-20).

De hecho, ellos a menudo “han roto las ataduras” (Sal 2,3; Jr 2,19) del divino temor y “quebrado el yugo” (Jr 2,19; cf. Sal 2,3), “tirando de sus pecados como de una larga cuerda” (cf. Is 5,18), y finalmente, cuando ataron las manos y los pies (cf. Sal 21,17; Is 3,9) de Cristo crucificado, las ataduras se me cayeron, dice él, completamente (cf. Sal 15,6a.), primero aquellas con las que había sido atado, luego las de la herencia (cf. Sal 15,6b). Por eso, inmediatamente dice: “La herencia que me ha tocado es la mejor” (Sal 15,6b), ciertamente la vocación que tiene lugar hoy de las naciones expandidas, medidas a cordel (Is 54,2. 3; cf. Gn 28,14; 9,27; Sal 2,8), de las que se tratará más adelante.]

Continuación del texto del "Diálogo"

   [4] ... «El Señor dijo a Moisés: He aquí que pronto descansarás con tus padres, y tu pueblo se va a prostituir siguiendo a los dioses extranjeros, en el país en que entrará, ellos me abandonarán, y romperán mi alianza, la que yo establecí para ellos. Mi cólera arderá contra ellos, en ese día. Yo los abandonaré y apartaré mi rostro de ellos. Será devorado, le alcanzarán muchos males y tribulaciones; y dirá en aquel día: “Porque el Señor Dios mío no está entre nosotros, me han sobrevenido estos males”. Pero yo apartaré totalmente mi rostro de ellos en el día aquel, por causa de todo el mal que hicieron, pues se volvieron hacia otros dioses» (Dt 31,16-18).

“Jesús” y “ángel” son nombres divinos. Testimonio tomado del Éxodo

75. [1] De la misma manera, en el libro del Éxodo, por intermedio de Moisés, fue anunciado de modo misterioso, y nosotros lo hemos comprendido así, que el nombre de Dios mismo era también Jesús, que dice no haber sido revelado ni a Abraham ni a Jacob (cf. Ex 6,3). Dice así: «El Señor dijo a Moisés: “Dile a este pueblo: Mira que yo envío a mi ángel delante de ti, para que te guarde en el camino, y te introduzca en la tierra que te he preparado. Atiéndele, escúchale y no le desobedezcas, porque no te abandonará, pues mi nombre está sobre él”» (Ex 20,22; 23,20-21).
   [2] Ahora bien, ¿quién introdujo a sus padres en la tierra (cf. Ex 23,20)? Entiéndanlo ya de una vez que fue aquel que era llamado con ese nombre de Jesús, aquel que antes llamaban Ausés (cf. Nm 13,16). Porque si esto comprenden, reconocerán que el nombre del mismo que dijo a Moisés: “Mi nombre está sobre él” (cf. Ex 23,21; Nm 13,17), era Jesús (Josué). Porque también se lo llamaba Israel, y cambió igualmente este nombre por el de Jacob (cf. Gn 32,28; 35,10). [3] Por Isaías se pone de manifiesto cómo los profetas, enviados para anunciar lo que viene de Él (cf. Ex 23,20), son llamados ángeles y enviados de Dios (cf. Ex 23,20). Dice, en efecto, en alguna parte: “Envíame” (Is 6,8). Es evidente para todos que aquel que recibió el nombre de Jesús (Josué) fue un profeta poderoso y grande. [4] Pues bien, si sabemos que en tantas formas se manifestó ese Dios a Abraham, a Jacob y a Moisés, ¿cómo dudamos y no creemos que pudiera, conforme a la voluntad del Padre del universo, nacer hombre de una virgen, cuando disponemos de tantas Escrituras por las que claramente se puede comprender que así efectivamente sucedió, conforme a la voluntad del Padre?

Otras profecías atestiguan la naturaleza humana y divina de Cristo, lo mismo que su misión redentora

76. [1] Cuando Daniel designa “como un hijo de hombre” (cf. Dn 7,13) al que recibe el reino eterno (cf. Dn 14,27), ¿no da a entender eso mismo? Porque decir “como un hijo de hombre” significa ciertamente que apareció y se hizo hombre, pero pone de manifiesto que no es de un germen humano. Y cuando dice que es “una piedra desprendida sin concurso de mano alguna” (Dn 2,34), eso mismo está proclamando misteriosamente. Porque decir que fue desprendida sin ayuda de mano alguna da a entender que no es obra de los hombres, sino de la voluntad de Dios, Padre del universo, que la produjo. [2] Cuando Isaías dice: “Su generación, ¿quién la contará?” (Is 53,8), es poner de manifiesto que su origen es inefable. Porque nadie, que sea hombre de entre los hombres, tiene un origen inefable.
   Al decir Moisés que “Él lavaría su vestido en la sangre de la uva” (Gn 49,11), ¿no es lo que ya muchas veces les he dicho que él había profetizado de forma velada? Porque anticipadamente declaró que Cristo ciertamente tendría sangre; pero no procedente de los hombres, de la misma manera que no es el hombre, sino Dios, quien produce la sangre de la viña. [3] Cuando Isaías le llama ángel del gran designio (cf. Is 9,6), ¿no anunció de antemano que él era el maestro de lo que vino a enseñar? Estas grandes cosas que el Padre inscribió en su designio para todos aquellos que le son o en adelante le serán agradables, como para aquellos hombres o ángeles que se apartaron de su designio, sólo (Cristo) las enseñó abiertamente, diciendo: [4] «Vendrán de Oriente y Occidente y se tomarán parte en el banquete con Abrahán, Isaac y Jacob, en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores» (Mt 8,11-12; cf. Lc 13,28-29). [5] Y: «Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no comimos, bebimos, profetizamos y expulsamos demonios en tu nombre?”. Y yo les diré: “Apártense de mí”» (Mt 7,22-23; cf. Lc 13,26-27). Y he aquí otras palabras con las que, Él lo ha dicho, pronunciará la condenación de los que indignos de ser salvados: “Vayan a las tinieblas exteriores, que el Padre preparó para Satanás y sus ángeles” (Mt 25,41).
   [6] Y nuevamente, en otras palabras, dijo: “Yo les doy poder para caminar por encima de serpientes, escorpiones y escolopendras, y por encima de todo poder del enemigo” (Lc 10,19). Nosotros, los que hoy creemos al crucificado bajo Poncio Pilatos, a Jesús, nuestro Señor, exorcizamos a todos los demonios y espíritus malvados (cf. Lc 10,17), y nos están sometidos. Porque si bien es cierto que por los profetas (cf. Hch 26,22-23) fue, de manera velada, anunciado que el Cristo sería “sufriente”, para después ejercer la soberanía de todas las cosas, nadie, sin embargo, era capaz de entenderlo, hasta que Él mismo persuadió a los apóstoles que así estaba expresamente anunciado en las Escrituras. [7] En efecto, antes de ser crucificado, gritaba: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho y sea rechazado por los escribas y fariseos, que sea crucificado y al tercer día resucite” (Mt 16,21; Mc 8,31; Lc 9,22). Y David proclamó que había de nacer del seno antes del sol y de la luna (cf. Sal 71,5. 17; Sal 109,3), según la voluntad del Padre, y manifestó que, por ser Cristo (cf. Sal 44,8), sería un Dios fuerte y adorable (cf. Sal 18,6; Sal 44, 7. 8. 13; Sal 71,11).

La profecía de Is 8,4 no se aplica a Ezequías, sino a Cristo, visitado por los magos en el lugar de su nacimiento

77. [1] Trifón dijo: -Realmente, te confieso que tantos y tan buenos argumentos son bastantes a convencerme; pero quiero que sepas que aún estoy esperando la demostración de ese pasaje que muchas veces has pronunciado. Termínalo, pues, también para nosotros, a fin de que veamos cómo demuestras que se refiere a ese Cristo de ustedes; pues nosotros decimos que fue profecía hecha sobre Ezequías.
   [2] Yo le respondí: -También en eso les quiero dar gusto. Pero antes demuéstrenme ustedes que fue dicho de Ezequías, quien «antes de saber él decir “padre” y “madre”, tomó la potencia de Damasco y los despojos de Samaria delante del rey de los asirios» (Is 8,4). Porque no se les puede aceptar que interpreten como ustedes quieran, diciendo que Ezequías hizo la guerra contra Damasco o Samaria “en presencia del rey de los asirios”. Porque dice el Verbo profético: «Antes de que el niño sepa decir “padre” y “madre” tomará la potencia de Damasco y los despojos de Samaria, delante del rey de los asirios. [3] Porque si el Espíritu profético no hubiera precisado: «Antes de saber el niño decir “padre” y “madre”, tomará la potencia de Damasco y los despojos de Samaria, delante del rey de los asirios»; sino que hubiera dicho simplemente: “Dará a luz un hijo y tomará la potencia de Damasco y los despojos de Samaria”, podrían decir que, como Dios preveía que Ezequías había de tomar eso, lo predijo. Pero lo cierto es que la profecía lo dijo con esa precisión: «Antes de saber el niño decir “padre” y “madre” tomará la potencia de Damasco y los despojos de Samaria». Ahora bien, ustedes no pueden demostrar que eso sucediera jamás a ningún judío; nosotros, en cambio, podemos demostrar que se cumplió en nuestro Cristo. [4] Porque apenas hubo nacido, unos magos vinieron a adorarle desde Arabia, después de presentarse a Herodes, que era entonces rey de su tierra, a quien, por sus disposiciones ateas e impías, el Verbo le llama rey de los asirios (cf. Is 8,4). Porque bien saben -añadí- que muchas veces el Espíritu Santo habla por parábolas y comparaciones, como hizo con el pueblo todo de Jerusalén, al decirle frecuentemente: “Tu padre fue un amorreo y tu madre una hitita” (Ez 16,3).

La visita de los magos de Arabia fue anunciada por Isaías como signo de que las potestades demoníacas serían sometidas al Cristo desde su nacimiento

78. [1] Este rey Herodes fue informado por los ancianos de su pueblo que habían llegado los magos de Arabia, quienes decían haber visto aparecer una estrella en el cielo y conocido por ella que había nacido en la tierra de ustedes un rey, a quien ellos venían a adorar (cf. Mt 2,1-2). Los ancianos dijeron: es en Belén, porque en el profeta así está escrito: “Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre los territorios de Judá, pues de ti ha de salir un guía que apacentará a mi pueblo” (Mt 2,5-6; Mi 5,1). [2] Llegaron, pues, los magos de Arabia a Belén, adoraron al niño y le ofrecieron sus dones: oro, incienso y mirra (Mt 2,11); pero después de adorar al niño en Belén, recibieron la orden, por revelación, que no volvieran a Herodes (Mt 2,12). [3] Es de saber que José, el prometido de María (cf. Mt 1,18-19), había querido antes despedir a su prometida, María, por creer que estaba encinta de la relación con un hombre, es decir, por fornicación; pero por una visión se le mandó que no despidiera a su mujer (Mt 1,20), diciéndole el ángel que se le apareció que el que ella llevaba en su seno procedía del Espíritu Santo. [4] Lleno de temor, no la despidió (cf. Mt 1,24); pero con ocasión del primer censo de la Judea, en tiempo de Quirino, subió a inscribirse desde Nazaret, donde vivía, a Belén, de donde era (Lc 2,1-5). Porque, en efecto, era orginario de la tribu de Judá, que había poblado esa tierra. Él recibió la orden de partir con María para Egipto (cf. Mt 2,13), y permanecer allí con el niño, hasta que nuevamente les sea revelado que pueden volver a la Judea (Mt 2,19-22).
   [5] Pero antes, nacido que hubo el niño en Belén (Mt 2,1), como José no hallaba en aquella aldea dónde alojarse (cf. Lc 2,7), se instaló en una gruta cercana al poblado (Protoevangelio de Santiago 18,1), y mientras estaban allí los dos, María dio a luz al Cristo y lo puso sobre un pesebre (cf. Lc 2,7), donde llegando los magos de Arabia, lo encontraron (Mt 2,11; Lc 2,16).
   [6] Ya les he citado -dije- las palabras que Isaías profetizó sobre el símbolo de la gruta (cf. Is 33,16; cf. 70,1-3), pero por aquellos que hoy han acudido con ustedes -añadí- las voy nuevamente a recordar. Recité de nuevo el pasaje de Isaías, anteriormente transcrito, agregando que, por causa de estas palabras, el diablo hizo que los maestros que confieren los misterios de Mitra digan que la iniciación se practica en un lugar que ellos llaman “gruta”.
   [7] Herodes, como no volvieran a verle los magos de Arabia, según él se lo pidiera (cf. Mt 2,8. 16), sino que, siguiendo la orden recibida, marcharon a su país por otro camino (cf. Mt 2,12); mientras que José, juntamente con María y el niño, según lo que a ellos también se les había revelado, habían ya salido para Egipto (Mt 2,13-14); no conociendo al niño que los magos habían venido a adorar, mandó matar sin excepción a todos los niños de Belén (Mt 2,11. 16). [8] Y este hecho cuyo cumplimiento futuro había sido profetizado por intermedio de Jeremías (cf. Mt 2,17), pues por su boca dijo así el Espíritu Santo: “Una voz se ha oído en Ramá, lamento y largo llanto: es Raquel que llora sus hijos, y no quiere ser consolada, porque no ya no existen” (Jr 31,15; Mt 2,18). Por la voz que había de oírse desde Ramá, es decir, desde Arabia, pues hasta ahora se conserva en Arabia un lugar llamado Ramá, la lamentación había de llenar el lugar donde está enterrada Raquel, la mujer de Jacob, el que fue apodado Israel, el santo patriarca, es decir, Belén, al lamentarse las mujeres por sus propios hijos asesinados y no admitir consuelo en su desgracia.
   [9] Por lo demás, al decir Isaías: “Tomará la potencia de Damasco y los despojos de Samaria” (Is 8,4), quiso significar la potencia del demonio malo, que mora en Damasco, que sería vencida por el Cristo en el momento mismo de su nacimiento, lo cual, se ha probado, efectivamente se produjo. Porque los magos que, habían sido entregados como despojos a toda clase malas acciones, a las cuales los había empujado ese demonio, una vez que vinieron y adoraron a Cristo (cf. Mt 2,11) se ve cómo quedaron liberados de aquella potencia que hacía de ellos despojos, lo que el Verbo misteriosamente significa para nosotros, (diciendo) que tenía su morada en Damasco.
   [10] Y por ser pecadora e injusta, con razón, en parábola, la llama “Samaria”. Ahora, que Damasco perteneció y pertenece a Arabia, aún cuando de presente esté adscrita a la llamada Siro-Fenicia, cosa es que ni ustedes mismos podrán negar. Así, amigos, bueno fuera que ustedes aprendieran lo que no entienden de nosotros los cristianos, que hemos recibido la gracia de Dios, en vez de emplear todos sus esfuerzos buscando hacer prevalecer sus enseñanzas, despreciando las de Dios.
   [11] Por eso, a nosotros también se ha transferido esta gracia (cf. Is 29,14), como dice Isaías: «Este pueblo se acerca a mí. Con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí. En vano me veneran, enseñando preceptos y doctrinas de hombres. Por eso, he aquí que voy a renovar la transferencia de este pueblo, y lo transferiré. Quitaré la sabiduría de sus labios, y rechazaré la inteligencia de los inteligentes» (Is 29,13-14; cf. 1 Co 1,19).

La rebelión de los ángeles está atestiguada en varios lugares de la Escritura

79. [1] Trifón, animado, como se veía claro por su semblante, por la irritación y el respeto de la Escritura, me dijo: -Las palabras de Dios son santas; pero sus interpretaciones son artificiosas, como aparece por los pasajes que has interpretado; y, más aún, blasfemas, pues dices que los ángeles obraron mal y se alejaron de Dios.
   [2] Y yo, en tono más suave, pues quería disponerle a que me escuchara, le respondí diciendo: -Aprecio, amigo, esa tu reverencia y pido a Dios te dé la misma disposición para con Aquel a quien está escrito le sirven los ángeles (cf. Dn 7,10), como dice Daniel que como “un Hijo de hombre, fue conducido hacia el Anciano de días, y le fue dado todo reino por la eternidad de la eternidad” (Dn 7,13-14). Y para que reconozcas -le dije-, amigo, que no ha sido la propia audacia la que nos ha guiado en esa interpretación que tú repruebas, te alegaré un testimonio tomado del mismo Isaías, quien dice que ángeles malos han habitado y habitan también en Tanis, en Egipto (cf. Is 30,4).
   [3] He aquí sus palabras: «¡Ay de los hijos rebeldes! Esto dice el Señor: “Han tenido consejo no por mí, y formado alianzas no por mi espíritu, para añadir pecados a pecados. Ustedes obran mal, bajan a Egipto, sin haberme consultado, para refugiarse en el poder del Farón, para ser protegidos bajo la sombra de los egipcios; pero la sombra de Faraón se convertirá en vergüenza para ustedes, y la confianza en Egipto en oprobio. Porque hay en Tanis jefes, ángeles malvados. En vano se fatigarán con un pueblo que no ha de servirles de ayuda, sino de vergüenza y oprobio”» (Is 30,1-5).
   [4] También Zacarías, como tú mismo lo recordaste, dice que «el diablo se puso a la derecha del sacerdote Jesús para oponérsele. Y el Señor dijo: “Que te increpe el Señor que eligió a Jerusalén”» (Za 3,1-2). En Job está igualmente escrito -pasaje también por ti citado- que “vinieron los ángeles a ponerse en la presencia de Dios y que con ellos vino también el diablo” (Jb 1,6; 2,1). También Moisés, al inicio de Génesis, escribe que la que serpiente que extravió a Eva fue maldecida (cf. Gn 3,1-6. 14). Sabemos asimismo que los magos de Egipto intentaron igualar los prodigios obrados por Dios por medio de su fiel servidor Moisés (cf. Ex 7-8; Nm 12,7; Hb 3,2. 5); y, en fin, no ignoran que David dijo que los dioses de las naciones son demonios (cf. Sal 95,5; 1 Cro 16,26).
(1) «El texto de la “primera parte”, afirma Bobichon (op. cit., pp. 55 ss.), se interrumpe en el momento en que Justino comenta el Salmo 95, invocado para responder a la pregunta de Trifón sobre el Cristo “sufriente” (74,1). No es exacto que el pasaje que nos queda se aplique únicamente a los vv.1-3… En realidad, ese comentario toma el conjunto del salmo (versículos 1. 2. 4. 5. 10), que Justino interpreta según el método que le es familiar, retomando sus principales elementos en un orden diferente, y haciendo intervenir, para aclarar esa interpretación, otro salmo (46) también antes citado [cf. 37,1]. Por no haber visto que el pasaje fue compuesto así, los comentaristas redujeron su contenido a los tres primeros versículos del Salmo 95, y el contenido al tema del Mesías “sufriente”».