OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (212)

Intrata.jpg
La entrada de Jesús en Jerusalén
Segunda mitad del siglo XII
Monte Athos, Grecia

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SEXTO

Capítulo X: El gnóstico y las ciencias   

   Lo que el gnóstico aprende de cada ciencia

80.1. Y en consecuencia, él se consagra a lo que lo ejercita para la gnosis, tomando de cada disciplina su contribución a la verdad.

80.2. Así, persigue la proporción (lit.: analogía) en las armonizaciones de la música; en la aritmética observa los aumentos y disminuciones de los números, las disposiciones entre unos y otros y cómo la mayoría de las cosas se encuentran sometidas a cierta proporción aritmética (o: numérica); en la geometría contempla la esencia misma en cuanto tal, y se acostumbra a concebir una distancia ininterrumpida (o: un espacio continuo) y una esencia inmutable, distinta de la de los cuerpos de aquí abajo.

80.3. Por otra parte, desde la astronomía, levantándose de la tierra con el entendimiento se eleva al cielo y gira al mismo tiempo alrededor de la bóveda celestial, descubriendo siempre las cosas divinas y la sinfonía entre ellas; desde estas cosas partió Abrahán para remontarse hacia la gnosis del Creador (cf. Gn 15,5).

80.4. Pero también el gnóstico se servirá de la dialéctica, apropiándose de la distinción de los géneros en especies y alcanzará la diferenciación de los seres. Hasta tocar lo primero y simple.

80.5. Pero muchos temen a la filosofía griega como los niños ante los espantajos, no sea que les engañe.

La alegría de buscar al Señor

81.1. Pero si así es para ellos la fe -porque no la llamaré gnosis-, que se disuelve ante un lenguaje persuasivo, ¡que desaparezca!; con ello confiesan sobre todo que no poseen la verdad. Puesto que la verdad, se dice, es invencible (cf. Estobeo, Antología, V,105); sólo la falsa opinión se diluye. En efecto, nosotros distinguimos una púrpura de otra púrpura comparándolas. 

81.2. Por tanto, si alguien confiesa no tener el corazón bien articulado, tampoco tiene la mesa del cambista ni criterio (acerca) de las ideas. Porque, ¿cómo puede considerarse banquero quien no puede valorar y distinguir la moneda auténtica de la falsa? (cf. Mt 12,45-51; Lc 16,1-8; 1 Ts 5,21). 

81.3. Pero David gritó: “Porque el justo jamás vacilará” (Sal 111 [112],6); ni por un discurso engañoso, ni por un placer seductor, ni tampoco será desbancado de su propia herencia.

81.4. “No temerá oír algo malo” (Sal 111 [112],7). Ni por una vana calumnia, ni por la falsa opinión sobre él mismo; tampoco tendrá temor a los discursos malvados el que puede discernirlos para preguntar y responder correctamente. Porque la dialéctica es como una cerca para que los sofistas no pisoteen la verdad.

81.5. Puesto que es necesario a los celebrados en el nombre santo del Señor, según el profeta, regocijarse en el corazón buscando al Señor.

81.6. “Búsquenle, por tanto, y serán fortalecidos; busquen siempre su rostro” (Sal 104 [105],3-4), de cualquier modo. Porque Él ha hablado “muchas veces y de diversas formas” (Hb 1,1), no se le conoce de una manera sola.


El gnóstico sabe utilizar correctamente sus conocimientos

82.1. Ciertamente nuestro gnóstico no estará muy instruido utilizando esas [ciencias] como virtudes, sino como colaboradoras; y al distinguir lo común y lo propio aceptará la verdad. Porque es causa de todo error y falsa opinión no poder discernir cómo se relacionan unos seres con otros y de que modo se diferencian.

82.2. Y si no argumenta uno el discurso según las distinciones, confundirá sin darse cuenta lo general y lo específico; y cuando sucede esto, cae necesariamente en la desviación (lit.: un camino intransitable) y en el error.

82.3. Pero la distinción de los nombres y de las cosas, incluso en las Escrituras mismas, hace nacer una gran luz en las almas. Es necesario, por tanto, comprender los muchos significados de los vocablos y a lo que eventualmente tienen de semejantes. Por lo cual se conseguirá responder correctamente.

82.4. Por lo cual hay que rehuir la excesiva inutilidad, distraída en lo que no conviene; pero el gnóstico aprovecha (sus) conocimientos, aprendidos como ejercicios preparatorios, que contribuyen a la tradición exacta y sólida de la verdad, en cuanto se puede alcanzar, y a prevenir las malas artes de los argumentos que mutilan la verdad.

La verdad en su sentido pleno conduce a la virtud

83.1. [El gnóstico], en efecto, no se quedará detrás de quienes hacen progresos respecto a las ciencias cíclicas (= curso completo de los estudios en las escuelas griegas) y a la filosofía griega, pero no en virtud de una causa superior, y aunque necesaria, secundaria y circunstancial. Porque lo que utilizan de forma perversa quienes trabajan para las herejías, el gnóstico por el contrario lo utilizará como es debido.

83.2. Mientras la verdad que nos manifiesta la filosofía griega es parcial, la verdad en sentido pleno hace ver toda seductora argumentación sofística; como el sol pone al descubierto, irradiándolos, los colores: el blanco y el negro, tal y como es cada uno de ellos.

83.3. Con razón, entonces, también dijeron antes los griegos: “¡Oh Verdad soberana, principio de una gran virtud!” (Píndaro, Fragmentos, 205,1-2).