OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (208)

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La Transfiguración
Hacia 1414
Breviario
Châteauroux, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SEXTO

Capítulo VI: La universalidad de la salvación

   Testimonio del profeta Isaías

44.1. Al igual que ahora, a su tiempo, ha llegado la predicación [del Evangelio], así a su tiempo fueron dados la Ley y los profetas a los bárbaros, y a los griegos la filosofía, habituando los oídos para la predicación.

44.2. «Así dice el Señor que salvó a Israel: En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayude y te puse como alianza de Los pueblos para ocupar la tierra y para heredar la herencia del desierto, diciendo a los que están prisioneros: “Salgan”; y a los que están en la tiniebla: “Vengan a la luz”» (Is 49,7-9).

44.3. Porque si los prisioneros (son) ciertamente los judíos, de los que el Señor también dijo: “Salgan de las cárceles los que quieran” (Agraphon, n. 88), hablando de los que estaban voluntariamente encadenados y “que se habían colocado encima pesos insoportables” (Mt 23,4; Lc 11,46) [dice] por una inútil imposición humana, es evidente que “los que están en las tinieblas” serán los que tienen sepultada en la idolatría la parte del alma que hace de guía (hegemonikón; cf. Platón, República, VII,533 D).

44.4. Porque a los justos según la Ley todavía les faltaba (cf. Lc 18,22) la fe en el Señor; y por eso, a los que curaba, el Señor les decía: “Tu fe te ha salvado” (Mt 9,22; Mc 5,34; Lc 7,50; 8,48; 17,19; 18,42); pero a los justos según la filosofía no sólo les faltaba la fe en el Señor, sino también el abandono de la idolatría.

44.5. Ahora, revelada la verdad, también ellos se arrepintieron de lo realizado anteriormente. Por eso el Señor también evangelizó a los que se encontraban en el Hades (cf. 1 P 3,19).

Resumen del libro segundo de los “Stromata”

45.1. Así dice la Escritura: «Llama el Hades a la perdición: “Su belleza no la vimos, pero oímos su voz”» (Jb 28,22; Dt 5,24).

45.2. Y no fue el lugar el que al captar la voz dijo lo anteriormente escrito, sino los que habían bajado al Hades, y que se entregaron a sí mismos a la perdición, como arrojados voluntariamente de una nave al mar; ésos son los que sintieron la voz y el poder divinos.

45.3. En efecto, ¿quién estando cuerdo juzgaría que las almas de los justos y las de los pecadores merecen la misma condena, insinuando que la Providencia es injusta?

45.4. ¿Y qué? ¿No muestran [las Escrituras] que el Señor evangelizó a los que murieron en el diluvio (lit.: cataclismo; cf. Gn 7,21), y sobre todo a los encadenados (cf. 1 P 3,19-20) y a los retenidos con custodia y guardia?

45.5. Ya se ha demostrado en el [libro] segundo de los “Stromata” (II,44,1-3) que los apóstoles, siguiendo al Señor, evangelizaron también a los que se encontraban en el Hades. Porque era necesario, creo yo, que al igual que aquí (en la tierra), también allí los mejores de los discípulos fueron imitadores del Maestro (cf. Mt 10,25); para que al igual que Él (lo hizo) con los hebreos, así también aquellos [apóstoles] condujeran a convertirse a los gentiles, es decir, a aquellos que permanecían en justicia según la Ley y la filosofía, pero no habían vivido de modo perfecto, sino que habían pasado la vida en pecado.

45.6. Porque convenía a la divina economía que los que tenían más méritos en la justicia y que habían permanecido preferentemente (en ella), y se habían convertido de sus faltas, aunque se encontraran en otro lugar (= el Hades) para confesarlo, estando entre aquellos que pertenecen al todopoderoso Dios (cf. Lc 1,49), pudieran salvarse cada uno según la propia gnosis.

Testimonio de “El Pastor” de Hermas

46.1. El Salvador actúa, pienso yo, puesto que su obra es salvar (cf. Jn 3,17; 5,17; 9,4). Y eso, pues, es lo que hizo: atrajo hacia la salvación (cf. Jn 6,44) a los que quisieron creer en Él mediante la predicación, en cualquier lugar que se encontraran.

46.2. Por eso, si el Señor no descendió al Hades sino para evangelizar, como (efectivamente) descendió, o evangelizó a todos o sólo a los hebreos.

46.3. Ciertamente si [evangelizó] a todos, entonces se salvarían todos los que creyeran, aunque provinieran de los gentiles, puesto que allí abajo confesaron la fe; además, los castigos salvadores y educativos de Dios conducen a la conversión, y prefieren más el arrepentimiento del pecador que la muerte (cf. Ez 18,23; 33,11; 1 Tm 2,4); y por ello, cuando las almas están liberadas de los cuerpos, pueden ver con mayor pureza, y aunque estén oscurecidas por las pasiones, ya no están adheridas a la carne.

46.4. Pero si [el Señor] evangelizó sólo a los judíos, a quienes faltaba el pleno conocimiento y la fe mediante el Salvador, entonces es evidente que, no teniendo Dios acepción de personas (cf. Hch 10,34; Rm 2,11; 1 P 1,17), también los apóstoles, como aquí, también allí evangelizaron a los gentiles dispuestos a la conversión, y así se dice bellamente en “El Pastor” [de Hermas]:

46.5. “Descendieron, por tanto, con ellos al agua, pero éstos descendieron vivos y subieron vivos; pero aquellos que permanecían dormidos en la muerte descendieron muertos y subieron vivos" (Hermas, El Pastor, Sim., IX,16,6).

La omnipresencia de Dios

47.1. Pero también dice el Evangelio que ciertamente resucitarán muchos cuerpos de los que habían dormido (cf. Mt 27,52); claramente pasarán así a un mejor estado. Se ha producido un movimiento universal y un cambio según la economía del Salvador.

47.2. Así, entonces, un justo en cuanto justo no difiere de otro justo, aunque pertenezca a la Ley o sea griego, porque Dios no es sólo Señor de los judíos, sino de todos los hombres (cf. Rm 3,29; 10,12), pero más inmediatamente (es) Padre de los que le reconocen (cf. Jn 17,25).

47.3. Si, por tanto, vivir rectamente también es vivir conforme a la Ley (cf. Rm 7,21), y si vivir razonablemente es vivir conforme a la Ley, los que vivieron rectamente antes de la Ley fueron contados entre los creyentes y juzgados justos (cf. Gn 15,6; Rm 4,3; 9,30), porque es claro que también los que estaban fuera de la Ley y gracias a la naturaleza peculiar de su alma vivieron rectamente, aunque se encontraran en el Hades y bajo custodia, y al escuchar la voz del Señor, bien la auténtica bien aquella otra que actuaba por medio de los apóstoles, se convirtieron rápidamente y creyeron. Porque recordamos que el Señor es poder de Dios (cf. 1 Co 1,24), y ese poder jamás se debilitará.

47.4. Así, me parece, se demuestra que Dios es bueno y que el Señor es poderoso para salvar con justicia y equidad a los que se convierten aquí o en otro lugar. Porque no sólo aquí [en la tierra] se muestra el poder que actúa, sino que se está por todas partes y actúa siempre (cf. Jn 5,17).

Testimonio del “Kerigma Petri”

48.1. En la “Predicación de Pedro”, el Señor dice a los discípulos después de la resurrección:

48.2. «Los he elegido a ustedes doce, (porque) los he juzgado discípulos dignos de mí -los que el Señor prefirió-, y los he estimado apóstoles fieles, para enviarlos por el mundo a evangelizar a los hombres de todo el universo, para que conozcan que hay un solo Dios, y manifestar las cosas futuras por la fe en mí, el Cristo, a fin de que los que escuchen y crean se salven, pero los que, habiendo escuchado, no crean darán testimonio también, porque no podrán excusarse diciendo: “No hemos oído”» (Kerigma Petri, 7).

48.3. ¿Y qué? ¿No ha habido también en el Hades la misma economía? Allí también las almas todas que escucharen la predicación mostrarán el arrepentimiento o confesarán que es justo el castigo por no haber creído.

48.4. Sería un acto de clara iniquidad que los que han partido antes de la venida del Señor, sin haber sido evangelizados, y, por ello, sin tener responsabilidad alguna en creer o no creer, tuvieran salvación o castigo.

48.5. Porque no es justo que ésos sean condenados sin juicio, y que sólo gocen de la justicia divina los que han existido después de la venida [de Cristo].

48.6. A todas las almas dotadas de razón se les ha dicho desde lo alto: “Todo lo que cada uno de ustedes haya realizado en [estado de] ignorancia, y no haya conocido claramente a Dios, si, una vez reconocido, se arrepiente, a ese le serán perdonados todos los pecados” (Kerigma Petri, 8).

48.7. “Miren dice [la Escritura]: He puesto ante ustedes la muerte y la vida para que elijan la vida” (Dt 30,15. 19); Dios dice que les han sido puestas para comparar y elegir, no que las haya hecho a las dos.

Testimonio de la Escritura

49.1. Y en otro pasaje de la Escritura dice: “Si me escuchan y quieren, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan ni quieren, una espada los devorará, puesto que lo ha dicho la boca del Señor” (Is 1,19-20).

49.2. Nuevamente y con claridad David, o mejor el Señor en la persona del santo -puesto que es uno mismo desde la fundación del mundo, todo ha sido salvado por la fe y será salvado en las diversas épocas-:

49.3. “Exultó mi corazón y se alegró mi lengua. Incluso también mi carne descansará en esperanza, dice, porque no abandonarás mi alma, en el Hades, ni permitirás que tu fiel vea la corrupción. Tú me has hecho conocer el camino de la vida; me llenarás de alegría, tu presencia” (Sal 15 [16],11; cf. Hch 2,26-28).

“De fieras a hombres de Dios”

50.1. Lo mismo que el pueblo era apreciado para el Señor (cf. Ex 19,5), así todo el pueblo santo se halla (lit.: está con) con el judío, y el convertido de los gentiles, el que fue profetizado como el prosélito (= extranjero; cf. Is 14,1; 43,12; 56,3. 6; 60,10; 61,5; Dt 28,43).

50.2. Por eso dice justamente la Escritura que el buey y la osa pacerán juntos (cf. Is 11,7). Se llama buey al judío (por semejanza) con el animal uncido en el yugo de la Ley; (también) es juzgado puro, porque el buey tiene la pezuña hendida y rumia (cf. Lv 11,3).

50.3. Pero (el pueblo) gentil es representado por la osa, animal impuro y salvaje. Engendra la cría como una carne informe, y con la lengua va dando figura hasta darle semejanza de animal. Porque el gentil que se convierte (de la gentilidad) es formado por el Verbo hasta abandonar la vida animal, y una vez domesticado también él se santifica como el buey.

50.4. He aquí lo que dice el profeta: “Me bendecirán las sirenas y las hijas de las avestruces y todas las fieras del campo” (Is 43,20).

50.5. Hay que re conocer que las fieras del campo -es decir del mundo- es (lo propio) de los animales impuros; llama fieras a los salvajes respecto a la fe, groseros en cuanto a la vida y no purifica dos en la justicia según la Ley.

50.6. Ahora bien, de fieras pasan a ser hombres de Dios por la fe en el Señor; desde su deseo inicial de cambiarse progresan hasta devenir [otros].

50.7. Porque el Señor ciertamente exhorta a unos, pero a los que ya están dispuestos a actuar les tiende la mano y los lleva hacia arriba (cf. Jn 6,44), “porque el Señor de todos no se somete a nadie ni se inmuta ante poder [alguno], puesto que Él ha hecho al pequeño y al grande, y provee a todos de igual manera” (Sb 6,7).

El Señor es justo y ama la justicia

51.1. Y David dice: aunque también “cayeron las gentes en la perdición que habían preparado, y enredaron sus pies en la red oculta que se tendieron” (Sal 9,16), sin embargo “el Señor es refugio para el oprimido, auxilio en el momento oportuno y en la tribulación” (Sal 9,10).

51.2. En efecto, los que estaban en tribulación fueron evangelizados oportunamente. Por eso también dice: “Evangelicen entre los pueblos sus proezas” (Sal 9,12), para que no sean juzgados injustamente.

51.3. Si evangelizó a los que todavía (permanecían) en la carne, para que no fueran condenados injustamente, ¿como no iba a evangelizar también por la misma causa a cuantos habían salido de la vida [terrena] antes de su venida?

51.4. “Porque el Señor es justo y ha amado la justicia, su rostro ha contemplado la rectitud” (Sal 10 [11],7). “Pero el que ama la injusticia odia, su propia alma” (Sal 10 [11],5).

Dios quiere educar y salvar al ser humano

52.1. Por tanto, si en el diluvio (lit.: cataclismo) pereció toda carne pecadora (cf. Gn 7,21), estando el castigo enderezado a la corrección de aquellos, en primer lugar hay que creer que la voluntad de Dios (es) educadora y una fuerza capaz de salvar a los que se convierten; y en seguida, también el alma, la parte más sutil, no (podría) sufrir nada grave por parte del agua, que (es) más densa; tampoco podría ser vencida mediante la sutileza y simplicidad por las que es calificada (como) incorpórea.

52.2. Por otra parte, si fuera pesada, permaneciendo pesada por el pecado, sería arrojada juntamente con el espíritu carnal que alimenta deseos contra el alma (cf. Ga 5,17).

52.3. Y también Valentín, el corifeo de quienes recomiendan la vida en comunidad, escribe textualmente en la homilía “Sobre los amigos”:

52.4. “Mucho de lo que se ha escrito en los libros públicos se encuentra escrito en la Iglesia de Dios; porque las cosas comunes son las palabras del corazón, la ley escrita en el corazón (cf. Jr 38,33 [hebr. 31,33]). Éste es el pueblo del amado, el amado [por Él] y el que le ama” (Valentín, Fragmentos, 4; se trata del maestro del gnosticismo heterodoxo).

Testimonio del gnóstico Isidoro

53.1. Porque llama libros públicos tanto a las Escrituras judías como a las de los filósofos: (ambas) dan a conocer la verdad.

53.2. Isidoro, hijo y a la vez discípulo de Basílides, en el libro primero de las “Exegéticas del profeta Parcor” escribe textualmente:

53.3. Los áticos afirman que a Sócrates le fueron mostradas cosas, porque le acompañaba, un daímon; y Aristóteles dice que todos los hombres tienen necesidad de los daímones, que les acompañan durante el tiempo de su entrada en los cuerpos; tomó esta enseñanza profética y la incluyó entre sus libros, sin confesar de dónde había tomado esa idea” (Isidoro, Fragmentos, 8).

53.4. Y de nuevo en el libro segundo de la misma obra escribe así: “Y no piense nadie que cuanto decimos como propio de los elegidos, haya sido dicho eso mismo antes por algunos filósofos. Porque no se trata de una invención de éstos, sino que, apropiándoselo de los profetas, lo atribuyen a alguno que según ellos mismos no era sabio” (Isidoro, Fragmentos, 9).

53.5. De nuevo, en el mismo (libro) [dice]: “Porque también me parece que los que pretenden filosofar tienen que aprender lo que es la encina alada y el manto policromado que lo recubre; cosas todas que teologizó Ferecides con alegorías, tomando como hipótesis la profecía de Cam” (Isidoro, Fragmentos, 10; cf. Gn 9,20-22, Ferecides de Siros, Fragmentos, 2 D-K; Stromata, V,9,4).