OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (197)

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Cristo rodeado de los signos de los evangelistas (arriba)
Juan Bautista rodeado de los evangelistas (abajo)

Fines del siglo VIII
Evangeliario
Flavigny, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO

Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

   Testimonios de los escritores griegos sobre Dios

100.1. Calímaco escribe con términos precisos: “Era aquel año, en el que el pájaro y el que vive en el mar y el cuadrúpedo también emitían sonidos, como el barro de Prometeo” (Calímaco, Fragmentos, 192,1-3).

100.2. Y en otro lugar él mismo dice: “Sí, Prometeo te plasmó, y no has nacido de otro barro” (Calímaco, Fragmentos, 493).

100.3. Hesíodo dice sobre Pandora: “Y ordenó al ilustre Hefesto que lo más pronto posible mezclara tierra con agua, y le infundiera voz humana e inteligencia” (Hesíodo, Los trabajos y los días, 60-62).

100.4. En efecto, los estoicos definen al fuego como un artista que avanza por un camino para producir la naturaleza. Pero fuego y luz se llaman alegóricamente a Dios y a su Verbo, según la Escritura (cf. Ex 3,2; Dt 4,24; Jn 1,4; 1 Jn 1,5).

100.5. Pero, ¿qué? ¿Homero no parafrasea también la separación del agua de la tierra, que revela (y) manifiesta la tierra firme (cf. Gn 1,7-9), (cuando) dice sobre Tetis y el Océano: “Porque durante mucho tiempo se privan ya el uno al otro del lecho y del amor”? (Homero, Ilíada, XIV,206-207).

100.6. También los más elocuentes griegos atribuyen a Dios un poder universal; así, Epicarmo -que era pitagórico- dice: “Nada escapa a la divinidad. Es necesario que tú sepas eso; Dios mismo es nuestro vigilante y nada le es imposible” (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 23).

Testimonios de los escritores griegos sobre Dios (continuación)

101.1. Y el poeta lírico [dice]: “Para Dios es posible hacer surgir la luz inmaculada de la tenebrosa noche, y cubrir con tinieblas obscuras el límpido resplandor del día” (Píndaro, Fragmentos, 108 b). -El único que puede establecer la noche en el pleno día, haber hecho, dice, es Dios mismo-.

101.2. Y Aratos, en los llamados “Fenómenos”: “Y comencemos por Zeus, dice, a quien nosotros, varones, nunca debemos dejar silenciado. De Zeus están llenas todas las calles, todas las plazas de los hombres, llenos los mares y puertos. Todos y en todo necesitamos de Zeus” (Aratos, Fenómenos, 1-6).

101.3. Y añade: “Porque de él también somos linaje (cf. Hch 17,28)”, en cuanto creación; «y él, benévolo con los hombres, da signos favorables, anima a los pueblos al trabajo. Porque él mismo ha fijado esos signos en el cielo distinguiendo los astros. Él preparó para el año las estrellas, que ante todo significarían para los hombres los trabajos de las Estaciones, para producir constantemente frutos. Y siempre suplican a él, primero y último: “¡Salve, Padre, gran maravilla, gran ayuda para los hombres!”» (Arato, Fenómenos, 10-15).

101.4. Y antes de éste, Homero, sobre el escudo trabajado por Hefesto (o: Vulcano), reproduciendo la creación del mundo según Moisés, dijo: “Grabó en él la tierra, el cielo, el mar y todas las constelaciones, que coronan el cielo” (Homero, Ilíada, XVIII,485). Porque el mismo Zeus celebrado por los poetas y los escritores de prosa eleva el pensamiento hacia Dios.

Testimonios de Platón sobre Dios Creador y Trino

102.1. Pero ya Demócrito escribe “a plena luz” (cf. Platón, Fedro, 268 A), por así decir, que son “pocos los hombres que elevan las manos hacia el que los griegos llamamos ahora aire, y dicen: Zeus lo medita todo y es el que lo sabe todo, y lo da y lo quita, y es el rey de todas las cosas” (Demócrito, Fragmentos, 68 B 30).

102.2. Y más misteriosamente, Píndaro de Boecia, siendo pitagórico, (dice): “Una es la raza de los hombres y una la de los dioses; ambas respiran gracias a una única madre” (Píndaro, Nemea, 6,1-2), de la materia; y transmite que hay un único Demiurgo de ellos (= dioses, ángeles y hombres), al que llama “padre excelente obrero” (Píndaro, Fragmentos, 57), y que concede, según el mérito, avanzar hacia la divinidad.

102.3. Haré guardar silencio a Platón. Él, abiertamente en la “Carta” a Erasto y Corico, muestra al Padre y al Hijo, inspirado, no sé cómo, por los escritos de los hebreos, exhortando textualmente:

102.4. “A los que juran con seriedad, no sólo con grosería, y con jovialidad, hermana de la seriedad, a los que juran a Dios causa de todas las cosas y padre señor del guía y de la causa, a quien, si filosofan correctamente, conocerán” (Seudo Platón, Epístolas, VI,323 D).

102.5. Y en el discurso al pueblo en el “Timeo” llama Padre al Demiurgo, cuando dice así: “Dioses de dioses, de los que yo soy el padre y Demiurgo de [sus] obras” (Platón, Timeo, 41 A).

Los escritores griegos y la resurrección

103.1. Así, también cuando dice: “Todo está alrededor del Rey del universo, todo existe a causa de Él y es la causa de todo lo bello; y en torno al Segundo se encuentran las cosas segundas, y en torno al Tercero, las terceras” (Seudo Platón, Epístolas, II,312 E), yo mismo no oigo otra cosa que la que recuerda a la Trinidad santa. Porque el Tercero es el Espíritu Santo, el Segundo es el Hijo, por quien “todo fue hecho” (Jn 1,3), según la voluntad del Padre.

103.2. El mismo (Platón) recuerda, en el décimo [libro] de la “República”, a Er, (hijo) de Armenio, natural de Panfilia, que es Zoroastro.

103.3. Ahora bien, el mismo Zoroastro escribe: “Esto he escrito (yo), Zoroastro, (hijo) de Armenio, natural de Panfilia, muerto en batalla, cuanto aprendí de los dioses cuando estuve en el Hades” (cf. Apócrifo de Zoroastro en: Proclo, In Platonis rem publicam commentarii, II,111,12-13).

103.4. Platón dice que este Zoroastro, yaciendo muerto sobre la pira de fuego durante doce días, revivió (cf. Platón, República, X,614 B). Tales cosas quizás insinúan la resurrección, quizás aquello de que el camino para la ascensión de las almas es por medio de los doce signos del zodíaco; pero también el mismo (Platón) dice que idéntico (es el camino) que tienen [las almas] en el descenso para el nacimiento (cf. Platón, República, X,612 B).

103.5. Con ello hay que entender también que los trabajos de Heracles (o Hércules) fueron doce, tras las cuales el alma alcanza la liberación de todo este mundo.

103.6. No dejaré de lado tampoco a Empédocles, quien recuerda así el restablecimiento de todas las cosas físicamente, cuando un día tenga lugar la transformación de todo en la sustancia del fuego (cf. Empédocles, Fragmentos, 31 A 31).

Afirmaciones de Heráclito sobre las mutaciones del cosmos

104.1. Con toda evidencia, Heráclito de Éfeso es de esta misma opinión; ha reconocido que hay un mundo eterno, pero otro que se corrompe, y sabe que éste no es otro distinto, según el orden cósmico, que el otro que es de otra manera.

104.2. No obstante, que él sabía que el mundo, hecho especialmente de toda sustancia, era eterno, lo pone de manifiesto diciendo esto: “Al mundo, que es el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que existía siempre, y es y será fuego vivificador, que está sujeto a medidas y se extingue con medidas” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 30).

104.3. Pero que también dogmatizaba que ese (mundo) había nacido y era corruptible, lo indica lo siguiente: “Mutaciones del fuego (son) al principio el mar, pero del mar una mitad (era) tierra, la otra mitad torbellino de fuego” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 31).

104.4. Porque viene a decir que el fuego, bajo el gobierno del Verbo y de Dios que (organiza) el universo, es cambiado por el aire en humedad, que es como el germen de la disposición del mundo, y que él llama mar. Del éste nacen a su vez la tierra, el cielo, y lo que contienen.

104.5. Pero, cómo de nuevo se restablece y se enciende, lo muestra claramente por esto: “El mar se disuelve y se transforma (lit.: se mide) en la misma proporción, igual que antes de hacerse tierra” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 31). Y cosas semejantes dice sobre los demás elementos.

Los estoicos y “la permanencia” del alma humana

105.1. Los más renombrados estoicos establecen cosas parecidas a eso, cuando dogmatizan sobre la conflagración del cosmos, y sobre la disposición del universo, sobre lo característico del mundo y del hombre, y sobre la permanencia de nuestras almas.

105.2. De nuevo Platón, en el [libro] séptimo de la “República” ha designado nocturno (cf. Platón, República, VII,521 C) -pienso yo que por “los príncipes de este mundo de tinieblas” (Ef 6,12)- al día de aquí; pero también sueño y muerte al descenso del alma en el cuerpo (cf. Platón, Georgias, 493 A; Fedón, 95 D), lo mismo que para Heráclito (cf. Fragmentos, 22 B 21).

105.3. Y quizás esto sea lo que vaticinó el Espíritu sobre el Salvador por medio de David diciendo: “Yo me acosté y me dormí; desperté porque el Señor cuida de mí” (Sal 3,6).

105.4. Porque no llama alegóricamente despertarse de un sueño a la sola resurrección de Cristo, sino también llama sueño al descenso del Señor en la carne.

¿Platón predijo la resurrección?

106.1. En efecto, el Salvador mismo recomienda: “Velen” (Mt 24,42), o sea, procuren vivir y esfuércense en separar el alma del cuerpo (cf. Platón, Fedón, 67 D; 80 E; 81 A).

106.2. Al día del Señor, Platón, en el décimo [libro] de la “República”, lo vaticina con esto: “Después de que hayan pasado siete días para cada uno de los que están en la pradera, conviene que al octavo, levantándose de ahí, marchen y lleguen en cuatro días” (Platón, República, X,616 B).

106.3. Ciertamente, por pradera hay que entender la esfera estable, como un lugar apacible y dulce, y sitio de los santos; pero por los siete días, [hay que entender] cada uno de los movimientos de los siete [planetas] y todo el trabajo eficaz que busca con ardor la perfección del reposo.

106.4. Pero el viaje más allá de los planetas conduce hasta el cielo, es decir, al movimiento y al octavo día. Y dice que las almas se desplazan durante cuatro días, significando el viaje a través de los cuatro elementos.

Los griegos hablan de un séptimo día sagrado

107.1. Y no sólo los hebreos conocen que el séptimo día es sagrado, sino también los griegos, porque según ese [día] gira todo el mundo de los seres animados y el de todas las plantas que crecen (Aristóbulo según Eusebio de Cesarea, La preparación evangélica, XIII,12,13).

107.2. También Hesíodo dice lo mismo acerca de ese (día): “Los días primero, cuarto y séptimo del mes son sagrados” (Hesído, Los trabajos y los días, 770). Y también: “La luz del sol brillará en el día séptimo” (Hesíodo, Fragmentos, 362).

107.3. Y Homero: “Después apareció un día sagrado en el séptimo (día)” (cita desconocida). Y: “El (día) séptimo era sagrado” (cita desconocida). Y también: “Era el séptimo día y en él se perfeccionaba todo” (cita desconocida; cf. Homero, Odisea, V,262). Y nuevamente: “En la séptima aurora abandonamos la corriente del Aqueronte” (Homero, Odisea, V,262).

107.4. Y también el poeta Calímaco escribe: “Pero en la séptima aurora lo llevó todo preparado” (Seudo Calímaco, Fragmentos, 145). Y de nuevo: “El (día) séptimo está entre los buenos, y la séptima generación” (Seudo Calímaco, Fragmentos, 145). También: “El (día) séptimo está entre los principales y el séptimo (día) es perfecto” (Seudo Calímaco, Fragmentos, 145). Y: “En el cielo estrellado todo está compuesto de siete, mostrándose en ciclos conforme giran los años” (Seudo Calímaco, Fragmentos, 107).

A Dios no se le puede ver con los ojos

108.1. Pero también las elegías de Solón divinizan muy bien el (día) séptimo (cf. Solón, Fragmentos, 19).

108.2. Pero ¿qué? ¿Acaso también no es semejante a lo dicho en la Escritura: “Suprimamos al justo de en medio de nosotros, puesto que nos es incómodo” (Sb 2,12), lo que Platón, en el segundo [libro] de la “República”, casi profetizando la economía del Salvador, dice:

108.3. “Si el justo es así, será azotado, torturado, encadenado, se le amputará el ojo, y luego de haber sufrido todo mal, será empalado”? (Platón, República, II,631 E-362 A).

108.4. Y el socrático Antístenes, parafraseando aquel dicho profético afirma: «“¿A quién me compararán? Dice el Señor” (Is 40,18. 25; 46,5), que Dios no se parece a nadie, porque nadie puede conocerlo a partir de una imagen» (Antístenes, Fragmentos, 24).

108.5. Lo mismo dice expresamente Jenofonte de Atenas: “Quien todo lo hace temblar y lo hace estar quieto, es manifiesto que se trata de alguien grande y poderoso; pero qué forma tiene, es invisible. Tampoco el sol, que parece ser visible a todos, permite que se le vea; mas si alguno lo mira imprudentemente, quedará sin vista” (Jenofonte, Memorabilia, IV,3,13-14).

108.6. “¿Porque, qué carne con sus propios ojos puede mirar al celestial, inmortal y verdadero Dios, que habita en el polo? Pero ni siquiera los hombres, nacidos mortales, pueden pararse frente a los rayos del sol” (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,10-13), dijo antes la Sibila.