OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (196)

Majestas2.jpg
Cristo en majestad rodeado de ángeles
y de los signos de los cuatro evangelistas
Siglo XII
Misal
Autun, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO

Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

   La verdadera amistad exige la bondad entre los amigos

95.1. Los estoicos dijeron que el objetivo de la filosofía (es) una vida conforme a la naturaleza, pero para Platón (es) la semejanza con Dios (cf. Teeteto, 176 A-b) -como hemos establecido en el segundo (libro) de los “Stromata”- (cf. II,100,3-4).

95.2. Zenón el estoico, tomándolo de Platón, pero que (lo saca) de la filosofía bárbara, dice que todos los hombres buenos son amigos unos de otros (cf. Zenón, Fragmentos, 233).

95.3. Porque en el “Fedro”, Sócrates dice que “no está predeterminado que el malo sea amigo del malo, ni que el bueno no sea amigo del bueno” (Platón, Fedro, 255 B), como demostró suficientemente en el “Lisis”, ya que en la injusticia y en la maldad no puede subsistir la amistad (cf. Platón, Lisis, 214 A-D).

95.4. Y el extranjero de Atenas dice lo mismo, “que existe una conducta amiga y seguidora de Dios, contenida en una frase antigua: que lo semejante es amigo de lo semejante, si guarda la medida; pero lo desmesurado no lo es ni de lo desmesurado ni de lo mesurado. Pero Dios es para nosotros la medida de todas las cosas” (Platón, Leyes, IV,716 C).

Dios conoce los corazones de los seres humanos

96.1. Y un poco más adelante añade de nuevo: “Porque todo hombre bueno es semejante al bueno, según esto, y siendo parecido a Dios, (es) amigo de todo (hombre) bueno y de Dios” (Platón, Lisis, 214 D).

96.2. Ahora hago memoria de aquello. Puesto que al final del “Timeo” dice: “El pensante debe parecerse a lo pensado, según la antigua naturaleza, y al hacerse semejante, alcance la realización perfecta de la vida, objetivo que los dioses han propuesto al hombre para el tiempo presente y el futuro” (Platón, Timeo, 90 D).

96.3. Porque eso puede ser lo mismo que esto: “Quien busca no cese de buscar hasta que encuentre. Y una vez haya encontrado, quedará admirado; admirándose reinará, y reinando descansará” (Evangelio de los Hebreos, Fragmentos, 16).

96.4. Pero ¿qué? ¿Acaso aquello de Tales no está unido a esto? [Tales] da a entender abiertamente lo que se dice entre nosotros: que Dios es glorificado por los siglos de los siglos (cf. Rm 16,27; Ga 1,5; 1 Tm 1,17) y que “es conocedor de los corazones” (Hch 1,24; 15,8: kardiognóstos). Interrogado sobre lo que es la divinidad, Tales dijo: “Lo que no tiene principio ni fin” (Tales de Mileto, Fragmentos, 1,137). Y preguntado por otro, si lo que un hombre hace permanece oculto a la divinidad, dijo: “¿Cómo? ¡Ni siquiera los pensamientos!” (Tales de Mileto, Fragmentos, 1,134),

96.5. En verdad, la filosofía bárbara sabe que sólo lo hermoso es bueno, y que la virtud es autosuficiente (lit.: que se basta a sí misma) para la felicidad, y por eso afirma: “Mira, he puesto ante tus ojos el bien y el mal, la vida y la muerte. Elige la vida” (Dt 30,15. 19).

96.6. Porque llama vida al bien, y hermoso a la elección (del bien); pero es malo la elección de lo contrario. Y el único fin de lo bueno y de la vida consiste en devenir amigo de Dios. “Porque ésta es tu vida y tu longevidad” (Dt 30,20), amar lo que conduce a la verdad.

El amor a Dios y al prójimo: plenitud de la Ley y los profetas

97.1. Pero hay algo más claro. Porque el Salvador, al prescribir el amor a Dios y al prójimo, dice que en esos dos mandamientos se contienen toda la ley y los profetas (cf. Mt 22,37. 39-40).

97.2. Los estoicos repiten sin cesar estas afirmaciones, y, antes de ellos, en el “Fedro”, Sócrates suplica: “Oh Pan y demás dioses, concédanme ser hermoso en mi interior” (Platón, Fedro, 279 B).

97.3. Y en el “Teeteto” dice expresamente: “Porque el que habla hermosamente (es) bello y bueno” (Platón, Teeteto, 185 E).

97.4. Y en el “Protágoras” confiesa ante los compañeros de Protágoras que ha encontrado a uno más hermoso que Alcibíades, si lo más sabio es más hermoso (cf. Platón, Protágoras, 309 C-D).

97.5. Decía también que la virtud es la belleza del alma, pero que la maldad es la deformidad del alma (cf. Platón, República, IV,444 D-E), .

97.6. Ahora bien, el estoico Antípatro, que escribió tres libros sobre, según Platón, “que únicamente lo hermoso es bueno” (cf. Seudo Platón, Hipias mayor, 297 C), demuestra que, conforme (a Platón), la virtud es autosuficiente para la felicidad, y presenta muchos otros dogmas acordes con los estoicos (cf. Antípatro de Tarso, Fragmentos, 56).

97.7. Pero Aristóbulo, del tiempo de Tolomeo Filométer, a quien recuerda la epítome de los Macabeos (cf. 2 M 1,10; 2,23), escribió bastantes libros con los que se demuestra que la filosofía peripatética depende de la ley mosaica y de los otros profetas.

Afirmaciones de Platón que presentan referencias a la vida cristiana

98.1. Y sobre eso permanezcamos así. Pero somos hermanos, como que pertenecemos al Dios único y al único Maestro (cf. Mt 23,8-9; 25,40), lo manifiesta en algún sitio Platón exhortando de esta manera:

98.2. “Porque todos los que están en la ciudad (son) hermanos, les diremos según la fábula; pero, Dios, al plasmar, ha mezclado oro en el nacimiento de los aptos para gobernar, por eso son los más estimados; en cambio, plata al preparar a los auxiliares; bronce y hierro (al hacer surgir) a los labradores y otros artesanos” (Platón, República, III,415 A).

98.3. De aquí “ha surgido la necesidad, dice, por la que unos abrazan y aman aquello de lo que es objeto la gnosis, pero otros aquello de lo que (es) objeto la opinión” (Platón, República, III,479 E).

98.4. Porque predice esa naturaleza elegida deseosa de gnosis, si no (es) que por una hipótesis se refiere a tres naturalezas, tres formas de vida, como algunos han supuesto; así la plata [se refiera] a la de los judíos; la tercera a la de los griegos; y la de los cristianos en la que está mezclado el oro real, el Espíritu Santo.

98.5. Y escribe con exactitud la vida de los cristianos, al manifestar en el “Teeteto”: “Hablemos sobre los corifeos. ¿Qué podría decir alguien a los que simplemente pasan el tiempo en la filosofía?”.

98.6. Esos no conocen el camino del agora, ni dónde está la sede de la justicia, ni la sala de consejos, ni cualquier otra sala de deliberación comunitaria; ni leen ni escuchan las leyes y los decretos que se escriben.

98.7. Organizaciones de partidos, reuniones y festines junto a las flautistas, ¡ni en sueños se les ocurre frecuentar! Si algo bueno o malo ha sucedido en la ciudad, o que alguien haya recibido algún inconveniente de los antepasados, les pasa más inadvertido que los llamados toneles del mar.

98.8. Y no saben que no lo saben, si no que en realidad su cuerpo permanece y vive allí, pero él mismo anda volando, según Píndaro (Fragmentos, 292), observando por encima de las tierras y por encima de los astros del cielo, e investigando por doquier toda naturaleza” (Platón, Teeteto, 173 C-174 A).

La palabra creadora de Dios

99.1. De nuevo, a la sentencia del Señor “sea el sí de ustedes, sí, y su no, no” (Mt 5,37; cf. St 5,12), se puede comparar aquello otro: “Pero a mí jamás me es permitido admitir la mentira y hacer invisible la verdad” (Platón, Teeteto, 151 D).

99.2. Sobre la prohibición de jurar concuerda la expresión del [libro] décimo de las “Leyes”: “Cesen la alabanza y el juramento sobre cualquier cosa” (Platón, Leyes, XI,917 C).

99.3. «Y en conjunto Pitágoras, Sócrates, y Platón, dicen escuchar la voz de Dios, cuando contemplan la constitución del universo, cuidadosamente producida por Dios y mantenida perpetuamente; porque lo han conocido de lo que dijo Moisés: “Dijo [Dios], y fue hecho” (Gn 1,3), describiendo que la palabra de Dios es acción» (Aristóbulo, según Eusebio de Cesarea, Preparación evangélica, XIII,13,21).

99.4. Además, estableciendo la plasmación del hombre del polvo de la tierra (cf. Gn 2,7), por ello los filósofos proclaman en toda ocasión al cuerpo como terreno (cf. Seudo Platón, Axiochus, 365 E y 366 A).

99.5. Y Homero no duda en emplear como imprecaciones (o: maldiciones) lo que sigue: “Pero ustedes todos, conviértanse en agua y tierra” (Ilíada, VII,99).

99.6. Como al decir de Isaías: “Písenlos como barro” (Is 41,25 y 10,6).