OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (193)

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Siglo XIII
Misal
Charleville-Mézières, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO

Capítulo XI: Sobre la purificación que conduce al conocimiento

   El conocimiento de Dios exige la renuncia a las pasiones

67.1. El sacrificio agradable a Dios (lit.: que Dios recibe; cf. Flp 4,18) (consiste) en la separación impenitente del cuerpo y de sus pasiones. Esa es realmente la verdadera piedad.

67.2. Y por eso la filosofía es llamada por Sócrates con razón ejercicio de muerte; porque quien en la reflexión no se sirve de la vista ni se deja arrastrar por ningún otro sentido, sino que en sus relaciones con las cosas utiliza (sólo) la inteligencia pura, busca la filosofía verdadera.

67.3. Por ello también Pitágoras prescribía (o: aconsejaba) a los discípulos un silencio de cinco años, para que, desprendidos de los objetos sensibles, contemplaran lo divino con la desnuda inteligencia. De Moisés (tomaron) estas mismas cosas los filósofos griegos más eminentes.

67.4. Porque él ordena “dividir en partes los animales sacrificados, después de haberlos desollado” (Lv 1,6); una vez desnuda el alma gnóstica de su envoltura material, lejos de las charlatanerías carnales y de todas las pasiones que engendran las opiniones vacías y falsas, y desnuda de las concupiscencias carnales (cf. 1 P 2,11), es necesario que se consagre para la luz.

Dios nos ha colmado de dones

68.1. Pero la mayor parte de los hombres, protegiéndose en lo mortal como los caracoles, y envueltos en sus intemperancias como los erizos, tienen acerca del Dios bondadoso e incorruptible opiniones semejantes a las que tienen sobre ellos mismos.

68.2. Y pasa inadvertido para ellos, aunque se encuentren muy cerca de nosotros, cómo Dios nos ha dado innumerables cosas, de las que Él no participa: un nacimiento, siendo inengendrado; un alimento, no necesitándolo; un crecimiento, siendo siempre igual; una buena vejez y una muerte feliz, siendo inmortal y no envejeciendo.

68.3. Por eso, manos, pies, boca, ojos, entradas y salidas, cóleras y amenazas (o: arrogancias), no son mencionadas entre los hebreos como pasiones de Dios; de ningún modo, sino (que es necesario pensar) que estos nombres (tienen) una significación alegórica más santa, que aclararemos, al hilo del discurso, en el momento oportuno.

68.4. “La sabiduría es el fármaco que cura todos los males”, escribe Calímaco en los “Epigramas” (46,4).

68.5. “Pero un sabio [deriva] de otro, antaño y ahora”, dice Baquílides en los “Peanes”: “Porque no es lo más fácil encontrar las puertas de las palabras misteriosas” (Baquílides, Fragmentos, 5).

Sin comprenderla, los griegos honran igualmente la vida gnóstica

69.1. De igual manera Isócrates [dice] bellamente en el “Panatenaico”: ¿A quiénes llamo educados? (Y) explicando agrega: “En primer lugar, a los que actúan bien en los asuntos que encuentran cada día, a los que tienen opinión certera de las circunstancias, y, por encima de todo, a los que tienen capacidad de acertar en lo que interesa”.

69.2. “En segundo lugar, a los que tratan siempre conveniente y justamente con sus vecinos, y soportan dulce y fácilmente las molestias e inoportunidades de los otros, a la vez que ellos mismos se muestran lo más complacientes y moderados que pueden con los que les rodean”.

69.3. “Y también a los que dominan a los placeres, y no se dejan vencer más de lo conveniente por las desgracias, sino que se conducen en ellas varonilmente y de modo digno a la naturaleza que compartimos”.

69.4. “En cuarto lugar, que es lo más importante, a los que no son corrompidos por la buena fortuna, ni están trastornados, ni devienen orgullosos, sino que se mantienen en los límites de la prudencia”.

69.5. Luego añade el colofón del discurso: “A los que no sólo poseen una sola de aquellas, sino todas a la vez en una única armonía del alma, éstos, digo yo, son los prudentes, los varones perfectos, y que tienen todas las virtudes” (Isócrates, Panatenaico, 30-32,239 A-C).

69.6. ¿Ves cómo también los griegos, aun no comprendiendo como se debe, deifican la vida gnóstica? Pero, qué sea la gnosis, ni en sueños la conocen.

Cristo es la víctima inmolada por nuestra salvación

70.1. Si, por tanto, se está de acuerdo con nosotros en que la gnosis es un alimento espiritual (lit.: alimento lógico; otra traducción: “alimento [que viene] del Verbo”), “bienaventurados”, realmente según la Escritura, “los que tienen hambre y sed” (Mt 5,6) de la verdad, porque serán saciados de un alimento eterno.

70.2. Sin duda, concuerda admirablemente con lo que hemos dicho el filósofo de la escena, Eurípides, que, no sé cómo, insinúa al Padre y al Hijo al mismo tiempo:

70.3 .”A ti, que riges todas las cosas, ofrezco una libación sacrificial, Zeus o Hades, como prefieras ser llamado. Recibe tú mi sacrificio excepcional, pleno y que contiene todos los frutos” (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.4. Porque Cristo fue una ofrenda total por nosotros (cf. Lv 5,10), sacrificio insuperable. Y que habla del Salvador mismo sin saberlo, lo hace con claridad, añadiendo a continuación:

70.5. “Porque tú, de entre los dioses de los cielos, tienes en tus manos el cetro de Zeus, participando, entre los seres que están bajo tierra, del poder de Hades” (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.6. Después dice abiertamente: “Envía hacia la luz las almas de los muertos, a los que desean conocer de antemano los combates, de dónde surgen, cuál es la raíz de los males, a quién de los bienaventurados hay que ofrecer sacrificios para encontrar descanso de los sufrimientos” (Eurípides, Fragmentos inciertos, 912).

70.7. Por tanto, no sin razón también entre los griegos los misterios comienzan con las purificaciones, como entre los bárbaros con el bautismo (lit.: baño).

Las etapas de la contemplación

71.1. Después de esto (tienen lugar) los pequeños misterios, que tienen como finalidad la enseñanza y preparación de lo que debe seguir; pero los grandes [misterios] (son) sobre todas las cosas, donde ya no queda nada que aprender, sino contemplar epópticamente y comprender la naturaleza y las realidades.

71.2. Y podremos conseguir el método catártico por la confesión [pública de la fe], y el epóptico por el análisis progresando hacia la inteligencia primera; partiendo, por el análisis, desde las cosas que están subordinadas a ese principio, abstraemos las cualidades físicas del cuerpo, y eliminamos las dimensiones de profundidad, luego de anchura, y también de longitud. El signo que queda es la unidad que tiene una posición, por decirlo de alguna manera, y si de ella quitamos la posición, (se tiene) la compresión de la unidad.

71.3. Si, entonces, quitando todo lo que se encuentra en los cuerpos y en lo que se llama incorporal, nosotros mismos nos lanzamos hacia la grandeza de Cristo, y desde allí avanzamos con santidad hacia el abismo (o: vacío); nos introduciremos de alguna manera en la comprensión del Todopoderoso, conociendo no lo que es, sino lo que no es.

71.4. No hay que pensar en absoluto en figura, movimiento, reposo, trono, lugar, derecha o izquierda del Padre del universo, aunque todo eso esté escrito. Pero qué significan cada una de esas (palabras) será mostrado abiertamente en el lugar apropiado.

71.5. La Causa primera no está en un lugar, sino que está por encima de lugar, tiempo, nombre y comprensión (cf. Ef 1,21). Por eso también dice Moisés: “Manifiéstate a mí tú mismo” (Ex 33,13), insinuando muy claramente que Dios no puede ser enseñado ni expresado por los hombres, sino que sólo puede ser conocido gracias a su propio poder. Porque la investigación es informe e invisible, pero la gracia de la gnosis (procede) de Él por medio del Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).

La enseñanza de las Sagradas Escrituras sobre el conocimiento de Dios

72.1. Salomón nos lo testimoniará más claramente, cuando dice: “No hay en mí prudencia humana, pero Dios me da la sabiduría; y he conocido cosas santas” (Pr 30,2-3).

72.2. En efecto, interpretando alegóricamente la Inteligencia divina, Moisés la llamó “árbol de vida” (Gn 2,9; 3,22; Ap 22,2) plantado en el paraíso; pero dicho paraíso puede ser también el mundo, en el que se ha producido todo lo referente a la creación.

72.3. También en ese [mundo] floreció (cf. Sal 91 [92],13) y dio su fruto el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14), y vivificó a quienes han gustado de su bondad (cf. Sal 1,3; 33 [34],9; Jn 1,14; 1 P 2,3); sin el árbol, es imposible que alcancemos la gnosis. Porque nuestra vida fue crucificada (lit.: estuvo suspendida; cf. Dt 21,23; 28,66) para nuestra fe.

72.4. Y Salomón dice nuevamente: “Es un árbol de inmortalidad para quienes la consiguen” (Pr 3,18; cf. 30,2-3).

72.5. Por eso dice [la Escritura]: “Mira, pongo ante tu rostro la vida y la muerte, el amar al Señor Dios, seguir sus caminos, escuchar su voz y creer en la vida. Pero si transgreden las órdenes y preceptos que les he dado, perecerán con ruina [segura]. Porque esto (es) la vida y la pervivencia de tus días: amar al Señor tu Dios” (Dt 30,15-20).

La iniciación en los misterios de la fe

73.1. Además: “Levantándose Abrahán hacia el lugar que Dios mismo le había dicho, y levantando los ojos al tercer día, vio de lejos el lugar” (Gn 22,3-4).

73.2. Porque el primer día es el de la vista de lo bello; el segundo el del deseo del alma por las cosas mejores; pero en el tercero es cuando la inteligencia discierne lo espiritual (cf. Ef 1,18), porque los ojos del entendimiento han sido abiertos por el Maestro resucitado al tercer día. Pero los tres días también podrían ser el misterio del sello, mediante el que se cree en aquel que es realmente Dios.

73.3. Es, por tanto, natural que [Abrahán] vea el lugar desde lejos (cf. Gn 22,4), puesto que la región de Dios es difícil de acceder, a la que Platón llamó región de las ideas (cf. Filón de Alejandría, Sobre los sueños, I,64-66; Platón, Sofista, 235 D; Fedro, 247 C 4), tomando de Moisés que Él es un lugar en cuanto que contiene todas las cosas y el universo.

73.4. Pero es verosímil que Abrahán lo vea desde lejos, porque se encuentra en proceso (o: en un devenir), y también es iniciado en los misterios poco a poco por un ángel (cf. Gn 22,11-12).

Dios es invisible e incircunscrito

74.1. Por eso dice el Apóstol: “Ahora vemos como mediante un espejo, pero entonces [veremos] cara a cara” (1 Co 13,12), según aquellas únicas aprehensiones puras e incorpóreas de la mente.

74.2. “Pero también es posible conjeturar algo de Dios mediante el uso de la dialéctica, si uno consiguiera lanzarse hacia lo que es en sí cada cosa, sin ninguna de las sensaciones, para elevarse por encima de lo que existe y no desertar de los seres hasta remontarse a lo que está más arriba. Después se llega al término mismo de lo inteligible”, según Platón (República, VII,532 A-b).

74.3. Moisés, de nuevo, no permitió que se edificasen altares y templos en muchos lugares, sino que construyó un único templo de Dios, y de esa manera anunciaba el mundo unigénito, como dice Basílides, y el Dios único, lo cual ya no le parece bien a Basílides.

74.4. Y porque el gnóstico Moisés no encerraba en un lugar al incircunscrito (o: no circunscrito), tampoco introdujo en el templo ninguna estatua para venerar, mostrando que Dios es invisible e incircunscrito, pero conduciendo a los hebreos a que se hicieran una idea de Dios mediante la estima del Nombre (presente) en el templo.

74.5. Por tanto, al oponerse el Verbo a las construcciones de lugares sagrados y a cualquier sacrificio, deja entrever que el Todopoderoso no está en un lugar, cuando dice: “¿Qué casa me edificarán?, dice el Señor. El cielo es mi trono” (Is 66,1), etc.

74.6. Sobre los sacrificios [dice] igualmente: “No quiero sangre de toros ni grasa de corderos” (Is 1,11), y todo lo que después de eso el Espíritu Santo prohíbe por medio del profeta.

El culto en espíritu y en verdad

75.1. Así, hermosamente está de acuerdo con eso Eurípides, cuando escribe: “¿Qué mansión, hecha por carpinteros, podría encerrar dentro de sus muros a la persona divina” (Eurípides, Fragmentos, 1130).

75.2. Y sobre los sacrificios dice del mismo modo: “Porque Dios, si realmente es Dios, no necesita, de nada; de poetas son estas miserables palabras” (Eurípides, Hércules, 1345-1346).

75.3. Porque Dios no ha hecho el mundo por necesidad, para recibir honores de los hombres, de otros dioses y de los démones, dice Platón, como si se propusiera conseguir alguna ganancia de la creación, humos (sacrificiales) de nuestra parte, o los servicios litúrgicos de los dioses o de los démones” (= texto que no aparece entre las obras de Platón; cf. Teodoreto de Ciro, Terapéutica de la enfermedades helénicas, IV,34; VII,48).

75.4. Muy instructivo, en efecto, es lo que dice Pablo en los “Hechos de los Apóstoles”: “El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombres, ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo Él mismo quien da a todos el aliento, la vida y todas las cosas” (Hch 17,24-25).

Los griegos también prohibían los ídolos

76.1. Y también Zenón, el fundador de la escuela estoica, en el libro sobre la “República” dice que no se deben hacer ni templos ni estatuas, puesto que no hay ninguna construcción digna de los dioses, y no teme escribir estas expresiones: “No será necesario construir edificios sagrados, porque no se debe llamar sagrado a lo que de ninguna manera es digno ni santo. En absoluto es digna y santa una obra de albañiles y obreros” (Zenón, Fragmentos, 264).

76.2. Con razón también Platón, sabiendo que el mundo es templo de Dios, mostraba a los ciudadanos el lugar de la ciudad, donde habían de erigirse para ellos los ídolos, pero les prohibió que tuvieran en particular estatuas de los dioses.

76.3. “Nadie, entonces, dice, consagre algo sagrado a los dioses; porque el oro y la plata son en otras ciudades, tanto en las casas particulares como en los templos, riquezas que suscitan la envidia. El marfil, por tratarse de un cuerpo que ha perdido su alma, no es una buena ofrenda. El hierro y el bronce son instrumentos de guerra. Pero de madera, y sólo de madera, que cada uno ofrezca lo que quiera a los templos públicos, e igualmente de piedra” (Platón, Las Leyes, XII,955 E-956 A).

Testimonio de Sofonías

77.1. Con razón, en la carta grande, dice: “Porque no es comunicable como las otras ciencias, sino que del abundante trato con la realidad misma y de la convivencia, de repente una luz que brota de un fuego chispeante es producida en el alma y [esa luz] se alimenta por sí misma” (Seudo Platón, Cartas, VII,341 C-D).

77.2. ¿Acaso estas cosas no son parecidas a las que dice el profeta Sofonías? “Y el Espíritu me subió y me llevó al quinto cielo y contemplaba ángeles que eran llamados señores, y la diadema estaba puesta sobre ellos en Espíritu Santo y el trono de cada uno de ellos era siete vez más [brillante] que la luz del sol que sale; habitaban en templos de salvación y entonaban himnos al supremo Dios inefable” (Apocalipsis; sólo conocido por este fragmento).