OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (186)

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Jesús y los niños
Siglo XIV
París
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO

Capítulo II: Testimonios de Platón, Empédocles y Parménides

   Afirmaciones de Platón

14.1. Sobre la fe hemos presentado suficientes testimonios de escritos griegos; pero como para no extendernos demasiado y vanagloriándonos de reunir muchos más acerca de la esperanza y del amor, baste sólo mencionar algunos. Así, Sócrates en el “Critón” anteponiendo al vivir el vivir y morir bien, cree tener alguna esperanza de otra vida después de la muerte (cf. Platón, Critón, 48 B).

14.2. Y porque también en el “Fedro”, dice que únicamente el alma, cuando se abandona en sí misma, puede recibir la verdadera sabiduría y mejor que el poder humano, cuando el deseo de aquí abajo le da alas para [lanzarse] hacia el cielo, y por el amor filosófico, dice, alcanza el término de la esperanza, puesto que recibe el principio de la otra vida, la eterna (cf. Platón, Fedro, 249 C).

Lo que dicen Platón, Empédocles y Parménides

15.1. En el “Banquete” afirma que en todos los seres existe el deseo natural de la procreación de otro igual [a uno mismo]; y en los hombres únicamente de hombres, pero en (el hombre) de bien, del parecido a él (cf. Platón, El Banquete, 206 C; 207 ACD; 208 B).

15.2. Pero, es imposible que (el hombre) virtuoso pueda hacer eso a no ser que posea perfectas las virtudes, con las que educará a los jóvenes que se acerquen a él y, como se dice en el “Teeteto”, entonces engendrará y producirá hombres (cf. Platón, Teeteto, 150 B-C)..

15.3. Porque unos dan a luz según el cuerpo, otros según el alma; y entre los filósofos bárbaros el catequizar e iluminar es llamado también reengendrar, y por eso el gran Apóstol dice en algún sitio: “Yo los he engendrado en Cristo Jesús” (1 Co 4,15).

15.4. Y Empédocles incluye entre los principios a la amistad, entendiéndola como un amor que une: “Tú, mírala con la mente, y no permanezcas con ojos atónitos” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 17).

15.5. Pero también Parménides dice lo mismo sobre la esperanza en aquel poema suyo, cuando deja entender: “Mira que lo ausente se hace sólidamente presente por la mente; porque así no se separará la realidad de aquello que la conserva, ni aún cuando se difunda de mil maneras por el mundo entero, ni aún cuando se contraigas” (Parménides, Fragmentos, 28 B 4).


Capítulo III: Sobre la búsqueda de lo inteligible

   Al reino de Dios sólo se llega con una vida recta y una oración constante

16.1. Porque también el que espera, como el que cree, ve con la inteligencia lo comprensible y lo futuro. Ahora bien, si decimos que algo es justo y ddecimos que también es bello, e incluso decimos que algo es verdad, no obstante, ninguna de esas realidades las hemos visto con los ojos, sino sólo con la inteligencia; pero el Verbo de Dios dice: “Yo soy la verdad” (Jn 14,6); según eso, el Verbo puede ser contemplado por la mente.

16.2. «“¿A quiénes llamas tú, dice, verdaderos filósofos?”. Yo respondí: “A los que aman la contemplación de la verdad”» (Platón, La República, V,475 E).

16.3. Platón, en el “Fedro”, dará a conocer lo relativo a la verdad, hablando de las ideas (cf. Platón, Fedro, 246 A). Y la idea es un pensamiento de Dios, a lo que los bárbaros han llamado Verbo de Dios.

16.4. Y esto dice textualmente: “Es necesario decir abiertamente lo que es verdadero, especialmente cuando alguien habla sobre la Verdad; porque es esencia realmente incolora y carente de figura, intangible, y visible únicamente para el piloto del alma, el entendimiento” (Platón, Fedro, 247 C).

16.5. El Verbo procedente (lit.: que va delante) (es) causa de la creación; después, engendrándose a sí mismo (= no fue determinado por ninguna creación, sino que se encarnó por propia voluntad), el Verbo se hace carne para poder ser contemplado.

16.6. Por tanto, el justo buscará un hallazgo (lleno) de caridad, (y) esforzándose hacia ello es afortunado; porque dice [el Señor]: “A quien llama se le abrirá; pidan y se les dará” (Mt 7,8. 7).

16.7. Porque quienes arrebatan el reino han sido llamados “violentos” (cf. Mt 11,12), no porque lo arranquen violentamente con los discursos erísticos, sino por la perseverancia de una vida recta (y) por las oraciones ininterrumpidas (cf. 1 Ts 5,17), borrando las manchas de los pecados anteriores.

16.8. “En verdad, es posible tomar la maldad y en masa” (Hesíodo, Los trabajos y los días, 287). “Pero, Dios ayuda a quien se esfuerza” (Eurípides, Hippollytus Prior Fragmentos, 432). “Porque no permanecen en cualquier sitio los regalos inexpugnables de las Musas para que se los lleve cualquiera” (Baquílides, Fragmentos dudosos, 55).

Las lámparas de las vírgenes prudentes

17.1. Por lo tanto, abordar la ignorancia es la primera lección para quien camina según el Verbo. Alguien que era ignorante investigó (o: buscó), y al investigar encontró al Maestro, y encontrado creyó en Él, y creyendo esperó, (y) amando se hizo semejante al amado, procurando ser lo que había comenzado a amar.

17.2. Este determinado método le muestra Sócrates a Alcibíades, cuando es interrogado así: «“¿No crees que yo no puedo conocer de otra manera lo que es justo?”. “Sí, ciertamente, si la encuentras”. “Pero, ¿piensas que yo no puedo encontrarla?”. “Ciertamente que sí, si la buscas”. “¿Y no crees que yo debería buscarla?”. “Seguramente, si piensas que no sabes”» (Platón, 1 Alcibíades, 109 E).

17.3. A esto también [se refieren] las lámparas de las vírgenes prudentes, que por la noche permanecen encendidas en la amplia oscuridad de la ignorancia, que la Escritura ha designado como noche. Almas prudentes, puras como vírgenes, que sabedoras de que ellas mismas permanecen en ignorancia mundana, encienden la luz, despiertan también la inteligencia, iluminan la oscuridad, destierran la ignorancia, buscan la verdad y aguardan la aparición (o: manifestación: epifanía) del Maestro (cf. Mt 25,1-13).

17.4. “Es, por tanto, imposible, digo yo, que una muchos se hagan filósofos” (Platón, La República, VI,494 A). “Son muchos ciertamente los portatirsos, pero son pocos los bacantes”, según Platón (Fedón, 69 C).

17.5. “Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” (Mt 22,14); “y no en todos, dice el Apóstol, está la gnosis” (1 Co 8,7). “Pero oren para que seamos librados de los hombres perversos y malvados; porque no de todos (es) la fe” (2 Ts 3,1. 2).

17.6. También la poética filosofía del estoico Cleantes escribe cosas parecidas de esta manera: “No busques la opinión, tratando ser sabio rápidamente, y no temas la opinión sin juicio e implacable de la masa. Porque la multitud no posee un juicio sensato, justo, ni hermoso; sino que eso lo encontrarás en pocos varones” (Cleantes, Fragmentos, 518).

La fe es el fundamento de la salvación

18.1. Y el cómico [dice] muy sabiamente con brevedad: “Es vergonzoso juzgar las cosas bellas con mucho ruido” (Anónimo, Fragmentos, 518).

18.2. Porque escucharon, me parece, aquella hermosa sabiduría que nos dijo: “En medio de los insensatos, preserva el tiempo; pero, entre los prudentes, demórate” (Si 27,12).

18.3. Y de nuevo: “Los sabios ocultarán [su] ciencia” (Pr 10,14); porque la muchedumbre reclama una garantía de la verdad a la demostración, no contenta con la sola salvación (que proviene) de la fe.

18.4. “Pero es muy propio de los malos desconfiar de los poderosos; pero, como mandan las garantías de nuestra Musa, conócelo en tu interior discerniendo lo que se dice” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 4). Porque los malos tienen esa costumbre, dice Empédocles, de querer apoderarse de lo verdadero mediante la incredulidad (lit.: no creer).

18.5. Pero los griegos reconocerán, mediante un examen muy atento de este discurso a través de lo que sigue, que nuestras doctrinas también son célebres y dignas de fe; porque nosotros aprendemos lo semejante por lo semejante. Por eso, “responde al necio con su misma necedad” (Pr 26,5), dice Salomón.

18.6. Por lo cual, también a quienes solicitan la sabiduría (cf. 1 Co 1,22) que ya tienen hay que darles lo que les es familiar, como para que lleguen por lo que les es propio y con facilidad a la fe de la verdad.

18.7. “Porque me hice todo con todos, dice [el Apóstol], para ganarlos a todos” (1 Co 9,22); puesto que también la lluvia de la gracia divina cae sobre justos e injustos (cf. Mt 5,45).

18.8. “¿Acaso es sólo Dios de los judíos? ¿No es también de los gentiles? Sí, también de los gentiles, ya que (hay) un solo Dios” (Rm 3,29-30), grita el noble Apóstol.