OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (185)

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La Crucifixión
Jesús atravesado por la lanza del soldado
Hacia 1330-1340
Salterio - Liturgia de las Horas
Avignon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO

Capítulo I: Fe y conocimiento (conclusión)

   El Salvador nos guía hacia el verdadero bien

7.1. Pero como unos son incrédulos y otros aficionados a las discusiones, no todos alcanzan la perfección del bien. Porque no es posible alcanzarla sin una elección libre, ni tampoco depende totalmente de nuestra voluntad, como lo que está por venir.

7.2. “Porque estamos salvados por gracia” (Ef 2,5), (y) no en realidad sin las obras buenas, sino que es necesario, habiendo sido engendrados para el bien, tender hacia él con algún esfuerzo.

7.3. Pero es necesario también tener la intención recta (o: el pensamiento sano), inalterable en la búsqueda del bien; para ello necesitaremos sobre todo de la gracia divina, de una recta enseñanza, de una docilidad sincera (o: pura), y de la atracción (cf. Jn 6,44) del Padre [que nos lleve] hacia Él.

7.4. Porque abandonados al cuerpo terrestre, recibimos las sensaciones mediante el cuerpo, pero únicamente asimos lo inteligible mediante la capacidad racional.

7.5. Pero si alguien se propusiera comprender todo con los sentidos, sucumbiría lejos de la verdad. El Apóstol, sobre el conocimiento de Dios y espiritualmente (= por la acción del Espíritu), escribe: “Porque ahora vemos como en un espejo, pero entonces veremos cara a cara” (1 Co 13,12).

7.6. Porque la visión de la verdad es dada a unos pocos. Por eso dice Platón también en el “Epínomis”: “Digo que no es posible que todos los hombres sean felices y dichosos, sino algunos pocos; afirmo eso, en tanto que vivamos; pero quien haya muerto tendrá la hermosa esperanza de poseerlo todo” (Platón, Epínomis, 973 C).

7.7. Esto mismo es lo que quiere (decir) Moisés: “Nadie verá mi rostro y vivirá” (Ex 33,20). Porque es evidente que nadie, durante el tiempo de la vida, puede comprender a Dios claramente. “Pero los limpios de corazón verán a Dios” (Mt 5,8), cuando alcancen la perfección final.

7.8. Puesto que el alma es poco fiable para la comprensión de las realidades, necesitamos de un divino maestro: el Salvador es enviado aquí abajo, maestro y guía en la adquisición del bien, inefable y santa manifestación de la gran Providencia.

El hombre, que tiene entendimiento, puede asemejarse a Dios

8.1. “¿Dónde el gramático? ¿Dónde el que se entrega a discusiones de este mundo? ¿No hizo Dios necedad la sabiduría de este mundo?” (1 Co 1,20; cf. Is 29,14), dice. Y de nuevo: “Yo destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la inteligencia de los inteligentes” (1 Co 1,19), de los que presumidos y de esos aficionados a la discusión.

8.2. Ya bellamente dice Jeremías: “Esto dice el Señor: Deténganse en los caminos y busquen por las sendas eternas cuál es el buen camino y sigan por él, y encontrarán expiación (o: purificación) para sus almas” (Jr 6,16).

8.3. “Busquen”, dice, e infórmense de quienes saben sin espíritu de disputa y sin contiendas. E instruidos, sigamos sin desfallecer por el camino recto de la verdad, hasta que obtengamos aquello que deseamos.

8.4. Con razón el rey de los romanos -llamado Numa-, pitagórico, fue el primero de todos los hombres que erigió un templo de la Fe y de la Paz.

8.5. “Pero a Abrahán, le fue contada justicia, porque había creído” (Gn 15,6). Era llamado Abram, que significa padre sublime, al dedicarse a la elevada filosofía concerniente a los fenómenos celestiales y a los movimientos del cielo.

8.6. Pero luego, mirando al cielo (cf. Gn 15,5), puede que viera al Hijo en el espíritu, como algunos explican, o a un ángel glorioso, o que de alguna otra manera él reconociera que Dios está por encima de la creación y de todo el orden que hay en ella, y recibiendo el alfa, la gnosis del solo y único Dios, y se llama Abrahán (cf. Gn 17,5), pasase de conocedor de la naturaleza, a ser sabio y amigo de Dios.

8.7. Porque ciertamente la traducción (lit.: interpretación) (de ese nombre es): “Padre elegido de un eco” (o: sonido), puesto que la palabra posee sonido, pero su padre es el entendimiento, y elegido es el entendimiento del honrado (o: virtuoso).

Testimonios de los filósofos griegos

9.1. Y me importa mucho ensalzar al poeta de Agrigento, que canta a la fe de esta manera: “Amigos, sé que hay verdad en las palabras que voy a decir; pero el impulso de la fe es muy difícil de aceptar por los hombres y contrario a su inteligencia” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 114).

9.2. Por eso también exhorta el Apóstol “para que nuestra fe no esté en la sabiduría de los hombres”, quienes prometen convencer, sino en el poder de Dios” (1 Co 2,5), el único que puede salvar sin demostraciones mediante la fe sencilla (o: simple).

9.3. “Porque el más notable de los pensadores conoce lo que hay que guardar; y sin duda también la justicia alcanzará a los artífices y testigos de mentiras” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 28), dice el de Éfeso.

9.4. Puesto que también él conoce, aprendiéndolo de la filosofía bárbara, la purificación por el fuego de los que han vivido mal y que más tarde los estoicos llamaron conflagración (ekpyrosis). (Según Heráclito), también éstos dogmatizan que (el hombre) cualificado será restablecido (o: resucitado); por ello insinúan la resurrección.

9.5. Pero Platón dice que la tierra fue purificada por el fuego y el agua en algunos tiempos, de la siguiente manera: “Muchas y grandes destrucciones han sobrevenido y vendrán a los hombres. Las peores por medio del fuego y del agua; otras más breves por otros muchísimos medios” (Platón, Timeo, 22 C).

9.6. Y añade un poco después: “Pero lo cierto es que hubo un movimiento alternativo (de los seres) alrededor de la tierra y del cielo, y mediante grandes espacios de tiempo tiene origen (o: sucede) la destrucción de todo lo que hay sobre la tierra, por el fuego” (Platón, Timeo, 22 D).

9.7. Luego añade sobre el diluvio (lit.: cataclismo): “Pero, cuando a su vez los dioses, para purificar la tierra con agua la sumergen mediante un diluvio, quienes (están) en las montañas, boyeros (y) pastores, se salvan, pero (los habitantes) de nuestras ciudades son arrastrados por los ríos hacia el mar” (Platón, Timeo, 22 D-E).

Los caminos de la revelación para los griegos

10.1. Hemos establecido en el primero de los “Stromata” que los filósofos griegos (eran) llamados ladrones, porque plagiaron de Moisés y de los profetas sus principales opiniones sin agradecimiento.

10.2. Pero ahora añadiremos cómo unos determinados ángeles, recibiendo la herencia de arriba (y) cayendo en placeres, dijeron a las mujeres cuantos secretos habían llegado a su conocimiento; en cambio, otros ángeles los ocultaron o, mejor, los reservaron para la parusía del Señor. De aquí deriva la doctrina de la Providencia y de la revelación de los fenómenos celestiales.

10.3. Pero transmitida la profecía a los poetas griegos, tuvo lugar el trabajo dogmático entre los filósofos: algunas veces conforme a la verdad, (cuando) conjeturando daban en el blanco, otras veces errando, cuando no llegaban a comprender el sentido oculto de la alegoría profética; también es preferible el hablar brevemente [de eso], para abordar lo que apremia.

La investigación debe ayudar a la fe

11.1. Por tanto decimos que no conviene que la fe progrese ociosa y sola, sino con (ayuda) de la investigación. Porque no digo que no haya que buscar nada; puesto que [la Escritura] dice: “Busca y encontrarás” (Mt 7,7,; Lc 11,9).

11.2. “Lo que se busca, es fácil de obtener, pero lo que se descuida, se escapa” (Sófocles, Edipo rey, 110-111), según Sófocles.

11.3. Y el cómico Menandro dice algo parecido: “Todo lo que se busca requiere preocupación, sostienen los más sabios” (Menandro, Fragmentos, 164).

11.4. Pero ciertamente es necesario que el discernimiento del alma se aplique a la búsqueda, quite los obstáculos, y rechace por completo el espíritu polémico, la envidia y la discordia, que debe terminar vergonzosamente aniquilada de entre los hombres.

11.5. Timón de Fliunte escribe bellamente: “Entre graznidos merodea la pestífera Discordia, hermana y jornalera homicida de la Riña; y como ciega, da vueltas en todos los sentidos, pero luego se lanza hacia el rostro mortal y le lanza hacia la esperanza” (Timón, Fragmentos, 795).

11.6. Y un poco más adelante añade: “¿Quién los unió para luchar con perniciosa riña? El vulgo inseparable del Eco; ella, irritada por los silenciosos, envió a los hombres la peste de la charlatanería, y muchos perecían” (Timón, Fragmentos, 796); (esto es) sobre los argumentos que niegan con mentira y del cornudo (= nombre dado en la antigüedad a ciertos argumentos), del huidizo, del cocodrilo (= sofisma en forma de dilema capcioso), del sorites, del oculto, y de las ambigüedades y sofismas.

Buscar a Dios evitando la discordia

12.1. Pero el investigar acerca de Dios, mientras no tienda a la discordia, sino a la búsqueda, es saludable. Porque en David está escrito: “Comerán los pobres y se hartarán, y alabarán al Señor los que le buscan; su corazón vivirá por los siglos de los siglos” (Sal 21 [22],27).

12.2. Porque los que investigan según la verdadera búsqueda, alabando al Señor, serán colmados del don de Dios, esto es, de la gnosis, y vivirá su alma; puesto que “corazón” significa alegóricamente el alma, que es la que otorga la vida, porque el Padre se da a conocer mediante el Hijo (cf. Mt 11,27; Lc 10,22).

12.3. Tampoco es necesario prestar oído fácil y absolutamente a todos los que hablan o escriben, porque las copas que son tomadas por muchos por las asas, se manchan, pierden las asas y acaban rompiéndose también ellas mismas.

12.4. Porque, de igual manera, los que manchan con muchas necedades (o: charlatanerías) la pura audición de la fe, haciéndose sordos finalmente a la verdad, devienen inútiles y caen por tierra.

“Dios es amor”

13.1. Ciertamente no sin razón recomendamos a los niños besar (o: abrazar) a sus familiares tomándolos de las orejas, porque con esto pretendemos decir que el sentimiento del amor nace por medio de la audición; pero “Dios es amor” (1 Jn 4,16), el que es conocido por los que le aman; como también “Dios es fiel” (1 Co 1,9; 10,13), el que se entrega a los fieles mediante el estudio.

13.2. Y (es) necesario que nos familiaricemos con Él por medio del amor divino, para que contemplemos lo semejante con lo semejante, escuchando sin malicia (o: sin dolo) y con pureza la palabra de la verdad, del mismo modo que los niños que nos obedecen.

13.3. Y eso era también lo que quería decir indirectamente el que escribió, fuera quien fuera, en el pórtico del templo de Epidauro: “Es necesario que sea puro quien entra en un templo que perfuma el incienso; y la pureza es pensar cosas santas” (Epigrama del templo de Epidauro [420 a. d. C.]; Anthologia Palatina, Apéndice, 18).

13.4. “Y si no se hacen como estos niños, no entrarán -dice [el Señor]- en el reino de los cielos” (Mt 18,3). Porque así se manifiesta el templo de Dios, asentado sobre el triple fundamento de la fe, la esperanza y la caridad.