OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (180)

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David orando al Señor
1197
Biblia
Pamplona, España
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO CUARTO

Capítulo XXII: La perfección del gnóstico consiste en la práctica del bien

   “Hacer el bien por amor”

135.1. En verdad el gnóstico es el que comprende y penetra [las Escrituras]. Pero su tarea no consiste en la abstención del mal -porque éste es un escalón para un mayor progreso-, tampoco hacer ciertamente el bien (o: lo bueno) por temor.

135.2. Porque está escrito: “¿A dónde huiré, en dónde podría esconderme de tu rostro? Si subiera al cielo, allí estás tú. Si me alejara a los confines del mar, allí está tu derecha. Si bajara a los abismos, allí está tu espíritu” (Sal 138 [139],7-10; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 28,3).

135.3. Pero tampoco [hacer el bien] por la esperanza de un premio prometido -porque se ha dicho: “He aquí al Señor y su salario ante su rostro: dar a cada uno según sus obras” (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 34,3; cf. Is 40,10; 62,11; Sal 61 [62],3; 24 [25],12; Rm 2,6; Ap 22,12)-, “lo que ojo no vio y oído no oyó, y no ascendió al corazón del hombre, (es) lo que Dios ha preparado para quienes lo aman” (1 Co 2,9; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 34,8)-;

135.4. pero sólo hacer el bien por amor o por el mismo bien, (es) lo deseable para el gnóstico.

El gnóstico ama y busca la contemplación

136.1. Además, el Señor ha dicho en nombre de Dios: “Pídeme, y te daré las gentes como heredad” (Sal 2,8; cf. Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 36,4); enseña Él a solicitar la petición digna de un rey: la salvación gratuita de los hombres, para que nosotros heredemos y poseamos al Señor.

136.2. Porque, por el contrario, aspirar a la ciencia acerca de Dios por cualquier utilidad, para que suceda o no suceda una determinada cosa, no es propio del gnóstico; le basta como causa de la contemplación la gnosis misma.

136.3. Porque me atrevería a decir que no elige la gnosis por querer salvarse quien persigue la gnosis por la misma ciencia divina.

136.4. Porque el pensar se intensifica por el ejercicio hasta el pensar siempre; y el continuo pensar, esencia del cognoscente, por concomitancia (anákrasis; lit.: mezcla) ininterrumpida, deviene también una contemplación perpetua, sustancia viviente que permanece.

136.5. Por tanto, si, por hipótesis, alguien propusiera al gnóstico preferir entre la gnosis de Dios o la salvación eterna, si ambas cosas fueran separables -aunque se encuentran totalmente en una identidad absoluta-, elegirá sin dudarlo un instante la gnosis de Dios, porque juzgaría preferible esa propiedad de la fe por la que mediante el amor se remonta hasta la gnosis misma.

El gnóstico hace el bien sin buscar recompensa

137.1. Así, esta es la primera acción buena del [hombre] perfecto: cuando no realiza una cosa por un motivo útil que le convenga a él mismo, sino juzgando que es bello hacer el bien; la acción intensa realizada en toda obra hace el bien siempre, no en unas ocasiones sí y en otras no, puesto que se encuentra fundamentada en la costumbre de hacer el bien, no por la gloria o, como dicen los filósofos, por la fama, ni por el premio, sea de los hombres sea también de Dios. Así culminará la vida “a imagen y semejanza” (Gn 1,26) del Señor.

137.2. Y si al que hace el bien le ocurriere alguna contradicción, como insensible abandonará sin resentimiento la venganza, y no estará afectado por ninguna pasión; será justo y bueno para con “justos e injustos” (Mt 5,45).

137.3. A estos dice el Señor: “Lleguen a ser como el Padre de ustedes (que es) perfecto” (Mt 5,48). La carne está muerta para él, viviendo solamente con él mismo (cf. Ga 2,20), habiendo consagrado el sepulcro como templo santo para el Señor (cf. 1 Co 3,17), convirtiendo a Dios su antigua alma pecadora.

El gnóstico hace buenas obras

138.1. Él no sólo es temperante, sino que se ha constituido en estado de impasibilidad, esperando pacientemente ser revestido de configuración (o: de forma; de figura; schéma) divina (cf. 2 Co 5,2. 4).

138.2. Si das limosna, dice [la Escritura], que nadie lo sepa; y si ayunas, perfúmate, para que el único Dios lo conozca, pero ningún hombre (cf. Mt 6,2. 4. 16-18); ni siquiera el mismo que hace la limosna debe saberlo, porque, de lo contrario, a veces será compasivo y otras veces no.

138.3. Pero al hacer habitualmente obras buenas (o: beneficencia), se identificará con la naturaleza del bien; así esta disposición será (a la vez) una naturaleza y también un ejercicio.

138.4. Pero no es necesario que cambien de conducta los que progresan, sino que los caminantes lleguen adonde deben, recorriendo todo el camino estrecho (cf. Mt 7,13-14; Lc 13,24). Porque esto es el ser atraídos por el Padre (cf. Jn 6,44), devenir digno de recibir de Dios la fuerza de la gracia y subir corriendo sin obstáculos.

138.5. Y si algunos odian al [gnóstico] elegido, éste conoce la ignorancia de ellos (y) los compadece por la sin razón del juicio de ellos.

El gnóstico debe estar siempre vigilante

139.1. Justamente, entonces, esta gnosis ama, enseña y educa a los ignorantes para que estimen toda la creación del Dios omnipotente.

139.2. Si ha aprendido a amar a Dios, el [gnóstico] no tendrá la virtud de ningún modo (como) despreciable, ni despierto ni dormido, ni por imaginación (lit.: fantasía) alguna; puesto que el hábito no se sale de sí mismo nunca, dejando de ser hábito; ahora bien, así es la gnosis, llámese hábito o disposición natural.

139.3. Por ello, para que no se introduzcan furtivamente alguna vez pensamientos diversos, la parte que guía (hegemonikón) permanece inmutable, no admitiendo ninguna variedad (lit.: ningún cambio o transformación) de fantasías, soñando sobre las imaginaciones de los movimientos diurnos.

139.4. Por eso, también el Señor exhorta a vigilar (cf. Mt 24,4), para que nuestra alma no sea jamás perturbada durante el sueño, sino que también ordena custodiar la conducta de la noche, como en acción en el día: pura y sin mancha. Porque esta es la semejanza con Dios en cuanto es posible: mantener el espíritu en el estado que le es propio.

139.5. Pero ése es el estado del espíritu como espíritu, mientras que la disposición cambiante nace en la inclinación por las cosas materiales.

La noche: apta para el ejercicio de la prudencia

140.1. Me parece que por esto se ha llamado a la noche “la bienhechora” (eyphróne), porque es el tiempo en el que el alma, libre de las sensaciones, se repliega en sí misma y participa mejor de la prudencia.

140.2. Pero también las ceremonias de iniciaciones mistéricas tienen lugar preferentemente durante la noche, indicando la contracción (systolé) del alma respecto del cuerpo en la noche.

140.3. “Por consiguiente, no durmamos como los demás, sino que velemos y seamos sobrios. Porque los que duermen, de noche duermen, y quienes se embriagan, de noche se embriagan. Pero, nosotros, siendo del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y del amor, [teniendo] por yelmo la esperanza del Salvador” (1 Ts 5,6-8).

En qué condiciones acercarse a los ritos sagrados

141.1. Pero además, lo que se dice sobre el sueño debe entenderse también de la muerte. Porque ambos manifiestan el abandono del alma, una en mayor medida, aquel otro en menor grado, lo cual se encuentra también en Heráclito:

141.2. “El hombre (es) luz en la noche benéfica: muere porque percibe para sí mismo, cierra los ojos, pero está vivo; percibe la muerte al estar dormido con los ojos cerrados; el que está despierto percibe aunque duerma” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 26).

141.3. Porque (son) bienaventurados “los que conocen el tiempo presente, según el Apóstol, porque (es) hora de que sean levantados del sueño; puesto que la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche ha avanzado, el día se acerca. Desechemos, por tanto, las obras de la oscuridad y vistámonos las armas de la luz” (Rm 13,11-12).

141.4. Pero llama de forma alegórica día y luz al Hijo, y también metafóricamente armas de luz a las promesas. Así, se dice que es necesario (acercarse) lavados, puros y diáfanos (o: brillantes, límpidos), a los ritos sacrificiales y a las oraciones.

El verdadero bautismo

142.1. También el estar adornados y purificados en lo externo es una expresión simbólica: “Pureza es tener pensamientos castos” (Epigrama del templo de Epidauro [420 a. d. C.]; Anthologia Palatina, Apéndice, 99); también podría ser imagen del bautismo aquella que, (tomada) de Moisés, fue transmitida por los poetas de este modo:

142.2. “Después de bañada, revestido el cuerpo con ropa limpia” (Homero, Odisea, IV,750. 759; XVII,48. 58), Penélope se marchó a la oración. Y Telémaco, “tras lavarse las manos en el espumoso mar, rezaba a Atenea” (Homero, Odisea, II,261).

142.3. Esta costumbre (existía) entre los judíos, como el bañarse varias veces después del coito. Bien, por tanto, se ha dicho aquello: “Sé limpio no por un baño, sino en el espíritu” (Anónimo, Epigramas, 183,1).

142.4. Porque la pureza perfecta, me parece, es la de la mente, la de las obras y la de los pensamientos; y también la pureza de las palabras y, por último, la inocencia en las visiones.

La estabilidad del gnóstico

143.1. Pero una penitencia rigurosa y firme es conveniente purificación para un hombre, pienso yo, si, enojándonos con nosotros mismos por lo que hicimos anteriormente, avanzamos hacia adelante, al comprender eso y quitamos la mente de los placeres sensibles y de las faltas pasadas.

143.2. Por otra parte, si es necesario dar una etimología a la ciencia, y hay que tomar su significado de la fijeza (stásis) de su atención (epibolé), “porque sostiene nuestra alma sobre las cosas” (Platón, Cratilo, 437 A; Aristóteles, Problemata, 30,14,956 B 40, Física, VIII,3,427 B 11), cuando antes (era) llevada de acá para allá.

143.3. Lo mismo que también la etimología de la fe (es) la estabilidad de nuestra alma en torno al Ser (o: a lo que es).

143.4. Pero nosotros deseamos conocer a quien siempre y en todo (es) justo, (y) permanece justo no porque tema un castigo de la ley, ni por evitar la severidad de aquellos con los que convive y persiguen las ofensas, ni porque recele del peligro que proviene de los mismos que sufren injusticias.

143.5. Porque quien se abstiene de cometer cualquier injusticia por alguna de esas razones no (es) bueno espontáneamente, sino bueno por miedo.

143.6. También Epicuro dice a quien es sabio según él que no quiera cometer injusticia por provecho alguno, puesto que no puede tener confianza en permanecer oculto. De manera que, si pudiera estar seguro de permanecer oculto, cometería una injusticia, según él (Epicuro, Fragmentos, 582). Y éstas son las doctrinas de las tinieblas.

La esperanza

144.1. Pero si uno se abstuviera de cometer injusticia por la esperanza de la recompensa reservada por Dios para los justos, tampoco ése sería voluntariamente bueno; porque como a aquél el temor lo haría justo, así también a éste la recompensa; pero se demuestra que (es) mejor ser justo más que parecerlo.

144.2. Pero la esperanza posterior a la muerte, no sólo los que profesan la sabiduría bárbara saben que es honorable para los buenos y lo contrario para los inicuos, sino también los pitagóricos. Porque éstos proponían la esperanza como fin para los que filosofan; lo mismo que también Sócrates dice en el “Fedón” que las almas hermosas parten de aquí “con una buena esperanza” (Platón, Fedón, 67 C); y también cuando dirige reproches a los malos, diciendo por oposición: porque viven “con una mala esperanza” (Platón, República, I,331 A).

144.3. Se ve que también Heráclito concuerda con eso, cuando reflexionando sobre los hombres dice: “A los hombres, una vez muertos, les aguarda cuanto no esperan ni imaginan” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 27).

La esperanza cristiana no defrauda

145.1. Así, divinamente escribe con claridad Pablo a los romanos: “La tribulación (o: aflicción) produce paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza; y la esperanza no defrauda” (Rm 5,3-5). Porque, por la esperanza futura (se produce) la paciencia; pero bajo el mismo nombre de esperanza se encuentra tanto la retribución y la realización (apokatástasis) de la esperanza, que “no defrauda”, porque no está sometida a injuria.

145.2. Pero quien escucha la llamada, tal como ha sido llamado, se entrega a la gnosis no por miedo ni por placeres. Porque no considera si algo externo es provechoso para él, sea lucro o goce, sino que vive religiosamente, arrastrado por el amor del que realmente es amable, y movido por el deber.

El gnóstico obra según la recta razón

146.1. De ahí que, si por hipótesis recibiera de Dios facultad para hacer las cosas prohibidas, permaneciendo no obstante impune, y si recibiese la promesa de obtener como premio los bienes de los bienaventurados, aunque si también estuviera convencido de ocultar sus acciones a Dios, cosa imposible, ni aun así estaría dispuesto jamás a hacer nada contra la recta razón, habiendo elegido una vez para siempre lo que realmente es hermoso y elegible por sí mismo, y por ello amable. “Porque lo bueno no está en el alimento del vientre” (Eurípides, Supplices, 865-866), se nos ha dicho.

146.2. Aquel hombre (= Eurípides) había escuchado que “un alimento no nos hará recomendables” (1 Co 8,8), ni el matrimonio ni la abstención del matrimonio (cf. 1 Tm 4,3) en ignorancia, sino la acción virtuosa gnóstica; de lo contrario, dígase que es continente el perro, animal irracional, que teme al que le levanta el bastón y por eso se abstiene del alimento preparado al fuego.

146.3. Bien has de saber que si se quita la promesa anunciada, se remueve el temor amenazante y cesa el peligro inminente, entonces se hacen reprochables las acciones (de esos tales).