OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (174)

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San Pedro y san Pablo
1367
Besançon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO CUARTO

Capítulo XIII: Contra las afirmaciones del gnóstico Valentín

   Lo que sostiene Valentín

89.1. Y ciertamente sobre estas cosas (sería) larga la discusión, que se reserva para examinar más tarde, cuando se presente la ocasión.

89.2. Pero Valentín escribe en una homilía textualmente: “Desde el principio (= antes de la creación del mundo) son inmortales, son hijos de la vida eterna; y han querido compartir la muerte entre ustedes, para consumarla y destruirla  (cf. 1 Co 15,26. 54), para que la muerte muera entre ustedes y por ustedes.

89.3. Porque cuando disuelvan el mundo, pero sin que sean ustedes disueltos, dominarán sobre la creación y sobre toda destrucción” (Valentín, Fragmentos, 4).

89.4. Porque también éste, como Basílides, supone una raza (o: linaje) que se salva por naturaleza; pero que esa raza superior (o: diferente) vendría hasta nosotros aquí desde arriba para destruir la muerte, pero el origen (lit.: generación) de la muerte sería obra del creador del mundo.

89.5. Y por eso [Valentín] interpreta así aquella Escritura: “Ninguno que vea el rostro de Dios vivirá” (Ex 33,20) como si (Dios) causara la muerte.

89.6. Acerca de este Dios hace alusión escribiendo con estas palabras: “Cuanto menor es la imagen al rostro viviente, tanto el mundo es inferior al eón viviente” (Valentín, Fragmentos, 5).

Elucubraciones de los valentinianos

90.1. “¿Cuál (es), entonces, la causa de la imagen? La majestad del rostro ha proporcionado el modelo al pintor; para que sea honrado por su nombre el modelo. Porque no se encontró de manera auténtica (lit.: auténticamente) una forma, sino que el nombre llenó lo que faltó en la plasmación. Pero también lo invisible de Dios (cf. Rm 1,20) contribuye a la fe de lo plasmado” (Valentín, Fragmentos, 5).

90.2. Porque así denomina al Demiurgo, nombrado como Dios y Padre, imagen y profeta del Dios verdadero; pero (llama) pintor a la Sabiduría, cuya plasmación (es) la imagen, para gloria del Invisible (cf. Gn 1,26; Col 1,15); puesto que lo que procede de una pareja son plenitudes, pero lo que procede de uno, imágenes.

90.3. Pero puesto que lo que aparece (o: se manifiesta) de él no es el alma intermedia, viene entonces lo superior (o: diferente), el soplo del espíritu superior, y que se insufla todo entero en el alma (cf. Gn 2,7), en la imagen del espíritu; y en general, lo dicho sobre el Demiurgo, hecho a imagen (cf. Gn 1,26 y 2,7), dicen ellos que en el “Génesis” está profetizado eso mismo en forma de imagen sensible sobre la generación del hombre.

90.4. Y precisamente ellos se aplican a sí mismos la semejanza (cf. Gn 1,26), enseñando que la comunicación del espíritu superior les ha llegado sin que lo supiera el Demiurgo.

Cristo verdaderamente destruye la muerte

91.1. En verdad, cuando tratemos sobre la unidad de Dios, proclamada por la Ley, los profetas y el Evangelio, discutiremos también esta cuestión (= la ignorancia del Demiurgo) -porque el Verbo es lo primordial-, pero hay que ir al encuentro de lo que apremia.

91.2. Si la raza superior viene para disolver la muerte, (entonces) Cristo no destruyó la muerte (cf. 2 Tm 1,10; 1 Co 15,25. 54), si no se dice que también Él era consubstancial a ellos; pero si Él la destruyó como para que no tuviera contacto con la raza superior, no aniquilan la muerte ésos, los falsificadores del Demiurgo, los del alma intermedia, los que insuflan en su propia imagen la vida de arriba, según esta doctrina herética, aunque digan que esto sucede a través (o: por intermedio) de la madre (= Sofía).

91.3. Pero aunque digan que con Cristo luchan en contra de la muerte, confiesan la doctrina (lit.: el dogma) que ha permanecido oculta, con que se atreven a atacar el divino poder del Demiurgo, rectificando su creación como mejores que aquél, tratando de salvar la imagen psíquica que (el Demiurgo) no pudo librar de la corrupción.

91.4. Pero también el Señor sería mejor que el Dios creador. Porque el Hijo nunca podrá luchar contra el Padre, y esto (por ser) dioses.

Buscar lo que es de Cristo

92.1. Pero que Él es el Padre del Hijo, el Creador del universo, el Señor omnipotente, lo dejamos para la reflexión en la que prometimos discutir sobre las herejías, demostrando que el [Padre] es el único predicado por el [Hijo].

92.2. Ahora bien, el Apóstol escribiendo sobre la paciencia en las tribulaciones, nos dice: “Y esto viene de Dios: porque a ustedes les dada la gracia por Cristo, no sólo de creer en Él, sino también el padecer por Él; teniendo el mismo combate que vieron en mí y ahora oyen de mí (lit.: oyen en mí).

92.3. Si hay algún consuelo en Cristo, algún estímulo de amor, si alguna comunión de espíritu, si hay afecto entrañable y compasión, completen mi gozo, pensando lo mismo, teniendo el mismo amor, siendo de una misma alma, pensando una sola cosa” (Flp 1,28--2,2).

92.4. Si el Apóstol se derrama en libación “sobre el sacrificio y el servicio de la fe” (Flp 2,17), alegrándose y congratulándose con aquellos a quienes escribe, los filipenses, llamándoles copartícipes de la gracia (cf. Flp 2,17; 1,7; 2,2; Ef 3,6; 5,7), ¿cómo les dice de idénticos sentimientos (cf. Flp 2,2) y psíquicos?

92.5. De igual modo, cuando escribe sobre sus relaciones con Timoteo, dice: “Porque a nadie tengo con los mismos sentimientos, que genuinamente se interese de lo de ustedes. Porque todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús” (Flp 2,20-21).

La caridad cristiana

93.1. Así, los mencionados [herejes], y también los frigios (= discípulos del hereje Montano), no nos llamen psíquicos, como una infamia. En efecto, también éstos [frigios] llaman psíquicos a quienes no obedecen a la nueva profecía; discutiremos con ellos en los [escritos] “Sobre la profecía”.

93.2. Ahora bien, es necesario que el [hombre] perfecto practique el amor y desde de allí se apresure hacia la amistad divina, cumpliendo los mandamientos por amor.

93.3. Pero amar a los enemigos, dice [la Escritura] (cf. Mt 5,44; Lc 6,27. 35), no es querer el mal, ni la impiedad, el adulterio o el robo, sino [amar] al ladrón, al impío, al adúltero, no en cuanto que pecan y que con tales acciones manchan la denominación de hombre, sino en cuanto que son hombre y obra de Dios. Sin duda el pecar consiste en una acción, no en una sustancia; por eso no (es) obra de Dios (cf. Rm 8,7; St 4,4).

El buen uso de las cosas

94.1. Los pecadores son llamados enemigos de Dios, (son) además enemigos de los mandamientos, a los que no obedecen al igual que son amigos [de Dios] los que los obedecen, llamados así por elegir éstos (ser) familiares (de Dios), aquellos por apartarse (de Él).

94.2. Nada es la enemistad ni el pecado sin enemigo y sin pecador. Y el [precepto de] no desear no enseña a no tener deseo alguno (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Rm 7,7; 13,9), como si las cosas deseables [nos] fueran extrañas, como dejan deslizar los que dogmatizan que el Creador es distinto del Dios primero, ni como que la generación fuera abominable y mala.

94.3. Estas opiniones son impías, pero nosotros llamamos extrañas a las cosas del mundo, no como absurdas, ni como no pertenecientes a Dios, Señor de todo, sino porque, no permanecemos en ellas toda la eternidad, son extrañas por posesión, y pasan por sucesión a otras manos, pero respecto a su utilidad son propias de cada uno de nosotros, para quienes también fueron hechas; sólo que hay que aproximarse a ellas en la medida de lo necesario.

94.4. Así, según el apetito natural hay que hacer buen uso de lo que no está prohibido, evitando toda exageración y complacencia (desordenada).


Capítulo XIV: La bondad de Dios

   El diablo es enemigo del género humano

95.1. ¡Pero qué grande (es) también la bondad! Dice [el Señor]: “Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, y rueguen por los que los ultrajan” (Mt 5,44; Lc 6,27-28), y cosas parecidas. A las que añade: “Para que sean hijos de su Padre que está en los cielos” (Mt 5,45), aludiendo a la semejanza respecto con Dios.

95.2. Pero de nuevo dice: “Ponte de acuerdo con tu adversario, mientras estás con él en el camino” (Mt 5,25). El cuerpo no es el adversario, como quieren algunos, sino el diablo -y los que se asemejan a él-, que camina con nosotros por el camino mediante los hombres que en esta vida terrena imitan sus obras.

95.3. Ciertamente, es imposible que no padezcan lo más odioso quienes confiesan ser ellos mismos de Cristo, pero están ocupados (lit.: establecidos) en las obras del diablo. Porque está escrito: “Para que no te entregue al juez, y el juez al ejecutor” (Mt 5,25) del reino del diablo.

El mártir gnóstico

96.1. “Porque estoy persuadido que ni la muerte”, que traen los perseguidores, “ni la vida”, la de este mundo, “ni los ángeles”, los apóstatas, “ni los principados” -principado es para Satanás la vida que eligió; porque tales son sus principados y las poderes de la tiniebla (cf. Ef 6,12)-, “ni las cosas presentes”, en las que nos encontramos durante el tiempo de la vida, como la esperanza del soldado y la ganancia del comerciante,

96.2. “ni altura ni profundidad, ni alguna otra criatura” -según la actividad propia del hombre que ha decidido oponerse a la fe; pero se dice creación y actividad como sinónimos de obra nuestra-; tal actividad “no podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,38-39). Ahí tienes una síntesis del mártir gnóstico.