OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (169)

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Pentecostés
Hacia 1240-1250
Biblia
Alençon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO CUARTO

Capítulo VII: El martirio por amor

   El verdadero creyente

42.1. Después, el que se engaña y se demuestra a sí mismo infiel, y se pasa al ejército del Diablo, ¿en qué desgracia (lit.: mal), diremos, está?

42.2. Ciertamente, quien no cree en Dios engaña al Señor, o más bien, engañará su propia esperanza. Y no cree quien no obra lo que (Él) ha mandado.

42.3. Pero ¿qué? ¿No niega al Señor quien se niega a sí mismo? ¿Porque no suprime al dueño de la autoridad quien también se priva a si mismo de la familiaridad con Él? Por tanto, quien niega al Salvador niega la vida, porque “la luz era la vida” (Jn 1,4).

42.4. A esos no los llama de poca fe, sino incrédulos e hipócritas (cf. Mt 6,2; 17,17; 23,13), aunque ostentan el nombre (de cristianos), niegan ser creyentes. Por el contrario, fiel se llama al que es siervo y amigo (cf. Mt 24,45).

42.5. De modo que, si alguien se ama a sí mismo, ama al Señor, y confiesa la salvación para salvar el alma

La obediencia a Dios

43.1. Y en verdad, si mueres por amor del prójimo y piensas que nuestro prójimo (es) el Salvador -porque el que salva es llamado “Dios que se acerca” (Jr 23,23; Dt 4,7) respecto al que es salvado-, morirás al elegir la muerte por la vida y padecerás más por ti mismo que por Él (otra versión: tu prójimo). Y por esto es llamado hermano (cf. Mt 12,48-50).

43.2. Porque quien padece por amor a Dios padece por su propia salvación; al contrario, quien muere por la propia salvación sufre por amor del Señor. Porque también El, siendo vida, quiso padecer por lo que padeció, para que viviéramos por su pasión.

43.3. Dice: “¿Por qué me llaman, Señor, Señor, y no hacen lo que digo?” (Lc 6,46). En verdad, el pueblo que ama con los labios, pero tiene el corazón lejos del Señor es extranjero (cf. Is 29,13; Mt 15,8; Mc 7,6), ha obedecido a otro, y a ese mismo se ha vendido voluntariamente (lit.: espontáneamente).

43.4. Pero cuantos cumplen los mandamientos del Salvador, son mártires en cada acción, haciendo lo que (Él) quiere, invocando consecuentemente al Señor, y dando testimonio mediante las obras que obedecen al que es, crucificando la carne con las concupiscencias y las pasiones (cf. Ga 5,24).

43.5. “Si vivimos por el Espíritu avancemos también por el Espíritu” (Ga 5,25), dice. “El que siembra para su propia carne, cosechará corrupción de la carne; pero quien siembra en el espíritu, cosechará del Espíritu la vida eterna” (Ga 6,8).

La vida después de la muerte

44.1. Pero los hombres miserables piensan que el martirio de sangre por el Señor es la muerte más violenta; no saben que esta puerta de la muerte es realmente el principio de la verdadera vida. Y no quieren comprender ni los premios que hay después de la muerte para los que han vivido santamente, ni los castigos para quienes se han comportado injusta e impúdicamente; no refiero sólo a que no deseen escuchar a nuestras Escrituras -puesto que casi todos sus preceptos señalan estas cosas-, sino que ni a sus propios oráculos quieren obedecer.

44.2 En efecto, la pitagórica Teano escribe: “Porque la vida sería realmente una fiesta para los malos, una vez cometidos sus crímenes pueden morir, si el alma no fuera inmortal” (Teano, Fragmentos, 5).

44.3. “La muerte sería una ganga -dice Platón en el “Fedón”-, si la muerte fuera una liberación total, ciertamente sería una ganga” (Platón, Fedón, 107 C), y lo que sigue.

No se debe vivir bajo los dictámenes de la carne

45.1. Por tanto, no hay que pensar, según el “Télefo” de Esquilo, que “el camino que lleva al Hades (es) más sencillo” (Esquilo, Fragmentos, 239), porque son muchos los caminos (cf. Hb 1,1) que a él conducen los pecados que extravían por doquier.

45.2. Como parece, ésos son los incrédulos que Aristófanes ridiculiza: “Vayan (dice), varones sin brillo (lit.: oscuros), semejantes a la generación de hojas, débiles, figuras de cera, ejércitos de sombra, inconsistentes, privados de alas, efímeros” (Aristófanes, Aves, 684-686).

45.3. También Epicarmo [dice]: “Esta naturaleza es la de los hombres: (ser) odres hinchados” (Epicarmo, Fragmentos, 23 B 12).

45.4. Pero el Salvador nos ha dicho: “El espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,41); porque la tendencia de la carne es el odio hacia Dios -explica el Apóstol-, puesto que no se somete a la ley de Dios, ni puede. Y los que son carnales no pueden agradar a Dios” (Rm 8,7-8).

45.5. Y prosiguiendo la explicación añade, para que nadie, como Marción, desagradecidamente entienda que la creación es mala. “Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el espíritu es vida por la justicia” (Rm 8,10).

45.6. Y de nuevo: “Si viven según la carne, van a morir. Porque pienso que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que va a ser revelada en nosotros; porque si padecemos con (Él), también seremos conglorificados con (Él), como coherederos de Cristo” (Rm 8,13. 18 y 17).

La esperanza cristiana

46.1. “Pero sabemos que a los que aman a Dios todo les ayuda hacia el bien, a los que son llamados conforme a su designio. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes a la imagen de su Hijo, para que Él sea primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a éstos también los llamó; mas a los que llamó también los justificó; pero a los que justificó, también los glorificó” (Rm 8,28-30). Mira cómo ha enseñado el martirio por amor.

46.2. Y si quieres ser mártir por recompensa de (esos) bienes, oirás de nuevo: “Porque en esperanza estamos salvados; pero esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo también? Pero si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo aguardamos” (Rm 8,24-25).

46.3. “Y si también padecemos por la justicia, seremos bienaventurados” (1 P 3,14), dice Pedro. “Y no tengan miedo de ellos, ni se turben, sino santifiquen a Cristo Señor en sus corazones; siempre dispuestos a dar respuesta de la esperanza de ustedes a todo el que se los pidiere; pero háganlo con mansedumbre y respeto, teniendo buena conciencia, para que en lo que son calumniados, sean avergonzados los que denigran vuestra su buena conducta en Cristo. Porque, si lo quiere la voluntad de Dios, mejor es sufrir haciendo el bien que haciendo el mal” (1 P 3,14-17).

Participar en los sufrimientos de Cristo

47.1. Y si alguno, ofendiendo con burlas, dijere: ¿cómo es posible que la carne, que es débil (Cf. Mt 26,41; Mc 14,38), resista frente a las fuerzas y a los espíritus de las potestades?

47.2. Pero téngase en cuenta que podremos resistir a los príncipes de las tinieblas (cf. Ef 6,12) y a la muerte, confiando en el Todopoderoso y en el Señor.

47.3. Dice [la Escritura]: «Cuando todavía estás hablando, dirá: “Heme aquí”» (Is 58,9). Mira al defensor invencible, a nuestro protector.

47.4. “Por tanto, no se sorprendan, dice Pedro, por el incendio suscitado entre ustedes para prueba, como si algo extraño les sucediera; al contrario, alégrense en la medida en que son partícipes de los padecimientos de Cristo, para que también en la manifestación de su gloria exulten de gozo. Bienaventurados si en nombre de Cristo son ultrajados, porque el Espíritu de la gloria y el de Dios reposa sobre ustedes” (1 P 4,12-14).

47.5. “Como está escrito, puesto que por ti somos entregados a la muerte todo el día, hemos sido considerados como ovejas de matanza” (Sal 43 [44],23). “Pero en todas estas cosas vencemos mediante el que nos ha amado” (Rm 8,36-37).

“Con el corazón se cree”

48.1. “Pero quieres saber mi pensamiento, ni aunque me quemes, ni aunque me hagas bajar una temible cumbre, desde lo alto hasta la extremidad de los pies, lo sabrás, ni aunque [me] ates con muchas cadenas” (Anónimo, Fragmentos, 114), dice sin miedo una mujer varonil, en la tragedia.

48.2. Y Antígona, despreciadando el anuncio de Creonte, con atrevimiento dice: “Porque no fue Zeus quien me anunció esas cosas” (Sófocles, Antígona,450).

48.3. Pero Dios nos lo proclama y hay que creerle. «Porque con el corazón se cree para [tener] justicia, pero con la boca se confiesa para la salvación. Porque dice Escritura: “Todo el que cree en Él, no será confundido”» (Rm 10,10-11; Is 28,16).

48.4. Así, escribe con razón Simónides: “Esto se dice, que la Virtud habita sobre rocas inaccesibles, pero la acompaña (o: la rodea) rápido casto coro de ninfas. No es visible a los párpados de todos los mortales, sino a quien un sudor que roe el alma le salga de dentro y llegue hasta la cima del valor” (Simónides de Quíos, Fragmentos, 74).

Confesar la esperanza

49.1. También [dice] Píndaro: “Las inquietudes de la juventud, desarrolladas con esfuerzo, alcanzan la gloria, y con el tiempo resplandecen sus acciones que brillan en el éter” (Píndaro, Fragmentos, 227).

49.2. Y Esquilo, apoderándose de ese pensamiento, dice: “A quien se esfuerza, los dioses le deben el hijo de su esfuerzo, el renombre” (Esquilo, Fragmentos, 315).

49.3. “Porque los más grandes obtienen una parte más grande” según Heráclito (Fragmentos, 22 B 25).

49.4. “¿Quién es esclavo, si la muerte no le preocupa?” (Eurípides, Fragmentos, 958).

49.5. “Porque Dios no nos dio un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino de fortaleza, amor y templanza. Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero” (2 Tm 1,7-8), escribe [Pablo] a Timoteo.

49.6. Ese tal será el que se adhiera al bien, según el Apóstol, el que se aparte del mal y tenga un amor sin hipocresía (cf. Rm 12,9).

49.7. “Porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley” (Rm 13,8). Pero si “el Dios de la esperanza” (Rm 15,13) es aquel por quien somos mártires, como es en realidad, confesamos nuestra esperanza al apresurarnos hacia la esperanza: los “llenos de bondad, dice, han sido colmados de toda gnosis” (Rm 15,14).

Una vida recta

50.1. Los filósofos indios dicen al macedonio Alejandro: “Deportarás [nuestros] cuerpos de un lugar a otro, pero no conseguirás que nuestras almas hagan lo que no queremos. El fuego es el mayor tormento para los hombres, pero nosotros lo despreciamos” (Filón de Alejandría, Quod omnibus probus liber sit, 14,96).

50.2. Y de ahí que Heráclito eligiera la buena fama a todo lo demás; pero confiesa que a muchos se les concede “hartarse como animales” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 29).

50.3. “Porque la mayoría de las miserias (son) a causa del cuerpo; por su causa hemos inventado mansiones cubiertas, el extraer del suelo la plata blanca, el sembrar la, tierra, y las otras labores que conocemos con sus nombres” (Anónimo, Fragmentos, 115).

Humillaciones que debe soportar el cristiano

51.1. Ciertamente, para muchos este trabajo inútil es lo deseable, pero a nosotros nos dice el Apóstol: “Conociendo que nuestro hombre viejo ha sido crucificado [con Cristo], para destruir el cuerpo del pecado, ya no seamos más esclavos del pecado” (Rm 6,6).

51.2. ¿Acaso el Apóstol no muestra claramente la humillación de la fe para muchos con lo que sigue? “En efecto pienso que Dios, a nosotros los apóstoles, nos ha concedido ser los últimos, como condenados a muerte, porque hemos venido a ser como espectáculo para el mundo, ángeles y hombres” (1 Co 4,9).

51.3. “Hasta la hora presente también pasamos hambre y sed, estamos desnudos, somos abofeteados, andamos errantes, y nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Insultados, bendecimos; perseguidos, aguantamos; difamados, consolamos. Hemos llegado a ser como desecho del mundo” (1 Co 4,11-13).

La divina Providencia todo lo gobierna

52.1. También esto mismo se encuentra en la “República” de Platón: aunque el justo sufra tormentos, aunque le arranquen los ojos, será feliz” (cf. Platón, República, II,361 E).

52.2. Así, por tanto, el gnóstico no tiene puesta su meta en el azar, sino que de él dependerá el ser feliz, y ser también amigo bienaventurado y regio de Dios.

52.3. Y aunque sea condenado al deshonor, al destierro, a la confiscación y a cualquier muerte, jamás será separado de la libertad y amor señorial para con Dios; [amor] “que todo lo aguanta y todo lo soporta” (1 Co 13,7).

52.4. El amor está convencido de que la divina Providencia lo dispone todo convenientemente. “Los exhorto a que se hagan imitadores míos” (1 Co 4,16), dice.

La caridad es la perfección

53.1. En verdad, el primer grado de la salvación (es) la instrucción con el temor [de Dios], mediante la cual nos mantenemos lejos de la injusticia; en cambio, el segundo es la esperanza, por la que aspiramos a lo mejor; pero la caridad (alcanza) la perfección, como conviene, porque nos educa gnósticamente.

53.2. Porque no sé cómo los griegos, atribuyendo los acontecimientos a una necesidad (o: a un destino) irracional, confiesan que hay que doblegarse ante ella de mala gana.

53.3. Así, dice Eurípides: “Acepta lo que te sugiero, mujer. No hay ningún mortal que no sufra: entierra hijos, engendra a otros nuevos, y él mismo muere. Y esto es lo que padecen los mortales” (Eurípides, Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).

53.4. Luego añade: “Es necesario aguantar lo que por naturaleza hay que soportar; nada de lo necesario debe ser temido por los mortales” (Eurípides, Hypsipyles fragmentos, 757,5-8).

La caridad es el fundamento de la gnosis

54.1. Pero a quienes se esfuerzan hacia a la perfección se les propone la gnosis espiritual (o: racional), cuyo fundamento es la santa tríada: “fe, esperanza y amor; pero la mayor de ellas es el amor” (1 Co 13,13; cf. Col 3,12. 14-15).

54.2. “Ciertamente, todo (es) lícito, pero no todo conviene; todo es lícito, pero no todo edifica” (1 Co 10,23), dice el Apóstol. “Y nadie busque únicamente lo suyo propio, sino lo del otro” (1 Co 10,24), de modo que a la vez pueda hacer y enseñar, poniendo los cimientos y construyendo encima.

54.3. Porque, en verdad, “del Señor es la tierra y cuanto la llena” (Sal 23 [24],1; 1 Co 10,26), lo confiesa, pero la conciencia del débil se hunde (cf. 1 Co 8,10).

54.4. “Pero digo conciencia, no por la de ti mismo, sino por la del otro. Pues, ¿por qué ha de juzgarse mi libertad por la conciencia ajena? Si yo participo por gracia, ¿por qué he de ser censurado por lo que yo doy gracias? Por tanto, ya coman, ya beban, ya hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios” (1 Co 10,29-31).

54.5. “Porque aunque caminemos en carne, no militamos según la carne; puesto que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas, destruyendo razonamientos y toda altanería que se levante contra la gnosis del Señor” (2 Co 10,3-5).

La meta del gnóstico

55.1. Pertrechado con esas armas, el gnóstico dice: Señor, dame una ocasión y recibe la demostración; que venga ese peligro, porque desprecio los riesgos por tu amor.

55.2. “Porque la virtud es lo único de los humanos que no recibe de fuera recompensa, sino que ella tiene en sí misma el premio de los esfuerzos” (Anónimo, Fragmentos, 116).

55.3. “Como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, pero por encima de todo eso, el amor, [que] es el vínculo de la perfección.

55.4. Y la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual han sido llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos” (Col 3,12. 14-15), los que aún viven en un cuerpo, gozando, como los antiguos justos, de la impasibilidad y tranquilidad (ataraxía) del alma.