OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (167)

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La última cena
Hacia 1380
Italia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO CUARTO

Capítulo VI: Sobre las bienaventuranzas

   “Bienaventurados los perseguidos por practicar la justicia”

25.1. Nuestro Salvador, el Santo, dispuso la pobreza, la riqueza y otras cosas parecidas, tanto (en relación) con lo espiritual como con lo sensible; porque diciendo: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia” (Mt 5,10), nos enseña claramente a buscar el testimonio (lit.: martirio) en toda circunstancia.

25.2. Si el pobre por la justicia testimonia que la justicia que ha amado es un bien, y si (padeciere) hambre y sed por la justicia, da testimonio que la justicia es lo mejor.

“Bienaventurados los pobres”

26.1. Pero de igual manera, también quien llora y se aflige por la justicia (cf. Mt 5,4; Lc 6,21) testimonia que la mejor ley es buena (o: hermosa).

26.2. Por eso, tanto a los perseguidos cuanto a los que tienen hambre y sed por la justicia los llama bienaventurados (cf. Lc 6,21) quien ha aceptado el legítimo deseo que ni siquiera el hambre pudo cortar.

26.3. Y si tienen hambre de la justicia misma, (serán) bienaventurados. “Bienaventurados también los pobres” (Mt 5,3: Lc 6,20), tanto en espíritu como en riquezas, por la justicia, evidentemente.

26.4. Ahora bien, no (llama) bienaventurados simplemente a los menesterosos, sino a los que han querido hacerse pobres por causa de la justicia, a los que desprecian con grandeza de ánimo (o: con sentimientos valerosos) los honores de aquí abajo por procurar el bien.

26.5. De igual modo, también a los que han llegado a ser hermosos de carácter y de cuerpo por la castidad, a los nobles e ilustres, que por la justicia han avanzado hacia la adopción filial y, por ello, han conseguido “el poder ser hijos de Dios” (Jn 1,12), y “caminar sobre serpientes y escorpiones” (Lc 10,19), y vencer a los demonios y al ejército del Adversario (cf. 2 Ts 2,4; 1 T 5,14).

La inmortalidad

27.1. Y en general, la ascesis del Señor aleja el alma del cuerpo con agradecimiento, si bien también ella misma se va separando con esfuerzo según se va convirtiendo.

27.2. “Porque el que encuentra su alma la perderá y quien la pierde la encontrará” (Mt 10,39; Mc 8,35 y Lc 9,24 dicen “la salvará), con tal que unamos nuestra fragilidad a la incorruptibilidad de Dios. Pero es voluntad de Dios el conocimiento de Dios, que eso es comunión de su inmortalidad.

27.3. Según la lógica de la conversión, quien reconoce que su alma es pecadora, la hará morir al pecado, del que ha sido arrebatado; pero, al haberla perdido, la encontrará, por la obediencia, resucitada a la fe, aunque muerta al pecado (cf. Rm 6,4. 2. 10). Esto es encontrar el alma: conocerse a sí mismo.

Seguir las enseñanzas de Cristo

28.1. Pero los estoicos dicen que la conversión hacia lo divino (lit.: las cosas divinas) se realiza mediante un cambio, una transformación del alma hacia la sabiduría.

28.2. En cambio, Platón (dice) que es por medio de una evolución del alma hacia lo mejor y un alejamiento de cierto día tenebroso (cf. Platón, República, VII,512 C; 525 C, 532 B).

28.3. Por lo demás, también los filósofos (= los estoicos) conceden al [hombre] virtuoso una salida razonable, si algo le privase de actuar, no quedándole esperanza alguna de actividad.

28.4. Pero el juez que obliga a la fuerza a renegar de quien nos ha amado, me parece, que separa al que (es) amigo de Dios y al que no lo (es).

28.5. De esta manera no hay comparación posible entre lo que uno debe rechazar y lo que hay que preferir: una amenaza humana o el amor de Dios.

28.6. También la abstención de acciones malas viene a ser una disminución y extinción de los vicios (lit.: males), porque la falta de ejercicio (o: la inacción) abate la actividad de los mismos; esto es “vende tus posesiones y dalas a los pobres, y después sígueme” (Mt 19,21); es decir, sigue las palabras del Señor.

El desprendimiento de los bienes materiales

29.1. Pero con “lo que hay” (= hacienda, riquezas), algunos dicen que (el Señor) quiso decir las posesiones, lo que (hay) de extraño en el alma, y no pueden decir cómo hay que distribuir eso a los pobres. Pero Dios reparte todo a todos según el mérito (de cada uno), porque su economía es justa.

29.2. Menospreciando entonces, dice, las posesiones que Dios reparte por medio de tu magnificencia (o: generosidad), sigue mis enseñanzas, apresurándote hacia la ascensión del Espíritu, no sólo justificado por la sola abstinencia de males, sino también perfeccionado por la beneficencia (según) el Señor.

29.3. Así, a quien se vanagloriaba de haber cumplido perfectamente los mandatos de la ley, [el Señor] le reprochó no haber amado al prójimo (cf. Mt 19.20-21; Mc 10,20; Lc 18,21). Pero la buena acción está ordenada por el amor, que es señor del sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), conforme al ascenso gnóstico.

29.4. Pero pienso que no conviene acercarse a la Palabra salvadora (cf. Mt 19,21) ni por temor al castigo, ni por alguna promesa de regalo, sino por el bien mismo.

Los tres grados de la verdad

30.1. Quienes (se comportan) así se encuentran a la derecha del santuario (cf. Mt 25,33). Pero los que piensan permutar la inmortalidad mediante el regalo de lo corruptible son llamados “mercenarios” (Lc 15,17) en la parábola de los dos hermanos; y la expresión “a imagen y semejanza” (Gn 1,26) se excluye aquí; en efecto, aquéllos se comportan a semejanza del Salvador, pero los otros han sido colocados en el lado izquierdo, conforme a la imagen de los segundos (lit.: aquellos).

30.2. También son tres los grados que (derivan) de la verdad (= el Salvador, el gnóstico, los otros imitadores), teniendo como fundamento todos una raíz; pero la elección no es igual o, mejor, la diferencia en la elección no (es) la misma.

30.3. Y elegir por imitación, pienso que es distinto de elegir por gnosis; al igual que lo encendido y lo iluminado por el fuego y por la luz. Según la Escritura, luz de semejanza es Israel, y lo demás (= los filósofos griegos) es imagen.

30.4. Pero, ¿qué quiere el Señor con la parábola de Lázaro (cf. Lc 16,19-25), al mostrar la imagen del rico y del pobre? ¿Qué (significa) “nadie puede servir a dos señores, a Dios y a Mamón” (Mt 6,24; Lc 16,13), como el Señor llama al amor al dinero?

La avaricia y la preocupación excesiva por las cosas materiales

31.1. Así, los avaros invitados al banquete no aceptan la invitación (cf. Mt 22,2-3; Lc 14,16), no por tener posesiones, sino por tenerlas de forma apasionada.

31.2. “Las zorras ciertamente tienen madrigueras” (Mt 8,20). Llamó zorras a los hombres pervertidos y terrenales, ocupados en excavar y extraer riquezas.

31.3. Así también (se refirió) a Herodes: «Vayan y digan a esa zorra: “Mira, expulso demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día habré llegado al fin”» (Lc 13,32).

31.4. Porque llamó “aves del cielo” (Mt 6,26) a los que (volando por) el cielo se diferencian de otros pájaros, realmente puros, que pueden volar (o: son capaces de volar) hacia la gnosis del Verbo celestial.

31.5. Porque no sólo implican innumerables preocupaciones la riqueza, la fama y el matrimonio, sino también la pobreza para quien no la soporta; y quizás en la parábola de la cuádruple siembra dio a entender esas preocupaciones, al decir que la semilla de la palabra, caída entre espinos y empalizadas, fue sofocada por ellos y no pudo fructificar (cf. Mt 13,7. 22; Mc 4,7. 19; Lc 8,7. 14).

Obrar rectamente

32.1. Por tanto, es necesario aprender cómo conviene comportarse en cada una de las circunstancias, como para ejercitarse mediante una gnóstica vida virtuosa al estado de vida eterna.

32.2. Porque dice: “Vi al impío orgulloso y presuntuoso como los cedros del Líbano, y al pasar, habla la Escritura, he aquí que ya no existía. También lo busqué y no se encontró su lugar. Guarda la inocencia y observa la rectitud (lit.: mira rectamente), porque existe una posteridad para el hombre pacífico” (Sal 36 [37], 35-37).

32.3. Pero éste será el que sin hipocresía de todo corazón cree y con toda el alma está en paz (o: serenísimo).

32.4. “Porque el otro pueblo honra con los labios, pero su corazón está lejos del Señor” (Is 29,13). “Me bendicen con su boca, pero con su corazón me maldicen” (Sal 61 [62],5).

32.5. “Lo amaron con su boca, y con su lengua le mintieron. Pero su corazón no era sincero para con Él, ni creyeron en su alianza” (Sal 77 [78],36-37).

Peligros de la excesiva preocupación por las cosas materiales

33.1. “Por eso, enmudezcan los labios engañosos, que hablan injusticia contra el Justo” (Sal 30 [31],19). Y de nuevo: «Extermine el Señor todos los labios engañosos y la lengua jactanciosa, de los que dicen:

33.2. “Exaltaremos nuestra lengua, nuestros labios en nosotros están. ¿Quién es nuestro dueño”» (Sal 11 [12],4-5). “Por la miseria de los pobres y por los gemidos de los menesterosos, ahora me levantaré, dice el Señor. Estableceré la salvación, hablaré abiertamente en él” (Sal 11 [12],6).

33.3. “Porque Cristo es de los humildes, no de los que se ensalzan sobre su rebaño” (Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 16,1).

33.4. “Por tanto no atesoren para ustedes tesoros sobre la tierra, donde polilla y la herrumbre los hacen desaparecer y ladrones perforan y roban” (Mt 6,19), dice el Señor, quizás para reprender a los avaros o quizás también a los que están simplemente preocupados y solícitos, y también a los amantes del cuerpo.

33.5. Poque amores, enfermedades, y los razonamientos inútiles (o: insignificantes) “perforan” la razón y al hombre entero; pero nuestro verdadero tesoro (cf. Mt 6,21; Lc 12,34) se encuentra en lo congénito de [nuestro] espíritu.

33.6. Además, nos transmite lo comunional de la justicia, mostrando que conviene devolver a la costumbre de la antigua conducta (cf. Ef 4,22) lo adquirido por ella para nosotros, y a recurrir a Dios implorando misericordia.

33.7. Ésta es en realidad “la bolsa que no envejece”, viático de la vida eterna, “tesoro inagotable en el cielo” (Lc 12,33), “porque compadeciéndome, me apiadaré de quien me apiade” (Ex 33,19; Rm 9,15), dice el Señor.

Buscar primero el reino de los cielos

34.1. Pero estas cosas las dice también para quienes desean ser pobres por la justicia (cf. Mt 5,3). Porque han escuchado por medio del mandamiento que “ancho y espacioso es el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que transitan por él” (Mt 7,13; cf. Lc 13,24).

34.2. No se refiere a otra cosa sino al libertinaje, al amor por las mujeres, al amor de la gloria, del poder y a pasiones parecidas. “¡Insensato!”, puesto que así decía, “porque reclamarán tu alma esta misma noche. Pero lo que le almacenaste, ¿para quién será?” (Lc 12,20).

34.3. Y el mandato dice textualmente: “Guárdense de toda avaricia, porque la vida de uno no está en abundarle las riquezas” (Lc 12,15).

34.4. Porque ¿en qué será beneficiado un hombre si ganase el mundo entero, pero su alma se pediera? O ¿qué dará el hombre a cambio de su alma?” (Mt 16,26; cf. Mt 6,25; Mc 8,36; Lc 9,25).

34.5. «Por eso digo: “No se preocupen por su alma (o: vida), por lo qué comerán, ni por el cuerpo, qué vestirán; porque el alma (o: vida) es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido”» (Lc 12,22-23; cf. Mt 6,25).

34.6. Y de nuevo: “Porque su Padre sabe que necesitan de todo eso. En cambio, busquen primero el reino de los cielos y la justicia, porque éstas son las cosas grandes y las pequeñas” (Mt 6,32; cf. Lc 12,30-31); y las relativas a la vida, ésas “se les darán por añadidura” (Mt 6,33; cf. Lc 12,30-31).