OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (166)

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El Buen Pastor
Siglo XV
Marsella, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO CUARTO

Capítulo V: Sobre el desprecio del dolor y de la pobreza

   Soportar el sufrimiento

19.1. Son dignos admirar algunos de los estoicos que dicen que el alma no está condicionada en absoluto por el cuerpo, ni inclinada hacia el mal por la enfermedad, ni la virtud por la salud, sino que dicen que ambas cosas son indiferentes.

19.2. Y en verdad también Job (cf. Jb 1), por su extraordinaria continencia y su extraordinaria fe, cuando de la riqueza pasó a la pobreza, de la fama al desprecio, de la hermosura a la deformidad y de la salud a la enfermedad, se nos ha propuesto como hermoso ejemplo, confundiendo al tentador, bendiciendo al Creador, sobrellevando lo segundo como lo primero, enseñando perfectamente que el gnóstico puede comportarse bien en todas las circunstancias.

19.3. Y puesto que las antiguas proezas son imágenes (o: modelos) propuestas para nuestra corrección, el Apóstol manifiesta: “De modo que mis cadenas han sido mostradas en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás, y que la mayoría de los hermanos en el Señor, confiados en mis cadenas, se atreven mucho más sin temor a hablar la palabra de Dios” (Flp 1,13-14), porque los martirios gloriosamente santificados son también ejemplos de conversión.

19.4. (También) dice: “Todo cuanto ha sido escrito, para nuestra enseñanza ha sido escrito, para que mediante la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos la esperanza del consuelo” (Rm 15,4).

Cómo proceder ante la llegada del dolor

20.1. Pero parece que ante la llegada de un sufrimiento, el alma se aparta de él y considera que debe liberarse de la pena presente. Sin duda, en ese tiempo se despreocupa de las enseñanzas, también porque se descuidan las otras virtudes.

20.2. Y en verdad, no decimos que la virtud misma padezca -porque la virtud nunca enferma-, pero quien participa de ambas, de virtud y de enfermedad, está presionado por la opresión. Y si no goza de valerosos sentimientos, quien aún no tiene práctica del hábito de la continencia se deja dominar, y el no resistir equivale a huir.

Sobre la pobreza

21.1. Pero el mismo discurso [vale] asimismo sobre a la pobreza, porque también ésta violenta al alma para que se distraiga de las cosas necesarias, digo de la contemplación y de la pureza de ausencia de pecado, forzando [al alma] a gastar el tiempo en procurarse medios a quien no se ha consagrado por entero a Dios por amor; como, por el contrario, la salud y la abundancia de lo necesario conservan libre y sin trabas al alma que sabe usar bien de lo presente.

21.2. Porque dice el Apóstol: “Quienes son como esos, tendrán tribulación en la carne, pero yo se [las] ahorro. Puesto que quiero que ustedes estén sin preocupaciones para (servir) honesta y asiduamente al Señor sin distracción” (1 Co 7,28. 32. 35).

Optar sabiamente

22.1. Hay, por tanto, que cuidar de todas esas cosas, no por ellas mismas, sino por el cuerpo; pero la solicitud por el cuerpo radica es por (causa) del alma, a la cual hace referencia.

22.2. Porque es preciso que quien se comporta de forma gnóstica aprenda lo que conviene; reconociendo que el placer no es un bien, por el hecho de que algunos placeres son malos. Por esa razón, lo bueno aparece malo, y lo malo bueno.

22.3. Pero además, si elegimos algunos placeres, huimos de otros, porque no todo placer es bueno.

22.4. Lo mismo habría que decir respecto a los sufrimientos, de los cuales soportamos algunos, pero huimos de otros; ahora bien, la elección y el rechazo se hacen conforme a ciencia.

22.5. De modo que la ciencia es lo bueno, no el placer, porque por a ella también se puede elegir en tal ocasión tal placer.

Riqueza y pobreza

23.1. Igualmente, el mártir elige un placer en esperanza mediante el sufrimiento presente. Pero si el sufrimiento se percibe en la sed y el placer en la bebida, el dolor que precede es la causa eficiente del placer. Pero el mal no es causa eficiente del bien; por ello ni lo uno ni lo otro (son) un mal.

23.2. En verdad, Simónides, como también Aristóteles, escriben: “Para el hombre, lo primero es la salud” (Aristóteles, Retórica, II,21,1394, b 13), “lo segundo, ser de hermosa presencia, y en tercer lugar, la riqueza sin fraude” (Simónides de Quíos, Fragmentos, 7).

23.3. También Teognis de Megara [escribe]: “Hay que huir de la pobreza, Cirno, y, desde las escarpadas rocas, arrojarse hasta los abismos profundos del mar” (Teognis, Elegías, I,175-176).

23.4. En cambio el cómico Antífanes, más bien contrario, dice: “La riqueza recibiendo a los que ven, los hace ciegos” (Antífanes, Fragmentos, 259).

Peligros de las riquezas

24.1. Por eso (la riqueza) es cantada por los poetas ciega de nacimiento:

24.2. “Ella le engendró un hijo que nunca vio sol”, dice Euforión de Calcis (Fragmentos, 110).

24.3. “Mala educadora de valentía han sido para los hombres la riqueza y la mucha voluptuosidad”, ha versificado Eurípides en el “Alejandro” (Eurípides, Fragmentos, 54).

24.4. Y se ha dicho: “La pobreza obtuvo en suerte sabiduría por su parentesco” (Eurípides, Fragmentos, 641,3).

24.5. Pero el amor al dinero, no sólo ha arruinado (o: derrotado) a Esparta, sino también a cualquier ciudad.

24.6. “Ciertamente la moneda para los mortales no es sólo la de plata brillante o de oro, sino la virtud”, como afirma Sófocles (en realidad: Eurípides, Fragmentos, 542).