OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (16)

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El pecado original
"Biblia de Alba"
1422-1430
Maqueda, España
SAN JUSTINO, DIÁLOGO CON TRIFÓN (continuación)

Cristo, ley Eterna, pone fin a la ley del Horeb. Los cristianos son la verdadera raza israelita

11. [1] -Otro Dios, Trifón, ni lo habrá ni lo hubo desde la eternidad -así le contesté yo-, fuera del que creó y ordenó este universo. Pero tampoco creemos nosotros que uno sea nuestro Dios y otro el de ustedes, sino el mismo que sacó a sus padres de la tierra de Egipto con mano poderosa y brazo excelso (cf.Ex 13,3. 9. 14. 16; 6,1; Dt 4,34; 5,15; Sal 135,12); ni en otro alguno hemos puesto nuestra confianza -pues tampoco le hay-, sino en el mismo que ustedes, en el Dios de Abrahán y de Isaac y de Jacob. Pero la hemos puesto, no por mediación de Moisés ni de la ley, pues en ese caso haríamos lo mismo que ustedes. [2] Lo que he leído, Trifón, es que vendría una última Ley y una Alianza superior a todas las otras, que ahora tienen que guardar todos los hombres que aspiren a la herencia de Dios, porque la ley dada sobre el monte Horeb es ya vieja y les atañe sólo a ustedes; pero la otra se dirige a todos sin excepción. Ahora bien, una ley instituida contra otra ley, pone fin a la primera; y una disposición nueva, deja igualmente sin efecto el primero. Y a nosotros, Cristo nos ha sido dado como ley eterna y última y como Alianza segura, después del cual ya no hay ni ley ni ordenación ni mandamiento. [3] ¿O es que tú no has leído lo que dice Isaías?: “Escúchenme, escúchenme, pueblo mío; y los reyes préstenme oído. Porque de mí saldrá una ley, y mi juicio para ser luz de las naciones. Mi justicia se acerca a toda prisa y saldrá mi salvación y en mi brazo esperarán las naciones” (Is 51,4-5). Y por Jeremías dice igualmente sobre esta misma nueva Alianza: “Miren que vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva, no la que establecí con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto” (Jr 31,31-32). [4] Así, pues, Dios anunció que había de establecer una Alianza nueva (cf. Jr 31,31), y ésta para luz de las naciones (cf. Is 51,4); como veamos y estemos convencidos que, por la virtud del nombre de este mismo Jesucristo crucificado, los hombres se apartan de la idolatría y de toda iniquidad para acercarse a Dios, soportando hasta la muerte en la confesión de su religión; por los hechos mismos y por la fuerza que los acompaña, puede todo el mundo comprender que ésta es la ley nueva (cf. Is 51,4; Jr 31,31) y la Alianza nueva (cf. Jr 31,31), y la expectación (cf. Is 51,4; Gn 49,10) de los que de todas las naciones esperan los bienes de Dios.
   [5] Porque nosotros somos el pueblo de Israel verdadero y espiritual, la raza de Judá, de Jacob, de Isaac y de Abrahán, el cual en la incircuncisión (cf. Gn 15,6; Rm 4,9s.; Ga 3,6s.; 2,16), por causa de su fe recibió de Dios el testimonio, fue bendecido y llamado padre de muchas naciones (cf. Gn 17,5; Rm 4,17. 18); nosotros, que por medio de este Cristo crucificado hemos sido conducidos a Dios, como quedará demostrado en continuación de nuestro diálogo.

Los judíos han comprendido mal la Ley de Moisés y violentan la “Ley eterna”

12. [1] Proseguí diciendo y añadí:
-En otro pasaje clama así también Isaías: “Escuchen mis palabras, y su alma vivirá; estableceré con ustedes una alianza eterna, las promesas sagradas hechas a David. Miren, lo constituí testigo para las naciones… Naciones que no te conocen, te invocarán; pueblos que de ti no saben, se refugiarán en ti, por causa del Dios tuyo, el Santo Israel, porque Él te glorificó” (Is 55,3-5). [2] A Él que es la Ley misma ustedes lo despreciaron, y su Alianza nueva y santa, la desdeñaron; y ni aún ahora lo reciben ni hacen penitencia por haber obrado mal. Porque “sus oídos están cerrados, sus ojos enceguecidos y su corazón engrasado” (cf. Is 6,10; Mt 13,15; Hch 28,27), grita Jeremías (cf. Jr 31,31-32), pero no le oyen. El Legislador ya ha venido, pero no lo ven. Se da la buena nueva a los pobres, los ciegos ven (cf. Mt 11,5; Lc 7,22; Is 29,18-19), y ustedes no comprenden. [3] Necesaria es ya la segunda circuncisión (cf. Jos 5), y ustedes se enorgullecen de aquella (circuncisión) de la carne (cf. Flp 3,3). La nueva ley quiere que guarden el sábado continuamente (cf. Rm 14,5; Ga 4,10s.; Col 2,17), y ustedes, con pasar un día sin hacer nada, ya les parece que son religiosos, sin entender el motivo por que les fue ordenado el sábado; comiendo pan ázimo, pretender cumplir la voluntad del Señor. No se complace en eso el Señor Dios nuestro. Si hay entre ustedes un perjuro o ladrón, que deje de serlo; si hay un adúltero, arrepiéntase y habrá observado los sábados de delicias, los verdaderos sábados de Dios (cf. Is 58,13). Si alguno de entre ustedes no tiene las manos puras, lávese y queda puro (cf. Is 1,16).

La remisión de los pecados sólo se obtiene por la sangre de Cristo. Testimonio de Isaías

13. [1] Porque no fue a un baño adonde les mandó Isaías (cf. Is 1,16) para borrar, por una inmersión, sus crímenes y demás pecados, que toda el agua del mar no bastaría para limpiar. No, fue aquel baño de salvación el que anunció desde antiguo el profeta para los que se arrepienten y se purifican, no ya por la sangre de machos cabríos y de ovejas (cf. Sal 49,13; Is 1,11; Hb 9,12. 13), ni por la ceniza de los novillos (cf. Nm 19,9. 10; Hb 9,13), ni por ofrendas de flor de harina (cf. Lv 14,10), sino por la fe, gracias a la sangre de Cristo y de su muerte (cf. Hb 9,12-14). Para este fin murió Él, como dijo el mismo Isaías con estas palabras: [2] «Revelará el Señor su brazo santo delante de todas las naciones y verán todas las naciones y las cimas de la tierra la salvación que viene de Dios. Retírense, retírense, retírense, salgan de allí y no toquen nada impuro; salgan de en medio de ella. Sepárense los que llevan los vasos del Señor, porque no marcharán en medio del  tumulto. Porque delante de ustedes marchará el Señor, y el que los congrega es el Señor Dios Israel. Miren que mi siervo comprenderá, será exaltado y sobremanera glorificado. [3] Del mismo modo que muchos se asombrarán por tu causa, en tanto que los hombres despreciarán tu figura y tu gloria, así muchas naciones se maravillarán por su causa, y cerrarán los reyes su boca. Porque quienes no tuvieron noticia de él, le verán, y los que no le habían oído nombrar, le comprenderán. Señor, ¿quién dio crédito a lo que habíamos anunciado? Y el brazo del Señor, ¿a quién le fue revelado? Anunciamos como un niño, delante de Él, como una raíz en tierra sedienta. [4] No tiene figura ni gloria .Le vimos y no tenía figura ni belleza, sino que su figura era sin honor y deficiente ante los hijos de los hombres. Hombre entregado a los azotes y que sabe soportar la debilidad; se aparta la vista de  su faz; fue deshonrado y no fue considerado. Él lleva sobre sí nuestros pecados y por nosotros sufre dolor; nosotros consideramos que él estaba abandonado al sufrimiento, a los golpes y al mal tratamiento. [5] Él fue herido por nuestros pecados y debilitado por nuestras iniquidades. El castigo que nos valió la paz cayó sobre él. Por su herida fuimos nosotros curados. Todos como ovejas nos extraviamos. Cada uno anduvo errante por su camino, y el Señor le entregó a nuestros pecados, y él, al ser maltratado, no abre su boca. Como oveja fue conducido al matadero, como el cordero que está mudo ante el esquilador, así Él no abre su boca. [6] En su humillación le fue quitado su juicio. Pero su generación, ¿quién la explicará? Porque es arrebatada de la tierra su vida. Por las iniquidades de mi pueblo, va él a la muerte. Entregaré a los malvados a cambio de su sepultura, y a los ricos por su muerte. Porque Él no cometió iniquidad ni se halló dolo en su boca; el Señor quiere purificarle de su herida. Si hicieran una ofrenda por el pecado, su alma verá descendencia de larga vida. [7] El Señor quiere aliviar el sufrimiento de su alma, mostrarle luz, plasmarle en inteligencia, justificar al justo que sirvió bien a muchos. Él llevará sobre sí nuestros pecados; por eso recibirá en herencia a muchos hombres y repartirá los despojos de los fuertes, por haber sido entregada su alma a la muerte. Fue contado entre los inicuos y cargó con los pecados de muchos, y por las iniquidades de ellos fue entregado. [8] ¡Alégrate, estéril que no das a luz! Prorrumpe en gritos de júbilo, la que no sufres dolores de parto; porque más son los hijos de la abandonada que no los de la que no tiene marido. Porque el Señor dijo: Ensancha el lugar de tu tienda y de tus moradas; fíjalas sin ahorrar espacio, alarga tus cuerdas y afianza bien tus clavos; extiéndete a derecha y a izquierda, y tu descendencia heredará naciones y habitarás ciudades abandonadas. [9] No temas porque fuiste avergonzada; ni te confundas porque fuiste ultrajada. Porque de tu vergüenza te olvidarás para siempre, y del ultraje de tu viudez no te volverás a acordar. Porque el Señor se hizo un nombre para sí, y es Él quien te ha salvado, Dios Israel será llamado por toda la tierra. Como mujer abandonada y tímida, te ha llamado el Señor; como mujer aborrecida desde su juventud» (Is 52,10—54,6).

Baño ritual y bautismo; ázimos y “nueva levadura. Profecía de Isaías sobre el Nuevo Legislador

14. [1] Así, pues, por el baño de la penitencia y del conocimiento de Dios, que fue instituido para remedio de la iniquidad de los pueblos de Dios, como clama Isaías (cf. Is 53,8), hemos creído y sabemos que este baño bautismal, que predijo el profeta, es el único que puede purificar a los que hacen penitencia; ésta es el agua de la vida (cf. Jr 2,13; Jn 4,10. 14; Ap 21,6; 22,17). Esos pozos (cf. Cf. Jr 2,13), empero, que ustedes se cavaron, están rotos y de nada les aprovechan. ¿Qué provecho, en efecto, se sigue de un baño que sólo limpia la carne y el cuerpo? [2] Lávense el alma de la ira, de la avaricia, de la envidia y del odio, y entonces el cuerpo estará puro (cf. Lc 11,41). Tal es, en efecto, lo que significan los ázimos: que ustedes no realicen las viejas obras de la mala levadura (cf. 1 Co 5,7-8). Pero ustedes, todo lo han entendido carnalmente, y tienen por religión todo eso, aun cuando tengan las almas llenas de engaño y, en una palabra, de toda maldad. [3] De ahí que, después de los siete días de comer pan ázimo, Dios les mandó que pusieran en la masa nueva levadura, es decir, que practiquen obras nuevas y no vuelvan a repetir las antiguas malas.
   Para demostrarles que eso es lo que les pide este Nuevo Legislador, les citaré otra vez las palabras ya por mí dichas (cf. 12,1), con otras que han sido omitidas. Fueron dichas por Isaías así: [4] «Escúchenme y vivirá su alma, y estableceré con ustedes una alianza eterna, las promesas sagradas hechas a David. Miren que le di por testimonio para las naciones, por príncipe y legislador para los pueblos. Naciones que no te conocían, te invocarán, y pueblos que de ti no sabían, se refugiarán en ti, a causa de tu Dios, el Santo de Israel, porque Él te glorificó. [5] Busquen a Dios y, cuando le hayan encontrado, invóquenlo, cuando se acerque a ustedes. Que el impío abandone sus caminos y el hombre inicuo sus designios, para volverse al Señor, y obtendrá misericordia, pues (el Señor) perdonará totalmente sus pecados. Porque no son mis designios como sus designios, ni mis caminos como sus caminos; sino que cuanto dista el cielo de la tierra, tanto dista mi camino de su camino y mis pensamientos de sus pensamientos. [6] Porque como cae la nieve o la lluvia del cielo y no retornan sin haber abrevado la tierra, sin haberla fecundado y hacerla germinar, sin haberle dado la semilla al que siembra y pan como alimento, así será la palabra que saliere de mi boca; no volverá hasta que se cumpla cuanto yo he querido y haga prosperar mis mandamientos. [7] Porque saldrán en alegría y en júbilo serán enseñados. Porque los montes y collados saltarán para recibirlos, y todos los árboles de los campos aplaudirán con sus ramas, y en lugar de la zarza se levantará el ciprés, y en lugar de la ortiga brotará el mirto. Y el Señor será un nombre y un signo eterno, y no desaparecerá» (Is 55,3-12).
[8] Estas palabras, ¡oh Trifón! -proseguí yo-, y otras semejantes, por los profetas pronunciadas, parte se refieren al primer advenimiento de Cristo, en que fue anunciado que aparecería sin gloria ni belleza (cf. Is 53,2-3) y sujeto a la muerte (cf. Is 53,8. 9); parte, a su segunda venida, cuando se presentará con gloria (cf. Mt 24,30; Mt 25,31; Is 33,17) por encima de las nubes (cf. Dn 7,13; Mt 24,30), y su pueblo verá (cf. Za 12,10; Jn 19,37; Ap 1,7) y reconocerá a Aquel a quien traspasaron a golpes, como de antemano dijeron Oseas (atribución errónea), uno de los doce profetas, y Daniel (7,13).

El “verdadero ayuno de Dios”. Profecía de Isaías

15. [1] Ahora sepan cuál es el ayuno verdadero de Dios, para que agraden a Dios. [2] Isaías, efectivamente, lo proclamó así: «Levanta tu voz con fuerza y no cejes; como con trompeta alza tu voz y denuncia a mi pueblo sus pecados y a la casa de Jacob sus iniquidades. A mí me buscan día a día, desean conocer mis caminos, como un pueblo que practicara la justicia y no hubiera abandonado el juicio de Dios. [3] Ahora me piden juicio justo y desean acercarse a Dios diciendo: ¿Cómo es que ayunamos y tú no lo miraste? ¿Humillamos nuestras almas y no lo advertiste? Porque en los días de sus ayunos hacen su voluntad y golpean a todos sus súbditos. Miren que ayunan para pleitos y peleas, hiriendo a puñetazos al humilde. ¿Para qué sirve el ayuno que me ofrecen, para que hoy oiga el tumulto de su voz? [4] No es ése el ayuno que yo escogí, ni este día para que el hombre humille su alma. Ni aun cuando dobles tu cuello como un junco, y tiendas un lecho de estera y ceniza; ni aun así podrán llamarlo un ayuno o un día agradable al Señor. No es ése el ayuno que yo escogí, dice el Señor; sino desata más bien toda atadura de injusticia; rompe los lazos de los contratos violentos, despide en libertad a los oprimidos, y rompe toda escritura inicua. [5] Parte tu pan con el hambriento, y a los pobres sin techo condúcelos a tu casa; si ves a un desnudo, vístele, y no desprecies a los de tu misma especie. Entonces como la aurora romperá tu luz, y tus vestidos al punto resplandecerán; tu justicia caminará delante de ti, y la gloria del Señor te cubrirá. Entonces gritarás y Dios te escuchará. Cuando aún estés hablando, te dirá: “Heme aquí”. [6] Si quitares de ti la atadura y la mano levantada, y la palabra de murmuración, y dieres de corazón tu pan al hambriento, y saciares al alma humillada; entonces se levantará en las tinieblas tu luz, tus tinieblas serán como mediodía, y tu Dios estará contigo para siempre, y te hartarás conforme deseare tu alma, tus huesos engordarán y serán como huerto irrigado, fuente de agua, o tierra en que no hay falta de agua» (Is 58,1-11).
   [7] Circunciden, pues, el prepucio de su corazón, como las palabras de Dios lo piden en todos estos discursos.

La circuncisión fue dada como un signo para quienes mataron al Justo y persiguen a sus discípulos

16. [1] Dios mismo, por medio de Moisés, clama de esta manera: “Circunciden la dureza de su corazón, y no endurezcan más su cuello. Porque el Señor Dios nuestro, y Señor de los señores, es Dios grande y fuerte y terrible, que no admira la persona, ni admitirá regalo” (Dt 10,16-17). Y en el Levítico: “Puesto que pecaron y me despreciaron, y caminaron delante de mí torcidamente, yo también caminaré con ellos torcidamente, y los aniquilaré en la tierra de sus enemigos. Entonces se arrepentirá su corazón incircunciso” (Lv 26,4041).
[2] Porque la circuncisión según la carne, que tuvo principio en Abrahán, fue dada para señal (cf. Gn 17,11), a fin de que estuvieran separados de las otras naciones y también de nosotros, y así sufran ustedes solos lo que ahora con justicia sufren, y sus tierras queden yermas, y sean consumidas por el fuego sus ciudades, y los extranjeros se coman sus frutos delante de ustedes (cf. Is 1,7) y ninguno de entre ustedes pueda subir a Jerusalén. [3] Porque por ninguna otra señal se distinguen del resto de los hombres, sino por la circuncisión de su carne. Y nadie de entre ustedes -creo yo- osará decir que Dios no previó o no prevé ahora lo por venir, y que no da a cada uno lo que merece. Y con razón y justicia les ha venido todo eso a ustedes.
[4] Porque mataron al Justo (cf. Is 57,1; St 5,6), y antes de Él a sus profetas (cf. Mt 23,31; Lc 13,34). Y ahora desechan a los que esperan en Él y aquél que lo ha enviado, el Dios omnipotente y Creador de todas las cosas; y, en cuanto está de parte de ustedes, lo deshonran, elevando en sus sinagogas imprecaciones contra los que creen en Cristo. No tienen, en efecto, poder para poner sus manos sobre nosotros, porque se lo impiden quienes ahora nos gobiernan; pero cada vez que lo pudieron, lo hicieron. [5] De ahí que clame Dios contra ustedes por boca de Isaías: “Miren cómo pereció el justo y a nadie le importó. Porque es en presencia de la injusticia que es arrebatado el justo. En paz estará; su sepultura fue quitada de en medio de los hombres. Pero ustedes acérquense aquí, hombres inicuos, raza de infieles e hijos de la mentira, del adulterio y de la fornicación. ¿De quién se burlan y contra quién abrieron la boca y soltaron su lengua?” (Is 57,1-3).

Los judíos enviaron emisarios por toda la tierra para difundir calumnias contra los cristianos. Profecía de Isaías

17. [1] Porque no tienen las otras naciones tanta culpa de la injusticia que se comete contra nosotros y contra Cristo, como ustedes, que son la causa de la injusta prevención que también aquéllos tienen contra el Justo (cf. Is 57,1) y contra nosotros, sus discípulos. En efecto, ustedes, después de haberlo crucificado, a aquel que era el solo intachable y justo, por cuyas llagas son curados (cf. Is 53,5) los que por Él se acercan al Padre, cuando supieron que había resucitado de entre los muertos y subido a los cielos, como las profecías lo habían anunciado, no sólo no hicieron penitencia de sus malas obras, sino que, escogiendo entonces hombres especiales de Jerusalén, los mandaron por toda la tierra para que propalaran que había aparecido una herejía impía, la de los cristianos, y esparcieran las calumnias que repiten contra nosotros todos los que no nos conocen. De modo que no sólo son culpables ustedes de su propia iniquidad, sino sencillamente de la de todos los hombres.
   [2] Con razón clama Isaías: “Por culpa de ustedes es blasfemado mi nombre entre las naciones” (Is 52,5). Y: «¡Ay del alma de ellos!, pues han concebido un mal designio contra sí mismos, diciendo: “Encadenemos al justo, pues nos es molesto.” Por eso, comerán los frutos de sus obras. ¡Ay del inicuo! Según las obras de sus manos será su sufrimiento» (Is 3,9-11). Y otra vez, en otro pasaje: «¡Ay de los que tiran de sus pecados como de una larga cuerda, y de sus iniquidades como de la correa de un yugo de bueyes, los que dicen: “Que apresure su obra, y llegue ya el designio del santo Israel, para que lo conozcamos”. ¡Ay de los que llaman al mal bien, y al bien mal! Los que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; los que hacen de lo amargo dulce, y de lo dulce amargo» (Is 5,18-20).
   [3] Así, pues, han puesto empeño en que se propalaran por toda la tierra acusaciones amargas, tenebrosas e injustas (cf. Is 5,20) contra la sola luz, intachable y justo (cf. Is 51,4), enviado desde junto a Dios a los hombres (cf. Is 51,4). Pues les pareció molesto (cf. Is 3,10) aquel que gritaba entre ustedes: «Está escrito: “Mi casa es casa de oración, y ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”» (cf. Mt 21,13; Mc 11,17; Lc 19,46; Is 56,7; Jr 7,11). Y echó por tierra las mesas de los cambistas que estaban en el templo (cf. Mt 21,12; Mc 11,15); [4] y gritó: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta y la ruda, y no piensan en el amor de Dios y en su juicio! Sepulcros blanqueados, que parecen hermosos por fuera y están llenos por dentro de huesos de cadáveres” (Mt 23,23. 27; Lc 11,42). Y a los escribas: “¡Ay de ustedes, escribas!, que tienen las llaves, y ni entran ustedes ni dejan entrar a los que quieren, ¡guías ciegos!” (Mt 23,13; Lc 11,52; Mt 23,16. 24).

Los cristianos observan las prescripciones de la Ley

18. [1] Puesto que tú, Trifón, has leído, según tú mismo confesaste, las enseñanzas de nuestro Salvador, no creo haber hecho cosa fuera de lugar al citar junto a las de los profetas algunas breves sentencias suyas.
   [2] “Lávense, entonces, háganse ahora puros, y quiten los pecados de sus almas” (Is 1,16); pero lávense en el baño que Dios les manda, y circuncídense con la verdadera circuncisión. Porque también nosotros observaríamos esa circuncisión carnal y guardaríamos el sábado, y absolutamente todas las fiestas, si no supiéramos la causa por la que les fueron ordenadas a ustedes solos, es decir, por sus iniquidades y su dureza de corazón. [3] Porque si soportamos cuanto se nos hace sufrir de parte de los hombres y de los malos demonios, de modo que aun en medio de los sufrimientos indecibles de la muerte y de los tormentos, rogamos (cf. Mt 5,44; Lc 6,27-28. 35-36) que tenga Dios misericordia de quienes así nos tratan y no deseamos en ninguna manera vengarnos de ellos, tal como el Nuevo Legislador nos lo mandó, ¿cómo no habíamos de guardar, ¡oh Trifón!, lo que no nos produce ni leve daño, quiero decir, la circuncisión carnal, los sábados y fiestas?

Antes de Abrahán los justos no estaban circuncidados. Después de Moisés, fue a causa de sus tendencias idolátricas que el pueblo fue sometido a la Ley

19. [1] -Eso es justamente -observó Trifón- lo que nos hace estar perplejos, que soportando tales tormentos, no observan también todas las prescripciones sobre las que estamos ahora discutiendo.
   [2] -Es porque esa circuncisión no es necesaria para todos, sino sólo para ustedes, y eso, como anteriormente dije, a fin de que sufran lo que ahora con justicia sufren. Y tampoco tomamos su baño, ese de sus cisternas, pues nada es en comparación de nuestro baño de la vida. Por eso justamente proclama Dios: “Le han abandonado a Él, fuente viva, y han cavado para ustedes mismos pozos rotos que no podrán contener el agua” (cf. Jr 2,13). [3] Ustedes, los que están circuncidados en la carne, necesitan de nuestra circuncisión; nosotros, en cambio, que tenemos esta última, para nada necesitamos de la de ustedes. Porque de haber sido aquélla necesaria, como ustedes presumen, no hubiera formado Dios a Adán incircunciso, ni hubiera mirado a los dones de Abel (cf. Gn 4,4), que ofrecía sacrificios sin estar circuncidado, ni le hubiera agradado Enoc, incircunciso, a quien no se le halló más, porque Dios lo trasladó (cf. Gn 5,22-24). [4] Lot, incircunciso, se salvó de Sodoma (cf. Gn 19), pues los mismos ángeles y el Señor lo hicieron salir antes. Noé, principio de otro linaje humano, entró incircunciso junto con sus hijos en el arca (cf. Gn 7,1). Incircunciso era Melquisedec, sacerdote del Altísimo (cf. Gn 14,18. 20. 19), a quien Abrahám, el primero que llevó la circuncisión en su carne, entregó las ofrendas de los diezmos y fue por él bendecido. Y por David anunció Dios que según el orden de Melquisedec (cf. Sal 109,4) había de establecer a su sacerdote eterno (cf. Sal 109,4).
   [5] Para ustedes solos era, pues, necesaria esta circuncisión, a fin de que, como dice Oseas, uno de los doce profetas, el pueblo no sea más el pueblo y la nación no sea más la nación (cf. Os 1,9-10). Sin observar el sábado también, agradaron a Dios todos los justos anteriormente nombrados, y después de ellos Abrahám y todos sus descendientes hasta Moisés, bajo cuyo mando su pueblo, fabricándose un becerro de oro en el desierto, se mostró injusto e ingrato para con Dios (cf. Ex 32). [6] De ahí que Dios, acomodándose a aquel pueblo, mandó que se le ofrecieran también sacrificios, como a su nombre, a fin de que no idolatren, y aun ni eso respetaron, sino que llegaron hasta sacrificar sus hijos a los demonios. Por la misma razón les ordenó el sábado, para que tuvieran memoria de Dios. Y efectivamente eso fue lo que su Verbo significó diciendo: “Para que sepan que yo soy el Dios que los ha rescatado” (Ez 20,12. 20).