OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (155)

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Noé subiendo al arca
Hacia 1260-1270
Dijon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO III

Capítulo VII: Sobre la continencia cristiana

   La continencia cristiana es una gracia de Dios

57.1. Ahora bien, la continencia humana, me refiero (lit.: digo) a la de los filósofos griegos, declara combatir con perseverancia contra la concupiscencia y no prestarle servicio en las obras (o: acciones); pero la nuestra consiste en no tener concupiscencia, no sólo para mantenerse firme ante la concupiscencia, sino para que también pueda abstenerse de la concupiscencia (cf. Mt 5,27).

57.2. Esta continencia no se puede conseguir sino mediante una gracia de Dios. Por esto [el Señor] dice: “Pidan y se les dará” (Mt 7,7).

57.3. Esta gracia es la que recibió también Moisés, aun revestido de un débil cuerpo, para no sufrir ni hambre ni sed durante cuarenta días (cf. Ex 24,18; 34,28).

57.4. Como es mejor estar sano que, estando enfermo, hablar sobre la salud, así también el ser luz es mejor que hablar sobre la luz, y (es mejor) la continencia conforme a la Verdad que la enseñada por los filósofos.

57.5. Porque en donde (hay) luz, allí no (hay) tinieblas. Pero donde está arraigada la concupiscencia, encontrándose sola, aunque inmóvil cuanto a la actividad (lit.: energía) del cuerpo, está unida por la memoria con lo que no está presente.

La luminosa guía del Señor

58.1. Avancemos ahora con nuestro discurso en general sobre el matrimonio, el alimento, y lo demás; (nosotros no deberíamos) hacer nada por concupiscencia, sino querer sólo aquello necesario. Porque no somos hijos de la concupiscencia, sino de la voluntad (cf. Jn 1,13).

58.2. Y quien se casa para la procreación debe ejercitar la continencia, al punto (lit.: como que) de no desear a la propia esposa, a la que debe amar; procreando con seria (o: digna, honesta) y prudente voluntad. Porque no hemos aprendido “la prudencia de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Rm 13,14), sino a proceder decentemente como en pleno día” (Rm 13,13), para Cristo, en la luminosa guía del Señor, “no en orgías y borracheras, no en lujurias y libertinajes, no en contiendas ni celos” (Rm 13,13).

La continencia cristiana no se limita a un único aspecto de la vida humana

59.1. Porque no hay que aceptar confinar la continencia a una sola especie (o: forma), es decir, la de los placeres venéreos, sino también (considerar) las otras cosas que nuestra alma desea sensualmente, y no contenta con lo necesario se entrega a la molicie en exceso.

59.2. Continencia es el menosprecio del dinero, desdeñar delicadezas, posesiones, apariencias, dominar la lengua (lit.: boca), ser dueño de los malos pensamientos. Sucedió también que algunos ángeles, incontinentes, prisioneros de la concupiscencia, se precipitaron desde el cielo a este mundo (lit.: a este lugar) [cf. Gn 6,2].

59.3. Valentín, en la “Carta a Ágatópodo” dice: “Soportándolo todo Jesús era temperante, actuando de manera divina; comía y bebía de peculiar no evacuando los alimentos. Tanta era la fuerza de su continencia, que incluso el alimento en Él no se corrompía, por cuanto Él no tenía corrupción” (Valentín, Fragmentos, 3).

59.4. Nosotros, por tanto, abrazamos la continencia por el amor que tenemos al Señor y por su belleza misma, santificando el templo del Espíritu (cf. 1 Co 3,16-17). Porque es hermoso “hacerse eunuco por el reino de los cielos” (Mt 19,12) respecto a toda concupiscencia, y “purificar la conciencia de las obras muertas, para rendir culto al Dios viviente” (Hb 9,14).

Costumbres de la India

60.1. Pero ellos (= los filósofos paganos) por odio hacia la carne, desean a librarse de la unión conyugal y de la necesidad de nutrirse de los alimentos convenientes; ingratos, necios y ateos, practican la continencia irracionalmente, como la mayor parte de los otros paganos.

60.2. Por ejemplo, los Brahamanes no comen animales ni beben vino. Algunos de ellos aceptan alimento cada día como nosotros, pero otros cada dos días, como narra Alejandro Polístor en la “(Historia) Indiana”; desprecian la muerte, estiman en nada la vida; aceptan que existe reencarnación; pero algunos veneran a Heracles y a Pan.

60.3. Los llamados Venerables de (entre) los Indios, pasan toda la vida desnudos. Ejercitándose en la verdad, hacen presagios sobre el futuro y dan culto a una pirámide, bajo la cual creen que reposan los huesos de un dios.

60.4. Pero ni los gimnosofistas, ni los llamados Venerables han tenido relaciones con mujeres; consideran que es antinatural y contra la ley, razón por la que se mantienen castos; también las (mujeres) Venerables se mantienen vírgenes. Parece que observan los (cuerpos) celestiales y mediante sus señales presagian las cosas futuras.

Capítulo VIII: Falsas interpretaciones de los textos del apóstol Pablo

   Errónea lectura de un pasaje de la Carta a los Romanos

61.1. Pero quienes introducen la indiferencia, forzando algunos pocos (textos) de la Escritura, defienden la causa del placer con esos (pasajes), sobre todo aquello de: “Porque el pecado no será dueño de nosotros, puesto que no están bajo la ley, sino bajo la gracia” (Rm 6,14) -y algunos semejantes que no estoy dispuesto a recordar, porque equiparé la nave de un pirata-; pero anulemos brevemente el intento de ellos.

61.2. Porque el noble Apóstol con lo que añade a lo antes dicho resuelve la objeción: “¿Qué entonces? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! (Rm 6,15). Así, por inspiración divina y proféticamente al instante destruye el sofístico arte del placer.

Llamados a una vida nueva

62.1. Ellos no comprenden, como se ve, que “todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, según lo que hubiere hecho mediante el cuerpo, o bueno o malo” (2 Co 5,10), para que cada uno reciba lo que ha hecho mediante el cuerpo.

62.2. “De suerte que si alguien (está) en Cristo (es) una nueva criatura”, no más pecadora, “las cosas viejas pasaron”, estamos lavados de la vida antigua (o: hemos lavado la vida antigua); “han sido hechas nuevas todas las cosas” (2 Co 5,17); la castidad en vez de fornicación, temperancia por intemperancia, justicia en lugar de injusticia.

62.3. “Porque ¿qué asociación entre justicia e iniquidad? ¿Qué comunión entre luz y tinieblas? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Belial? ¿Qué parte (tiene) un creyente con un incrédulo? ¿Qué concordia entre el templo de Dios y los ídolos?” (2 Co 6,14-16). “Puesto que tenemos tales promesas, purifiquémonos nosotros mismos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Co 7,1).