OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (153)

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El pecado de Adán y Eva
Siglo XIII (segundo tercio)
Biblia
Marsella, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO III

Capítulo IV: Sobre la interpretación de los textos bíblicos por parte de los gnósticos (continuación)

   Refutación de los errores de los gnósticos

35.1. A ésos les responderemos también que a los seudo profetas y a todos los que simulan la verdad hemos aprendido a conocerlos por sus obras (cf. Mt 7,16). Son desenmascarados por las obras; ¿cómo podrán decir que sostienen la verdad?

35.2. Ciertamente, o no existe el mal, ni tampoco merece reproches aquél que acusan como contrario a Dios, ni ha sido creador de mal alguno -de esta manera se quita con el [fruto] malo, también el árbol-; o bien, si existe realmente lo malo, nos dirán qué piensan de los mandamientos establecidos respecto a la justicia, la templanza, la paciencia, la resignación, y otras cosas parecidas, ¿son buenas o malas?

35.3. Y si es malo el mandato que prohíbe realizar la mayor parte de las acciones deshonestas, quiere decir que el mal legisla contra sí mismo, para su propia destrucción; lo cual es imposible. Si, por el contrario, (es) bueno, entonces enfrentándose a los mandamientos buenos, ellos deben confesar que se oponen al bien y obran el mal.

Prosigue la refutación

36.1. A partir de esto también el Salvador mismo, a quien únicamente pretenden obedecer, nos ha prohibido odiar e insultar (o: injuriar) [cf. Mt 5,44; Lc 6,27-28], y dice: “Mientras caminas con tu enemigo, procura reconciliarte con él y hacerte amigo” (Lc 12,58; cf. Mt 5,25. 44).

36.2. Por eso, o se rechaza la exhortación de Cristo, enfrentándose al enemigo, o bien se hacen sus amigos y no se defienden de él.

36.3. ¿Pero qué? ¿No saben, nobles señores -hablaré como si los tuviera delante- que quien combate los preceptos que son buenos se opone a su propia salvación? Porque no destruyen lo útilmente prescrito, sino a ustedes mismos.

36.4. El Señor también dijo: “Brillen sus buenas obras” (Mt 5,16); en cambio, ustedes sacan a la luz sus costumbre disolutas.

36.5. Además, si quieren anular los mandamientos del legislador, por qué precisamente intentan anular por la intemperancia de ustedes lo de: “No cometerás adulterio” (Ex 20,13) o “no corromperás a los jóvenes” (Seudo Bernabé, Epístola, 19,4), y todos los que se refieren a la templanza; ¿por qué no destruyen el invierno, por Él generado, para producir (lit.: hacer) el verano en medio del invierno? ¿Y por qué no hacen navegable la tierra y caminable el mar, como afirman los historiadores que lo intentó el bárbaro Jerjes? (cf. 2 M 5,21; Herodoto, Historias, VII,54).

Errores en la interpretación bíblica de los gnósticos

37.1. ¿Por qué no rechazan todos los mandamientos? Porque si (Él) ha dicho: “Crezcan y multiplíquense” (Gn 1,28; 9,1), ustedes que lo rechazan, no deberían ni siquiera practicar la unión carnal; y si (Él) dijo: “Les lo he dado todo para alimento y que lo gocen” (Gn 1,28; 9,1), ustedes no deberían disfrutar de nada.

37.2. Pero si también dijo: “Ojo por ojo” (Ex 21,24), ustedes no deberían devolver ataque por ataque; también ordenó al ladrón restituir el cuádruplo (cf. Ex 21,24), en cambio ustedes incluso deberíais hacer un regalo al ladrón (cf. Ex 22,1).

37.3. De igual manera, si ustedes se oponen al mandato: “Amarás al Señor” (Dt 6,5), tampoco deberían amar al Dios del universo; y de nuevo, cuando dijo: “No harán imagen esculpida o fundida” (Dt 27,15), ustedes, para ser consecuentes, (deberían) incluso adorar las imágenes esculpidas.

37.4. ¿Cómo no va a ser impía la actitud de ustedes si, como dicen, se enfrentan al demiurgo, compitiendo con acciones semejantes a las de las prostitutas y los adúlteros?

37.5. ¿No se dan cuenta que hacen más fuerte a quien consideran más débil, si es verdad que hacen lo que él quiere, y no lo que el Dios bueno quiso? Al contrario, por su parte, demuestran inferior a su padre, como lo llaman.

Los gnósticos añaden frases propias a la Escritura divinamente inspirada

38.1. Éstos, por lo demás, eligen de algunas perícopas proféticas frases que recogen y recomponen (o: remiendan) malamente, tomado según a la letra lo dicho en forma alegórica.

38.2. Así dicen que está escrito: “Resistieron a Dios y se salvaron” (Ml 3,15). Pero algunos añaden también: “Al Dios impudente”, e interpretan esta sentencia como un mandato sancionado; y piensan que resistir al demiurgo es su propia salvación.

38.3. En realidad no está escrito “al Dios impudente”; pero, aunque así fuera, oh insensatos, denominen “impudente” al que se llama diablo, como calumniador del hombre, o acusador de los pecadores, o apóstata.

38.4. Ciertamente el pueblo, al que se refiere la perícopa, al ser educado lo soportaba mal y lamentándose murmuraba la mencionada frase, porque los otros pueblos obrando inicuamente no eran castigados; sólo ellos eran castigados por cada una de sus acciones, como también Jeremías había dicho: “¿Por qué prospera el camino de los impíos?” (Jr 12,1). Lo mismo ocurre con la expresión de Malaquías citada anteriormente: “Resistieron a Dios y se salvaron” (Ml 3,15).

38.5. Porque los profetas, divinamente inspirados, no sólo dicen lo que oyen de parte de Dios, sino que también ellos mismos aparecen transmitiendo una réplica a lo que el pueblo murmura, como cuestiones propuestas por los hombres; una de éstas es también la referida.

Los gnósticos tuercen el sentido de los textos bíblicos

39.1. Y quizás, refiriéndose a ellos, escribe el Apóstol en la “Carta a los Romanos”: «¿Y no como somos calumniados, y como dicen algunos que nosotros decimos: “Hagamos males para que vengan bienes”? La condenación de esos tales es justa» (Rm 3,8).

39.2. Ellos son los que con la entonación de la voz de la lectura tuercen las Escrituras a su gusto, y con un cambio de acentuación y puntuación tuercen, conforme a sus lujurias, aquellos sabios y útiles mensajes.

39.3. Dice Malaquías: «Ustedes irritan a Dios con sus palabras; y dicen: “¿En qué lo irritamos?”. Cuando dicen: “Todo el que hace el mal es bueno ante el Señor, y Él se complace en ésos”; y “¿Dónde está el Dios de la justicia?”» (Ml 2,17).

Capítulo V: Nuevos argumentos contra los gnósticos

   ¿Es lícito cualquier género de vida?

40.1. Para no examinar con un cuidado muy minucioso el tema haciendo mención de muchas herejías absurdas, y para no estar obligados a sufrir la vergüenza de hablar de cada una de ellas, prolongando demasiado nuestras notas, dividamos todas las herejías en dos grupos para refutarlas.

40.2. Porque, o enseñan a vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), o bien, tendiendo al exceso, proclaman una continencia (que es efecto) de la impiedad y de la malignidad.

40.3. Primero hay que discutir la primera parte. Si se puede elegir cualquier (tipo de) vida, evidentemente también el de la continencia; y si cualquier clase de vida no encierra peligro para quien lo elige, en verdad con mayor razón no encerrará peligro la que es conforme a la virtud y la templanza.

40.4. Porque si se permitió al Señor no estar obligado a guardar el sábado (cf. Mt 12,8; Mc 2,28; Lc 6,5), en el caso en que hubiera vivido licenciosamente, mucho más quien se ha comportado honestamente no estará sujeto a guardarlo.

40.5. “Porque todas las cosas son lícitas, pero no todas convienen” (1 Co 6,12; cf. 10,23), dice el Apóstol. Y si todo es lícito, evidentemente también ser temperante.

El ser humano no es esclavo de la necesidad

41.1. De la misma manera que es digno de alabanza el que con libertad adopta una conducta virtuosa, así también mucho más digno de venerar y adorar es Aquél que nos ha dado la libertad plena y soberana, y nos ha concedido el vivir como queramos. Él no ha permitido que nuestras elecciones y fugas fueran esclavas de la necesidad.

41.2. Y aunque una y otros están sin temor, tanto el que ha elegido la intemperancia como el que ha preferido la continencia, sin embargo el valor (o: la dignidad) no es el mismo. Porque quien va a la deriva de los placeres es complaciente con el cuerpo; pero el temperante libera de las pasiones al alma, que es la señora del cuerpo.

41.3. Y si dicen que nosotros “estamos llamados a ser libres”, sólo procuremos no “ofrecer la libertad como incentivo a la carne” (Ga 5,13), según el Apóstol.

41.4. Pero si hay que tolerar la concupiscencia y considerar vida indiferente lo (que es) infame, como ellos dicen, entonces o es necesario obedecer totalmente a las concupiscencias y, según eso, hacer todo lo más impúdico e impío, siguiendo a lo que estas persuaden;

41.5. o bien deberemos evitar algunas de las concupiscencias y no vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), ni hacernos esclavos sin medida de nuestros miembros más despreciables, vientre y partes pudendas, que adulan mediante la concupiscencia a nuestro cadáver (= nuestro cuerpo).

41.6. Pero la concupiscencia se alimenta y se reaviva cuando se la satisface; como, al contrario, contenida, se consume.

Debemos seguir al Verbo

42.1. ¿Cómo es posible asemejarse al Señor o tener la gnosis de Dios si nos dejamos vencer por los placeres del cuerpo? Porque de todo placer es principio la concupiscencia, y la concupiscencia es cierta molestia y solicitud que apetece por necesidad alguna cosa.

42.2. Por tanto, quienes han emprendido ese género de vida no me parece que les pueda tocar sino: “Además de la vergüenza, sufrir dolores” (Hesíodo, Los trabajos y los días, 211); “atrayendo hacia ellos mismos un mal” (Homero, Odisea, XVIII,73) como se dice, para ahora y para después.

42.3. Si todo fuera lícito y si no tuviéramos ningún temor de perder la esperanza por las malas acciones, quizás ellos tendrían algún pretexto para una vida deshonrosa y miserable.

42.4. Pero ya que una vida bienaventurada nos ha sido indicada mediante los mandamientos, es necesario que todos sigamos no desatendiendo nada de lo que ha sido prescrito (o: comunicado), sin descuidar ni el más mínimo de nuestros deberes. Es necesario seguir al Verbo donde quiera conducirnos; si nos equivocamos en eso, necesariamente caeremos “en un mal eterno” (Homero, Odisea, XII,18).

42.5. Pero quien sigue la divina Escritura, por el camino de los creyentes, se asemejará en lo que pueda al Señor; por eso no se debe vivir en la indiferencia moral (lit.: indiferentemente), sino hacer lo posible por purificarse de los placeres y de las concupiscencias y ocuparse del alma; ésta debe tan sólo permanecer junto a la divinidad.

42.6. Porque el espíritu, cuando está puro y libre de toda maldad, puede recibir la fuerza de Dios, ya que se levanta en él la divina imagen. Dice [la Escritura]: “Todo el que tiene esta esperanza en el Señor se purifica, tal como Él es puro” (1 Jn 3,3).

Conresucitados con Cristo

43.1. Pero adquirir gnosis de Dios por parte de quienes aún son guiados por las pasiones es imposible; y los que no se han procurado alguna gnosis de Dios no podrán en absoluto alcanzar ninguna esperanza. Quien equivoca ese fin es claramente acusado de su ignorancia de Dios; y el ignorar a Dios viene provocado por la manera de vivir.

43.2. Porque es totalmente imposible ser sabio y, por otra parte, no avergonzarse de adular al cuerpo, ni es compatible pensar que el placer es un bien, o que sólo el placer es bello, y a la vez que sólo el Señor es bello y sólo es bueno y sólo es amable Dios.

43.3. “Fueron circuncidados en Cristo con una circuncisión no hecha por mano de hombre, por el despojamiento del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo” (Col 2,11).

43.4. “Por tanto, si fueron conresucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba” (Col 3,1); “piensen en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque están muertos y la vida de ustedes ha sido escondida con Cristo en Dios” (Col 3,2-3), pero no la prostitución que (aquellos) practican.

43.5. “Den muerte a los miembros que tienen sobre la tierra, la fornicación, la impureza, la pasión, la concupiscencia, por las que viene la ira (Col 3,5-6). Depongan también ellos “la cólera, la ira, la maldad, maledicencia, la conversación obscena de la boca de ustedes. Despójense del hombre viejo con sus concupiscencias, y revístanse del nuevo que es renovado para alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador” (Col 3,8-10).

La coherencia entre las palabras y las obras

44.1. El modo de comportarse claramente pone a prueba a quienes han conocido los mandamientos, ya que cual es la palabra, tal es la vida; al árbol se le conoce por los frutos (cf. Mt 7,16; 12,33; Lc 6,44), no por las flores ni por los pétalos (u: hojas).

44.2. Así la gnosis (es reconocida) por el fruto y el modo de vivir, no por la palabra y la flor.

44.3. Porque no decimos que la gnosis es una palabra vacía, sino una ciencia divina y aquella luz que nace (o: se enciende) en el alma por la obediencia a los mandamientos, haciendo muy claro todo lo que existe por generación, disponiendo al hombre para conocerse a sí mismo, y le enseña a colocarse en condición de alcanzar a Dios. Porque lo que es el ojo en el cuerpo, eso mismo es la gnosis en el espíritu.

44.4. Y no digan que es libertad la esclavitud del placer; (sería) como (decir) que la hiel es dulce. Nosotros hemos aprendido que la libertad es aquella por la que nos ha hecho libres sólo el Señor, desatándonos de los placeres, de la concupiscencia y de las otras pasiones.

44.5. «El que dice: “He conocido al Señor”, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él» (1 Jn 2,4), dice Juan.