OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (151)

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Creación
Hacia 1260
Biblia
Bourges, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO III

Capítulo III: Los marcionitas

   Un creador justo, pero no bueno

12.1. Por otra parte, el mismo Platón y los pitagóricos, como también después los discípulos de Marción, han mantenido que la generación (o: procreación) es mala -estaban por consiguiente lejos de favorecer que las mujeres fueran compartidas-; pero los marcionitas (sostienen) que la naturaleza es mala, porque proviene de una materia mala y de un demiurgo justo.

12.2. Por esa razón, no queriendo poblar el mundo creado por el demiurgo (cf. Gn 1,28), desean abstenerse del matrimonio; se oponen a su Creador, y se apresuran hacia el Dios bueno que les ha llamado, pero no hacia el Dios que, dicen, tiene otro carácter; por lo cual no quieren dejar aquí nada que les pertenezca, viviendo la continencia, no por un deliberado propósito, sino por odio contra el Creador, no queriendo utilizar sus criaturas.

12.3. Pero además, saliendo de los pensamientos conforme a la naturaleza por esta impía lucha contra Dios, menosprecian la longanimidad y bondad de Dios (cf. Rm 2,4) y no quieren contraer matrimonio, pero usan los alimentos creados, y respiran el aire del Creador; son obra suya y permanecen entre sus criaturas (lit.: en las cosas de él) y son evangelizados en una gnosis nueva (o: extraña, insólita), según dicen; por ello deberían estar agradecidos al Señor del universo, aunque sólo fuera por haber sido evangelizados.

A los filósofos pertenecen las teorías erróneas de los marcionitas

13.1. Pero discutiremos con minuciosidad con ellos cuando tratemos el discurso sobre “Los principios”. Los filósofos que hemos mencionado, de quienes los marcionitas han aprendido impíamente que la generación es mala y se jactan como de una doctrina propia, (esos filósofos) no pretenden que (la generación) sea mala por naturaleza, sino por el alma, que ha visto claramente la verdad.

13.2. Porque ellos hacen descender el alma, que es divina, hacia abajo, al mundo, como a un lugar de suplicio, y, según ellos, el alma introducida en los cuerpos debe purificarse.

13.3. Y esta teoría no es de los marcionitas, sino de quienes afirman que las almas fueron introducidas en los cuerpos, encerradas y trasvasadas; contra éstos habrá que hablar en otra ocasión, cuando tratemos sobre “El alma”.

Lo que dicen diversos escritores sobre la procreación

14.1. Ciertamente Heráclito maltrata la generación (o: procreación), cuando dice: “Nacidos, desean vivir y encontrar la muerte (o: tener hados de muerte), como el mejor reposo; y dejan hijos destinados a la muerte” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 20).

14.2. Evidentemente concuerda con él también Empédocles, diciendo: “Llantos y gemidos, al ver un paraje insólito” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 118), y también: “De los vivos (hacía) muertos, cambiando de aspecto” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 125). Y de nuevo: “¡Oh grandes dioses, oh pobre estirpe de los mortales, oh infelices! ¡De cuáles contiendas y gemidos han nacido” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 124).

14.3. Y la Sibila dice: “Hombres mortales y carnales, que son nada” (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,1). Al igual que el poeta, que escribía: “La tierra no produce nada más débil que el hombre” (Homero, Odisea, XVIII,130).

Pesimismo frente a la vida

15.1. Sin duda, también Teognis señala que la generación es un mal cuando dice: “De todas las cosas para los que viven sobre la tierra la mejor es no haber nacido, no ver los rayos del penetrante sol; pero una vez nacidos, atravesar en seguida las puertas del Hades” (Teognis, Elegías, 425-427).

15.2. De acuerdo con estos (versos), también escribe el poeta trágico Eurípides: “Nosotros deberíamos, reunidos, llorar por el que nace, por tantos males a los que viene; y, al contrario, deberíamos congratularnos al acompañar fuera de casa, al muerto, que ha dejado de sufrir” (Eurípides, Fragmentos, 449).

15.3. En otras ocasiones dice de forma parecida: “¿Pero quien sabe si el vivir es morir y el morir vivir?” (Eurípides, Fragmentos, 638).

El cuerpo como sepulcro del alma

16.1. De manera análoga también Heródoto parece hacer decir a Solón: “¡Oh Creso! Todo hombre es un infortunio (o: una desgracia)” (Heródoto, Historias, I,31). Y su fábula (o: mito) sobre Cleobis y Bitón (cf. Heródoto, Historias, I,32) claramente no significa para él otra cosa sino condenar la vida y aprobar (o: alabar) la muerte.

16.2. “Como la generación de las hojas así es también la de los hombres”, dice Homero (Ilíada, VI,146) .

16.3. Platón en el “Cratilo” atribuye a Orfeo la doctrina del castigo del alma en el cuerpo. He aquí sus palabras: “Y algunos dicen que (el cuerpo) es tumba del alma; como que en el ahora presente está sepultada (en él).

16.4. Y por eso mediante (el cuerpo) el alma significa todo lo que significa, y en ese sentido (el cuerpo) es justamente llamado tumba. Sin embargo, parece que los órficos habían usado este nombre más que ningún otro, porque (el alma paga en el cuerpo) el castigo por aquello que debe pagar” (Platón, Cratilo, 400 B-C)..

Lo que dice Platón

17.1. Vale la pena también recordar la frase de Filolao. Por que así dice el pitagórico: “Los antiguos teólogos y adivinos atestiguan que el alma está unida al cuerpo por determinados castigos y se encuentra sepultada como en una tumba” (Filolao, Fragmentos, 44 B 14).

17.2. También Píndaro, hablando sobre los misterios de Eleusis, añade: “Dichoso quien sea enterrado habiendo visto estos (misterios): conoce en verdad el fin de la vida, pero conociendo el mandato dado por Zeus” (Píndaro, Fragmentos, 137).

17.3. Por eso Platón, en el “Fedón”, no duda en escribir lo siguiente: “Y quienes han establecido las iniciaciones (mistéricas), ninguna otra cosa [dicen]”, hasta “habitará con los dioses” (Platón, Fedón, 69 C).

17.4. Y cuando dice: “Mientras tengamos el cuerpo y nuestra alma esté mezclada con tan grande mal, jamás podremos poseer adecuadamente el objeto de nuestro deseo” (Platón, Fedón, 66 B), ¿no se refiere a la generación como causa de los peores males?

17.5. También en el “Fedón” atestigua: “Porque cuantos se arriesgan a alcanzar verdaderamente la filosofía no hacen otra cosa que practicar la muerte y morir, pero sin que otros lo adviertan” (Platón, Fedón, 64 A).

El desprecio del cuerpo

18.1. Y de nuevo: “Ciertamente también aquí el alma del filósofo desprecia al máximo el cuerpo, huye de él y busca estar aislada en sí misma” (Platón, Fedón, 65 C-D).

18.2. Y piensa si no concuerda con el divino Apóstol, que dice: “Yo soy un hombre miserable; ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rm 7,24). A no ser que llame figuradamente “cuerpo de muerte” al conjunto unánime de los que se dejan arrastrar al mal.

18.3. También la unión carnal siendo principio de generación es rechazada, incluso antes de Marción, por Platón, lo que se manifiesta en (el libro) primero de “La República”.

18.4. Porque alabando la vejez, añade: “Sepan bien que para mí, en la medida que disminuyen los otros placeres, los del cuerpo, otro tanto crecen el deseo y el placer de la cultura” (Platón, La República, I,328 D). Y mencionando la experiencia amorosa: “¡Silencio (o: piensa bien), hombre! He escapado, contento, como si hubiera escapado de un déspota cruel y salvaje (o: rabioso)” (Platón, La República, I,329 C).

Platón no dice que la materia sea mala

19.1. De nuevo, denigrando en el “Fedón” la generación, escribe: “El discurso que se dice en lo secreto es que los hombres nos hallamos como en una prisión” (Platón, Fedón, 62 B).

19.2. Y más adelante: “Los que tienen reputación de ser distintos por vivir santamente, son los que saben librarse y alejarse de esos lugares terrestres como de una prisión, llegando allá arriba, a la mansión pura” (Platón, Fedón, 114 B-C).

19.3. Pero teniendo esta disposición, [Platón] percibe el buen gobierno, y dice: “No es necesario desligarse absolutamente de esta (prisión), ni tampoco huir” (Platón, Fedón, 62 B).

19.4. En resumen, no da ocasión a Marción de considerar mala la materia, porque él dice piadosamente sobre el mundo lo siguiente:

19.5. “Desde el punto de vista del hacedor, (el mundo) todo lo tiene bueno; pero es de la condición precedente de la que trae cuanto de malo e injusto hay en el cielo y lo reproduce en los vivientes” (Platón, El Político, 273 B).

Las exigencias de la vida humana

20.1. Y añade más claramente todavía: “Pero la causa de todo esto para (el mundo) es la corporeidad de su conformación (o: constitución), congénita a la primitiva naturaleza, porque participaba de un gran desorden, antes de unirse al mundo actual” (Platón, El Político, 273 C).

20.2. Pero no menos deplora el género humano en “Las Leyes”, diciendo: “Los dioses, compadecidos de la estirpe humana, nacida para sufrir, establecieron como tregua de sus fatigas la alternancia de las fiestas?” (Platón, Las Leyes, II,653 C-D).

20.3. En el “Epínomis” expone también las causas de la compasión y dice esto: “Como desde el principio el nacer es difícil para todo viviente, -primero, participar de la condición de feto, después nacer, y ser criado y educado-, todo eso se realiza mediante muchos trabajos, según todos decimos” (Seudo Platón, Epínomos, 973 D).

Los marcionitas tergiversan las enseñanzas de Platón

21.1. ¿Qué más? ¿No llama también Heráclito muerte al nacimiento, alegando a Pitágoras y a Sócrates en el “Gorgias”, cuando dice: “Muerte es todo lo que vemos despiertos, lo mismo que es sueño (lo que vemos) cuando dormimos” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 21).

21.2. Pero basta de esto. Cuando tratemos sobre “Los principios” entonces examinaremos también estas contradicciones que los filósofos traducen en hipótesis (lit.: dicen con palabras ocultas) y los marcionitas en dogmas. Pienso, en todo caso, que ya hemos demostrado claramente que Marción ha tomado de Platón, ingrata e ignorantemente, los temas de esos extraños dogmas.

Lo que afirman los poetas

22.1. Prosigamos con el discurso sobre la continencia. Decíamos que los griegos muchas veces hablaron contra la generación de los hijos, por temor a las molestias; los discípulos de Marción aceptaron impíamente estos (puntos de vista), ingratos para con el Creador.

22.2. Así, la tragedia dice: “Es preferible para los hombres no nacer que nacer. Por tanto doy a luz hijos con dolores amargos de parto. Trae el parto, si son necios me lamento inútilmente al verlos malos, y porque no son buenos, aunque los tenga sanos, consumo mi pobre corazón de temor. ¿Qué ventaja hay en todo esto? ¿No es suficiente penar por un alma sola como para añadir otras penas?” (Eurípides, Fragmentos, 908).

22.3. Y también, de igual manera: “Ahora mismo yo pienso que como antaño: los hombres no deberíamos jamás engendrar hijos, al considerar a cuántos sufrimientos los engendramos” (Anónimo, Fragmentos, 111).

22.4. En este otro texto también relaciona con claridad la causa de esos males con sus principios, diciendo así: “Oh tú, nacido para ser infeliz y vivir desgraciadamente, naciste hombre, y la desgracia de la vida la recibiste de allí, de donde comenzó a nutrir a todos este éter (o: cielo), que distribuye a todos los mortales la respiración. Mortal, no ignores ahora las cosas mortales” (Anónimo, Fragmentos, 112).

Textos de Eurípides

23.1. Y también reproduce un pensamiento parecido lo siguiente: “Ningún mortal es dichoso, ni feliz: porque nadie ha nacido sin dolor” (Eurípides, Ifigenia en Áulide, 161-163).

23.2. Y también de nuevo: “¡Ay! ¡Ay! Cuántas las desdichas de los dolores humanos; tantas formas, que nadie puede señalar su fin” (Eurípides, Fragmentos, 211).

23.3. Y de manera parecida: “Pero entre los mortales no es posible ser feliz hasta el fin” (Eurípides, Las suplicantes, 269-270).

Costumbres de los pitagóricos

24.1. Por esto también se dice que los pitagóricos se abstenían de los placeres carnales. Por el contrario, a mí me parece que se casan para procrear, pero queriendo dominar el placer carnal después de la procreación.

24.2. De ahí la misteriosa prohibición de nutrirse con habas, no porque esa legumbre produzca ventosidad o sea indigesta o cause el desorden de los sueños, ni tampoco porque el haba se asemeje a una cabeza humana, según aquel versículo: “Es igual devorar habas que cabezas de genitores” (Plutarco, Moralia, 635 E), sino fundamentalmente porque las habas hacen estériles a las mujeres al comerlas.

24.3. De hecho, Teofrasto refiere, en el libro quinto sobre las “Causas de las Plantas”, señala que las vainas de las habas, puestas junto a las raíces de los árboles jóvenes, secan la planta; y las gallinas domésticas, si las comen con frecuencia, se vuelven estériles.