OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (148)

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La huida a Egipto
Hacia 1330-1340
Salterio - Liturgia de las Horas
Avignon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO II

Capítulo XXIII: Fines y leyes del matrimonio

   ¿Es necesario casarse?

137.1. Puesto que el matrimonio parece que cae bajo el placer y la concupiscencia, también se debe discutir separadamente sobre él. El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, en un principio conforme a la Ley, para la procreación de hijos legítimos.

137.2. Por eso el cómico Menandro dice: “Para la generación de hijos legítimos, te doy mi propia hija” (Menandro, Fragmentos, 682).

137.3. Pero nosotros investigamos si hay que casarse, lo que es parte de las cosas que son nominadas por la determinación a un fin. ¿Quién debe casarse y en qué condición, con quién y en qué disposición? ¿Qué mujer puede casarse y en qué condiciones? Porque no todos deben casarse, ni en todo tiempo, sino en el tiempo conveniente, y hay una persona que conviene y una edad límite hasta la cual (conviene).

137.4. Tampoco cualquiera debe casarse con cualquier (mujer) ni en todo tiempo, pero tampoco de cualquier modo y a ciegas (lit.: con abandono); por el contrario, (debe casarse) quien posee determinadas condiciones, con la mujer que debe y cuando debe; y para tener hijos; y que la mujer le corresponda en todo y que no ame a la fuerza o por necesidad al hombre que la quiere.

Opiniones de Platón y otras escuelas filosóficas

138.1. Por todo eso Abrahán dice sobre su mujer, pretextando que es su hermana: “Es hermana mía de padre, pero no de madre, y la tomé también como esposa” (Gn 20,12); de esta forma enseña que no se debe esposar a las hermanas de madre.

138.2. Pero recorramos brevemente la historia. Platón pone el matrimonio entre los bienes externos, organizando la inmortalidad de nuestra raza como si (fuera) una continuidad, al igual que una antorcha que se transmite de hijos a hijos (cf. Platón, Las Leyes, IV,721 C, VI,775 E; 776 B; El Banquete, 207 D, 208 B).

138.3. Por el contrario, Demócrito rechaza el matrimonio y la procreación en virtud de las innumerables molestias y distracciones de (las tareas) más necesarias.

138.4. Se alinean con él Epicuro y cuantos ponen el bien en el placer y en la tranquilidad (aochlesía), pero también en la ausencia de pena (alypía).

138.5. Para los estoicos el matrimonio y la crianza de niños es indiferente; por el contrario, son un bien para los peripatéticos.

138.6. En resumen, aquellos expresaron sus teorías por hablar, esclavos de los placeres, unos frecuentaron a las concubinas, los otros a las cortesanas, y los más a las jovencitas. Y aquel famoso sabio cuarteto, en el jardín, juntamente con la cortesana, rendía honor al placer con actos.

Opiniones en favor del matrimonio

139.1. No escaparán a la maldición de Búciges cuantos piensan que algunas cosas no son útiles para ellos, invitando a que otros las realicen, o viceversa.

139.2. Esto sí lo ha manifestado brevemente la Escritura, diciendo: “Lo que odias, no lo hagas a otro” (Tb 4,15; cf. Hch 15,29).

139.3. Quienes aprueban el matrimonio dicen: “La naturaleza nos ha hecho aptos para el matrimonio” (Aristóteles, Política, VII,16, 1334b 29 ss.), como lo muestra la conformación de los cuerpos, masculinos y femeninos; y proclaman continuamente: Crezcan y multiplíquense” (Gn 1,28).

139.4. Pero si esto es así, sin embargo mantienen lo vergonzoso que es que el hombre, creado por Dios, sea más intemperante que los animales irracionales, los cuales no hacen el apareamiento entre muchos y sin moderación, sino con uno solo y de la misma especie, como las ovejas de Pelíades, las palomas, la especie las tórtolas, y otras semejantes.

139.5. Además, dicen que el que no tiene hijos carece de la perfección según la naturaleza, puesto que no ha previsto establecer en su lugar a su propio sucesor. Porque es perfecto el que ha originado de sí a un semejante, pero incluso mejor cuando puede ver que también ese ha hecho lo mismo, o sea, cuando ha establecido al engendrado en la misma condición natural que el que lo engendró.

Ventajas del matrimonio

140.1. Por tanto, es necesario en cualquier caso casarse, a causa de la patria, de la sucesión de los hijos, y del perfeccionamiento del mundo en cuanto depende de nosotros; también los poetas deploran un matrimonio “incompleto” (Homero, Ilíada, II,701), sin hijos, mientras llaman dichoso al “que florece por todas partes” (Homero, Ilíada, XXII,496).

140.2. Principalmente, las enfermedades físicas muestran la necesidad del matrimonio; porque el cuidado de la esposa y la permanente atención parecen superar el espíritu de perseverancia de los otros familiares y amigos, en la medida en que ella se empeña en distinguirse por su compasión y estar cerca (o: asiduidad), más que otros, verdaderamente es “la ayuda” (Gn 2,18) necesaria, según la Escritura.

El matrimonio es importante en la vida de los seres humanos

141.1. Según esto, el cómico Menandro, atacando el matrimonio, contrapone por otra parte las ventajas, respondiendo a quien dice: “Estoy mal dispuesto para la tarea. - Porque la afrontas equivocadamente”. Y añade: “Ves en ello lo desagradable y lo molesto; pero no miras las ventajas” (Menandro, Fragmentos, 276), y lo que sigue.

141.2. El matrimonio es una ayuda también para los de edad avanzada, poniéndoles al lado a una esposa atenta y que cría a sus hijos, quienes cuidan de los ancianos (o: padres).

141.3. “Los hijos son motivo de gloria para un hombre muerto: al igual que los corchos mantienen la red y salvan el hilo de lino de las aguas profundas” (Esquilo, Choephoroe, 505-507), según [dice] Sófocles el trágico (se trata de una error de Clemente ya que la frase es de Esquilo).

141.4. Y los legisladores no permiten a los no casados aspirar a los cargos más altos. Por ejemplo, el legislador de los espartanos imponía una pena (o: castigo) no sólo al que no se casaba, sino también al mal casado y al que se casaba tarde y al que vivía solo.

141.5. El noble Platón también prescribe que quien no está casado pague al estado el alimento (propio) de una mujer y remita a los jefes (de la ciudad) los gastos correspondientes. Porque al no casarse, no procrean hijos, y ocasionan, por lo que a ellos se refiere, una disminución de varones y arruinarán las ciudades y el mundo (que está constituido) por ellas.

El matrimonio y los hijos

142.1. Eso es impío, destruyendo la generación, (obra) de Dios. Y es una cobardía y debilidad huir de la convivencia con una mujer y con niños.

142.2. Porque cuando la pérdida es un mal, generalmente la adquisición de ello (= lo perdido) es enteramente un bien. Esto es así también en las otras cosas. Pero la pérdida de los hijos, dicen, es ciertamente uno de los mayores males. Por tanto, tener hijos es un bien; por eso también (lo es) el matrimonio.

142.3. “Pero sin padre, dice, nunca habrá un hijo; y sin madre tampoco (existe) la concepción de un hijo” (Cita anónima. El primer verso es de Eurípides, Orestes, 554; cf. Menandro, Fragmentos, 939; 1085).

Dignidad del matrimonio

143.1. El matrimonio hace al padre, como un marido a la madre. Y Homero hace la mayor oración (cuando pide) “un marido y una casa”; pero no de cualquier manera, sino “con buena concordia” (Homero, Odisea, VI,181 s.). Porque el matrimonio de los otros es un acuerdo con miras al placer; pero el de los filósofos (= cristianos) conduce a la concordia según el Verbo; por eso ordena a las mujeres no adornar la figura, sino las costumbres (cf. 1 Tm 2,9-12; 1 P 3,3 s.); y manda a los maridos no tratar a las esposas como amantes, proponiéndose como finalidad el abuso de los cuerpos, sino conservar el matrimonio como una ayuda para toda la vida y como el mejor ejercicio de la templanza.

143.2. Porque más precioso, creo yo, que las semillas de trigo y de cebada plantadas en tiempo oportuno, es el semen del hombre, por el que todos (los seres) germinan; e incluso esas semillas son esparcidas por los agricultores con cautela.

143.3. Así, por tanto, hay que mantener puro al matrimonio de cualquier costumbre sucia (o: vil) y perversa, para que no se nos reproche que el apareamiento de los animales irracionales está más en consonancia con la naturaleza que el connubio humano, según la definición generalmente aceptada.

No sucumbir ante las pasiones

144.1. Sucede en realidad que algunos animales, después de la unión en el momento determinado, se separan de repente, dejando a la providencia la obra de la creación.

144.2. Los trágicos nos describen a Políxena cuando es degollada, pero aún “muriendo, tenía mucha prisa por caer con decencia, ocultando lo que debe ocultarse a las miradas masculinas” (Eurípides, Hecuba, 568-570). Porque el matrimonio fue para ella una desgracia.

144.3. Sucumbir y ceder ante las pasiones es esclavitud extrema, como sin duda dominarlas es la única libertad.

144.4. Así la divina Escritura dice que los que han dejado de lado los mandamientos se han vendido a los extranjeros (cf. Ba 4,6; Is 50,1; Jc 2,11 y 14), esto es a los pecados contrarios a la naturaleza, hasta que arrepentidos se convierten.

La Escritura aconseja el matrimonio

145.1. Debemos, por tanto, custodiar puro el matrimonio como una imagen sagrada, protegiéndolo de lo puede mancharlo; despertándonos del sueño con el Señor e ir a dormir con acciones de gracias y oraciones, “sea al acostarte, sea cuando la sagrada luz del día vuelva” (Hesíodo, Opera et dies, 339), deberíamos ser testigos del Señor durante toda nuestra vida, poseyendo la piedad en el alma y prolongando la templanza hasta el cuerpo.

145.2. Porque es realmente agradable a Dios que llevemos de la mano la honestidad de la lengua a las obras, pero el camino para la desvergüenza es la conversación obscena, y el término de ambas, la acción obscena.

145.3. La Escritura aconseja casarse y no consiente separar jamás la unión conyugal, legislándolo directamente: “No repudiarás a la esposa excepto por motivo de fornicación” (Mt 5,32); y considera adulterio casarse viviendo uno de los dos separado.

La fidelidad conyugal

146.1. Lo que muestra que una mujer está exenta de toda sospecha (es) el hecho de que no se adorne ni se arregle (o: embellezca) más de lo conveniente, y que se dedique con diligencia a la plegaria y a las oraciones (cf. 1 Tm 5,5), cuidando no salir muchas veces de su casa, evitando en lo posible ser vista por extraños, considerando más ventajoso que las charlatanerías inoportunas el cuidado de la casa.

146.2. Dice [la Escritura]: “Quien toma a una mujer repudiada comete adulterio” (Mt 19,9: la cita no es textual), porque “si uno repudia a su mujer comete adulterio respecto a ella” (Lc 16,18: la cita no es textual), es decir, la obliga a cometer adulterio.

146.3. Pero no sólo el que repudia se hace responsable de esta culpa, sino también el que la recibe, ofreciendo a la mujer ocasión de pecar; porque si no la recibe, volverá al marido.

La Sagrada Escritura rechaza el adulterio

147.1. ¿Qué (dice) la Ley? Para reprimir la inclinación a las pasiones, manda ejecutar (lit.: hacer desparecer) a la mujer adúltera, culpable de ese (delito); si es (mujer) de un sacerdote, manda condenarla a la hoguera. El adúltero también es lapidado, pero no en el mismo lugar, para que ni la muerte le sea común (cf. Lv 20,10; 21,9; Dt 22,22. 24).

147.2. Porque la Ley no está en desacuerdo (lit.: combate) con el Evangelio, sino que concuerda con él. ¿Y cómo no va a estarlo siendo el único Señor autor (lit.: choregos: jefe de coro) de ambos? Porque la que se prostituye, vive en el pecado, pero está muerta por los mandamientos, mientras que la que está arrepentida, como regenerada por la conversión de su conducta, renace a la vida; está muerta la vieja prostituta, y ha vuelto a la vida la que ha nacido mediante el arrepentimiento.

147.3. Da testimonio de lo dicho el Espíritu, diciendo por Ezequiel: “No deseo la muerte del pecador, sino que se convierta” (Ez 33,11).

147.4. En efecto, [los adúlteros] son lapidados como muertos a la ley, a la que no obedecen, por la dureza de su corazón; a la mujer del sacerdote se le aumenta el castigo porque “a quien se le ha dado mucho, más se le pedirá” (Lc 12,48).

147.5. Terminemos también aquí nuestro segundo Stromata, en razón de la longitud y el número de los capítulos.