OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (146)

Noel01.jpg
Natividad del Señor
Hacia 845-850
Sacramentario de Marmoutier
Autun, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO II

Capítulo XXI: Diversos pareceres de los filósofos sobre el fin y la suprema felicidad del ser humano

   Epicuro y los cirenaicos

127.1. Epicuro ponía la felicidad en no tener hambre, ni sed, ni frío, pronunciando la frase: semejante a dios, diciendo impíamente que en esto rivalizaría con Zeus padre, como si estableciese la feliz victoria de los cerdos que comen excrementos, y no la (de hombres) razonables y filósofos. Entre los que ponen como principio el placer... [están] los cirenaicos y Epicuro.

127.2. Aquellos dicen en términos precisos que el fin [del hombre] es vivir placenteramente y el único bien perfecto es el placer. Epicuro dice también que el placer es la supresión del dolor, y afirma que se debe elegir en primer lugar lo que atrae de sí hacia sí, y sin ninguna duda (esto) se muestra en un movimiento.

127.3. Deinómaco y Califón dijeron que el fin consiste en hacer todo lo que hay en nosotros para alcanzar y gozar del placer; para Jerónimo el peripatético el fin consiste en vivir sin trastorno, y el único bien perfecto como fin es la felicidad. Diodoro, proveniente de la misma escuela, declara que el fin (consiste) en vivir sin trastorno y bien.

Los aristotélicos

128.1. Epicuro, por tanto, y los cirenaicos dicen que el primer impulso es el placer; porque afirman que, introducida por causa del placer, la virtud engendró (o: trajo) el placer.

128.2. Pero, según los discípulos de Califón, la virtud se introdujo ciertamente por causa del placer; sin embargo, más tarde al examinar su propia belleza (o: la belleza que la rodeaba; o: aureolaba), se presentó a sí misma en igual valor respecto a su principio, es decir, al placer.

128.3. Los aristotélicos enseñan que el fin consiste en vivir conforme a la virtud, pero ni la felicidad ni el fin los consiguen todos los que poseen la virtud; porque el sabio si es probado y cae en accidentes involuntarios, y por eso quiere escapar gozosamente de la vida, no es dichoso ni feliz.

128.4. Porque la virtud también necesita de un determinado tiempo; puesto que no se consigue en un solo día, aunque se trate de un hombre adulto (lit.: de perfecta constitución), por cuanto no hay un niño, como se dice, que sea feliz; y tiempo perfecto puede entenderse (toda) la vida de un hombre.

128.5. La felicidad viene constituida por tres clases de bienes. No lo es (el hombre) indigente u obscuro (o: no glorioso), ni el enfermo, ni el que es esclavo, según aquellos... (laguna en el texto; podría leerse: puede ser feliz).

Los estoicos y académicos

129.1. A su vez también el estoico Zenón piensa que el fin consiste en vivir conforme a la virtud; Cleantes considera que es vivir de acuerdo con la naturaleza; Diógenes puso el fin en razonar bien, lo cual, según él explicaba, consiste en la elección de lo que es conforme a la naturaleza.

129.2. Antípatros, discípulo de ése, sostiene que el fin consiste en elegir continua y constantemente lo que está acorde con la naturaleza, rechazando lo que es contrario a la naturaleza.

129.3. Arquedemo explicaba que el fin se obtiene (lit.: es) eligiendo los bienes más grandes e importantes según la naturaleza, no pudiendo superarla.

129.4. Además de estos, Panecio demostró (o: sostuvo) que el fin es vivir según los impulsos que nos da la naturaleza. Después de todos, para Posidonio (el fin) es vivir contemplando la verdad y el orden del universo, y a realizarlas en lo posible, sin dejarse arrastrar de manera alguna por la parte irracional del alma.

129.5. Algunos de los estoicos más recientes han establecido que el fin es vivir conforme a la constitución del hombre.

129.6. ¿Para qué catalogarte a tí, Aristón? Él dijo que el fin es la indiferencia, pero lo indiferente lo dejó simplemente indiferente.

129.7. O ¿debería sacar a la luz [la opinión] de Herilo? Pone Herilo como fin el vivir según la ciencia.

129.8. Pero los académicos más recientes, algunos ponen el fin en el dominio estable frente a las fantasías.

129.9. Ciertamente, el peripatético Licón decía que el fin está en la verdadera alegría del alma; como Leucimo la (alegría) ante las cosas bellas.

129.10. Y Critolao, peripatético también, hablaba de una perfección de vida que se desarrolla (lit.: corre) conforme a la naturaleza, designando la triple perfección constituida (o: completada) por las tres clases (de bienes).

Opiniones de los presocráticos y de otras escuelas

130.1. Por consiguiente, sin contentarnos con esos, nos esforzaremos por presentar lo mejor posible las doctrinas de los físicos al respecto.

130.2. Anaxágoras de Clazomenes, según se dice, proclamaba que el fin de la vida es la contemplación y la libertad que de ella deriva; Heráclito de Éfeso, la satisfacción (o: complacencia).

130.3. Sobre Pitágoras, Heráclides del Ponto recuerda que enseñó que la felicidad es la ciencia de la perfección de los números del alma.

130.4. Pero también los abderitas enseñan la existencia de un fin; para Demócrito ciertamente, en (el libro) “Sobre el fin”, (es) el buen ánimo (o: equilibrio espiritual), y que él llamó bienestar -y frecuentemente explica: “El placer y la tristeza son limitaciones... para quienes han alcanzado el vigor de la edad” (Demócrito, Fragmentos, 68 B 188 y 215).

130.5. Hecateo (pone el fin) en bastarse a sí mismo; Apolodoro de Cízico, en la conducción del alma; lo mismo que Nausifanes en la imperturbabilidad (o: impasibilidad), porque decía que ésta era llamada intrepidez (o: impavidez) por Demócrito.

130.6. Además de estos, Diótimo afirmó que el fin es la perfección de los bienes, que llamaba bienestar.

130.7. Por otra parte, para Antístenes (el fin era) la modestia; a su vez los llamados annicerianos, de la escuela (lit.: los sucesores) cirenaica, no pusieron ningún fin determinado de toda la vida, sino que (sostuvieron) que el fin es algo propio de cada acción particular, es el placer que nace de la misma acción.

130.8. Estos cirenaicos rechazan la definición del placer de Epicuro, es decir, la supresión de lo que produce dolor, llamándola estado cadavérico. Porque nosotros no gozamos únicamente por los placeres, sino también por las relaciones sociales y por los honores.

130.9. Pero Epicuro piensa que toda alegría del alma nace por una anterior afección de la carne.

131.1. Metrodoro, en el [libro] “Sobre la gran importancia, que para la felicidad tiene la causa que depende de nosotros más que de las causas externas”, dice: “El bien del alma ¿qué otra cosa es si no un estable equilibrio de la carne y la segura confianza respecto de él?” (Metrodoro, Fragmentos, 5).