OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (143)

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El Jucio final
Mediados del siglo XIII
Salterio - Liturgia de las Horas
Beaune, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO II

Capítulo XX: Sobre la ascesis

   La paciencia

103.1. La constancia, además de imprimir también un impulso para la semejanza con Dios, mediante la paciencia obtiene la ausencia de pasiones (apátheia); basta tan sólo tener vivo el recuerdo de los relatos sobre los amigos de Ananías, uno de los cuales fue el profeta Daniel, lleno de fe divina (cf. Dn 1,1-17).

103.2. Daniel vivía en Babilonia, como Lot en Sodoma, y Abrahán, que sería llamado poco después “amigo de Dios” (Gn 12,13; cf. Is 41,8; St 2,23), en la tierra de los caldeos.

103.3. El rey de los babilonios hizo descender a Daniel en una fosa llena de fieras; pero el rey del universo, el Señor fiel, le sacó sano y salvó (cf. Dn 6,17-23).

103.4. Esta es la paciencia que ha de adquirir el gnóstico en cuanto gnóstico; bendecirá al ser probado, como el noble Job (cf. Jb 1,21).

El verdadero gnóstico

104.1. Como Jonás, rezará si es devorado por un cetáceo, y la fe le devolverá a la vida para profetizar a los ninivitas (cf. Jon 2,3-10; 3,2-4). Y si fuera encerrado con leones, amansará a las fieras (cf. Dn 6,17 ss.); y si fuera arrojado al fuego, será cubierto de rocío, y no perecerá quemado (cf. Dn 3,19 ss.). Dará testimonio de noche, dará testimonio de día; en la palabra, en la vida, en las costumbres dará testimonio.

104.2. Cohabitando con el Señor, permanecerá “confidente” (Seudo Platón, Minos 319 A; cf. Homero, Odisea, XIX,179) y comensal suyo según el espíritu; puro en la carne, puro en el corazón (cf. Mt 5,8), santificado en la palabra (o: en el pensamiento).

104.3. “El mundo para él, dice [el Apóstol], está crucificado y él para el mundo” (Ga 6,14). El gnóstico, llevando cerca (o: llevando alrededor) la cruz del Salvador, sigue al Señor, “tras las huellas como las de un dios” (Homero, Odisea, II,406; cf. Lc 9,23; Platón, Fedro, 266 B), deviniendo santo entre los santos.

La continencia

105.1. La Ley divina, recordatorio de toda virtud, unge especialmente al hombre para la continencia; ella misma se pone como fundamento de las virtudes, y precisamente nos da una educación preliminar para la adquisición de la continencia, (comenzando) por el uso de los animales: nos prohíbe comer de todos aquellos que por naturaleza son grasos, como la especie del cerdo, muy carnosa. El uso de esos animales (o: de esas carnes), en efecto, es dejado para los que viven voluptuosamente.

105.2. Por otra parte, se dice que un filósofo (= Cleantes[?], Fragmentos, 516) afirmaba que la etimología del término hys [cerdo] es thys, como apropiado sólo para el sacrificio (thysis) y la inmolación (o: degüello); puesto que a ese animal no le es dada la vida para otra finalidad que para la exuberancia de las carnes.

105.3. De manera parecida, para limitar nuestros deseos, [la Ley] prohibió comer los peces que no tienen aletas ni escamas (cf. Lv 11,9-12; Dt 14,9-10), porque estos tienen carne y grasa más abundante que los otros peces.

Necesidad de imponerse ciertas privaciones

106.1. Me parece que de ahí deriva la prohibición de tocar en las ceremonias de iniciación no sólo a ciertos animales, sino que también hay partes de los (animales) sacrificados que reservaron (o: separaron, quitaron), por razones que los iniciados en los misterios conocen.

106.2. Si hay que dominar el vientre y lo que está por debajo del vientre, es evidente que desde el principio hemos recibido del Señor, mediante la Ley, (el precepto) de amputar la concupiscencia (cf. Ex 20,17; Dt 5,21; Mt 5,28). Y eso se conseguirá completamente si condenamos sin hipocresía lo que enciende la concupiscencia, o sea, el placer.

106.3. Afirman algunos (= Aristipo de Cirene y los Cirenaicos), que el placer viene definido como un movimiento suave y agradable (o: dulce), unido a determinadas sensaciones.

106.4. Esclavo del placer, dicen que Menelao, después de la guerra de Troya, se sentía inclinado a matar a Elena, que había sido la causa de tantos males; pero no tuvo fuerza para realizarlo, porque estaba dominado por la belleza [de Elena], que le había traído el recuerdo del placer.

Los peligros de dedicar la propia existencia a buscar los placeres

107.1. Por eso, los poetas trágicos burlándose de él le lanzan estas injurias: “Pero tu, apenas viste el seno, arrojaste la espada, recibiste un beso, acariciando a la perra traidora” (Eurípides, Andrómaca, 629). Y también: “¿Por qué ante la belleza permanecen enfundadas las espadas?” (Eurípides, Orestes, 1287).

107.2. Por lo que a mí respecta, apruebo a Antístenes, cuando dice: “Si capturase a Afrodita, la acribillaría a flechazos, porque ha corrompido a muchas de nuestras hermosas y honestas mujeres” (Antístenes, Fragmentos, 109 A).

107.3. Él dice que el amor es un vicio de la naturaleza; los desdichados que se dejan dominar, llaman dios a esa enfermedad. Porque demuestra con sus palabras que los más inexpertos son los que se dejan vencer por la ignorancia del placer, que, por otra parte, no se debe aceptar, aunque sea llamado un dios; es decir, aunque nos sea dado por Dios para la procreación.

107.4. También Jenofonte claramente sostiene que el placer es un vicio, diciendo: “Oh desgraciado, ¿qué cosa buena conoces tú o qué cosa bella miras? Tú no esperas el deseo de las cosas agradables; comes antes de tener hambre, bebes antes de tener sed; corres tras los cocineros para comer con placer;

107.5. te procuras vinos magníficos para beber con placer y, en el verano, corres por todas partes para buscar nieve. Para dormir agradablemente no sólo te preparas una cama blanda, sino también los soportes para las camas” (Jenofonte, Memorabilia, II,1,30).

“El que pierda su vida la salvará”

108.1. Por eso, como dijo Aristón: “Contra toda esa sinfonía de cuatro tonos (lit.: tetracordio), placer, dolor (o: aflicción), temor, deseo, es necesario mucho ejercicio y combate” (Aristón, Fragmentos, 370). “Porque estas [pasiones], éstas, penetran dentro hasta las vísceras y perturban el corazón del hombre” (Anónimo, Fragmentos, 110 A, de una tragedia desconocida).

108.2. “Porque también a los que se creen serios, el placer les hace de cera el corazón”, según Platón (Las Leyes, I,633 D); porque “cada placer y dolor clava el alma al cuerpo” (Platón, Fedón, 83 D), de quien no se separa de las pasiones y no se defiende con una barrera.

108.3. Dice el Señor: “Quien pierda su vida, la salvará” (Lc 9,24; Mt 10,39; Mc 8,35); bien sea entregándola con denuedo por el Salvador, como Él hizo por nosotros, bien sea liberándola de la comunión con la vida habitual.

108.4. En efecto, si quisieras liberar, apartar, separar -porque eso significa la cruz- tu alma de los encantos y placeres de esta vida, la poseerás “encontrada” (Mt 10,39) en la anhelada esperanza y en descanso.

El modo en que se deben usar las cosas

109.1. “En eso consistirá la meditación de la muerte” (Platón, Fedón, 81 A): conformarnos sólo con los deseos naturales, que no se extralimitan más allá de lo natural, o contra la naturaleza, porque de ahí nace la culpabilidad (o: el pecado).

109.2. “Es necesario, por tanto, revestirnos de la armadura, de Dios para poder hacer frente a las asechanzas del Diablo” (Ef 6,11), porque las armas de nuestra milicia no son carnales,, sino poderosas por Dios para derribar fortalezas; destruyendo los sofismas y toda altanería que se levante contra el conocimiento (gnosis) de Dios; y hacemos prisionero todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Co 10,4-5), dice el divino Apóstol.

109.3. Hace falta un hombre que sin admiración ni confusión (o: perturbación) use de las cosas de las cosas de las que se originan las pasiones, como riqueza y pobreza, gloria y deshonra, salud y enfermedad, vida y muerte, esfuerzo (o: pena, trabajo) y placer.

109.4. Porque para usar indiferentemente de las cosas que son indiferentes, necesitamos una gran superioridad, puesto que nos encontramos ya deteriorados por una gran debilidad y hemos disfrutado de la anterior perversión de una mala conducción y educación, unidas a la ignorancia.