OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (136)

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Santísima Trinidad
1423
Misal
Aix-en-Provence, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO II

Capítulo XI: La certeza de la fe

   Fe y gnosis

48.1. “La gnosis” de quienes se creen sabios, ya sean herejes bárbaros o filósofos griegos, “infla”, según el Apóstol (1 Co 8,1). Por el contrario, la gnosis digna de fe es una demostración científica de las (verdades) transmitidas según la verdadera filosofía. Y diremos también que esa gnosis es un razonamiento que nos facilita la fe en aquello que dudamos a partir de cuanto se admite como cierto.

48.2. Pero puesto que la fe es doble: la derivada de la ciencia y la que proviene de la hipótesis, nada impide hablar de una doble demostración: la científica y la hipotética; al igual que se habla de otra duplicidad: la gnosis y la pre-gnosis; la primera es perfecta en su naturaleza, y la otra imperfecta.

48.3. Puede que nuestra demostración sea la única verdadera, en cuanto que suministrada por las divinas Escrituras, por los libros sagrados y por la sabiduría “enseñada por Dios”, según el Apóstol (1 Ts 4,9).

48.4. También es un aprendizaje obedecer los mandamientos, que es creer en Dios. Y la fe es un poder de Dios, es la fuerza de la verdad.

La auténtica gnosis

49.1. En efecto dice [la Escritura]: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza, trasladarían el monte” (Mt 17,20) y también: “Hágase conforme a tu fe” (Mt 9,29). Uno se cura, porque obtiene la salud con la fe; otro, muerto, resucita por el poder de quien ha tenido fe de que resucitaría (cf. Lc 18,42; Jn 11,21. 32).

49.2. La demostración hipotética, por el contrario, es totalmente humana y procede de las argumentaciones retóricas y de los silogismos dialécticos.

49.3. Porque la demostración superior, que hemos denominado científica (cf. II,48,2), genera la fe presentando las Escrituras y abriéndola a las almas que anhelan aprender; ésa sería la gnosis.

49.4. Si se reciben como verdaderos los métodos de investigación aplicados a la búsqueda de un objeto, como pueden ser los argumentos que se apoyan sobre Dios y los profetas, es evidente entonces que la conclusión inferida resulte en consecuencia verdadera. Así, la gnosis será para nosotros una auténtica demostración.

“Las tres medidas”

50.1. Cuando estaba mandado consagrar un recuerdo del alimento celestial y divino en una urna de oro, se dice: “Un gomer (o: gomor, u omer) era la décima parte de tres medidas” (Ex 16,36). Ahora bien, con estas “tres medidas” se significan en nosotros tres criterios: la sensibilidad, para lo sensible; la razón, para lo que se dice mediante nombres y expresiones; y el intelecto (o: el espíritu) para las realidades inteligibles.

50.2. El gnóstico se abstendrá, por tanto, de los pecados de palabra (o: de la razón), de los de pensamiento, de los de los sentidos y de los actos; habiendo oído que “quien mira con deseo ha cometido adulterio” (Mt 5,28); él ha comprendido (lit.: recibido) en la mente (o: espíritu): “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8); él sabe igualmente que “no es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino que lo que sale de la boca es lo que hace contamina al hombre” (Mt 15,11); “del corazón proceden los malos pensamientos” (Mt 15,19).

50.3. Esta es, a mi parecer, la verdadera y justa medida según Dios, con la que se mide lo que hay que medir, la decena (o: década) que abarca (o: contiene) al hombre, y que de manera resumida indicaron las tres medidas mencionadas.

50.4. Constituyen la [decena]: el cuerpo, el alma, los cinco sentidos, la facultad de hablar, la de la procreación y la facultad intelectual o espiritual o como se la quiera llamar.

Las verdaderas “delicias”

51.1. Ahora, pasando por alto, por así decirlo, todo lo restante, es necesario detenerse en la inteligencia (o: espíritu); lo mismo que en el mundo superando las nueve partes -primero aquella de los cuatro elementos colocados en un mismo lugar por razón de su idéntica evolución; después las otras siete esferas errantes, y la novena, la de (las estrellas) fijas- se llega al número perfecto que está por encima de los dioses, es decir, a la décima parte, a la gnosis de Dios; en resumen, es evidente que después de la creatura deseamos al Creador.

51.2. Por eso, la décima parte del efá (= medida egipcia) y de las víctimas era ofrecida a Dios; y la fiesta de la Pascua comenzaba el décimo día, que es la superación (lit.: el paso) de toda pasión y de todo lo sensible.

51.3. El gnóstico está, por tanto, firmemente establecido en la fe, mientras que el que se cree sabio no alcanza la verdad, teniendo (sólo) impulsos inestables y caprichosos.

51.4. Con razón está escrito: “Caín, salió de la presencia de Dios, y habitó en la tierra de Naíd, enfrentte del Edén” (Gn 4,16). Naíd significa agitación, y Edén delicias.

51.5. Las delicias son fe, gnosis, paz; quien las desobedece es rechazado; y quien se cree sabio comienza por no querer ni siquiera prestar oídos a los divinos mandamientos, sino cual un autodidacta, rebelde, se lanza por su gusto a un mar agitado, descendiendo desde el conocimiento del Inengendrado hacia los seres mortales y engendrados, pasando continuamente de una opinión a otra.

51.6. “Quienes no tienen gobierno caen como las hojas” (Pr 11,14). La razón (o: reflexión; razonamiento; raciocinio) y la parte conductora del alma que la dirige de manera infalible, son llamados el timonel del alma, porque realmente por lo inmutable se nos conduce a lo inmutable.

“Gustar realidades excelsas”

52.1. Por eso, “Abrabán permaneció de pie delante del Señor, y acercándose habló” Gn 18,22-23); y a Moisés le dijo: “Pero tú quédate aquí conmigo” (Dt 5,31).

52.2. También los discípulos de Simón [el Mago; cf. Hch 8,9 ss.] quieren parecerse en su comportamiento (o: modo de ser; conducta) al Ser inmutable que ellos veneran.

52.3. Por ello la fe y la gnosis de la verdad disponen al alma del que las ha abrazado (u: obtenido; conseguido) para que esté siempre de una manera constante y estable.

52.4. Cercanos a la mentira están el cambio, la desviación y la separación (o: defección; abandono; separación), al igual que (son afines) al gnóstico, la tranquilidad, el reposo y la paz.

52.5. Del mismo modo que el orgullo y la presunción han calumniado a la filosofía, así también la falsa gnosis a la gnosis, llamada con el mismo nombre, y sobre la que escribe el Apóstol: “Oh Timoteo, dice, guarda el depósito, apartándote de las profanas pláticas vanas y de las opiniones contradictorias de la falsa gnosis, que algunos profesan, extraviándose de la fe” (1 Tm 6,20-21).

52.6. Puesto que esta palabra los acusa, los herejes rechazan las “Epístolas a Timoteo”.

52.7. Ahora bien, si el Señor es “verdad” (Jn 14,6), “y sabiduría y fuerza de Dios” (1 Co 1,24), como de hecho lo es, podremos demostrar que el verdadero gnóstico es el que ha conocido a ese (Señor) y a su Padre por medio de Él; porque puede comprender el dicho: “Los labios de los justos conocen cosas excelsas” (Pr 10,21).