OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (135)

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Santísima Trinidad
Segunda mitad del siglo XIV
Liturgia de la Horas
Besançon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO II

Capítulo IX: Las virtudes y la fe

   La caridad

41.1. Ese temor conduce a la conversión y a la esperanza. La esperanza es la espera de bienes o la confiada esperanza de un bien ausente (o: lejano). Sin duda, también la tendencia a... (laguna en el texto; podría ser: al arrepentimiento, o: la fe) se reduce a esperanza, que sabemos conduce de la mano hacia el amor.

41.2. La caridad es concordia (o: unanimidad) en todo lo relacionado con la palabra (o: la razón), la vida y las costumbres, o, por decirlo brevemente, comunión de vida, o perseverancia en la amistad y el cariño (o: afecto), unidos a la recta razón en el trato con los amigos. El amigo (etairos; o: compañero) es otro yo. Por eso también nosotros llamamos hermanos a quienes están regenerados por el mismo Verbo (cf. Mt 23,8-9; 25,40).

41.3. Próxima al amor se encuentra la hospitalidad, que es una cierta disposición en el trato con los huéspedes (lit.: extranjeros). Y son huéspedes aquellos que tienen por extranjeras (o: extrañas) los bienes mundanos.

41.4. Nosotros consideramos mundanos a los que ponen sus esperanzas en la tierra y en los deseos de la carne. Dice el Apóstol: “No se conformen a este mundo, sino transfórmense con la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios; qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rm 12,2).

41.5. La hospitalidad se refiere a lo útil para los extranjeros, los extranjeros son huéspedes, los huéspedes son amigos, los amigos son hermanos. (Así) dice Homero: “Amigo hermano” (Ilíada, IV,155; V,359; XXI,308).

41.6. Y tanto la filantropía, por la que existe también la ternura, que es un modo amigable de relacionarse con los hombres, como el afecto mismo, una especie de disposición cordial hacia los amigos o familiares, acompañan al amor.

“El fin de la ley es Cristo”

42.1. Si el verdadero hombre que está en nosotros es el espiritual, entonces la filantropía es el amor fraterno hacia los que participan del mismo espíritu. Por otra parte, el afecto consiste en conservar la benevolencia o el amor; a su vez el amor es aceptación completa, y ser objeto de amor (significa) ser querido contribuyendo y correspondiendo.

42.2. Se dejan conducir a la identidad (de intereses) por la concordia de los sentimientos, que es una ciencia de los bienes comunes; al igual que la unanimidad (lit.: el acuerdo) es una sinfonía de pareceres (lit.: juicios).

42.3. Dice también [el Apóstol]: “Nuestra caridad sea sincera; odien el mal, adhiriéndonos al bien y al amor fraterno”, y lo que sigue hasta: “Si es posible por su parte, permanezcan en paz con todos los hombres” (Rm 12,9-18). Y un poco más adelante dice: “No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien” (Rm 12,21).

42.4. El mismo Apóstol reconoce (poder) atestiguar para los judíos, “que tienen celo por Dios, pero no según el conocimiento profunda; porque ignorando la justicia de Dios y buscando afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios” (Rm 10,2-3).

42.5. No conocieron, en efecto, ni pusieron en práctica la voluntad de la Ley, sino, lo que ellos concibieron, eso pensaron que quería la Ley. Ni tampoco creyeron a la Ley como algo profético, sino que obedecieron a la pura letra y al temor, no el sentido interior (lit.: disposición) [ni] la fe. “Porque el fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree” (Rm 10,4), profetizado por la Ley.

La manifestación de la bondad del Señor

43.1. Por eso les fue dicho por Moisés: “Yo los haré celosos de un pueblo que no lo es; los enfureceré por un pueblo insensato” (Dt 32,21; Rm 10,19); aludiendo sin duda a aquel que se mostró disponible a escucharle.

43.2. Y por Isaías dice: “Me he dejado ver a los que no me buscaban, me he manifestado a los que no preguntaban por mí” (Is 65,1; Rm 10,20); se entiende antes de la venida del Señor; tras del cual se dicen con toda propiedad a Israel aquellas (palabras) proféticas: “Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y rebelde” (Is 65,2; Rm 10,21).

43.3. ¿Ves cómo el profeta dice claramente que la desobediencia y rebeldía (lit.: contradicción) del pueblo es causa de la vocación de los paganos? Pero también la bondad de Dios se les manifiesta más tarde.

43.4. En efecto, dice el Apóstol: “Pero por su caída vino la salvación a los gentiles, para provocar los celos de aquéllos” (Rm 11,11), y a que desearan arrepentirse.

43.5. “El Pastor” [de Hermas], como lo más obvio, cuando habla de los difuntos, sabe que hay justos entre los gentiles y entre los judíos no sólo antes de la venida del Señor, sino antes de la Ley, que complacieron a Dios, como Abel, Noé y los otros justos.

El descenso de los apóstoles al infierno para bautizar a los justos del paganismo

44.1. Por eso dice que los apóstoles y maestros, que predicaron el nombre del Hijo de Dios y murieron, predicaron con (su) poder y (su) fe, a los que habían muerto antes.

44.2. Después añade: “Y ellos les dieron el sello de su predicación. Descendieron con ellos al agua, y subieron de nuevo. Pero éstos mismos descendieron vivos, y de nuevo subieron vivos; en cambio, los que habían muerto anteriormente, descendieron muertos, pero subieron vivos.

44.3. Así, por ellos fueron vivificados y reconocieron el nombre del Hijo de Dios. Por eso subieron con ellos y se unieron juntamente para la construcción de la torre y, como piedras no talladas, entraron a formar parte de la construcción; porque habían muerto en justicia y en gran pureza; sólo no tenían ese sello” (Hermas, El Pastor, Comparación, IX,16,5-7).

44.4. “Porque, cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen los preceptos de la Ley [guiados] por la naturaleza, ellos mismos, aún no teniendo la Ley, son para sí mismos Ley” (Rm 2,14), según el Apóstol.

“La sabiduría es el poder de Dios”

45.1. Por tanto, ¿es necesario repetir que las virtudes están mutuamente implicadas (lit.: se acompañan) unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe (se basa) en el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la fe, y la perseverancia y la ascesis en esas virtudes, unidas al estudio, se completan (lit.: terminan juntamente) en el amor y éste se perfecciona con la gnosis?

45.2. Además, se ha visto que sólo lo divino es necesario concebirlo como sabio por naturaleza; por eso también la sabiduría es el poder de Dios, que nos ha enseñado la verdad. Ciertamente, aquí se encuentra la perfección de la gnosis.

45.3. Porque el filósofo ama y estima la verdad; por eso ha traído él la reputación de ser auténtico amigo en virtud del amor (o: por eso tras ser fiel servidor, ha venido por la caridad a ser considerado como amigo).

45.4. El comienzo de esto (= del conocimiento de la verdad) reside en admirar las realidades, como dice Platón en el “Teeteto” (155 D) y Matías en las “Tradiciones” (apócrifo del Nuevo Testamento perdido), donde exhorta: “Admira lo presente”, y lo pone como fundamento de la gnosis trascendente.

45.5. En el “Evangelio según los Hebreos” está escrito: “Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso” (Fragmento, 3; apócrifo del Nuevo Testamento).

45.6. Por tanto, es imposible que el ignorante, mientras siga siendo ignorante, sea filósofo, puesto que no posee todavía el concepto de sabiduría, mientras que la filosofía es la aspiración a lo que existe en realidad y a los aprendizajes que tienden a ello.

45.7. Y aún cuando se esté ya ejercitado, según algunos, para practicar el bien, también es necesario esforzarse por conocer cómo nos comportamos y actuamos, para así hacerse uno semejante a Dios, me refiero al Dios Salvador, sirviendo al Dios del universo por medio del Verbo, sumo sacerdote (cf. Hb 4,14), por el que se ve lo verdaderamente hermoso y bueno. La piedad... (posible laguna en el manuscrito) es un actuar que sigue y acompaña a Dios.

Capítulo X: “la filosofía” cristiana

   Las tres notas características del verdadero cristiano

46.1. Nuestro filósofo (= el verdadero cristiano) se caracteriza (lit.: tener fuertemente) por estas tres notas: en primer lugar, por la contemplación (theoría); segundo, por el cumplimiento de los mandamientos; y en tercer lugar, por la formación de hombres honestos (lit.: buenos). La integración de estos elementos constituyen al gnóstico. Pero si falta alguno de ellos, la gnosis estaría renga.

46.2. Por eso dice divinamente la Escritura: «Y el Señor habló a Moisés, diciendo: “Habla a los hijos de Israel y diles: Yo soy el Señor su Dios.

46.3. No harán lo que se hace en la tierra de Egipto, donde han morado; ni harán lo que se hace en la tierra de Canaán, a donde yo los llevo.

46.4. No seguirán sus costumbres. Practicarán mis mandamientos y cumplirán mis decretos, para caminar conforme a ellos. Yo soy el Señor su Dios.

46.5. Observarán todos mis preceptos y los cumplirán. El hombre que los cumpliere vivirá en ellos. Yo soy el Señor su Dios”» (Lv 18,1-5).

La más elevada contemplación

47.1. Ahora bien, la tierra de Egipto y de Canaán son símbolo del mundo y del engaño, de las pasiones y de las maldades; el pasaje (citado) nos muestra cuáles son las cosas de las que nos debemos abstener, y las que debemos practicar, porque son divinas y no mundanas.

47.2. Y cuando dice: “El hombre que los cumpliere vivirá en ellos” (Lv 18,5; Ga 3,12), significa que la corrección de los hebreos mismos y la de sus vecinos, nosotros mismos, y la ascesis (lit.: ejercicio; práctica en común) y el progreso (es) vida para ellos y para nosotros.

47.3. “Porque los muertos por los pecados son vivificados con Cristo” (Ef 2,5), mediante nuestra alianza.

47.4. Y al insistir varias veces la Escritura: “Yo soy el Señor su Dios” (Lv 18,2. 4. 5), nos acicatea de la manera más eficaz enseñándonos a seguir a Dios, que ha dado los mandamientos; y nos sugiere suavemente buscar a Dios, esforzarnos por conocerlo cuanto se pueda, porque esa es la más grande contemplación, la epóptica, la verdadera ciencia, la que ningún razonamiento puede conmover. Esa es la única gnosis de la sabiduría, de la que jamás se separa la práctica de la justicia.