OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (13)

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Pentecostés
Hacia 1030-1040
De un manuscrito Ottoniano
Regensburg, Alemania
SAN JUSTINO, APOLOGÍA PRIMERA (conclusión)

Los sufrimientos de Cristo

50. 1. Escuchen ahora las profecías relativas a la pasión y ultrajes que había de sufrir por nosotros hecho hombre, y a la gloria con que ha de volver (cf. Is 53,12 LXX). 2. Son éstas: «Porque entregaron su alma a la muerte y fue contado entre los inicuos, Él cargó con los pecados de muchos y obtendrá misericordia para los criminales (Is 53,12). 3. Porque he aquí que mi siervo entenderá, será levantado y glorificado sobremanera. 4. Al igual que muchos quedarán atónitos ante ti, así tu apariencia será objeto de burla para los hombres, y tu gloria arrojada lejos de ellos; así también se maravillarán las naciones y quedarán mudos los reyes; porque aquellos a quienes no se les anunció sobre Él, lo verán, y los que no oyeron, entenderán. 5. Señor, ¿quién creyó en nuestra palabra? Y el brazo del Señor, ¿a quién le fue revelado? Anunciamos la noticia delante de Él, como niño pequeño, como raíz en tierra sedienta. 6. No tiene figura ni gloria; le vimos y no tenía figura ni hermosura, sino que su figura estaba deshonrada y deficiente en parangón con los hombres. 7. Hombre entregado a los azotes y que sabe de soportar el sufrimiento; ante su rostro se desvía la mirada, fue deshonrado y no fue considerado. 8. Él lleva sobre sí nuestros pecados, y por nosotros sufre dolor, pero nosotros consideramos que Él estaba en el sufrimiento, los suplicios y los malos tratos. 9. Él fue llagado por causa de nuestras iniquidades y sufrió por causa de nuestros pecados. El castigo que nos procura la paz cayó sobre Él, por sus llagas fuimos nosotros curados. 10. Todos anduvimos errantes como ovejas; cada uno erró en su camino; Él fue entregado a causa de nuestros pecados, y Él, al ser maltratado, no abre su boca. Como oveja fue llevado al matadero; como cordero que está mudo ante el que le trasquila, así tampoco Él abre su boca. 11. En su humillación, su juicio fue abolido» (Is 52,13-53,8). 12. Ahora bien, después de ser crucificado, hasta sus discípulos todos le abandonaron y negaron (cf. Mt 26,70); pero luego, cuando hubo resucitado de entre los muertos y fue por ellos visto; después que les enseñó a leer las profecías en que estaba predicho que todo eso había de suceder (cf. Lc 24,27) y le vieron subir al cielo (cf. Hch 1,9), creyeron y recibieron la fuerza que Él les envió de lo alto, y se esparcieron entre los hombres de toda raza (cf. Hch 1,8), para enseñarnos todas estas cosas y fueron llamados apóstoles.

El regreso de Cristo en la gloria

51. 1. Para darnos a entender que aquel que conoció sus sufrimientos tiene un origen inefable y que reina sobre sus enemigos, el Espíritu profético dijo así: «La generación de Él, ¿quién la explicará? Porque es arrebatada de la tierra su vida, por las iniquidades de ellos va a la muerte. 2. E intercambiaré a los malos por su sepultura y a los ricos por su muerte, porque Él no cometió iniquidad ni se halló engaño en su boca. El Señor quiere purificarle de su herida. 3. Si hicieran una ofrenda por el pecado, el alma de ustedes recibirá una descendencia duradera.4. El Señor quiere apartar el sufrimiento del alma de Él, mostrarle la luz y formarle en inteligencia, justificar al justo que ha servido bien a muchos, y Él mismo llevará nuestros pecados. 5. Por eso, Él recibirá en herencia a muchos pueblos y repartirá los despojos de los fuertes, por haber sido contado entre los inicuos, por haber llevado los pecados de muchos y haberse entregado por las iniquidades de ellos» (Is 53,8-12). 6. Y que había de subir al cielo, como fue profetizado, escúchenlo. 7. La profecía es ésta: “Levanten las puertas de los cielos; ábranse, puertas, para que entre el rey de la gloria. ¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor fuerte, el Señor poderoso” (Sal 23,7-8). 8. Pero que también ha de venir de los cielos con gloria, escuchen lo que sobre esto fue dicho por el profeta Jeremías. 9. Dice así: “He aquí como un hijo de hombre viene sobre las nubes del cielo (Dn 7,13; cf. Za 14,5; Judas 14), y sus ángeles con Él” (cf. Mt 25,31).

El doble advenimiento de Cristo

52. 1. Ahora, pues, como hemos demostrado que todo lo hasta ahora sucedido fue de antemano anunciado por los profetas, es necesario también que creamos ha de cumplirse íntegramente lo que ha sido igualmente profetizado, pero tiene todavía que suceder. 2. Porque a la manera que lo ya sucedido, anticipadamente anunciado, por más que no fuera comprendido, ha sucedido; del mismo modo, lo que aún falta por cumplirse sucederá, por más que no se lo comprenda ni se le dé fe. 3. Pues los profetas anunciaron dos advenimientos de Cristo: uno cumplido ya, como hombre depreciado y pasible (cf. Is 53,3); el segundo, cuando venga con gloria de los cielos acompañado de su ejército de ángeles (cf. Dn 7,13), que es cuando resucitará también los cuerpos de todos los hombres que han existido, y a los que sean dignos los revestirá de incorrupción (cf. 1 Co 15,53), y a los inicuos los enviará, junto con los perversos demonios, al fuego eterno, para un sufrimiento eterno (cf. Mt 25,41). 4. Vamos a mostrar cómo también fue profetizado que ha de suceder esto. 5. El profeta Ezequiel fue quien lo dijo así: «Se unirá articulación con articulación, y hueso con hueso, y volverán a brotar las carnes (cf. Ez 37,7-8). 6. Y toda rodilla se doblará ante el Señor y toda lengua le confesará» (cf. Is 45,23; Rm 14,11; Flp 2,10). 7. En qué tormento y castigo han de hallarse los injustos, escuchen lo que sobre esto fue dicho. 8. Es lo siguiente: “Su gusano no descansará y su fuego no se extinguirá” (Is 66,24). 9. Entonces, sí se arrepentirán, cuando ya de nada les servirá. 10. Qué dirán y harán entonces las tribus de los judíos, cuando vean al Cristo volver en gloria, por el profeta Zacarías fue dicho en esta profecía: «Yo mandaré a los cuatro vientos que reúnan a mis hijos dispersos, mandaré al Bóreas (viento del norte) que los traiga (cf. Za 2,10; Is 11,12) y al Noto (viento del sur) que no se oponga. 11. Y entonces habrá en Jerusalén llanto grande (cf. Za 12,11), no llanto de bocas ni de labios, sino llanto de corazón (cf. Is 29,13); y no rasgarán sus vestidos, sino sus conciencias (cf. Jl 2,13). 12. Se lamentarán tribu por tribu, y entonces mirarán al que traspasaron (cf. Za 2,10; Ap 1,7) y dirán: “¿Por qué, Señor, nos extraviaste lejos de tu camino?” (Is 63,17). La gloria que nuestros padres bendijeron, se nos ha convertido en oprobio» (Is 64,10).

La fuerza demostrativa de las profecías bíblicas

53. 1. Muchas otras profecías pudiéramos alegar; aquí, sin embargo, ponemos término a esta prueba, considerando que las citadas son bastante para persuadir a quienes tengan oídos para oír y entender (cf. Mt 13,9). Porque creemos que pueden percatarse que no somos nosotros como los inventores de fábulas sobre los supuestos hijos de Zeus, que nos contentamos con sólo afirmar, y no tenemos pruebas que alegar. 2. Pues ¿con qué razón íbamos a creer que un hombre crucificado es el primogénito del Dios ingénito y que Él ha de juzgar a todo el género humano, si no halláramos testimonios sobre Él proclamados antes que viniera y se hiciera hombre, y no los viéramos literalmente cumplidos: 3. la devastación de la tierra de los judíos, hombres de todas las naciones que creen por la enseñanza de sus apóstoles y rechazan sus antiguas costumbres, en cuyos errores se criaron, y aún al vernos a nosotros mismos, los cristianos que procedemos de la gentilidad, que somos más numerosos y sinceros que los de origen judío y samaritano? 4. Porque es de saber que el resto de las naciones todas, son llamadas por el Espíritu profético: “Gentiles”; la nación, empero, de judíos y samaritanos se llama “tribu de Israel” y “casa de Jacob”. 5. Y vamos a citarles la profecía en que se predice que serán más los creyentes que proceden de la gentilidad que los de origen judío y samaritano. Dice así: “Alégrate, estéril, la que no das a luz; prorrumpe en gritos de júbilo, la que no sufres dolores de parto; porque más son los hijos de la abandonada que de la que tiene marido” (Is 54,1 [LXX]; cf. Ga 4,27). 6. Es así que abandonadas del verdadero Dios estaban todas las naciones que daban culto a obras de las manos; los judíos y samaritanos, empero, que tenían la palabra de Dios, que les fue transmitida por los profetas, y estaban constantemente esperando a Cristo, venido que fue, no le reconocieron, fuera de unos pocos, que había predicho el Espíritu Santo profético por Isaías que habían de salvarse. 7. Dijo éste hablando en su nombre: “Si el Señor no nos hubiera dejado un pequeño resto, habríamos venido a ser como Sodoma y Gomorra” (Is,19; cf. Rm 9,29). Sodoma y Gomorra, de las que cuenta Moisés la historia, fueron ciudades de hombres impíos, que Dios destruyó abrasándolas con fuego y azufre, sin que en ellas se salvara nadie más que un extranjero, de origen caldeo, llamado Lot, juntamente con sus hijas (cf. Gn 19). 9. Aún ahora el que quiera puede ver toda aquella tierra que sigue desierta, calcinada y estéril. 10. Sobre que los cristianos de la gentilidad habían de ser más sinceros y más fieles, lo demostraremos citando al profeta Isaías. 11. He aquí lo que dijo: “Israel es incircunciso de corazón, las naciones lo son de prepucio” (Jr 9,25). 12. La contemplación, por ende, de tantos hechos bien pueden llevar, con la ayuda de la razón, a la persuasión y a la fe a quienes aman la verdad, no son amigos de la gloria ni se dejan dominar por sus pasiones.

Las fábulas paganas

54. 1. Los que enseñan los mitos inventados por los poetas, ninguna prueba pueden ofrecer a los jóvenes que los aprenden de memoria, y nosotros vamos a demostrar que esos mitos fueron compuestos por instigación de los malvados demonios para engaño y extravío del género humano. 2. En efecto, como oyeran por los profetas que el Cristo anunciado debía venir y que los hombres impíos habían de ser castigados por el fuego, produjeron leyendas atribuyendo a Zeus una multitud de hijos, creyendo que así lograrían que los hombres consideraran la historia de Cristo como un cuento fabuloso, semejante a las leyendas contadas por los poetas. 3. Estos relatos se propagaron en Grecia y en todas las demás naciones, en que los demonios habían previsto, por los anuncios de los profetas, que más se había de creer en Cristo. 4. Sin embargo, nosotros vamos a poner de manifiesto que, no obstante oír lo que dicen los profetas, no lo entendieron exactamente, sino que imitaron como a tientas lo referente a nuestro Cristo.
   5. Así, pues, el profeta Moisés, es más antiguo de todos los escritores, como ya dijimos (cf. I,44,8), hizo la profecía siguiente, que antes citamos (cf. I,32,1): “No faltará rey de la descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que venga aquel a quien está reservado. Y Él será la expectación de las naciones, atando a la viña su asno, lavando sus vestidos en la sangre de la uva” (Gn 49,10-11). 6. Oyendo los demonios estas palabras proféticas, dijeron que Dioniso había sido hijo de Zeus, enseñaron haber él inventado la viña; inscribieron al vino en el número de sus misterios y divulgaron que Dionisio después de haber sido despedazado subió al cielo. 7. Pero como en la profecía de Moisés no se significaba con toda claridad si el que había de nacer sería Hijo de Dios (o un hombre), ni si el que había de montar un asno se quedaría en la tierra o subiría al cielo. Por otra parte, el nombre de asno, originariamente, lo mismo puede significar la cría del asno que del caballo. De ahí que no sabiendo si el profetizado había de tomar por símbolo de su venida montar en una cría de asno o de caballo, ni si había ser hijo de Dios, como dijimos (cf. I,21,1; 32,10), o de hombre, los demonios se inventaron que Belerofonte, hombre nacido de hombres, subió al cielo sobre el caballo Pegaso. 8. Como además oyeron lo dicho por otro profeta Isaías, que el Cristo había de nacer de una virgen (cf. Is 7,14) y que por su propio poder subiría al cielo, produjeron de Perseo. 9. Por la misma razón, conociendo lo que fue dicho de Él en las profecías anteriormente citadas: “Fuerte como un gigante para recorrer su camino” (Sal 18,6), se inventaron un Heracles (= Hércules), héroe poderoso, que recorrió toda la tierra. 10. En fin, al enterarse que estaba profetizado que había de curar toda enfermedad y resucitar muertos, suscitaron a Asclepio.

El símbolo de la cruz

55. 1. Sin embargo, jamás, ni siquiera uno de los supuestos hijos de Zeus, propusieron una imitación de la crucifixión, por no haberla entendido, como quiera que, según antes manifestamos (cf. I,35; Is 9,5-6), todo lo referente a la cruz fue dicho de modo simbólico. 2. Justamente lo que es, como predijo el profeta (cf. I,35,2), el símbolo más importante de la fuerza de Cristo y de su autoridad, como se muestra aún por las mismas cosas que caen bajo nuestros ojos. Consideren, en efecto, si cuanto hay en el mundo puede ser administrado o tener consistencia sin esta figura. 3. Porque el mar no se surca si ese trofeo, llamado mástil, no se alza intacto en la nave; sin ella no se ara la tierra; ni cavadores ni artesanos llevan a cabo su obra si no es por instrumentos que tienen esa figura. 4. La misma figura humana no se distingue en otra ninguna cosa de los animales irracionales, sino por ser recta, poder extender los brazos y llevar, partiendo de la frente, la prominencia llamada nariz, por la que se verifica la respiración del viviente, designando precisamente la imagen de la cruz. 5. Y el profeta dijo de esta manera: “El aliento delante de nuestra cara, es Cristo, el Señor” (Lm 4,20). 6. Incluso sus mismas enseñas ponen de manifiesto la fuerza de esta figura, quiero decir, sus estandartes y sus trofeos de victoria, que los preceden por dondequiera realizan sus marchas, mostrando los signos de la autoridad y del poder de ustedes, aun cuando lo hagan sin percatarse de ello. 7. Las mismas imágenes de sus emperadores, cuando mueren, las consagran por esta figura, y los llaman dioses en sus inscripciones. 8. Ahora bien, una vez que los hemos exhortado por la vía del razonamiento y por una figura patente, en cuanto nuestra fuerza lo ha consentido, nosotros nos sentiremos en adelante irresponsables, aún cuando ustedes sigan incrédulos, pues lo que de nosotros dependía, hecho está y a término ha llegado.

La falsedad de las herejías: Simón y Menandro

56. 1. Pero no se contentaron los malos demonios con inventar, antes de la aparición de Cristo, las fábulas de los supuestos hijos de Zeus, sino que aparecido ya y habiendo conversado con los hombres, como había sido anunciado por los profetas que se le creería y sería esperado en todas las naciones, nuevamente, como dijimos (cf I,26,1 y 4), echaron por delante a otros personajes como Simón y Menandro, ambos de Samaria, los cuales, obrando prodigios mágicos, engañaron a muchos y los tienen todavía engañados. 2. En efecto, como antes dijimos (cf. I,26,2), estando Simón en su imperial ciudad de Roma en tiempo de Claudio César, de tal manera impresionó tanto al venerable Senado y al pueblo romano, que fue tenido por un dios y honrado con una estatua, al igual que los otros que ustedes tienen por dioses. 3. Por eso les suplicamos soliciten al venerable Senado y al pueblo romano actuar como jueces asociados de este escrito nuestro, a fin de que si alguno hubiere que sea aún engañado por las enseñanzas de aquél, conocida la verdad, pueda huir del error. 4. Y la estatua, si les place, háganla destruir.

La muerte del cristiano

57. 1. Porque los demonios no logran persuadir que no se producirá la destrucción del mundo por el fuego para castigo de los impíos, a la manera que tampoco lograron que la venida de Cristo permaneciera oculta. Lo único que pueden hacer es que quienes viven irracionalmente, y se crían en malas costumbres, entregados a sus pasiones y siguiendo la vana opinión, nos quiten la vida y nos aborrezcan; pero nosotros, no sólo no los aborrecemos a ellos, sino que, como es patente, queremos, por pura compasión que les tenemos, persuadirles que cambien de parecer. 2. Porque no tememos la muerte, cuando reconocemos que hay absolutamente que morir y nada nuevo sucede en este orden de cosas, sino lo mismo de siempre (cf. Qo 1,9-10). Y si éstas producen disgusto a los que las gozan aún sólo un año, que atiendan a nuestra enseñanza, para que estén siempre exentos de dolor y de necesidades. 3. Pero si creen que nada hay después de la muerte, sino que afirman que los que mueren van a parar a un estado de insensibilidad, en ese caso nos hacen un beneficio al librarnos de los sufrimientos y necesidades de acá; sin embargo, ellos se muestran malvados, enemigos de los hombres y amigos de las apariencias, pues no nos quitan la vida para liberarnos, sino que nos matan para privarnos de la vida y del placer.

La herejía de Marción

58. 1. También a Marción, originario del Ponto, como antes dijimos (cf. I,26,5), lo suscitaron los malos demonios, quien ahora mismo está enseñando a negar al Dios creador de todo lo que existe en la tierra y en el cielo, así como a Cristo, su Hijo, que fue anunciado por los profetas, y predica no sabemos qué otro Dios fuera del artesano de todas las cosas, así como a otro hijo suyo. 2. Muchos le han prestado creído, como si fuera el único que conoce la verdad, y se burlan de nosotros, a pesar de que no tienen prueba alguna de lo que dicen, sino que, sin razón ninguna, como ovejas arrebatadas por el lobo (cf. Mt 7,15; Jn 10,12), son presa de doctrinas ateas y de los demonios 3. Porque en nada ponen los llamados demonios tanto empeño como en apartar a los hombres de Dios Creador y de Cristo, su primogénito; para lo cual, a quienes no son capaces de levantarse de la tierra, los clavaron y siguen clavando a las cosas terrenas y hechas por manos de los hombres; y a los que buscan elevarse a la contemplación de lo divino, si no poseen un juicio sano, permaneciendo en una vida pura y exenta de pasiones, les acechan para precipitarlos en la impiedad.

Platon, discípulo de Moisés. La creación

59. 1. De nuestros maestros también, queremos decir del Verbo que habló por medio de los profetas, tomó Platón lo que dijo sobre que Dios creó el mundo, transformando una materia informe. Para convencernos de ello, escuchen lo que literalmente dijo Moisés, que fue el primero de los profetas, como se dijo antes (cf. I,10,2), más antiguo que los escritores griegos. Por él, dándonos a entender el Espíritu profético cómo y de qué elementos hizo Dios al principio al mundo, dijo así: 2. «En el principio creó Dios el cielo y la tierra. 3. La tierra era invisible e informe, las tinieblas estaban encima del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía por sobre las aguas. 4. Y dijo Dios: “Sea hecha la luz”. Y fue hecha luz» (Gn 1,1-3). 5. En conclusión, que todo el universo fue hecho por la palabra de Dios a partir de los elementos señalados por Moisés, cosa es que aprendió Platón y los que siguen sus doctrinas y también la aprendimos nosotros, y ustedes pueden persuadirse de ello. 6. Sabemos asimismo que lo que entre los poetas se llama “Erebo” (abismo), fue antes mencionado por Moisés.

La segunda y tercera potestad

60. 1. La explicación, a partir de los principios naturales, dada por Platón en el Timeo sobre el Hijo de Dios, cuando dice: “Le dio forma de X en el universo” (Timeo 36bc), la tomó igualmente de Moisés. 2. Efectivamente, en los escritos de Moisés se cuenta que por el tiempo en que los israelitas habían salido de Egipto y se hallaban en el desierto, les acometieron fieras venenosas, víboras, áspides y todo género de serpientes, que causaban la muerte al pueblo. 3. Entonces, por inspiración e impulso de Dios, tomó Moisés bronce e hizo una figura en forma de cruz y la colocó sobre el santo tabernáculo, diciendo al pueblo: “Si miran a esta figura y creen, por ella se salvarán”. 4. Hecho esto, cuenta él que murieron las serpientes y que el pueblo escapó así de la muerte (cf. Nm 21,6-9). 5. Platón hubo de leer esto, y, no comprendiéndolo exactamente ni entendiendo que se trataba de la figura de una cruz y tomándolo él por la X griega, dijo que después de Dios, el primer principio, la segunda potencia, estaba extendida por el universo en forma de X. 6. Y hablar él de un tercer principio, se debe también a haber leído, como dijimos (cf. I,59,3), las palabras de Moisés en las que de dice que el Espíritu de Dios se cernía por sobre las aguas (cf. Gn 1,2). 7. Porque Platón da el segundo lugar al Verbo, que viene de Dios y que él dijo estar esparcido en forma de X en el universo; y el tercero, al Espíritu que se dijo cernerse por encima de las aguas, y así dice: “Lo tercero sobre lo tercero” (Seudo Platón, Epístola II,312c).
   8. Que se producirá una destrucción del mundo por el fuego, escuchen cómo de antemano lo anunció el Espíritu profético por Moisés. 9. Dijo así: “Bajará un fuego siempre vivo y devorará hasta el fondo del abismo” (cf. Dt 32,22; 2 R 1,10; Platón, Las leyes [Epinomis] 566a). 10. No somos, pues, nosotros los que profesamos opiniones iguales a los otros, sino que todos, no hacen más que imitar y repetir nuestras doctrinas. 11. Ahora bien, entre nosotros todo eso, puede oírse y aprenderse aún de quienes ignoran las formas de las letras, gentes ignorantes y bárbaras de lengua, pero sabias y fieles de pensamiento, y hasta de enfermos y ciegos; de donde cabe entender que esto no es el efecto de una humana sabiduría, sino la expresión del poder de Dios (cf. 1 Co 2,5).

  Los ritos cristianos

El bautismo

61. 1. Vamos a explicar ahora de qué modo, después de renovados por Cristo, nos hemos consagrado a Dios, no sea que, omitiendo este punto, demos la impresión de presentar una exposición en parte defectuosa. 2. Cuantos se convencen y tienen fe de que son verdaderas estas cosas que nosotros enseñamos y decimos, y prometen poder vivir conforme a ellas, se les instruye ante todo para que oren y pidan, con ayunos, perdón a Dios de sus pecados, anteriormente cometidos, y nosotros oramos y ayunamos juntamente con ellos. 3. Luego los conducimos a sitio donde hay agua, y por el mismo modo de regeneración con que nosotros fuimos también regenerados, son regenerados ellos, pues en el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y de nuestro Salvador Jesucristo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28,19), toman entonces un baño en esa agua.
   4. Porque Cristo dijo: “Si no son regenerados, no entrarán en el reino de los cielos” (cf. Jn 3,3. 5; Mt 18,3). 5. Ahora bien, evidente es para todos que no es posible, una vez nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras madres (cf. Jn 3,4). 6. También el profeta Isaías, como anteriormente lo citamos (cf. I,44,3), dijo la manera como habían de ser liberados de sus pecados aquellos que antes pecaron y ahora hacen penitencia. 7. He aquí sus palabras: «Lávense, purifíquense, quiten la maldad de sus almas. Aprendan a obrar el bien, obren rectamente con el huérfano, hagan justicia a la viuda, y entonces vengan y conversemos, dice el Señor. Aún cuando sus pecados fueren como la púrpura, como lana los dejaré blancos; aún cuando fueren como escarlata, como nieve los blanquearé (Is 1,16-18). 8. Y si quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan, la espada los devorará, porque la boca del Señor lo ha dicho» (Is 1,20). 9. La razón que para esto aprendimos de los apóstoles es ésta: 10. Puesto que de nuestro primer nacimiento no tuvimos conciencia, engendrados que fuimos por necesidad de un germen húmedo por la mutua unión de nuestros padres, y nos criamos en costumbres malas y en conducta perversa; ahora, para que no sigamos siendo hijos de la necesidad y de la ignorancia, sino de la libertad y del conocimiento, para obtener el perdón de nuestros anteriores pecados, se pronuncia en el agua sobre el que ha elegido regenerarse, y se arrepiente de sus pecados, el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y este solo nombre se invoca por aquellos que conducen al baño a quien ha de ser lavado. 11. Porque nadie es capaz de poner nombre al Dios inefable; y si alguno se atreviera a decir que ese nombre existe, sufriría la más incurable locura. 12. Este baño se llama iluminación (cf. 2 Co 4,4-6), para dar a entender que son iluminados los que aprenden estas cosas. 13. El que es iluminado es lavado también en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo (cf. Mt 28,19; Hch 1,5; 11,16), que por los profetas nos anunció de antemano todo lo referente a Jesús.

Las falsificaciones paganas

62. 1. También este baño oyeron los demonios que estaba anunciado por el profeta (cf. Is 1,16-20), y de ahí es que hicieron también rociarse a los que entran en sus templos y van a presentarse ante ellos para ofrecerles libaciones y sacrificios, y aún llegan a obligar a lavarse completamente antes de entrar a los templos donde residen. 2. Asimismo el que los sacerdotes manden descalzarse a quienes entran en los templos y dan culto a los demonios, lo imitaron éstos después de haberlo aprendido de lo sucedido a Moisés, el profeta de que antes hablamos. 3. Pues es de saber que por el tiempo en que se le mandó a Moisés bajar a Egipto para sacar de allí al pueblo de Israel, cuando estaba él apacentando en tierra de Arabia las ovejas de su tío materno (cf. Ex 3,1; 4,18), nuestro Cristo habló con él, bajo la apariencia de un fuego saliendo desde una zarza, y le dijo: “Desata las sandalias de tus pies, acércate y oye” (cf. Ex 3,1-5). 4. Él de descalzo, se acercó y oyó que se le mandaba bajar a Egipto y sacar de allí al pueblo de Israel. Fue entonces cuando recibió fuerza considerable del mismo Cristo que le hablara bajo la apariencia de un fuego; bajó, en efecto, (a Egipto) y sacó al pueblo, después de cumplir grandes y maravillosos prodigios, que, si lo desean, pueden conocer detalladamente en sus escritos.

Las teofanías veterotestamentarias

63. 1. Todos los judíos, empero, aun ahora, enseñan que fue el Dios innominado el que habló a Moisés. 2. De ahí que el Espíritu profético por boca del ya mentado profeta Isaías, reprendiéndolos en texto ya citado anteriormente (cf. I,37,1; 63,12) dijo: “Conoció el buey a su dueño y el asno el pesebre de su señor, pero Israel no me ha conocido y mi pueblo no me ha entendido” (cf. Is 1,3). 3. También Jesucristo mismo, reprendiendo a los judíos por no conocer qué cosa fuera el Padre ni qué el Hijo (cf. Jn 8,19; 16,3), dijo también: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo; ni al Hijo le conoce nadie, sino el Padre y a quienes el Hijo lo revelare” (Mt 11,27). 4. Ahora bien, el Verbo de Dios es Hijo suyo, como antes dijimos (cf. I,21,1; 22,2; 32,10). 5. Y también se llama Ángel (mensajero) y Apóstol (enviado), porque Él anuncia lo que hay que conocer y es enviado para revelarnos todo lo que está anunciado, como Él mismo, nuestro Señor, nos lo ha dicho: “El que a mí me oye, oye a Aquel que me ha enviado” (Lc 10,16; cf. Mt10,40). 6. Esto ha de resultar patente por los escritos de Moisés 7. En éstos, en efecto, se dice así: «Habló el ángel del Señor en la llama del fuego desde la zarza con Moisés (cf. Ex 3,2) y le dijo: “Yo soy el que es (cf. Ex 3,14), el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de tus padres (Ex 3,15). 8. Baja a Egipto y saca de allí a mi pueblo» (cf. Ex 3,10). 9. Lo que sigue, pueden, si quieren, saberlo por sus propios escritos, pues no es posible transcribirlo aquí todo. 10. Pero las palabras citadas bastan para demostrar que Jesús el Cristo es el Hijo de Dios y su Enviado, el que antes era su Verbo, y que apareció unas veces en forma de fuego, otras en imagen incorpórea; y ahora, hecho hombre por voluntad de Dios, para la salvación del género humano, se sometió a sufrir todos los malos tratos que los demonios quisieron infligirle por medio de los insensatos judíos. 11. Éstos, teniendo expresamente dicho en los escritos de Moisés: «Habló el ángel de Dios a Moisés en una llama de fuego desde la zarza y le dijo: “Yo soy el que soy (Ex 3,14), el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”» (Ex 3,15), pretendían haber sido el Padre y creador del universo quien dijo esas palabras. 12. De ahí que, reprendiéndolos, dijo el Espíritu profético: “Israel no me conoció, ni mi pueblo me ha entendido” (Is 1,3). 13. A su vez, Jesús, como ya indicamos, estando entre ellos, dijo: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo; ni al Hijo le conoce nadie, sino el Padre y a quienes el Hijo se lo revelare” (Mt 11,27). 14. Así, pues, los judíos que piensan haber sido siempre el Padre del universo quien habló a Moisés, cuando en realidad le habló el Hijo de Dios, que se llama también Ángel y Enviado suyo, con razón son reprendidos por el Espíritu profético y por el mismo Cristo de no haber conocido ni al Padre ni al Hijo (cf. Jn 8,19; 16,3). 15. Porque los que dicen que el Hijo es el Padre, dan prueba de que ni saben quién es el Padre ni se han enterado de que el Padre del universo tiene un Hijo, que, siendo Verbo (cf. Jn 1,1) y primogénito (cf. Col 1,15) de Dios, es también Dios. 16. Él fue quien primeramente apareció a Moisés y a los otros profetas en forma de fuego o de una figura incorpórea, y el que ahora, en los tiempos del imperio de ustedes, como ya dijimos, nació hombre de una virgen, conforme al designio del Padre; para la salvación de los que creen en Él, quiso ser despreciado y sufrir (cf. Mc 9,12), para vencer, con su muerte y resurrección, la muerte misma. 17. Ahora, las palabras que Moisés oyó salir de la zarza (cf. Ex 3,12): “Yo soy el que es (Ex 3,14), el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob y el Dios de sus padres” (Ex 3,15), significaban que, aún después de muertos, aquellos personajes seguían existiendo (cf. Lc 20,37), y que son hombres de Cristo mismo, como que ellos fueron los primeros de entre todos los hombres que se ocuparon en la búsqueda de Dios: Abraham, padre que fue de Isaac y éste de Jacob, como el mismo Moisés dejó escrito.

Los mitos de Core y de Atenas

64. 1. De lo hasta aquí dicho pueden entender que fueron también los demonios quienes introdujeron el uso de colocar la imagen de la diosa llamada Core sobre las fuentes de las aguas, diciendo ser ella la hija de Zeus; con lo que quisieron imitar lo que dijo Moisés. 2. Este, en efecto, como antes citamos (cf. I,59,3), dijo: «En el principio creó Dios el cielo y la tierra. 3. La tierra era invisible e informe, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas» (Gn 1,1-2). 4. A imitación, pues, de este Espíritu de Dios que se dijo cernerse sobre las aguas, dijeron los demonios que Core era una hija de Zeus. 5. Con parecida malicia dijeron que Atenas era también hija de Zeus, pero no nacida de unión carnal; sino que como supieron que Dios creó el mundo por medio de su Verbo, que antes había concebido en su pensamiento, pretendieron que Atenas era de alguna forma aquel primer pensamiento; cosa que tenemos por absolutamente ridícula, presentar a una figura femenina como imagen del pensamiento. 6. De manera semejante (ocurre) con los otros pretendidos hijos de Zeus; sus acciones les condenan.

La Eucaristía bautismal

65. 1. Por nuestra parte, nosotros, después de haber conducido al baño al que ha abrazado la fe y se ha adherido a nuestra (doctrina), le llevamos a los que se llaman hermanos, allí donde están reunidos; elevamos fervorosamente oraciones en común por nosotros mismos, por el que acaba de ser iluminado y por todos los otros esparcidos por todo el mundo, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, ser hallados por nuestras obras, personas de buena conducta y observantes de los mandamientos, para así alcanzar la salvación eterna. 2. Terminadas las oraciones, nos saludamos mutuamente con un beso. 3. Luego, al que preside (cf. 1 Tm 5,17) la asamblea de los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino templado, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por del Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: “Amén” (cf. 1 Co 14,16). 4. “Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea”. 5. Una vez que el presidente ha terminado la acción de gracias y todo el pueblo ha manifestado su acuerdo, los que entre nosotros se llaman “diáconos”, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino mezclado con agua sobre los que se dijo la acción de gracias, y lo llevan a los ausentes.

66. 1. Este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie es lícito participar, sino al que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y ha recibido el baño para la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a los preceptos que Cristo nos enseñó. 2. Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne (cf. Jn 1,14) por virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así también el alimento “eucaristía” por una oración que viene de Él -alimento con el que son alimentados nuestra sangre y nuestra carne mediante una transformación-, es precisamente, conforme a lo que hemos aprendido, la carne y la sangre de Jesús hecho carne. 3. Es así que los Apóstoles en las “Memorias”, por ellos escritos, que se llaman “Evangelios”, nos transmitieron que así le fue a ellos mandado obrar, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: “Hagan esto en memoria mía, éste es mi cuerpo” (Lc 22,19). E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: “Esta es mi sangre” (c. Mt 26,27-28), y que sólo a ellos se las dio.
4. Por cierto que también esto, por imitación, enseñaron los perversos demonios que se hiciera en los misterios de Mitra; pues en los ritos de un nuevo iniciado se presenta pan y un vaso de agua con ciertas recitaciones; ustedes lo saben o pueden de ello informarse.

La asamblea dominical

67. 1. En cuanto a nosotros, después de esta primera iniciación, recordamos constantemente entre nosotros estas cosas; y los que tenemos (bienes), socorremos a los necesitados todos y nos asistimos siempre unos a otros. 2. Por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Creador de todas las cosas por medio de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu Santo. 3. El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos; y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite, las “Memorias de los Apóstoles o los escritos de los profetas. 4. Luego, cuando el lector termina, el que preside toma la palabra para hacernos una exhortación e invitación para que imitemos esas hermosas enseñanzas. 5. Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos (a Dios) nuestras preces, y éstas terminadas, como ya dijimos (cf. I,65,3), se ofrece pan, vino y agua, y el que preside, según sus fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus oraciones y acciones de gracias, y todo el pueblo expresa su conformidad diciendo: “Amén”. Luego se hace la distribución y participación de la eucaristía, para cada uno. Enviándose su parte, por medio de los diáconos, a los ausentes. 6. Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogido se entrega al que preside. 7. Y él socorre con ello a huérfanos y viudas, a los que por enfermedad o por otra causa están en la indigencia, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso, y, en una palabra, él se constituye provisor de cuantos se hallan en necesidad. 8. Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el día primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y el día también en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos; pues es de saber que le crucificaron el día antes del día de Saturno, y al siguiente al día de Saturno, que es el día del sol, se apareció a sus apóstoles (cf. Mt 28,9) y discípulos, enseñándoles estas mismas doctrinas que nosotros les exponemos para su examen.

Recapitulación

68. 1. Ahora, pues, si les parece que tales doctrinas son conformes a la razón y a la verdad, tómenlas en consideración; pero si las tienen por charlatanería, como cosa de charlatanes desprécienlas, mas no decreten pena de muerte, como contra enemigos, contra quienes ningún crimen cometen. 2. Porque de antemano les avisamos que, si se obstinan en su injusticia, no escaparán al venidero juicio de Dios (cf. Mt 3,7). Nosotros, por nuestra parte, exclamaremos: “¡Lo que a Dios sea grato, eso suceda” (cf. Mt 6,10; 26,42, Platón, Critón 43d).
   3. Pudiéramos también exigirles que manden celebrar los juicios sobre los cristianos conforme a nuestra petición, fundándonos en la carta del máximo y gloriosísimo César Adriano, padre de ustedes; sin embargo, no les hemos hecho nuestra súplica ni dirigido nuestra exposición porque Adriano lo haya decidido así, sino porque estamos persuadidos de la justicia de nuestras peticiones. 4. Con todo, adjunta les hemos puesto copia de la carta de Adriano, para que vean cómo también a tenor de ella decimos la verdad.
   5. La copia es la siguiente: “A Minucio Fundano. 6. Recibí una carta que me fue escrita por Serenio Graniano, varón clarísimo, a quien tú has sucedido. 7. No me parece, pues, que el asunto deba dejarse sin examen, a fin de que ni se perturben los inocentes ni se dé facilidad a los calumniadores para sus fechorías. 8. Así, pues, si los habitantes de las provincias son capaces de sostener abiertamente sus acusaciones contra los cristianos, de suerte que respondan de ellas ante el tribunal, a este procedimiento han de atenerse; pero prohíbo las peticiones y simples griterías. 9. Mucho más conveniente es, en efecto, que si alguno intenta una acusación, entiendas tú en el asunto. 10. En conclusión, si alguno acusa a los cristianos y demuestra que obran en algo contra las leyes, determina la pena conforme a la gravedad del delito. Pero, ¡por Hércules!, si la acusación es calumniosa, determina el grado de su perversidad y ten buen cuidado que no quede impune”.