OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (129)

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Cristo en majestad entre
la Antigua y la nueva Ley
Mitad del siglo XV
Dijon (?), Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO II

Capítulo II: Sólo por la fe podemos conocer a Dios

   El temor de Dios consiste en alejarse del mal

4.1. El libro de los “Proverbios” dice: “No te apoyes en tu propia sabiduría, pero en todos los caminos procura conocerla, para que enderece tus caminos; así tu pie no tropezará” (Pr 3,5-6. 23). Con esto quiere mostrarnos que las obras deben ser consecuentes con la palabra, y poner de manifiesto que debemos elegir y retener lo útil de toda educación (paideia).

4.2. Varios son, en efecto, los caminos de la sabiduría que desembocan directamente en el camino de la verdad, y ese camino es la fe. “Tu pie no tropezará” (Pr 3,6) se dice a propósito de quienes parece que tienen la presunción de oponerse a la única y divina providencia.

4.3. Por eso [la Escritura] añade: “No te tengas por sensato (o: prudente, sabio) frente a ti mismo” (Pr 3,7), es decir, conforme a los razonamientos impíos que se oponen a la economía de Dios; “teme a Dios” (Pr 3,7), que sólo Él es poderoso (cf. Mt 10,28); de lo que se deduce que nada puede oponerse a Dios.

4.4. Pero además enseña claramente a continuación que el temor de Dios es apartarse del mal. Así dice [la Escritura]: “Apártate de todo mal” (Pr 3,7). Esta es la educación de la Sabiduría: “El Señor corrige al que ama” (Pr 3,12), haciéndolo sufrir para que entre en razón, pero restableciéndolo después en la paz y en la incorruptibilidad.

Los cristianos confesamos un Dios cercano

5.1. Por tanto, la filosofía bárbara que nosotros seguimos es realmente perfecta y verdadera. Porque dice en el libro de la Sabiduría: “Él me ha dado un conocimiento inequívoco de los seres, para conocer la composición del mundo” (Sb 7,17), y lo que sigue hasta “y las virtudes de las raíces” (Sb 7,20). En todo esto sintetiza la contemplación (theoría) de la naturaleza, es decir, de todas las cosas formadas en el mundo sensible.

5.2. Y a continuación se encuentra una alusión a los seres inteligibles, cuando añade: “Cuanto permanece oculto y visible lo he conocido, porque la Sabiduría me ha enseñado todo lo que ha hecho” (Sb 7,21).

5.3. He aquí brevemente lo que promete nuestra filosofía. Su estudio, practicado con una recta conducta, mediante la Sabiduría, que todo lo ha hecho (Sb 7,21), nos lleva hasta el que es guía del universo, difícil de comprender y capturar, porque siempre se retira y se aleja del que va en su persecución.

5.4. Pero ese mismo ser, aunque muy lejano, ha venido para estar muy cerca de nosotros. ¡Maravilla inefable! “Yo soy un Dios cercano” (Jr 23,23), dice el Señor; lejano por la esencia -¿cómo podría acercarse lo engendrado al que es inengendrado?-; pero está muy próximo por su poder, que contiene todo en su seno.

5.5. Dicee [la Escritura]: “Si algo se hiciere a escondidas, ¿yo no lo vería?” (Ex 33,13). En verdad, el poder de Dios está siempre presente y nos alcanza con su fuerza vigilante, bienhechora y educadora.

Dios está por encima de todo lugar y tiempo

6.1. Por eso Moisés, persuadido de que Dios jamás será conocido por sabiduría humana, dice: “Manifiéstate tú mismo a mí” (Ex 33,13), y fue forzado a entrar “en la oscuridad” (Ex 20,21), donde estaba la voz de Dios, o sea, en los pensamientos inaccesibles y sin imágenes acerca del ser; porque Dios no está la oscuridad o en un lugar, sino por encima de todo lugar, tiempo y de lo que (es) propio de las cosas creadas.

6.2. Por esa razón no se halla jamás en una parte, ni como continente ni como contenido, ni por delimitación alguna o división.

6.3. “¿Qué casa podrían construirme?” (Is 66,1), dice el Señor. Ni siquiera Él mismo se la ha construido, puesto que Él no necesita lugar (o: no puede estar contenido en el espacio), aunque se diga que “el cielo es su trono” (Is 66,1); pero no está contenido de esa forma, sino que descansa contento con la creación.

6.4. Para nosotros, por tanto, es claro que la verdad está escondida, conforme hemos demostrado con ese solo ejemplo, y dentro de poco lo estableceremos con otros ejemplos más.

La justicia verdadera

7.1. No pueden, por ende, no ser dignos de aprobación aquellos que están dispuestos a aprender y son capaces, según Salomón, “de conocer la sabiduría, y la disciplina, de comprender palabras sensatas, de alcanzar la destreza del razonamiento, de entender la justicia verdadera” (Pr 1,2-3) -porque se entiende que hay otra (justicia), la que se enseña no conforme a la verdad: la de las leyes griegas y la de los otros filósofos-.

7.2. Y dice [la Escritura]: “Enderezar los juicios” (Pr 1,3), no las sentencias de los tribunales, sino que debemos tener, en nosotros mismos, un criterio sano y seguro (o: sin error), “para conceder prudencia a los sencillos, y al joven entendimiento y comprensión. Y un sabio que oiga estas cosas, decidido a obedecer los mandamientos, será más sabio” (Pr 1,4-5) según la gnosis; y “quien sepa reflexionar adquirirá el arte de gobernar y entenderá las parábolas, las palabras oscuras, las máximas y los enigmas de los sabios” (Pr 1,6).

7.3. Los inspirados por Dios y quienes de ellos proceden no proferirán palabras engañosas, ni tenderán los lazos con los que la mayoría de los sofistas enredan a los jóvenes, sin ocuparse para nada de lo verdadero; al contrario, quienes poseen el Espíritu Santo indagan “las profundidades de Dios” (1 Co 2,10), es decir, que alcanzan el misterio que envuelve a las profecías.

7.4. Pero está prohibido dar las cosas santas a los perros (cf. Mt 7,6), mientras que siguen siendo fieras. No conviene dar de beber del manantial divino y puro, del agua viva (cf. Jn 4,10; Ap 22,1), a la gente envidiosa, perturbadora, infiel y sin pudor que ladra contra la investigación.

La fe de los cristianos

8.1. “No se te derramen las aguas fuera de tu fuente, porque tus aguas han de llegar hasta tus plazas” (Pr 5,16). “La mayoría de la gente no reflexiona sobre estas cosas; quienes por casualidad se enfrentan con la realidad, aunque se les explique, no la comprenden, sino que aparentan entenderla”, según el noble Heráclito (Fragmentos, 22 B 17).

8.2. ¿No te parece que también censura él a quienes no creen? “Pero mi justo vivirá de la fe” (Ha 2,4), ha dicho el profeta. Y otro profeta dice: “Si no tienen fe, ciertamente no comprenderán” (Is 7,9).

8.3. En efecto, ¿cómo podrá un alma contemplar de manera sobrenatural esas cosas, si rechaza en su interior el creer en la enseñanza misma?

8.4. Por el contrario, la fe que algunos griegos calumnian como inútil (o: vana) y bárbara es una preconcepción voluntaria, un asentimiento religioso, “una garantía de lo que se espera, una prueba de las cosas que no se ven” (Hb 11,1), según el divino Apóstol. Porque, principalmente “por ella los antiguos fueron acreditados” (Hb 11,2). “Sin la fe es imposible agradar a Dios” (Hb 11,6).

La voz de Dios

9.1. Otros han definido la fe como un asentimiento que nos une a una realidad invisible, como la demostración es el asentimiento dado sin duda a una realidad que se ignoraba.

9.2. Ahora bien, si (la fe) es una elección deliberada (o: una determinación), puesto que tiende hacia un objeto, tal deseo es reflexivo, y si por otra parte la elección deliberada es el principio de la acción, también la fe es principio de una acción consciente, como si uno procurase anticipadamente la demostración mediante la fe.

9.3. Además, es principio de inteligencia seguir lo que es útil. Generalmente, una indagación segura es de una gran ayuda para la [adquisición de la] gnosis. Así, el ejercicio de la fe genera una ciencia, basada en un fundamento sólido.

9.4. Ahora bien, los discípulos de los filósofos definen la ciencia como una condición que ningún razonamiento puede conmover. ¿Hay, por tanto, otra postura tan verdadera como la de la religión, que tiene para sí como único maestro al Verbo? Pienso que no.

9.5. Teofrasto sostiene que la sensación es el principio de la fe, puesto que por ella se transmiten los principios hasta la razón y el pensamiento que están en nosotros (Teofrasto, Fragmentos, 13).

9.6. Por eso, quien cree en las divinas Escrituras con un juicio firme, recibe como demostración irrefutable la voz de Dios, que nos ha dado las Escrituras; por ello, la fe no es algo que pueda apoyarse en la demostración. “Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Jn 20,29).

9.7. Por otra parte, las solicitaciuones de las sirenas manifiestan un poder sobrehumano e impresionan a quienes se encuentran en sus proximidades, disponiéndoles a escuchar sus cantos, aunque ellos mismos no quieran.