OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (127)

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El profeta Abdías inspirado por el Espíritu Santo
Hacia 1210-1230
Avranches (Francia)
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO I (conclusión)

Capítulo XXVIII: Moisés es maestro de Platón también en la dialéctica

   Las cuatro partes de “la filosofía mosaica”

176.1. Ahora bien, la filosofía mosaica [= ley mosaica] se divide en cuatro partes: una es la histórica, y la legislativa propiamente dicha, ambas son específicas de la actividad ética; la tercera, en cambio, es la litúrgica (lit.: perteneciente a las ceremonias religiosas), que es propia de la teoría de la naturaleza;

176.2. y la cuarta, que está por encima de todas, es la parte teológica, la contemplación, como dice Platón (cf. Fedro, 250 C; Symposium, 209 E-210 A; Plutarco, Moralia, 382), de los misterios realmente grandes; no obstante, Aristóteles llama a esa parte metafísica.

176.3. También, conforme afirma Platón en “El Político” (cf. 287 A), la dialéctica es la ciencia de la manifestación de los seres; adquirida por el sabio (o: prudente), no por razón de hablar o hacer algo de lo que toca a los hombres, como lo practican ahora los dialécticos que se ocupan de la sofística, sino por razón de poder decir lo agradable a Dios y practicar todo cuanto le es grato con todas las fuerzas (cf. Platón, Fedro, 273 E).

La prudencia dialéctica

177.1. La verdadera dialéctica, combinada con la verdadera filosofía, al examinar la realidad, sabe distinguir las Dominaciones y las Potestades (cf. 1 Co 15,24; Ef 1,21); luego trasciende poco a poco hacia la esencia suprema (o: soberana; lit.: mejor de todos), con ánimo (o: se atreve a) de estar más allá, junto al Dios del universo; prometiendo, no un conocimiento empírico de las cosas mortales, sino una ciencia de las realidades divinas y celestiales, a la cual acompaña también el (adecuado) manejo de las cosas humanas, en las palabras y en las acciones.

177.2. Con razón, también la Escritura, queriendo que nosotros seamos dialécticos de ese modo, aconseja: “Sean cambistas acreditados (o: de buena reputación)” (texto desconocido; cf. Mt 25,27), rechazando ciertas cosas y reteniendo lo bueno (cf. 1 Ts 5,21).

177.3. En realidad, esta misma prudencia dialéctica es capacidad de discernimiento respecto de lo inteligible, demostración de lo que inconfundible (lit.: sin mezcla) y manifiestamente (lit.: puramente) corresponde a cada ser (o: es la sustancia básica de cada ser); es una facultad de distinguir los géneros de las cosas, que desciende hasta las más particulares, logrando que cada ser aparezca en su particular pureza.

Cristo nos revela al Padre del universo

178.1. Por lo cual sólo ella nos lleva de la mano hacia la verdadera sabiduría, que es una fuerza divina, conocedora de los seres en cuanto seres, dotada de perfección, libre de toda pasión; todo ello no se hace sin la ayuda del Salvador, quien, con la Palabra divina, ha disipado de la vista de nuestra alma la tenebrosa ignorancia vertida sobre ella por una mala conducta, y nos ha dado a cambio lo mejor: “que reconociéramos bien quién es Dios y qué es el hombre” (Homero, Ilíada, V,127).

178.2. Él es quien mostró realmente cómo conocernos a nosotros mismos; Él es quien revela al Padre del universo a quien quiere, según es posible que la naturaleza humana lo comprenda. “Porque, nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revelare” (Mt 11,27).

Los cuatro modos de recibir la Ley

179.1. Con razón el Apóstol dice que conoció “por revelación el misterio del que escribí antes brevemente (lit.: en breve); en relación a lo cual, leyendo, pueden darse cuenta de mi comprensión del misterio de Cristo” (Ef 3,3,-4).

179.2. Dijo “en relación a lo cual pueden” (Ef 3,4), porque sabía que algunos habían tomado únicamente leche, y no alimento sólido todavía, ni siquiera del todo leche (cf. 1 Co 3,2).

179.3. De cuatro maneras podemos también comprender (o: aceptar; admitir) la voluntad de la Ley: o nos muestra un modelo, o nos manifiesta un signo, o nos impone un mandamiento para una conducta recta, o vaticina como una profecía.

179.4. Sé bien que discernir y explicar (lit.:decir) tales cosas es propio de adultos (lit. varones; hombres). En efecto, comprender la Escritura en toda su extensión no es una Micono (= una de las islas Cícladas), como dicen los aficionados a los proverbios. Hay que acercarse a ella con dialéctica, lo más posible, si se desea alcanzar el progreso de la enseñanza divina.

Capítulo XXIX: La ley proviene del Verbo

   Las enseñanzas de los Griegos son nuevas

180.1. De ahí que el sacerdote egipcio dijera bellamente en Platón: “Oh Solón, Solón, ustedes, griegos, son siempre niños que no tienen la menor idea antigua transmitida mediante una doctrina del pasado; no existe ningún griego antiguo” (Platón, Timeo, 22 B).

180.2. Al decir “ancianos”, daba a entender, creo, los que conocen lo antiguo, o sea, lo nuestro, como, al contrario, “jóvenes” los que conocen lo nuevo y estudiado por los griegos, investigando lo producido ayer o anteayer como si fuera viejo y antiguo.

180.3. Y añadió: “Enseñanza encanecida por el tiempo”, porque nosotros, conforme al estilo bárbaro, usamos la metáfora de manera simplista y no claramente. Generalmente, quienes son espirituales por naturaleza acceden sin esfuerzo a todo el arte de la interpretación.

180.4. Y dice sobre los griegos que sus creencias no difieren mucho de “cuentos de niños” (cf. Platón, Timeo, 23 B), porque no hay que entender esto como cuentos de niños o hechos para los niños.

180.5. Llama “niños” a las fábulas mismas, como si dijera que todavía no se ven bien aquellos griegos que se creían sabios; y alude con la “enseñanza encanecida” a la más antigua de los bárbaros. A esta verdad opuso la expresión “cuento de niños”, para mostrar el carácter mítico de la tentativa de los más jóvenes [griegos], donde nada hay que no sea inmaduro, propio de los niños, y haciendo ver que tanto sus cuentos como sus discursos son infantiles.

La luz de la ley

181.1. En efecto, la Potencia divinamente habla a Hermas en la revelación, diciendo: “Las visiones y revelaciones existen a causa de los indecisos, de los que discuten en sus corazones si estas cosas existen o no” (Hermas, El Pastor, Visión 3,4).

181.2. Igualmente, también se ayudan de una abundante erudición para reforzar sus argumentos, y aseguran y fundamentan sus razonamientos apodícticos, conforme a sus “ondulantes conocimientos” (cf. Homero, Ilíada, III,108) juveniles.

181.3. Según la Escritura: “El buen precepto es una lámpara, y luz para el camino es la ley; porque la educación muestra los caminos de la vida” (Pr 6,23).

181.4. La ley es la reina de todos, mortales e inmortales, dice Píndaro (Fragmentos, 169).

181.5. Pero yo deduzco de esas [palabras] al que dio la Ley y admito que Hesíodo se refiera al Dios del universo, aunque el poeta lo haya dicho tanteando, y no comprendiendo:

181.6. “El Cronida ha dispuesto esta ley para los hombres; peces y fieras y aves voladoras: ¡que se coman entre sí, puesto que no hay justicia entre ellos! Pero a los hombres les dio la justicia, que es lo mejor de todo” (Los trabajos y los días, 276-279).

El Señor es Ley y Verbo

182.1. Puede que aluda igualmente a la ley concedida con el nacimiento, o a la ley que se nos ha dado a continuación, pero ambas, tanto la ley natural como la aprendida, vienen de Dios, y es única; como dice Platón en el “Político”, el legislador es uno (cf. Platón, Político, 301 C y 309 C-D); y en “Las Leyes” [dice] que uno es el que comprende lo característico de los músicos (cf. Platón, Leyes, 658 E y 659 A); con ello enseña que el Verbon (Logos) es uno y que Dios es uno.

182.2. Y Moisés aparece llamando al Señor “alianza”, cuando dice: “He aquí mi alianza contigo” (Gn 17,4). Antes también había hablado de “alianza”: “No buscarlo en ningún escrito” (cf. Gn 17,2).

182.3. Ahora bien, es alianza porque el autor de todo, Dios, dispone -porque “theos” dice relación a la “thesis”-, y él mismo realiza la disposición de todo conforme a un orden. En la “Predicación de Pedro” se encuentra que el Señor es llamado “Ley y Verbo” (Logos; Kerigma Petri, 1).

Pero el [libro] primero de nuestros Stromata de notas gnósticas, según la verdadera filosofía, sea terminado en este punto.