OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (12)

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Ascensión
Hacia 1030-1040
De un manuscrito Ottoniano
Regensburg, Alemania
SAN JUSTINO, APOLOGÍA PRIMERA (continuación)

Reglas de interpretación

36. 1. Cuando oyen que los profetas hablan en nombre de algún personaje, no deben de pensar que eso lo dicen los mismos hombres inspirados, sino el Verbo divino que los mueve. 2. Porque unas veces habla como anunciando de antemano lo que ha de suceder, a la manera de una predicción; otras como en persona de Dios, Maestro y Padre del universo; otras en persona de Cristo; otras, en fin, en nombre de las naciones que responden al Señor o a su Padre. Algo semejante pueden constatar entre sus escritores: es un mismo autor el que compuso todo la obra, pero pone en escena varias personas que dialogan entre sí. 3. Por no entender eso los judíos, que son quienes poseen los libros de los profetas, no sólo no reconocieron a Cristo ya venido, sino que nos aborrecen a nosotros, que decimos haber en efecto venido y mostramos que, como estaba profetizado, fue por ellos crucificado.

Profecías atribuidas al Padre

37. 1. Para que también eso les resulte claro, he aquí unas palabras que fueron dichas por el profeta Isaías, antes mentado, en nombre del Padre: «El buey conoció a su amo y el asno el pesebre de su señor; pero Israel no me ha conocido y mi pueblo no me ha entendido. 2.¡Ay de la nación pecadora, el pueblo lleno de pecados, descendencia mala, hijos inicuos: han abandonado al Señor!» (Is 1,3-4). 3. Y nuevamente, en otro pasaje en que habla igualmente el mismo profeta en nombre del Padre: «¿Qué casa me van a edificar?, dice el Señor. 4. El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies» (Is 66,1). 5. Y otra vez en otro pasaje: «Sus novilunios y sus sábados, mi alma los aborrece; y su día grande de ayuno y su ociosidad, no los soporto (Is 1,13-14), ni aun cuando se presenten ante mi vista (Is 1,12), los escucharé.6. Llenas están de sangre sus manos (Is 1,15). 7. Aun cuando me traigan flor de harina o incienso, me es una abominación (Is 1,13); grasa de corderos o sangre de toros, no la quiero. 8. Porque, ¿quién requirió esas ofrendas de sus manos? (Is 1,11-12). Desata más bien toda atadura de injusticia, rompe las cadenas de los violentos contratos, cubre al sin techo y al desnudo, comparte tu pan con el hambriento (Is 58,6-7)». 9. Por estos pasajes pueden entender de qué naturaleza son las enseñanzas que en nombre de Dios dan los profetas.

Profecías atribuidas al Hijo

38. 1. Cuando el Espíritu profético habla en persona de Cristo, se expresa así: “Yo extendí mis manos a un pueblo que no cree y que contradice, a los que andan por camino no bueno” (Is 65,2). 2. Y de nuevo: «Presenté mi espalda a los azotes y mis mejillas a las bofetadas, y mi rostro no lo aparté del ultraje de los salivazos. 3. Pero el Señor se hizo mi ayudador; por eso no quedé confundido, sino que puse mi rostro como roca dura, y supe que no había de ser confundido, pues cerca está el que me justifica» (Is 50,6-8). 4. Y lo mismo cuando dice: «Ellos echaron suerte sobre mis vestiduras, y taladraron mis manos y mis pies (Sal 21,19. 17). 5. Pero yo me dormí y me entregué al sueño, y resucité, porque el Señor me protegió» (Sal 3,6). 6. Y otra vez, cuando dice: «Cuchicheaban con sus labios y movieron su cabeza diciendo: “Que se salve a sí mismo”» (Sal 21,8-9). Todo esto pueden comprobar que se cumplió por los judíos en Cristo. 8. Pues cuando fue Él crucificado, retorcían sus labios y meneaban sus cabezas diciendo: “El que resucitó muertos, que se salve a sí mismo” (cf. Mt 27,39. 43).

Profecías atribuidas al Espíritu

39. 1. Cuando el Espíritu profético habla para profetizar lo por venir, dice así: “De Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén; Él juzgará en medio de las naciones y convencerá a un pueblo numeroso. De sus espadas forjarán arados y de sus lanzas hoces; y no tomará nación contra nación espada ni sabrán ya qué cosa sea la guerra” (Is 2,3-4; cf. Mi 4,2-3). Que así haya sucedido, en sus manos está comprobarlo. 3. Porque de Jerusalén salieron doce hombres (cf. Mt 10,2s.; Mc 3,14s.; Lc 16,13s.) por el mundo, y éstos ignorantes (cf. Hch 4,13), incapaces de elocuencia, que, sin embargo, anunciaron por el poder de Dios a todo el género humano haber sido ellos enviados por Cristo para enseñar a todos la palabra de Dios (cf. Hch 2,6-11). Y los que antes nos matábamos unos a otros, no sólo no hacemos ahora la guerra a nuestros enemigos, sino que, por no mentir ni engañar a nuestros jueces al interrogarnos, morimos gustosos por confesar a Cristo. 4. Sin embargo, pudiéramos nosotros aplicar a nuestro caso el dicho famoso: “La lengua juró, pero el corazón no ha jurado” (Eurípides, Hipólito 612). 5. Pero seguramente sería ridículo que los soldados que ustedes reclutan y enrolan, pongan la lealtad hacia ustedes por encima de su propia vida, por encima de sus padres, su patria y cuanto les pertenece, siendo así que nada imperecedero les pueden procurar, y nosotros, que aspiramos a la incorrupción, no lo soportemos todo a trueque de recibir los bienes que esperamos ardientemente de Aquel que tiene poder para dárnoslo.

Los Salmos 18, 1 y 2

40. 1. Escuchen ahora lo que fue predicho sobre los que predicaron su doctrina y anunciaron su venida; el ya mentado profeta y rey dice así por moción del Espíritu profético: «El día al día le transmite una palabra, y la noche a la noche le anuncia conocimiento. 2. No hay discursos ni palabras cuya voz no se oiga. 3. Sobre toda la tierra se esparció el sonido de su voz y a los términos del orbe de la tierra llegaron sus palabras. 4. En el sol puso su tienda, y éste, como esposo que sale de su cámara nupcial, se regocijará como gigante para recorrer su camino» (Sal 18,3-6).
   5. Hemos creído oportuno y propio hacer mención de otras palabras profetizadas por el mismo David, por las que podrán enterarse qué regla de vida el Espíritu profético propone a los hombres, 6. y cómo anuncia la conjura que se tramó contra Cristo entre Herodes, rey de los judíos; éstos mismos judíos y Pilato, que fue procurador de ustedes en Judea, y los soldados de éste (cf. Hch 4,27). 7. Noten también cómo se profetiza que habían de creer en Él hombres de toda raza; que Dios le llama Hijo suyo y le promete someterle a todos sus enemigos; cómo los demonios, en cuanto pueden, tratan de escapar al poder de Dios Padre y Soberano de todo y al de Cristo; y cómo, en fin, llama Dios a todos los hombres a la penitencia antes que llegue el día del juicio. 8. Las profecías dicen así: «Bienaventurado el hombre que no camina según el consejo de los impíos, ni se para en el camino de los pecadores, ni se sienta sobre la cátedra pestilente, sino que su voluntad está en la ley del Señor, y en su ley medita día y noche. 9. Será como árbol plantado junto a las corrientes de las aguas, que dará su fruto a debido tiempo y sus hojas no caerán, y todo cuanto hiciere le saldrá prósperamente. 10. No así los impíos, no así, sino que serán como el polvo que esparce el viento sobre la superficie de la tierra. Por eso, no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el consejo de los justos; porque conoce el Señor el camino de los justos y el camino de los impíos perecerá (Sal 1,1-6). 11. ¿Por qué bramaron las naciones y los pueblos vanos pensamientos? Se levantaron los reyes de la tierra y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Cristo, diciendo: “Rompamos sus ataduras y arrojemos de nosotros su yugo”. 12. El que mora en los cielos se reirá de ellos, y el Señor los hará objeto de su mofa. Entonces les hablará en su ira, y en su furor los conturbará. 13. Yo, en cambio, fui por Él constituido rey sobre Sión, su monte santo, para anunciar su decreto. 14. El Señor me dijo: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. 15. Pídemelo y te daré las naciones por herencia, y por posesión tuya los confines de la tierra. Los apacentarás con vara de hierro, como vasos de alfarero los harás añicos. 16. Y ahora, reyes, entiendan; instrúyanse los que juzgan la tierra. 17. Sirvan al Señor con temor y exulten en Él con temblor. 18. Sométanse a sus enseñanzas, en el temor de que se irrite el Señor y se pierdan fuera del camino recto, cuando de pronto se encienda su cólera. 19. Bienaventurados todos los que confían en Él”» (Sal 2,1-12).

El triunfo de Cristo: Salmo 95

41. 1. En otra profecía, el Espíritu profético anuncia por medio del mismo David que Cristo había de reinar después de ser crucificado, dijo así: «Alabe al Señor toda la tierra, y anuncien de día en día su salvación, porque grande es el Señor y digno de alabanza sobremanera, temible sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de las naciones son imágenes de demonios, pero Dios hizo los cielos. 2. Gloria y alabanza en su presencia, fuerza y esplendor en el lugar de su santificación. Den gloria al Señor, al que es Padre de los siglos. 3. Presenten la ofrenda, llévenla a su presencia y adórenle en sus atrios santos. Tema ante su faz toda la tierra, que se afirme y no vacile. 4. Alégrense en las naciones: el Señor estableció su reino desde lo alto del madero» (1 Cro 16,23-25. 28a. 29b.-31; cf. Sal 95.1-10).

La predicción del futuro

42. 1. Vamos también a aclarar el caso en que el Espíritu profético habla de lo porvenir como ya cumplido, como puede ya conjeturarse en los textos antes alegados, a fin de que tampoco en esto tengan excusa los que leen. 2. Lo absolutamente conocido como que va a suceder, el Espíritu profético lo predice como ya sucedido; y que haya de tomarse así, pongan toda la atención de su mente a lo que vamos a decir. 3. Las profecías citadas las pronunció David mil quinientos años antes de que Cristo, hecho hombre, fuera crucificado, y ninguno de los antes nacidos procuró, al ser crucificado, alegría a las naciones (cf. Sal 96,10; I,41,4), ni nadie tampoco después de Él. 4. En cambio, fue en nuestro tiempo que Jesucristo fue crucificado, murió y resucitó, y que después de subir al cielo estableció su reino; y porque esto fue proclamado en su nombre por medio de los apóstoles en todas las naciones, la alegría reina entre quienes esperan la inmortalidad que Él nos ha prometido.

Profecías, destino y libertad

43. 1. De lo anteriormente por nosotros dicho no tiene nadie que sacar la consecuencia de que nosotros afirmamos que cuanto ocurre, sucede por necesidad del destino, por el hecho de que decimos ser de antemano conocidos los acontecimientos. Para ello, vamos a resolver también esta dificultad. 2. Nosotros hemos aprendido de los profetas (cf. Jr 17,9-10), y afirmamos que ésa es la verdad, que los castigos y tormentos, lo mismo que las buenas recompensas, se dan a cada uno conforme a sus obras; pues de no ser así, sino que todo sucediera por destino, no habría en absoluto libre albedrío. Y, en efecto, si está determinado que éste sea bueno y el otro malo, ni aquél merece alabanza, ni éste vituperio. 3. Si el género humano no tiene poder para huir por libre determinación del mal y escoger el bien, es irresponsable de cualesquiera acciones que haga. 4. Pero que el hombre es virtuoso y peca por libre elección, lo demostramos por el siguiente argumento: 5. Vemos que el mismo sujeto pasa de un contrario a otro. 6. Ahora bien, si estuviera determinado ser malo o bueno, no sería capaz de cosas contrarias ni se cambiaría con tanta frecuencia. En realidad, ni podría decirse que unos son buenos y otros malos, desde el momento que afirmamos que el destino es la causa de buenos y malos, y que se contradice a sí mismo en su accionar, o habría que tomar por verdad lo que ya anteriormente insinuamos, a saber, que la virtud y el vicio son puras palabras, y que sólo por opinión se tiene algo por bueno o por malo. Lo cual, como demuestra la verdadera razón, es el colmo de la impiedad y de la iniquidad. 7. Lo que sí afirmamos ser destino ineludible es que a quienes escogieron el bien, les espera digna recompensa; y a los que lo contrario, les espera igualmente digno castigo. 8. Porque no hizo Dios al hombre a la manera de las otras criaturas, por ejemplo, árboles o cuadrúpedos, que nada pueden hacer por libre determinación; pues en este caso el hombre no sería digno de recompensa o alabanza, no habiendo por sí mismo escogido el bien, sino nacido ya bueno; ni, de haber sido malo, se le castigaría justamente, no habiéndolo sido libremente, sino por no haber podido ser otra cosa que lo que fue.

Libre arbitrio y responsabilidad

44. 1. Esta doctrina nos la ha enseñado el Espíritu profético, que por medio de Moisés le hacer decir a Dios la siguiente sentencia al primer hombre, al que había creado: “Mira que ante ti está el bien y el mal, escoge el bien” (Dt 30,15. 19). 2. A su vez, por Isaías, otro de los profetas, hablando en nombre de Dios, Padre y Señor del universo, le hace decir: 3. «Lávense, purifíquense, quiten la maldad de sus almas. Aprendan a obrar el bien, obren rectamente con el huérfano, hagan justicia a la viuda, y entonces vengan y conversemos, dice el Señor. Aún cuando sus pecados fueren como la púrpura, como lana los dejaré blancos; aún cuando fueren como escarlata, como nieve los blanquearé. 4. Y si quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan, la espada los devorará, porque la boca del Señor lo ha dicho» (Is 1,16-20). 5. La anterior expresión: “La espada os devorará” (Is 1,20), no quiere decir que hayan de ser pasados a filo de espada los que desobedecieren, sino que por “la espada del Señor” hay que entender el fuego, cuya presa son los que han escogido practicar el mal. 6. Por eso dice: “La espada los devorará, porque la boca del Señor lo ha dicho” (Is 1,20). 7. Porque si hubiera hablado de la espada que corta y mata al instante, no hubiera dicho “los devorará”. 8. De suerte que Platón mismo, al decir: “La culpa es de quien elige, Dios no tiene culpa” (República X,617e), lo dijo por haberlo tomado del profeta Moisés, pues es de saber que éste es más antiguo que todos los escritores griegos. 9. Y, en general, cuanto filósofos y poetas dijeron acerca de la inmortalidad del alma, de los castigos después de la muerte, de la contemplación de las cosas celestiales y de otras doctrinas semejantes, de los profetas tomaron los principios no sólo para poderlo entender, sino también para expresarlo. 10. De ahí que parezca haber en todos, unas como semillas de verdad; sin embargo, se les puede reprochar no haberlo entendido exactamente por el hecho de que se contradicen unos a otros. 11. En conclusión, si decimos que los acontecimientos futuros han sido profetizados, no por eso afirmamos que sucedan por necesidad del destino; lo que afirmamos es que Dios conoce de antemano cuanto ha de ser hecho por cada hombre, es decreto suyo recompensar a cada uno según el mérito de sus obras, y por ello justamente anuncia por medio del Espíritu profético lo que a cada uno ha de venir de parte de Él, conforme a lo que sus obras merezcan: con lo que constantemente conduce al género humano a la reflexión y al recuerdo, demostrándole que tiene cuidado y providencia de los hombres. 12. Sin embargo, por la acción de los malvados demonios, se decretó pena de muerte contra quienes leyeran los libros de Histaspe, de la Sibila o de los profetas, a fin de apartar a los hombres, por el terror, de alcanzar, leyéndolos, el conocimiento del bien, y retenerlos ellos como esclavos suyos; cosa que en definitiva, no pudieron conseguir los demonios. 13. Porque no sólo los leemos intrépidamente nosotros, sino que, como ven, se los ofrecemos para que los examinen ustedes, seguros como estamos que han de aparecer gratos a todos. Y aún cuando sólo a unos pocos logremos persuadir, nuestra ganancia será muy grande, pues recibiremos del amo, como buenos agricultores, nuestra remuneración.

La Ascensión y el triunfo

45. Ahora escuchen lo que dijo el profeta David sobre que Dios, Padre del universo, había de llevar a Cristo al cielo después de su resurrección de entre los muertos, y retenerle consigo hasta herir a los demonios, enemigos suyos, y completar el número de los que Él sabía de antemano serían buenos y virtuosos, aquellos justamente por cuyo causa no ha cumplido todavía la universal destrucción. 2. Las palabras del profeta son éstas: «Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. 3. Cetro de poder te enviará el Señor desde Jerusalén y tú domina en medio de tus enemigos. 4. Contigo el imperio en el día de tu potencia en medio de los esplendores de tus santos. De mi seno, antes del lucero de la mañana, te he engendrado» (Sal 109,1-3).
   5. Ahora bien, las palabras: “Cetro de poder te enviará desde Jerusalén” (Sal 109,2), era anticipado anuncio de la palabra poderosa, que, saliendo de Jerusalén, predicaron por doquiera sus apóstoles; y que nosotros, a despecho de la muerte decretada contra los que enseñan o sólo confiesan el nombre de Cristo, por doquiera, también la abrazamos y la enseñamos. 6. Si también ustedes leen como enemigos estas palabras nuestras, fuera de matarnos, como ya antes dijimos (I,2,4; 11,2; 12,6), nada pueden hacer; y eso, a nosotros, ningún daño nos acarrea; a ustedes, empero, y a todos los que injustamente nos aborrecen y no se convierten, ha de traerles castigo de fuego eterno.

La salvación de los hombres antes de Cristo

46. 1. Algunos, sin razón, para rechazar nuestra enseñanza, pudieran objetarnos que, diciendo nosotros que Cristo nació hace sólo ciento cincuenta años bajo Quirino y enseñó su doctrina más tarde, en tiempo de Poncio Pilato, ninguna responsabilidad tienen los hombres que le precedieron. Adelantémonos a resolver esta dificultad. 2. Nosotros hemos recibido la enseñanza de que Cristo es el primogénito de Dios, y anteriormente hemos indicado (cf. I,23,2) que Él es el Verbo, de que todo el género humano ha participado. 3. Así, quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos, aún cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos con Sócrates, Heráclito y otros semejantes, y entre los bárbaros con Abrahám, Ananías, Azarías y Misael, y otros muchos cuyos hechos y nombres, que sería largo enumerar, omitimos por ahora. 4. De suerte que también los que anteriormente vivieron sin el Verbo, fueron malvados, enemigos de Cristo y asesinos de quienes viven con el Verbo; pero los que han vivido y siguen viviendo con el Verbo son cristianos y no saben de miedo ni turbación. 5. Ahora bien, por qué causa nació hombre de una virgen por el poder del Verbo conforme al designio de Dios, Padre y Soberano del universo, fue llamado Jesús y después de crucificado y muerto, resucitó y subió al cielo, el lector inteligente podrá perfectamente comprenderlo por las largas explicaciones hasta aquí dadas (cf. I,45-46,4). 6. Por nuestra parte, como quiera que no sea al presente necesario demostrar ese punto, pasaremos por ahora a las demostraciones más urgentes.

La ruina de Jerusalén

47. 1. Escuchen ahora lo que por el Espíritu profético fue predicho sobre la devastación futura de la tierra de los judíos. Las palabras están dichas como pronunciadas por las naciones que se maravillan de lo sucedido. 2. Son de este tenor: «Desierta ha quedado Sión, como soledad ha quedado Jerusalén, execrada ha sido la casa, nuestro santuario; y su gloria que nuestros padres celebraron, ha venido a ser presa del fuego y todas sus maravillas se han hundido. 3. Ante todo esto, tú permaneciste impasible, te callaste y nos has humillado sobremanera» (Is 64,9-11). 4. Ahora bien, que Jerusalén haya quedado desierta, tal como había sido predicho, cosa es de que están bien persuadidos. 5. Y no sólo se predijo su devastación, sino también, por el profeta Isaías, que a ninguno de ellos se le permitiría habitar en ella, con estas palabras: “La tierra de ellos está desierta, delante de ellos sus enemigos la devoran (cf. Is I,7), y ninguno de ellos la habitará” (Jr 50,3 [27,3 LXX]). 6. Ustedes mismos tienen montada guardia para que nadie se halle en ella, y han decretado la pena de muerte contra el judío que sea sorprendido queriendo retornar, esto lo saben perfectamente.

El poder de Cristo y la persecución de los discípulos

48. 1. Que nuestro Cristo había de curar todas las enfermedades (cf. Is 35,5) y resucitar muertos, escuchen las palabras con que fue profetizado: 2. Son éstas: “Ante su advenimiento, saltará el lisiado como ciervo, y se soltará la lengua de los mudos (Is 35,6), los ciegos recobrarán la vista, los leprosos quedarán limpios, los muertos resucitarán y echarán a andar” (cf. Mt 11,5; Is 35,5; 26,19). 3. Que todo esto lo hizo Cristo, pueden comprobarlo por las “Actas” redactadas en tiempo de Poncio Pilato. 4. Y sobre cómo fue de antemano señalado que a Él lo iban a matar, junto con los hombres que en Él esperan, escuchen las palabras del profeta Isaías: 5. «He aquí cómo hicieron perecer el justo y nadie reflexiona en su corazón; varones justos son quitados de en medio y nadie presta atención. 6. A la vista de la iniquidad es eliminado el justo y su sepultura estará en paz; ha sido quitado de en medio de los hombres» (Is 57,1-2).

La conversión de los paganos y la incredulidad de Israel

49. 1. Escuchen lo que dice el profeta Isaías: los pueblos de las naciones que no le esperaron habían de adorarle; los judíos, en cambio, que le estaban esperando, venido que hubo, le desconocieron. Las palabras están dichas en nombre de Cristo mismo, 2. y son de este tenor: «Me manifesté a quienes no preguntaban por mí, fui hallado por quienes no me buscaban. Dije: “Heme aquí”, a una nación que no invocaba mi nombre. 3. Extendí mis manos a un pueblo que no cree y que contradice, a los que andan por un camino no bueno, tras sus pecados. 4. El pueblo que me exaspera, está delante de mí» (Is 65,1-3; cf. Rm 10,20-21). 5. En efecto, los judíos que estaban en posesión de las profecías y esperaban continuamente a Cristo, venido que fue, no le reconocieron; y no sólo eso, sino que le hicieron violencia (cf. Hch 13,27-28) [a las profecías]; en cambio, los gentiles, que jamás habían oído hablar de Él hasta que los Apóstoles salidos de Jerusalén les contaron su vida y les entregaron las profecías, llenos de alegría y de fe (cf. Hch 13,48) renunciaron a los ídolos y se consagraron por medio de Cristo al Dios ingénito. 6. Y que de antemano fueron conocidas estas calumnias que habían de propalarse contra los que confiesan a Cristo y que la desgracia debía golpear a quienes los maldicen pretendiendo que es bueno conservar las antiguas tradiciones, escuchen cómo brevemente lo dice el profeta Isaías. 7. Son sus palabras: “¡Ay de los que llaman a lo dulce amargo y a lo amargo dulce!” (Is 5,20).