OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (116)

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El Buen Pastor
Gallus Kemli (1417-80/81)
St. Gallen, Suiza
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO I

Capítulo XX: Origen e importancia de la filosofía (conclusión)

   Las causas múltiples

97.1. Al igual que son muchos los hombres que botan (o: arrastran) [en el agua] un barco, y no se dice que las causas sean múltiples, sino que es una única causa [compuesta] de muchos elementos -porque cada uno por sí mismo no constituye la causa para botar (o: arrastrar) la nave, si no es con la ayuda de los otros-, así también la filosofía contribuye a la comprensión de la verdad, puesto que constituye una búsqueda de la verdad, pero no es causa [única] de la comprensión, sino causa unida a otras y colaboradora. Pero, quizás también la concausa es causa.

97.2. Siendo una la felicidad, las causas que contribuyen son las múltiples virtudes que la favorecen; y de igual manera que el sol, el fuego, el baño y la vestimenta producen calor, así también la verdad es una, aunque sean muchas las cosas que cooperen a su búsqueda; pero se encuentra mediante el Hijo.

97.3. Según eso, veamos: la virtud es una sola en cuanto a capacidad, pero unas veces se llama prudencia cuando se manifiesta en determinadas obras; otras veces templanza, fortaleza o justicia.

97.4. Así también, aunque la verdad es una, en geometría la verdad es geométrica, en la música musical, y en la correcta filosofía bien puede ser la verdad griega. Pero una sola es la verdad soberana e inexpugnable, la que nos ha enseñado el Hijo de Dios.

La contribución de la filosofía a la búsqueda de la verdad

98.1. Nosotros decimos que una sola y la misma dracma es llamada pasaje, si es dada al propietario de una nave; impuesto, si es al recaudador; alquiler, si es para el arrendador; honorario, si es para el maestro; y fianza, si es para el vendedor. Cada virtud, como cada verdad, aunque nombrada de forma sinónima, son causa de solo el efecto que les corresponde a cada una de ellas.

98.2. Por la combinación de todas esas [virtudes] es como se produce la vida feliz -puesto que no seremos felices por la eficacia de los nombres-, sino que llamamos felicidad a la vida recta, y dichoso al que tiene el alma adornada de virtudes.

98.3. Sin duda, la filosofía contribuye, aunque sea a distancia, a la búsqueda de la verdad, esforzándose de múltiples maneras por estar unida estrechamente a la Verdad que nosotros reconocemos; ella coopera ciertamente con quien se ha propuesto el intento de alcanzar racionalmente (logikos) el conocimiento perfecto (gnoseos).

98.4. La verdad griega es diferente de la nuestra, aunque también sea designada con el mismo nombre; es distinta por la grandeza de la gnosis, por una demostración más auténtica, por su fuerza divina y por otras cosas parecidas. Porque nosotros, “enseñados por Dios” (1 Ts 4,9), somos instruidos realmente en las sagradas letras por el Hijo de Dios. En consecuencia, [los griegos] no estimulan (lit.: mueven) sus almas de igual manera [que nosotros], sino mediante una enseñanza diferente.

La filosofía es una preparación, no indispensable, para la fe

99.1. Pero es necesario que hagamos todavía una precisión en razón de los que critican: al decir que la filosofía es concausa (syaition: causa unida) y cooperadora (synergon: causa adyuvante) de la comprensión de lo verdadero, porque es investigación de la verdad, proclamamos que es una propedéutica para el gnóstico; y no estimamos como causa lo que sólo es concausa, ni lo que ayuda (causa adyuvante) como lo que comprende [dicho fin], ni a la filosofía como imprescindible para obtenerlo; ya que, casi todos sin haber recibido el ciclo pedagógico, sin filosofía griega, y algunos casi sin letras, estimulados por la filosofía divina y bárbara, hemos recibido -“por una fuerza (divina)” (1 Ts 1,5)- la enseñanza acerca de Dios mediante la fe, siendo educados por una Sabiduría que ha actuado directamente (en nosotros).

99.2. Lo que obra unido a otro, siendo incapaz de producir algo por sí mismo, le llamamos cooperador y concausa, en cuanto que es autor con la causa; es llamado autor porque se suma a la otra causa, al no ser capaz por sí solo de producir resultados conforme a la verdad.

99.3. Por sí misma la filosofía justificaba antaño a los griegos, aunque sin conducir a la justificación total -para la cual se manifiesta como una ayuda, lo mismo que el primer y segundo escalón para quien sube al piso superior, o como el maestro de gramática para el que ha de filosofar-; incluso su desaparición no acarrearía la ausencia completa de la razón o la privación de la verdad; puesto que también la vista, el oído y la voz colaboran a la verdad, pero el que la conoce propiamente es el espíritu.

99.4. En verdad, unos colaboradores aportan más y otros menos. Así, la claridad de estilo contribuye a la transmisión de la verdad, y la dialéctica [ayuda] a no caer en las asechanzas de la herejía.

“Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe”

100.1. La enseñanza del Salvador es perfecta y nada le falta, porque “es fuerza y sabiduría de Dios” (1 Co 1,24); en cambio, la filosofía griega con su aporte no hace más sólida (o: fuerte; poderosa) la verdad; pero, haciendo impotente el ataque de la sofística e impidiendo las emboscadas insidiosas contra la verdad, se dice que es con propiedad empalizada y muro de la viña (cf. Mt 21,33 ss.; Mc 12,1 ss.; Is 5,1 ss.).

100.2. Necesaria como el pan para la vida es la verdad según la fe. La propedéutica (= la filosofía griega) se asemeja a lo que se come con el pan y al postre: “La comida termina con una dulce golosina”, según el tebano Píndaro (Fragmentos, 124 C).

100.3. La Escritura expresa claramente: “Más hábil será el hombre de bien que comprende, pero el sabio recibirá la gnosis” (Pr 21,11). Y el Señor dice: “El que habla de sí mismo busca su propia gloria, pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz y no hay en él injusticia” (Jn 7,18).

100.4. Por el contrario, comete una injusticia quien usurpa un bien de los bárbaros y se gloría de eso mismo como de algo propio, para aumentar su propia gloria y falsear la verdad. Ese tal es calificado “de ladrón” (Jn 10,8) por la Escritura. Se dice también: “Hijo, no seas mentiroso, porque la mentira conduce al robo” (Didaché, 3,5).

100.5. Pero de hecho el ladrón tiene verdaderamente lo que tiene por robo, sea oro, sea plata, sea palabra (o: razonamiento), sea doctrina. Lo robado es verdadero ciertamente, pero lo conocen sólo por aproximación, y por fuerza de los razonamientos lógicos. Una vez instruidos comprenderán con claridad meridiana.