OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (110)

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Jesús en Getsemaní
El arresto de Jesús
Hacia el año 1000
Evangeliario
Munich (Alemania)
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO I

Capítulo XI: Contra la sofística (continuación). Saber usar y superar la filosofía

   La fe de los cristianos se apoya en el poder de Dios

50.1. Así, entonces, “la sabiduría del mundo es necedad ante Dios” (1 Co 3,19), y por ello “el Señor conoce los razonamientos de los sabios que son vanos” (1 Co 3,20). Nadie se vanaglorie de sobresalir en inteligencia humana.

50.2. En Jeremías está muy bien escrito: “No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni se gloríe el fuerte en su fortaleza, ni se gloríe el rico en su riqueza, sino que el que se gloría gloríese de esto: comprender y conocer que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia sobre la tierra, porque en eso está, mi voluntad, dice el Señor” (Jr 9,22-23).

50.3. “Para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos, dice el Apóstol, quien nos libró de tan grande muerte (2 Co 1,9-10), para que nuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios” (1 Co 2,5). Porque el [hombre] espiritual todo lo juzga, pero él mismo no es juzgado por nadie” (1 Co 2,15).

50.4. Entiende, por tanto, lo que afirma: “Esto les digo, para que nadie los engañe con lenguaje persuasivo” (Col 2,4), ni se deslice “el saqueador” (Col 2,8).

50.5. Y de nuevo: “Miren que nadie entre ustedes les esté robando mediante la filosofía y el vacío engaño de todo tipo, conforme a la tradición de los hombres, según los elementos del mundo y no según Cristo” (Col 2,8).

50.6. En verdad, denigra no a toda filosofía, sino a la epicúrea, de la que también Pablo hace mención en los “Hechos de los Apóstoles” (Hch 17,18), desacreditándola, porque niega la Providencia y diviniza el placer, y también a cualquiera otra que estime en gran medida las cosas visibles (o: los elementos) sin anteponer la causa creadora que está por encima de esas cosas, ni da a conocer al Demiurgo.

Los cristianos deben ser intrépidos y sabios

51.1. Pero también los estoicos, de los que se hace igualmente mención, dicen que Dios, siendo cuerpo, va y viene a través de la materia más deleznable; no está bien.

51.2. Por eso [el Apóstol] llama “tradición humana” (Col 2,8) a ese malabarismo intelectual (o. charlatanería dialéctica). De ahí que ordene lo siguiente: “Huye de las indagaciones juveniles” (2 Tm 2,22). En verdad, tales discusiones son propias de muchachos. Dice el filósofo Platón: “La virtud no es cosa de niños” (texto desconocido).

51.3. Conforme (dice) Gorgias de Leontino, “nuestro combate requiere dos virtudes: audacia y sabiduría. La audacia para enfrentar el peligro, sabiduría para descifrar el enigma. Porque la palabra, como la proclamación en Olimpia, llama al que quiere, pero premia al que puede (o: al que es capaz)” (Gorgias, Fragmentos, 82 B 8).

51.4. Efectivamente, el Verbo no quiere que el creyente sea inerte (lit: inmóvil) frente a la verdad, ni que sea perezoso. Así dice: “Busquen y hallarán” (Mt 7,7; Lc 11,9), pero limita a la búsqueda al descubrimiento, rechazando la charlatanería vacía, admitiendo la contemplación (theorían) que robustece nuestra fe.

51.5. “Digo esto para que nadie los engañe con sofismas” (Col 2,4), afirma el Apóstol; para que los que han sido instruidos disciernan lo que les dicen para engañarles y estén preparados frente a los ataques.

“La economía concerniente al Salvador”

52.1. “Ahora bien, como han recibido al Señor Cristo Jesús, anden en Él, arraigados y fundados en Él, consolidados en la fe” (Col 2,6-7); la persuasión es la consolidación de la fe. “Miren que nadie los engañe” (Col 2,8), respecto de la fe en Cristo, “mediante la filosofía y el vacío engaño” (Col 2,8), que niega la Providencia, “según la tradición humana” (Col 2,8)

52.2. Según la tradición divina, la Providencia se mantiene en pie y se consolida por la filosofía, y quitada ésta la economía concerniente al Salvador parece un mito, al ser nosotros gobernados “según los elementos del mundo y no según Cristo” (Col 2,8).

52.3. La enseñanza que sigue a Cristo reconoce como Dios (lit.: mira como divino) al Creador (Demiurgo), ve la Providencia hasta en los detalles, sabe que la naturaleza de los elementos es creada y cambiante, enseña a dirigirnos hacia la poderosa semejanza con Dios, y a aceptar la economía [salvífica] como principio hegemónico de toda educación.

52.4. Hay quienes adoran a los elementos: Diógenes al aire, Tales al agua, Ippasso al fuego, y aquellos que sitúan los principios fundamentales en los átomos, ocultándose bajo el nombre de la filosofía, ciertos hombrecillos ateos y amigos del placer (= los epicúreos).

Aprender a examinarlo todo

53.1. [El Apóstol] dice: “Por eso suplico que el amor de ustedes crezca más y más en el conocimiento y en toda percepción, para que sepáis discernir qué es lo mejor” (Flp 1,9-10). El mismo Apóstol afirma: “Cuando éramos niños, vivíamos en servidumbre bajo los elementos del mundo (Ga 4,3). Pero el niño, aun cuando sea heredero, no difiere en nada del siervo hasta el tiempo prefijado por el Padre” (Ga 4,1. 2).

53.2. Ahora bien, los filósofos son niños, a menos que se hagan hombres por (obra de) Cristo. Porque “el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre” (Ga 4,30; cf Gn 21,10), sin embargo es linaje de Abraham, aunque no según la promesa, y recibió como don su propio patrimonio.

53.3. “Pero el alimento sólido es de los perfectos, de los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir tanto del bien como del mal (Hb 5,14). Porque todo el que se alimenta de leche (es) inexperto en la palabra de justicia” (Hb 5,13); siendo todavía niño, no conoce la Palabra, por la que cree y obra, sin poder siquiera darse explicación de sí mismo.

53.4. “Examínenlo todo, dice el Apóstol, y quédense con lo bueno” (1 Ts 5,21), refiriéndose a los [hombres] espirituales, que examinan todo, y si se ajusta lo que se les dice a la verdad o realmente se aparta de la verdad.

La verdad, no la palabra, es poderosa

54.1. “Una educación sin reprensiones se equivoca (Pr 10,17), porque los golpes y las reprensiones confieren una educación de sabiduría” (Pr 29,15); las reprensiones (se hacen) sin duda por amor. “Porque el corazón recto busca el conocimiento (Pr 15,14), y quien busca a Dios hallará conocimiento con justicia, y quienes le han hallado con rectitud encuentran la paz” (cf. Pr 16,8).

54.2. Dice [el Apóstol]: “Y conoceré, no la palabrería de los que se hinchan, sino [su] poder” (1 Co 4,19); escribe para fustigar a quienes parecen sabios y creen ser sabios, pero en realidad no lo son.

54.3. “Porque el reino de Dios no está en la palabra” (1 Co 4,20), no sólo en la que no es verdadera, sino tampoco en la que parece que persuade, “sino en el poder” (1 Co 4,20), se dice; efectivamente, sólo la verdad es poderosa.

54.4. Y nuevamente: “Si alguno piensa saber algo, todavía no sabe como conviene saber” (1 Co 8,2); porque la verdad nunca es una opinión, sino que la conjetura del conocimiento “infla” (1 Co 8,1) y se llena de vanidad; por el contrario, “la caridad edifica” (1 Co 8,1), porque no se alimenta de la opinión, sino de la verdad. De ahí que se diga: Si uno ama [a Dios], ése es conocido [por Él]” (1 Co 8,3).

Capítulo XII: Saber usar y superar la filosofía (continuación)

   La grandeza del Verbo debe ser proclamada a los bien dispuestos

55.1. Puesto que la tradición no es cosa vulgar y pública, al menos para darse cuenta de la grandeza del Verbo, es preciso ocultar “la sabiduría proclamada en el misterio” (1 Co 2,7), que enseñó el Hijo de Dios.

55.2. También el profeta Isaías purificó la lengua con el fuego, para poder explicar la visión (cf. Is 6,1-7); y no solamente la lengua, sino también los oídos debemos purificar nosotros, si pretendemos al menos ser partícipes de la verdad.

55.3. Estas cosas se me presentaban como obstáculo para escribir; incluso ahora todavía tengo reparos, como dice [la Escritura], “en arrojar las perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con las patas y, volviéndose, los despedacen” (Mt 7,6).

55.4. Porque en verdad es peligroso decir palabras puras y luminosas acerca de la verdadera luz ante oyentes semejantes a los puercos e “ignorantes; porque no hay relatos más ridículos para el vulgo que ésos, a la vez que no hay nada más maravilloso y más inspirado para los bien dispuestos” (Seudo Platón, Epístolas, II,314).

Para proclamar el mensaje cristiano hace falta un buen agricultor

56.1. “El hombre psíquico no recibe lo que [viene] del Espíritu de Dios, porque para él es una locura” (1 Co 2,14). “En cambio, los sabios no dejan salir de la boca lo que se habla en el consejo” (Pr 24,7).

56.2. Con todo, dice el Señor: “Lo que oyen al oído, proclámenlo sobre los tejados” (Mt 10,27), exhortando a recibir las tradiciones ocultas de la verdadera gnosis, interpretándolas de forma elevada y excelente, y, como las escuchamos al oído, así también las hemos de transmitir a quien se deba; pero no las hemos de publicar a todos sin más, explicando lo que a ellos se les ha dicho en parábolas.

56.3. Pero, en realidad, la exposición sumaria de estas notas contiene la verdad de una manera desparramada y dispersa, como las semillas, de modo que no estén al alcance de los que las picotean, como los cuervos. Pero si tienen la suerte de encontrar un buen agricultor, cada grano germinará y mostrará el trigo.