OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (105)

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Moisés y la Ley
Siglo VII
Pentateuco de Ashburnham
Cartago o España
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO I

Capítulo III: Contra los sofistas

   Los sofistas: herejes gnósticos

22.1. Pero, la gente de esa clase es numerosa. Algunos de ellos, esclavizados por los placeres y decididos a no creer, se burlan de la verdad, que es digna de todo respeto, y celebran lo bárbaro como cosa de niños.

22.2. Otros, gloriándose de sí mismos, se esfuerzan en hallar acusaciones falsas en nuestros discursos, procurando temas de discusión; buscadores de palabras, abundan en hábiles argucias y “son pendencieros y perturbadores”, como afirma el mismo Abderita (Demócrito, Fragmentos, 68 B 150).

22.3. “La lengua de los mortales es voluble, se dice, y mucha locuacidad hay en ella, es pasto abundante en el que por doquier hay toda clase de palabras. Además, cual sea la palabra que dices, así la oirás” (Homero, Ilíada, XX,248-250).

22.4. Engreídos por esa técnica, los desdichados sofistas, son ingeniosos por la sutileza que emplean acerca de la distinción de los términos, y dedican su vida a una determinada manera en el modo de hablar, y también se ocupan de tergiversarlo todo, mostrándose más locuaces que las tórtolas.

22.5. Halagan y lisonjean de forma inhumana, me parece a mí, los oídos de quienes desean ser halagados; son un río de palabras sin más, pero sin una gota de inteligencia. Frecuentemente se olvida que son como sandalias viejas, débiles y que hacen agua [por todas partes], conservando únicamente la lengüeta.

La falsa y la verdadera sabiduría

23.1. El ateniense Solón se explica magníficamente cuando escribe: “Atienden a los discursos y a las palabras del hombre adulador. Cada uno de ustedes camina por huellas de zorra, pero su pensamiento carece de toda consistencia” (Solón, Fragmentos, 8,7. 5. 6).

23.2. Eso mismo es quizá lo que da a entender aquella expresión del Salvador: “Los zorros tienen madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20; Lc 9,58), A mí me parece que sólo en quien cree, diferente en todo de aquellos que son llamados fieras en la Escritura, descansa el Príncipe de los seres, el Verbo bueno y pacífico.

23.3. “El que caza (o: sorprende) a los sabios en su astucia; porque sólo el Señor conoce cuan vanos son los razonamientos de los sabios” (1 Co 3,19-20); sin duda, la Escritura llama sabios a los sofistas, quienes sobreabundan en modos y técnicas de hablar superfluos.

Contra los vanos discursos

24.1. Los griegos, por su parte, llaman indiferentemente sabios y sofistas, porque derivan de la misma raíz, a los atareados y curiosos en cualquier menester.

24.2. Por eso, Cratino, en los “Arquílocos” (o: Arquiloquios), después de mencionar a los poetas, dice: “¡Qué enjambre de sofistas han encontrado!” (Cratino, Fragmentos, 2 K).

24.3. Y como el cómico, también Jofonte (o: Iofonte) en la sátira Los Flautistas, al referirse a los cantores ambulantes (lit.: rapsodas) y a algunos otros, afirma: “En efecto, entró una muchedumbre de innumerables sofistas bien preparados” (Jofonte, Fragmentos, 1).

24.4. La Divina Escritura dice estupendamente de ellos y de otros semejantes, especializados en vana palabrería: “Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la, inteligencia de los prudentes” (1 Co 1,19).

Capítulo IV: De la sabiduría humana a la sabiduría espiritual

   La habilidad del ser humano

25.1. Homero llama sabio al artesano, y en el “Margites”, si es de él, escribe de la siguiente manera: “Cuando los dioses no lo habían hecho ni cavador, ni labrador, ni tampoco sabio en algo, porque fallaba en toda profesión” (Margites, Fragmentos, 2 C y 2 A).

25.2. Hesíodo dijo que Lino el citarista “poseía toda la sabiduría” (Hesíodo, Fragmentos, 306), y no duda en llamar sabio al marinero, cuando escribe: “... por nada soy experto en el arte de la navegación” (Hesíodo, Los trabajos y los días, 649).

25.3. Y el profeta Daniel dice: “Lo que el rey solicita es el misterio que ni sabios, ni magos, ni astrólogos, ni adivinos son capaces de exponérselo al rey; pero existe un Dios en el cielo que revela lo secreto” (Dn 2,27-28). También él llama sabios a los Magos de Babilonia (cf. Dn 2,24).

25.4. La Escritura llama sabiduría de igual manera a toda ciencia y arte profano, porque muchas son las cosas inventadas por el genio creador del hombre; y de Dios vienen tanto la técnica como la sabia facultad de la inventiva, como se verá claramente con la siguiente cita:

25.5. «El Señor habló a Moisés diciendo: “Sabrás que yo llamo por su nombre a Beseleel, hijo de Urí, hijo de Or (o: Hur), de la tribu de Judá; le he llenado del espíritu divino de sabiduría, inteligencia y conocimiento en todo trabajo, para que proyecte y construya; para que labre el oro, la plata, el bronce, el jacinto, la púrpura, el carmesí, (para) el labrado de piedras y la talla de maderas, y para que haga cualquier tipo de trabajo”» (Ex 31,1-5).

La “percepción” de quienes se ocupan de la educación

26.1. Luego añade una expresión genérica: “He dado la inteligencia a todo corazón inteligente” (Ex 31,6), es decir, al que es capaz de recibirla con trabajo y ejercicio. Y también está escrito claramente en nombre del Señor: “Tú hablarás a. todos los sabios en inteligencia, a los que he llenado del espíritu de conocimiento” (Ex 28,3).

26.2. Los “sabios en inteligencia” tienen un don natural especial; reciben de la suprema Sabiduría un doble “espíritu de conocimiento”, cuando se hacen aptos para recibirlo.

26.3. En efecto, quienes practican oficios manuales gozan de una peculiar sensibilidad: del oído, el vulgarmente llamado músico; del tacto, el modelador. El cantor, de voz; el perfumero, del olfato; el grabador de relieves en sellos, de la vista.

26.4. Pero quienes se ocupan de la educación gozan de una percepción (sunaísthesis: sentimiento íntimo; percepción simultánea; sentido superior; con-captación), gracias a la cual los poetas perciben la métrica, los sofistas la dicción, los dialécticos los silogismos y los filósofos sus respectivas doctrinas.

26.5. La percepción ingeniosa e inventiva anima convincentemente a nuevos intentos, y ese ejercicio acrecienta la inclinación a la ciencia.

La sabiduría de Dios

27.1. Con razón el Apóstol dijo que la sabiduría de Dios es “multiforme” (Ef 3,10) y [ella] muestra su poder “de muchas maneras y repetidas veces” (Hb 1,1) para nuestro bien mediante el arte, la ciencia, la fe y la profecía, porque toda sabiduría viene del Señor y está con Él para siempre” (Si 1,1), como dice [el libro de] la Sabiduría de Jesús.

27.2. “Si invocas la sensatez y llamas con grande voz al conocimiento superior y lo buscas como [se buscan] los tesoros de plata y sigues resueltamente su camino, comprenderás el temor de Dios y hallarás el conocimiento divino” (Pr 2,3-5); el profeta habla también [de sentido divino] para diferenciarlo del sentido filosófico, y nos enseña a buscarlo con una gran nobleza y generosidad para progresar hacia la religión (o: temor de Dios; piedad para con Dios).

27.3. Le contrapone la percepción religiosa, y alude a la gnosis cuando dice: “Porque Dios da de su misma boca la sabiduría, y a la vez percepción e inteligencia, y acumula, ayuda para los justos” (Pr 2,6. 7) En efecto, para los justificados por la filosofía se les reserva como ayuda la percepción superior que conduce a la religión.