OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (102)

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José en la prisión (Gn 39-40)
Siglo VI
Antioquía o Jerusalén
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, EL PEDAGOGO (conclusión)

LIBRO TERCERO

Capítulo XII: Exposición sumaria, semejante a la anterior, sobre la vida mejor. Textos de la Sagrada Escritura que caracterizan la vida de los cristianos (segunda recapitulación)

   El amor a los enemigos

92.1. A los mentirosos y soberbios, los amenaza con estos términos: “¡Ay de los que a lo dulce llaman amargo, y amargo a lo dulce!”; y a los otros les dice: “¡Ay de los que se creen prudentes y sabios ante sus propios ojos!” (Is 5,20-21). “El que se humilla será ensalzado, y el que se ensalza será humillado” (Mt 23,12; Lc 18,14).

92.2. A los misericordiosos los llama bienaventurados “porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7); y la Sabiduría llama desgraciada a la ira, “porque destruirá incluso a los prudentes” (Pr 15,1).

92.3. (El Verbo) ordena amar a los enemigos y bendecir a los que nos maldicen, y rogar por los que nos calumnian: “Al que te pega en la mejilla, dice, preséntale la otra; y si alguien te quita la túnica, no le impidas tomar también la capa” (Lc 6,27-29).

92.4. Refiriéndose a la fe afirma: “Todo cuanto pidieren en la oración con fe, lo conseguirán” (Mt 21,22). “Nada es seguro para los que no creen”, según Píndaro (Fragmentos, 233). Debemos servirnos de los esclavos como de nosotros mismos, porque son hombres como nosotros. En efecto, “Dios -si te fijas bien- es el mismo para todos, para los libres y para los esclavos” (Menandro, Fragmentos, 681).

La generosidad cristiana

93.1. Es más, incluso a los criados que incurren en falta no debemos castigarlos, sino amonestarlos; “porque el que se abstiene del bastón, dice (la Escritura), odia a su hijo” (Pr 13,24).

93.2. (El Pedagogo) reprueba también la vanagloria, al decir: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque aman los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas!” (Lc 11,43).

93.3. En cambio, recibe con afecto la conversión del pecador, porque ama el arrepentimiento que sigue al pecado (cf. Ez 18,23. 22; 33,11). Puesto que sólo el Verbo carece de pecado: “El errar es connatural y común a todos; ahora bien, corregirse, no es propio de cualquiera, sino de un varón excelente” (Menandro, Fragmentos, 680).

93.4. Acerca de la generosidad (o: liberalidad) exclama: “Vengan a mí todos los benditos, tomen posesión del reino que está preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era peregrino, y me recibieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y a vinieron a verme (lit.: vinieron a mí; Mt 25,34-36).

93.5. Y, ¿cuándo hicimos nosotros algo de todo eso con el Señor? El mismo Pedagogo responderá, tomando como manifestación de amor a Él las buenas acciones realizadas con los hermanos, y dirá: “Cuanto hicieron con estos pequeños, conmigo lo hicieron. Y éstos irán a la vida eterna” (Mt 25,46).

La pedagogía de los Apóstoles

94.1. Estas son las leyes del Verbo (o: las leyes racionales): las exhortaciones no están escritas en tablas de piedra por el dedo del Señor (cf. Ex 31,18), sino inscritas en el corazón de los hombres (cf. 2 Co 3,3), las únicas que no son afectadas por destrucción. Razón por la cual fueron rotas las tablas de los que eran duros de corazón, a fin de que la fe de los niños fuese impresa en las mentes dóciles. Pero, ambas leyes servían al Verbo para la educación de la humanidad: una, por mediación de Moisés; y la otra, por medio de los Apóstoles.

94.2. Tal es también la pedagogía de los Apóstoles. Considero necesario explicarme sobre este último aspecto; pero, recordando lo que ya dije -habla el mismo Pedagogo-, expondré de nuevo, de modo elemental, sus preceptos:

94.3. “Desechando toda mentira, hable cada uno la verdad con su prójimo, porque somos los unos miembros de otros (Ef 4,25). No se ponga el sol sobre su ira, ni den ocasión al diablo. El que robaba, no robe ya, sino que trabaje con sus manos en algo provechoso para poder compartir con el indigente” (Ef 4,26-28).

94.4. “Toda amargura, ira, indignación, griterío y maledicencia, con todo género de malicia, destiérrese lejos de ustedes. Sean, por el contrario, bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándose recíprocamente, como Dios en Cristo los perdonó a ustedes” (Ef 4,31-32). “Sean, por tanto, sensatos (cf. Mt 10,16) e imitadores de Dios, como hijos muy queridos, y caminen en el amor, como también Cristo nos amó” (Ef 5,1-2).

94.5. “Las mujeres sométanse a sus maridos como al Señor (Ef 5,22); y los maridos amen a sus esposas, como Cristo amó a la Iglesia” (Ef 5,25).

La vida del cristiano según el Espíritu

95.1. Que los que están unidos en matrimonio se amen el uno al otro, “como a sus propios cuerpos” (Ef 5,28). “Hijos, obedezcan a sus padres (Ef 6,1). Y ustedes, padres, no exasperen a sus hijos, sino edúquenlos en la disciplina y en la corrección del Señor. Siervos, obedezcan a sus señores según la carne con temor y temblor, en la sencillez de su corazón, como a Cristo, sirviéndoles de corazón con benevolencia (Ef 6,4-5. 6). Y ustedes, señores, traten bien a sus esclavos, sin recurrir a la amenaza, conscientes de que el Señor, de ustedes y de ellos, está en los cielos y que no hace acepción de personas” (Ef 6,7. 9).

95.2. “Si vivimos por el Espíritu, procedamos también según el Espíritu. No nos hagamos vanidosos, provocándonos unos a otros ni envidiándonos mutuamente (Ga 5,25-26). Lleven unos las cargas de los otros, y así cumplirán la ley de Cristo (Ga 6,2). No se engañen: de Dios nadie se burla (Ga 6,7). No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos, si no desfallecemos” (Ga 6,9).

95.3. “Vivan en paz entre ustedes. Les exhortamos, asimismo, hermanos, que corrijan a los inquietos, que alienten a los pusilánimes, que reciban a los débiles, que sean pacientes con todos. Procuren que nadie devuelva a otro mal por mal (1 Ts 5,13-15). No apaguen el Espíritu; no desprecien las profecías. Pruébenlo todo, y quédense con lo bueno. Absténganse de toda clase de mal” (1 Ts 5,19-22).

95.4. “Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias (Col 4,2). Procedan prudentemente con los de fuera, aguardando el momento oportuno (o: aprovechando bien el tiempo; Col 4,5). Sea su conversación siempre amena, salpicada de sal, de modo que sepan responder convenientemente a cada uno” (Col 4,6).

Las enseñanzas de los escritos paulinos

96.1. “Aliméntense con las palabras de la fe. Ejercítense en la piedad; porque el ejercicio corporal es poco provechoso, pero la piedad es útil para todo y lleva consigo la promesa de la vida presente y de la futura” (1 Tm 4,6-8).

96.2. “Los que tienen amos fieles, no los menosprecien, puesto que son hermanos; antes bien, sírvanles mejor, puesto que son fieles” (1 Tm 6,2).

96.3. “El que comparte lo suyo, que lo haga con sencillez; el que preside, con solicitud, y el que practica la misericordia, con gozo. El amor sea sin fingimiento; odiando el mal, adhiriéndonos al bien.

96.4. Amándose entrañablemente los unos a los otros con amor fraterno; en la estima (lit.: el honor), anticipándose los unos a los otros; no sean negligentes en cumplir su deber; sean fervorosos de espíritu; sirviendo al Señor; alegrándose en la esperanza; siendo pacientes en la tribulación, perseverantes en la oración, practicando la hospitalidad, participando en las necesidades de los santos” (Rm 12,8-13).

El Pedagogo deja paso al Maestro

97.1. Éstos son algunos de los muchos ejemplos que el Pedagogo pone a sus niños, entresacándolos de las divinas Escrituras, ejemplos con los que se erradica -por así decirlo- el mal y se suprime la injusticia.

97.2. Otros innumerables consejos destinados a personas determinadas están escritos en los Libros Santos: unos para presbíteros, otros para obispos y diáconos, otros para las viudas, sobre los que en otra ocasión podríamos hablar.

97.3. Muchos, mediante enigmas, y otros, valiéndose de parábolas (cf. Sal 48,5; 77,2), pueden ser de gran utilidad para quienes los leen. Pero no es de mi incumbencia, dice el Pedagogo, enseñar estas cosas. Para la explicación de estas santas palabras necesitamos del Maestro, al cual hemos de dirigirnos. Así que ha llegado el momento, para mí, de poner fin a mi pedagogía y, para ustedes, de escuchar al Maestro.

El verdadero conocimiento

98.1. El (Maestro), que los recibe con una buena formación, les enseñará a fondo las palabras (del Señor). La Iglesia es su escuela, y su esposo (cf. Mt 9,15; 25,1-13) es el único maestro (cf. Mt 19,16), voluntad buena (o: benevolencia) de un Padre bueno, sabiduría genuina, santuario de la gnosis.

98.2. “Él mismo es propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 2,2), como dice Juan; es Él, Jesús, el médico de nuestro cuerpo y de nuestra alma, del hombre entero; “y no sólo por nuestros propios pecados, sino también por los de todo el mundo. Y en esto sabemos que le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos.

98.3. Quien dice conocerlo, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que guarda su palabra, en ése la caridad de Dios es verdaderamente perfecta. En esto conocemos que estamos en Él. Quien dice que permanece en Él, debe también vivir como Él vivió (lit.: como aquél anduvo también él mismo así [debe] andar)” (1 Jn 2,2-6).

El Señor gobierna el universo

99.1. ¡Oh alumnos de la bienaventurada pedagogía! Perfeccionemos la hermosa faz de la Iglesia (cf. Ef 4,13) y, cual niños, corramos hacia esta buena madre; y si nos convertimos en oyentes (o: discípulos) del Verbo, glorifiquemos la dichosa dispensación por la que el hombre es educado y santificado como hijo de Dios; y, por ser formado (por el Pedagogo) en la tierra, se convierte en ciudadano del cielo (cf. Flp 3,20), donde encuentra al Padre a quien ha aprendido a conocer en la tierra. Todo lo hace, lo enseña y lo dirige (lit.: educa) el Verbo.

99.2. El caballo es guiado por el freno; et toro, por el yugo; la fiera salvaje es apresada con un lazo; y el hombre es transformado por el Verbo, por el cual se domestican las fieras, se pescan los peces con el anzuelo y se abaten las aves. Él es, realmente, quien prepara el freno para el caballo, el yugo para el toro, el lazo para la fiera, la caña para el pez y la trampa para el pájaro.

99.3. Él gobierna la ciudad y cultiva la tierra; el que rige, sostiene y crea todas las cosas. “Él hizo la tierra, el cielo, el mar, y todos los astros que coronan el cielo” (Homero, Ilíada, XVIII,483. 485).

El Verbo creador del mundo

100.1. ¡Oh divinas obras! ¡Oh divinos mandatos! Aquí, el agua, que se mantenga en sus límites (o: que se reúna sobre sí misma); aquí, el fuego, que contenga su cólera; aquí, el aire, que planee por el éter; que la tierra se mantenga firme y se mueva cuando yo lo disponga. Quiero, además, modelar al hombre. Dispongo de los elementos como materia; habito con mi criatura (cf. Pr 8,28-31). Si llegas a conocerme, el fuego te servirá.

100.2. Tal es este Verbo, el Pedagogo, el creador del mundo y del hombre; y, por medio de él, es también ahora Pedagogo del mundo. Por disposición suya, ambos fuimos formados y esperamos el juicio. Porque “no es callada, sino sonora, la palabra que la sabiduría transmite a los mortales, como dice Baquílides (Fragmentos, 26).

100.3. Según Pablo, “ustedes aparecen irreprochables, puros, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación perversa y depravada, como estrellas en el mundo” (Flp 2,15; cf. Dt32,5).

Conclusión: alabanza al Señor

101.1. Lo que falta en este panegírico del Verbo, es que dirijamos nuestra oración al Verbo: Sé propicio a tus pequeños, Pedagogo, Padre, Guía de Israel (cf. 2 R 2,12), Hijo y Padre, ambos uno solo, Señor. Concede a quienes seguimos tus preceptos llevar a su perfección la semejanza de la imagen (cf. Gn 1,26), y sentir en lo posible la bondad de Dios, como juez y su rigor; y concédenos tú mismo todo eso: que vivamos en tu paz sobre la tierra, que seamos trasladados a tu ciudad; que atravesemos sin naufragar las olas del pecado, y que, en plena calma, seamos transportados junto al Espíritu Santo, la inefable sabiduría.

101.2. Que de noche y de día, hasta el día final (o: perfecto), alabemos y demos gracias al único Padre e Hijo, Hijo y Padre, al Hijo Pedagogo y Maestro, junto con el Espíritu Santo. Todo está en el Uno, puesto que en Él son todas las cosas (cf. Jn 1,3; 1 Co 8,6; Col 1,16-17), por quien todo es uno, por quien la eternidad es, de quien todos somos miembros (cf. Rm 12,5; 1 Ci 12,12); de Él es la gloria y los siglos; todo sea para el bueno; todo, para el Bello; todo, para el Sabio; todo, para el Justo. A Él la gloria, ahora y por los siglos de los siglos. Amén (cf. Rm 11,36).

101.3. Y, puesto que el mismo Pedagogo, tras establecernos en la Iglesia, se nos ha entregado a sí mismo, al Verbo que enseña y que todo lo ve, sería hermoso que nosotros, reunidos allí, eleváramos al Señor una alabanza digna de su excelente pedagogía, como expresión de justo agradecimiento.

Himno a Cristo Salvador, de san Clemente
  1. Freno de potros indómitos,
  2. ala de aves que no van errantes,
  3. timón seguro de naves,
  4. pastor (cf. Jn 10,11; Ez 34,1) de corderos del Rey.
  5. A tus sencillos (o: ingenuos, cándidos)
  6. niños congrega,
  7. para alabar santamente,
  8. y cantar sinceramente,
  9. con labios puros,
  10. a Cristo, guía de los niños.
  11. Rey de los santos,
  12. Verbo que todo lo somete,
  13. del Padre Altísimo,
  14. Príncipe (lit.: Prítano; cf. Col 2,3) de la sabiduría.
  15. Apoyo (o: sostén) de los que sufren,
  16. eternamente complaciente,
  17. de linaje humano,
  18. salvador, Jesús.
  19. Pastor (cf. Jn 10,11 ss.), labrador (cf. Mt 21,33-42),
  20. timón, brida,
  21. ala celestial
  22. del santo rebaño.
  23. Pescador de los mortales (cf. Mt 4,19; Mc 1,17; Lc 5,10),
  24. que se han salvado
  25. del piélago del mal (cf. Sb 14,1);
  26. a los peces puros,
  27. de la tempestad adversa,
  28. sácalos con el señuelo de la dulce vida.
  29. A tu rebaño espiritual
  30. Pastor santo, guía,
  31. Rey de los niños puros,
  32. (que siguen) las huellas de Cristo,
  33. camino celestial (cf. Jn 14,6).
  34. Verbo eterno,
  35. tiempo sin fin,
  36. luz eterna,
  37. fuente de piedad (o: compasión, misericordia),
  38. dispensador (o: artesano, agente) de virtud
  39. para la vida santa
  40. de quienes alaban a Dios.
  41. Cristo Jesús,
  42. leche celestial
  43. de pechos dulces
  44. extraída (lit.: exprimida)
  45. de la esposa dispensadora
  46. de tu Sabiduría.
  47. Nosotros, los niños,
  48. cuyas sencillas bocas
  49. se alimentan,
  50. del pecho del Verbo
  51. y se sacian
  52. con el rocío del Espíritu,
  53. cantemos juntos
  54. con sencillas alabanzas,
  55. con himnos sinceros,
  56. a Cristo Rey,
  57. como santo tributo
  58. por su enseñanza de vida.
  59. Acompañemos sencillez
  60. al poderoso Niño,
  61. como coro de paz,
  62. los nacidos de Cristo,
  63. pueblo sabio;
  64. cantemos juntos
  65. al Dios de paz (cf. Rm 15,33; 16,20; 2 Co 13,11).