INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (51)

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Juan Casiano
Fresco contemporáneo
Monastère Saint-Antoine-le-Grand
Font-de-Laval
Saint-Laurent-en-Royans, Francia
El monacato occidental (cuarta parte)

Juan Casiano (+ hacia 434/35)

Casiano fue uno de los escritores sobresalientes del siglo V en la Galia. Habría nacido entre 360 y 368 en la provincia romana de Scythia minor, actual Rumania, región de conjunción de las culturas griega y latina(1). Algunos estudiosos modernos, por el contrario, sitúan el lugar de su nacimiento en la Provenza. Según parece sus padres eran cristianos y, sin duda, recibió una buena formación humanística, como él mismo lo atestigua:

«Sobre las miserias que son patrimonio común de las almas y que no dudo combaten desde fuera a los espíritus débiles, hay en mí una en particular que se opone al desarrollo de mi vida espiritual. Es el mediocre conocimiento que me parece tener de la literatura. Ya sea por el interés que se tomó en mí el pedagogo, ya sea por mi afición de discípulo a la lectura, me impregné de ella hasta el fondo. En mi espíritu se fijaron tan al vivo las obras de los poetas, las fábulas frívolas, las historias bélicas de que fui imbuido en mi infancia y mis primeros ensayos en los estudios, que su memoria me ocupa inclusive a la hora de la oración»(2).

Su conocimiento del griego era bastante bueno y durante su estadía en Oriente llegó a perfeccionarlo. Entre los clásicos, Virgilio lo entusiasmó de modo especial.

Joven todavía, hacia 378 o 380, Casiano abandonó su patria y junto con su amigo Germán se dirigió a Palestina, «viaje que habíamos emprendido para formarnos en la milicia espiritual, como así también en los santos ejercicios del monasterio» (Conl. XVI,1).

Cuando llegó a Jerusalén, se detuvo poco tiempo en la ciudad, y con Germán se dirigió a un monasterio de Belén «situado no lejos de la cueva donde nuestro Señor Jesucristo se dignó nacer de la Virgen» (Instituciones [= Inst.] IV,31); allí se hicieron monjes y recibieron los rudimentos de la vida cenobítica.

En Belén pasó dos años. Por estas fechas, el abad Pinufio, habiendo dejado Egipto, se dirigió a Palestina con el deseo de «permanecer oculto si se trasladaba a aquellos países donde la fama de su nombre no había llegado todavía» (Inst. IV,31), y habitó en el monasterio betlemita, por poco tiempo, con los hermanos. Probablemente influido por esta visita, Casiano solicitó permiso para emprender un viaje por los desiertos egipcios.

En Egipto recorrió primero el desierto de Panéphysis (ver Conl. XI,2), trasladándose después a Diolcos, «junto a una de las siete bocas del delta del Nilo» (Conl. XVIII,1). Casiano expresaba así el objetivo de su recorrido:

«Nos dirigimos allá no tanto impulsados por la necesidad del camino cuanto movidos por el deseo de contemplar de cerca a los santos varones que moraban en estos parajes. Sabíamos por referencias que había allí muchos monasterios establecidos por los más antiguos Padres. Al modo de codiciosos mercaderes ebrios de riquezas, y con la esperanza de una ganancia pingüe, nos decidimos a embarcar como quien se lanza en pos de una fortuna incierta» (Conl. XVIII,1; trad. cit., pp. 213-214).

Después de visitar Diolcos, Casiano y Germán regresaron a Panéphysis, pero finalmente optaron por dirigirse al desierto de Escete donde se instalaron por largo tiempo junto a algunos ancianos célebres:

«Nuestro propósito era penetrar hasta las más profundas soledades de la Tebaida y visitar allí a muchos de aquellos santos varones, cuya fama se había divulgado en todas direcciones. A ello nos movía, si no el afán de imitarles, al menos el de conocerles. Terminada nuestra travesía, arribamos a una villa de Egipto por nombre Ténnesis (Thenneseus)» [Conl. XI,1; trad. cit., pp. 17-18].

Sin embargo, esto no les impidió visitar los desiertos de Nitria y Las Celdas.

Después de siete años de permanencia en Escete, Casiano volvió a Palestina por un breve lapso para visitar a sus antiguos hermanos del monasterio de Belén, y retornó a Egipto en 386 ó 387.

En el año 399, se produjeron las controversias origenistas, una verdadera polémica entre Teófilo, arzobispo de Alejandría, y los monjes, suscitada por una carta de aquél contra los antropomorfitas:

«Según costumbre, llegaron de Alejandría las cartas oficiales del obispo Teófilo. Pero, no satisfecho éste con anunciar la Pascua, compuso también un tratado dogmático contra la absurda herejía de los antropomorfitas, refutándola con abundancia de argumentos. Esto provocó un general descontento entre los monjes, cuya simplicidad les había inducido con la mayor buena fe a aquel error. Muy pronto, un gran número de ancianos recibieron estas letras de tan mal talante, que opusieron resistencia al obispo, declarando que era reo de grave herejía. Decidieron que toda la comunidad de los monjes debía considerarle como a excomulgado, puesto que contradecía abiertamente a la Sagrada Escritura, negando que el Dios todopoderoso tenía figura humana, cuando el Génesis dice formalmente que Adán fue creado a su imagen. En una palabra: los monjes que moraban en el desierto de Escete, y eran considerados tanto en ciencia como en santidad superiores a los de los monasterios egipcios, rechazaron de común acuerdo la carta episcopal. Entre los sacerdotes hubo una sola excepción: nuestro presbítero, el abad Pafnucio. De los demás que presidían las otras tres iglesias del yermo, ninguno en absoluto permitió leerla o recitarla en las asambleas» (Conl. X,2)[3].

Dicha controversia, que agitó sobremanera los ambientes monásticos, terminó con la expulsión de los origenistas (partidarios y seguidores de las doctrinas de Orígenes de Alejandría). Casiano entonces abandonó Escete junto a varios de los discípulos de Evagrio Póntico, de quien mucho había aprendido y que, a pesar de que nunca lo menciona en sus obras, sin duda ejerció en él una influencia considerable.

Atraído por la fama de Juan Crisóstomo, Casiano se instaló en Constantinopla, donde aquel había recibido a los «origenistas» que habían tenido que abandonar Escete.

En 404, fue ordenado diácono por el Crisóstomo: «fui admitido al sagrado ministerio por el Obispo Juan, de feliz memoria, y consagrado a Dios...»(4).

Dos pasajes de las Instituciones dejan entender que Casiano aceptó la ordenación con muy poco entusiasmo de su parte:

«Por todo lo dicho se comprenderá el valor de una máxima de los antiguos Padres, que ha conservado hasta nosotros toda su vigencia: “El monje debe huir a ultranza de las mujeres y de los obispos”. No puedo mentar estas palabras sin gran confusión mía, pues no he sabido evitar el trato de mi hermana ni escapar de las manos del obispo. Cuando el monje ha trabado relación o familiaridad con unas o con otros, deja de gozar de su libertad. Ya no le es posible consagrarse al silencio de su celda ni entregarse con ojos puros a la contemplación de las cosas santas» (Inst. XI,18);

Tal vez por eso recuerda su ordenación sacerdotal con cierto aire de pesar:

«Conozco un hermano (se refiere a él mismo) -y plugiera al cielo que no lo hubiera conocido, pues luego de lo que voy a contar consintió en ser investido del sacerdocio, esta carga con la que yo he sido honrado-...» (Inst. XII,20)[5].

Las noticias que poseemos sobre Casiano hasta 415 son escasas. En Constantinopla se dedicó al servicio de la Iglesia de la ciudad (Sobre la Encarnación del Señor VII,31, 4-5), y es posible que en 404 haya partido hacia Roma, llevando una carta del clero de Constantinopla dirigida al Papa Inocencio I, alertándolo sobre las intrigas que se tejían contra Crisóstomo. Durante este período recibió la ordenación sacerdotal y se relacionó íntimamente con el futuro papa León Magno, quien era a la sazón archidiácono de la Iglesia de Roma(6). Todo esto nos indica que Casiano pasó entre diez y quince años inmerso en las cuestiones eclesiales de su tiempo. Con toda probabilidad en este mismo año (404) su amigo Germán, quien lo había acompañado desde que comenzó su peregrinar monástico, moría en Roma.

La última etapa de la vida de Casiano se desarrolla en la Galia. En 415 o 416, llegó a la Provenza, y lo encontramos en Marsella donde se establece y funda dos monasterios: uno masculino y otro femenino. Se los suele identificar como los de San Víctor y San Salvador, respectivamente.

En esa región ya existían otras fundaciones, como es el caso del monasterio de Menerbes, fundado por el obispo Cástor, de la diócesis de Apt, a quien Casiano dedicó las Instituciones.

La preocupación de Casiano en estos tiempos consistía en la organización del monacato occidental que ya el gran cenobio de Lerins había implantado. Haciendo uso de su amplia experiencia monástica adquirida en el Oriente, intentó integrar los elementos esenciales del anacoretismo en el estilo de vida cenobítico de Occidente.

Toda su producción literaria es obra de madurez. Animado por el obispo Cástor compuso entre los años 418-420 las Instituciones Cenobíticas; entre 420 y 430 las Conferencias Espirituales (o Colaciones). Estas son sus obras más importantes. En el 430, a pedido de su amigo León, futuro obispo de Roma (León el Grande), redactó su tratado De la Encarnación del Señor contra Nestorio.

Juan Casiano falleció en Marsella hacia 434 o 435.

Obras

Las dos obras principales de Casiano (Instituciones y Colaciones) forman, de hecho, como las dos partes de un mismo discurso, la primera preferentemente dirigida al hombre exterior y la segunda al hombre interior, pero en ambas los temas de fondo son los mismos: el monacato, sus costumbres y sus modelos inspiradores.

En cuanto a estilo y calidad literaria de sus obras, se puede decir, simplificando un poco, que Casiano era un buen escritor, avalado por su buena formación clásica, con facilidad para evocar y describir con arte y colorido a la vez.

Instituciones (De Institutis Coenobiorum et de octo principalium vitiorum remediis libri XII)

Fueron escritas por sugerencia de Cástor, obispo de Apt, a quien las dedicó (418-420; otros las datan entre 419 y 426).

En realidad, de los doce libros que las componen, sólo los cuatro primeros están dedicados a las instituciones de los cenobitas. En esta parte Casiano va de lo exterior a lo interior. Trata del hábito monástico (I), las vigilias nocturnas en Egipto (II), la oración diurna según se acostumbraba en Palestina y Mesopotamia (III), y de la formación para la vida común (IV).

Los libros V al XII, se centran en los ocho vicios principales contra los que el monje, que aspira a la pureza de corazón, debe luchar. En cuanto al catálogo de vicios, es el mismo de Evagrio Póntico. En esta parte de las Instituciones es manifiesta la intención de Casiano de ofrecer una introducción a «la doctrina interior» que expondrá con más detalle en las Colaciones. Los vicios de los que trata son: gula o gastrimargia (V), lujuria (VI), avaricia o filargía (VII), ira (VIII), abatimiento o tristeza (IX), acedia (X), vanagloria o cenodoxia (XI) y orgullo (XII).

Hay traducción castellana de León M. y Próspero M. Sansegundo en Juan Casiano. Instituciones, Madrid, 1957. Y más recientemente: Instituciones Cenobíticas. Traducción: P. Mauro Matthei, osb – Monjas Benedictinas del Monasterio Santa María, Madre de la Iglesia (Uuruguay). Introducción: P. Enrique Contreras, osb. Zamora, Ediciones Monte Casino / ECUAM, 2000. 281 pp. (Colección de Espiritualidad monástica, 50).

Colaciones (Conlationes Patrum XXIV)

Las Conferencias Espirituales o Colaciones fueron escritas como la continuación y el complemento de las Instituciones, y se componen de tres escritos diferentes, dirigidos a distintas personas. Son la obra maestra de Casiano, y se presentan en número de veinticuatro (inspirándose en los veinticuatro ancianos del Apocalipsis) como un homenaje al Cordero del Apocalipsis. Su influencia en el monacato occidental fue grande.

El primer escrito recoge diez Conferencias (1-10); fue redactado a pedido de Cástor, pero debido a su muerte, fue dedicado a Leoncio, obispo de Fréjus y hermano de Cástor, y al ermitaño Eladio. El tema central de estas Conferencias es la perfección, formando un verdadero tratado; el fin de la vida monástica, la discreción, la concupiscencia, la oración, el pecado, etc., son algunos de los tópicos desarrollados.

Las Conferencias de la segunda parte (11-17) están dirigidas a Honorato y a Euquerio de Lerins. Fueron concluidas en 427, y hacen referencia al comienzo de la estancia de Casiano en Egipto, tocando temas como: la perfección, la castidad, la protección divina, la ciencia espiritual, la amistad, entre otros.

La tercera serie (18-24) fue dedicada a cuatro monjes del cenobio de Lerins: Joviniano, Minervio, Leoncio y Teodoro. Las tres primeras (18-20) fueron compuestas entre el 428 y el 429, tienen a Diolcos como escenario, tratan sobre las clases de monjes, la penitencia, la finalidad de la vida cenobítica y la vida eremítica. Las últimas cuatro (21-24) nos envían a Panéphysis, aunque pertenecen más bien al período de Escete. Abordan cuestiones tales como la libertad interior, las tentaciones de la carne, la dicha del servicio divino, etc.

Existe traducción castellana de L. M. y P. M. Sansegundo, Juan Casiano. Colaciones I y II, Madrid, 1958 y 1962 (el vol. I abarca las Conl. I-X; el vol. II las Conl. XI-XXIV).

Sobre la encarnación del Señor contra Nestorio (De Incarnatione Domini contra Nestorium libri VII)

Casiano compuso los siete libros de este tratado a petición de León, archidiácono de la Iglesia de Roma, en el año 430. Se proponía combatir la herejía de Nestorio, que consideraba en cierto modo relacionada con el pelagianismo y, para ello, aduce pruebas de otros escritores eclesiásticos: Hilario, Ambrosio, Agustín, Jerónimo, Rufino, Atanasio, Gregorio de Nacianzo y Juan Crisóstomo.

Defiende la unión de las dos naturalezas en la unidad de una misma sustancia, una misma persona, y llama a María Theotókos.

La intención del tratado era buena, pero, a decir verdad, el resultado no es el que se hubiera esperado. Casiano captó el significado existencial de las verdades dogmáticas, pero le faltó genio especulativo y acierto en la expresión teológica.

El texto latino de esta obra ha sido editado por M. Petschenig en CSEL 17 (1888), pp. 233-391. No conocemos ninguna traducción castellana.
(1) Ver Genadio (+495/505), De viris illustribus 62(61). Genadio compuso esta obra hacia el 470.
(2) Conferencias (o Colaciones, en latín: Conlationes = Conl.) XIV,12; traducción de L. y P. Sansegundo en Juan Casiano. Colaciones II, Madrid 1961, p. 110.
(3) Traducción de L. y P. Sansegundo en Juan Casiano. Colaciones I, Madrid 1958, pp. 468-469.
(4) Sobre la Encarnación del Señor VII,31,1.
(5) Traducción de L. y P. Sansegundo en Juan Casiano. Instituciones, Madrid 1967, pp. 401-403, y 433.
(6) Ver Sobre la Encarnación del Señor, Prefacio, 1.