INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (25)

athanasios_l0500014.jpg
San Atanasio
Icono del siglo XVI
Monte Athos. Grecia
Atanasio de Alejandría (+ 373)[1] 

Nació hacia el 295, probablemente sus padres eran paganos, en Alejandría; conservó un fugaz recuerdo de la persecución de los años 304-311. Se convirtió al cristianismo en su primera juventud.
Recibió una buena formación, que incluía elementos de filosofía y lectura de algunos clásicos: Homero, Platón, Demóstenes, tal vez utilizando una antología y alguna obra cristiana del tipo de la Preparación Evangélica. Ello le permitió desarrollar una prosa lúcida y sencilla, consiguiendo una notable habilidad dialéctica. Su principal fuente de inspiración fue la Biblia griega. Entre los Padres griegos se inspira en Ignacio de Antioquía, Atenágoras, Ireneo, Orígenes. Su teología es diferente a la de Alejandro, menos origenista, lo que hace pensar en un estudio independiente del maestro alejandrino. Aprendió a hablar el copto, aunque no se sabe si llegó a escribirlo. Tenía cierta simpatía por la simple piedad copta y se sintió atraído por la vida ascética, pero no es seguro que haya tenido contacto con el gran Antonio en su juventud,
Ordenado lector por Alejandro, recibió luego el diaconado y devino secretario del obispo hacia el 318, cuando empezaba a desarrollarse la controversia arriana. Acompañó a su obispo al concilio de Nicea, actuando tras bambalinas.
Alejandro murió en el 328 después de haber designado, según parece, a su sucesor: y ante el peligro de una reivindicación meleciana, Atanasio fue rápidamente consagrado por sus partidarios el 8 de junio. El procedimiento sería luego impugnado por sus adversarios. Constantino lo reconoció, pero le exigió entrar en comunión con Arrio, a lo que Atanasio no accedió. Desde ese momento comenzó la oposición del alejandrino a la autoridad imperial.
En el ejercicio de su ministerio episcopal Atanasio tomó fuertes medidas para afirmar su autoridad, buscando someter a melecianos y arrianos. Para alcanzar su objetivo efectuó varios viajes por su diócesis. Esta actitud suya desató una reacción de los filoarrianos, especialmente de los que estaban fuera de Egipto. Atanasio fue acusado de corrupción, traición e incluso de asesinato del obispo meleciano Arsenio, que, sin embargo, pudo presentar con vida. Después del concilio de Tiro (335), donde Atanasio fue condenado, éste apeló al emperador, y sus adversarios -sobre todo Eusebio de Nicomedia- lo acusaron ante Constantino de haber amenazado con suspender los envíos de granos de Egipto a Roma. Constantino decidió entonces enviarlo al exilio en Tréveris (7 de noviembre del 335).
Luego de la muerte de Constantino (22 de mayo del 337), su sucesor (Constantino II), le permitió regresar a Alejandría. Al año siguiente se reunió un nuevo sínodo, el cual confirmó la decisión imperial y anuló la anterior condena. Pero Atanasio no pudo ocupar la sede porque los filoarrianos provocaron una sublevación popular; abandonó pues Alejandría el 18 de marzo del 339. Se dirigió a Roma y fue recibido por el papa Julio, quien propuso un sínodo para revisar el caso, pero los eusebianos se negaron a participar. En el 341, el papa Julio se pronunció a favor de Atanasio. Contemporáneamente un concilio reunido en Antioquía, bajo la presidencia del emperador de Oriente (Constancio), formulaba nuevas profesiones de fe y condenaba a Atanasio. Un concilio en Sérdica (hoy Sofía, Bulgaria) en el 342/343, no consiguió resolver el diferendo entre Oriente y Occidente, pues ni una ni otra de las partes aceptó cambiar su veredicto.
Gregorio de Capadocia, que había tomado el lugar de Atanasio, murió el 25 de junio del 345 en Alejandría. Constancio, presionado por su hermano Constante, no lo substituyó y después de varias dudas aceptó el retorno de Atanasio, quien fue calurosamente recibido en su sede el 21 de octubre del 346.
Siguieron diez años (346-356) de tranquilidad relativa durante los cuales el gran obispo alcanzó su máxima actividad literaria y pastoral. Sin embargo, en el 350, Constancio quedó como único emperador y buscó alinear a toda la Iglesia según el punto de vista del Oriente. Atanasio fue condenado por obispos de occidente, primero en Arlés (353) y luego en Milán (355). Hubo intervenciones en Alejandría y se intentó arrestar a Atanasio en la iglesia de san Teonas (8 de febrero del 356). El obispo logró escapar y se refugió junto a los monjes en el desierto. Desde allí escribió defendiendo su posición. Mientras tanto Jorge de Capadocia fue nombrado para la sede alejandrina (el 24 de febrero del 357), siendo expulsado el 2 de octubre del 358, volvió tres años después y fue asesinado el 24 de diciembre del 361.
A la muerte de Constancio (3 de noviembre del 361), lo sucedió Juliano que procedió a revocar el decreto de exilio. Atanasio volvió a Alejandría el 21 de febrero del 362. Inmediatamente reunió un concilio para tratar los problemas surgidos en la Iglesia de Antioquía, donde un frente niceno conducido por el presbítero Paulino se hallaba enfrentado con el obispo Melecio, quien a su vez era apoyado por Basilio de Cesarea y otras personalidades. El documento del concilio de Alejandría (Tomus ad Antiochenos) reafirma el símbolo niceno, rechaza la fórmula de Sérdica y afirma una ousia en la Trinidad, pero dejando espacio para una confesión de las tres hypostasis (lo que era importante para Basilio y sus amigos).
El concilio no logró unir a la Iglesia de Antioquía, sobre todo porque el amigo de Atanasio, Lucífero de Cagliari, insistía en consagrar a Paulino como obispo del grupo niceno.
El emperador Juliano se disgustó por la intervención de Atanasio, por lo que éste debió dejar la ciudad el 24 de octubre del 362, pero como lo dijera el mismo Atanasio: “Esto es sólo una nube pasajera”. En efecto, Juliano fue herido en una batalla contra los Persas y murió el 26 de junio del 363. Su sucesor fue un niceno, amigo de Atanasio, pero que gobernó por poco tiempo, sucediéndole en el trono un “arrianizante”, Valente. Mientras tanto Atanasio había vuelto a su sede en febrero del 364. Valente entonces procedió a confirmar de nuevo el edicto de Constancio, pero halló una fuerte resistencia de parte de la población de Alejandría. Atanasio se fue en silencio, el 5 de octubre del 365, y un edicto del 1º de febrero del 366, le permitió regresar, no debiendo sufrir ya más exilios.
En sus últimos años de vida, san Basilio intentó acercar a Atanasio y a Melecio de Antioquía, para así unir Oriente y Roma contra el arrianismo, pero como ese paso hubiera implicado la condena de su amigo Marcelo, el de Alejandría se negó. Murió pacíficamente a comienzos de mayo del año 373.


Destierros

lº → 335-337

2º → 339-346

3º → 356-362

4º → 362-364

5º → 365-366

22 años, 5 meses y 10 días en su sede; 17 años, 6 meses y 20 días de exilio

Obras de Atanasio de Alejandría (1)

l) Discurso contra los paganos (Oratio contra gentes): Propone los temas apologéticos ya habituales: refutación de la idolatría y del panteísmo de tipo filosófico, exigencias del monoteísmo, posibilidad que tiene el alma de elevarse hacia Dios a través de la creación y por mediación Lógos. Se advierte el influjo platónico en esta obra, sobre todo en la concepción de la afinidad entre el alma y Dios.
Trad. castellana en: Atanasio. Contra los paganos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1992 (Biblioteca de patrística, 19).

2) Sobre la encarnación del Verbo (Oratio de incarnatione Verbi): Hay que considerarla en íntima conexión con la anterior, al punto que sería mejor hablar de dos partes de un mismo tratado. Atanasio, en las siguiendo las huellas de Ireneo de Lyón, demuestra que el pecado del hombre, y el subsiguiente estado de corrupción en que el hombre había caído, sólo podía ser modificado por la encarnación del Verbo, es decir, por Dios mismo. La fecha de composición de esta obra y la anterior puede colocarse entre el 318 y el 335/37, como fecha tope (Kannengiesser propone los años 335/37).
Trad. castellana en Atanasio. La encarnación del Verbo, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1989 (Biblioteca de patrística, 6).

Escritos antiarrianos

A) Polémicos: son los de carácter personal. La pasión combativa de Atanasio y la urgencia de responder a las diversas acusaciones que le formulaban, no hacen ciertamente de estas obras un modelo de serenidad y objetividad. Sin embargo, nos muestran el temperamento tenaz y luchador de Atanasio. Además, conservan un material importantísimo que, utilizado con la debida cautela, es fundamental para reconstruir los hechos de la controversia arriana. Son preciosos los documentos que nos ha transmitido Atanasio.

3) Apología contra los Arrianos (Apologia contra Arrianos, seu Apologia secunda). Esta obra fue escrita hacia el año 357, y contiene muchos documentos sobre la controversia arriana en el período que va del concilio de Tiro (335) al concilio de Sérdica (343), durante el cual se produjo la división entre los orientales, mayoritariamente hostiles a Atanasio, y los occidentales que buscaban rehabilitarlo.

4) Apología a Constancio (Apología ad Constantium): es una obra importante por la documentación que ofrece, pero sobre todo es llamativo el cuidado formal que en ella puso Atanasio. Es del año 357.

5) Apología por su fuga (Apologia de fuga sua): en este escrito se defiende contra los ataques y acusaciones, sobre todo la de perversidad, por haberse sustraído al juicio huyendo al desierto. Fue compuesta en el mismo año que la anterior Apología (357).

6) Historia de los Arrianos dirigida a los monjes (Historia Arrianorum): fue escrita en el 358, a petición de los monjes junto a los cuales se había refugiado, y que le solicitaban información detallada sobre la controversia. La obra no ha llegado completa hasta nosotros. Trata de la cuestión arriana desde los tiempos de Arrio hasta los hechos más recientes a la fecha de composición del escrito.


B) Doctrinales: son escritos de carácter teológico, en los que se discute solamente sobre temas doctrinales, para refutar la doctrina arriana y propugnar la fe ortodoxa.

7) Tres Discursos contra los Arrianos (Orationes contra Arrianos iii): la datación de esta obra es incierta: 338/39, o tal vez mejor, 356/62(?). El primer libro contiene una refutación detallada de la doctrina de Arrio y de Asterio el Sofista (+después del 341); los otros dos examinan puntos particulares, especialmente los textos bíblicos de la gran antología que habían compuesto Arrio y sus partidarios para fundamentar su doctrina sobre la autoridad de la Sagrada Escritura. La obra no es de fácil lectura. Sobre todo por el desorden de la estructura y las continuas repeticiones. Pero tiene el mérito innegable de querer refutar cada argumento aducido por los adversarios. Atanasio toma elementos de la tradición alejandrina, en especial el de la eternidad del Lógos. También se advierte el influjo de Marcelo de Ancira, en la tendencia a referir a la humanidad de Cristo ciertos textos de la Escritura como Pr 8,22 y Col 1,15, que los Arrianos presentaban como una prueba de la inferioridad del Hijo y de su condici6n de criatura. Resalta la insistencia de Atanasio sobre la encarnación de Cristo, en correspondencia con su visión personal, completamente centrada sobre una perspectiva soteriológica más que cosmológica. Atanasio insiste en la real divinidad de Cristo, colocando al Hijo en total paridad con el Padre en naturaleza, dignidad y honor. Tal vez, la obra tiene su punto débil en el continuo insistir en lo que une al Padre y al Hijo, sin señalar la distinción, y recurriendo a la analogía de la generación humana para explicar la consubstancialidad entre ambos; lo cual era especialmente conflictivo en el terreno de la teología oriental, donde se subrayaba la distinción más que la unidad entre Padre e Hijo. Atanasio probablemente tendría que haber clarificado la expresión que hacía nacer al Hijo de la ousia (esencia, substancia del Padre), -fórmula tantas veces utilizada por él, pero nunca explicada-. Sobre todo si se tiene en cuenta la relación entre ousia e hypostasis, términos claves que eran utilizados con diversos significados en la polémica.

C) Cartas

Es muy posible que más que en la obra recién presentada (nº 7), Atanasio haya dado lo mejor de sí y de su teología en algunas cartas, que por amplitud, objetividad y ausencia de elementos personales se nos presentan como verdaderos tratados teológicos.

8) Carta sobre los decretos del concilio de Nicea (De decretis Nicaenae synodi): escrita hacia el 350, en ella se aclaran los puntos salientes del credo niceno y se dan algunas noticias históricas.

9) Carta sobre la doctrina de Dionisio (De sententia Dyonisii): escrita en 350/51. Justifica el uso que hacía su antecesor en la sede alejandrina de ciertas expresiones que los Arrianos interpretaban en beneficio propio. 1a defensa de Atanasio es un tanto arbitraria, porque propone como de Dionisio argumentos que no son de él. Pero, con todo, Atanasio, nos ha conservado muchos fragmentos de Dionisio, y demuestra que la cuestión de los dos Dionisios (el de Alejandría y el de Roma) había anticipado, en cierta forma, la controversia arriana.

10) Carta sobre los concilios de Rimini y Seleucia (De synodis Arimini in Italia et Seleuciae in Isauria): escrita en el otoño del 359. Atanasio sufre por el triunfo de los filoarrianos, con la ayuda del emperador Constancio, contra una gran mayoría de obispos. Procede, entonces, a examinar, luego de los hechos de los concilios, las varias profesiones de fe que los filoarrianos habían publicado después de Nicea para desviar la fe ortodoxa, del 325 en adelante. A continuación, refuta las corrientes de pensamiento que, con diversas gradaciones, se insertaban entre los dos extremos de la teología arriana radical y la teología nicena. El argumento de esta carta de Atanasio coincide con el De synodis de Hilario de Poitiers, poco anterior a la obra del alejandrino. La comparación entre ambos no favorece a Atanasio, que se nos muestra de menor profundidad que el teólogo latino, sobre todo en la apreciación de la compleja situación oriental, en la cual la teología opuesta a Nicea no era sinónimo de teología arriana, como se inclinaba a pensar Atanasio.

11) Tomo a los Antioquenos (Tomus ad Antiochenos): es la epístola oficial que Atanasio escribió en el año 362, para informar a los Antioquenos y a la cristiandad toda del concilio reunido en Alejandría bajo su presidencia. La carta da noticia de los varios puntos examinados: readmisión en la Iglesia de los obispos comprometidos en Rimini y Seleucia (excepto los jefes filoarrianos), luego de suscribir el símbolo niceno; aclaraciones sobre la divinidad del Espíritu Santo y sobre la presencia en Cristo de un alma humana (problemas que entonces empezaban a discutirse); intento, que no tuvo éxito, de terminar con el cisma de Antioquía, donde un pequeño grupo de seguidores de Eustacio (que había sido depuesto 30 años antes) le negaba obediencia a Melecio, un influyente omeusiano, que luego aceptaría -con ciertas aclaraciones- el símbolo niceno, pero que no sentía ninguna simpatía por Atanasio. También se abordó el tema relacionado con el modo en que se debía comprender el término hypostasis, considerándose admisible hablar de una hypostasis (substancia) de la Trinidad, pero siempre que el vocablo no fuese comprendido al modo de Sabelio; y de tres hypostasis (personas) de la Trinidad, evitando introducir un triteísmo. Se trataba de una expresión acomodaticia, que necesitaba ser profundizada en el plano teológico.

12) Cuatro epístolas a Serapión (Epistulas iv ad Serapionem): son cartas de argumento teológico, dirigidas al obispo Serapión de Thmuis en Egipto. Fueron escritas entre el 359 y el 360. Serapión le había pedido a Atanasio aclaraciones sobre la naturaleza del Espíritu Santo, porque algunos negaban su divinidad. Estas cartas, de las cuales las actuales II y III en realidad son una sola, muestran la “coherencia nicena” de Atanasio, quien extiende la plena divinidad y la consubstancialidad a la tercera persona de la Trinidad. El Espíritu Santo es colocado en el mismo puesto de honor y dignidad que las otras dos personas. La demostración se apoya sobre numerosos pasajes del AT y del NT, en los que se habla del Espíritu Santo, y a menudo del Espíritu divino en sentido genérico, como artífice de obras típicamente divinas, y se lo hace objeto de las mismas prerrogativas divinas del Padre y del Hijo. El aporte de Atanasio en estos escritos es una piedra miliar en la historia de la teología del Espíritu Santo, tanto por las conclusiones cuanto por el método de la demostración.

13) Carta a Epicteto de Corinto (Epistula ad Epictetum): en ella Atanasio combate varias tesis erróneas sobre el cuerpo de Cristo, de tendencia docetista.

14) Carta a Adelfio (Epistula ad Adelphium) y Carta a Máximo (Epistula ad Maximum): en ellas Atanasio refuta algunos puntos de la doctrina arriana.

15) Epístola a Rufiniano (Epistula ad Rufínianum): ofrece aclaraciones sobre la readmisión a la comunión de los obispos comprometidos en Rimini y Seleucia.

16) Carta a los Monjes (Epistula ad monachos): es una breve exhortación dirigida a los monjes para que estén prevenidos frente al arrianismo. No debe confundirse con otra Epistula ad monachos que parece haber acompañado la Historia Arrianorum.

17) Carta al emperador Joviano (Epistula ad Iovianum): en esta epístola, del año 363, Atanasio incluye una profesión de fe, que le había sido pedida, y también dos cartas encíclicas: una a todos los obispos cristianos (del año 339) y otra a los obispos de Libia y Egipto (del año 356). De estas dos epístolas, la primera no era, propiamente hablando, de Atanasio, sino de los obispos de Egipto a favor de Atanasio obligado a huir. En la segunda el alejandrino protesta por su nueva expulsión.

18) Carta a los obispos de Egipto y Libia (Epistula ad episcopos Aegypti et Libyae): a los obispos reunidos en concilio en el 369, Atanasio los exhorta a precaverse de los peligros del arrianismo.


Obras ascéticas

19) Vida de Antonio (Vita Antonii): la obra más importante y notoria de Atanasio fuera de las escritas en la controversia arriana. En ella insiste sobre la lucha continua del monje Antonio contra los demonios. Este aspecto puede desconcertar al lector de nuestro tiempo, pero era familiar para el lector antiguo, incluso el no cristiano. En todo caso, se trataba de una, forma de mostrar el ideal ascético del ermitaño, quien por medio de la tentación continua y la lucha cotidiana tendía al ideal de perfección para el cual el alma fue creada. La Vita Antonii fue escrita por san Atanasio para dar a conocer el ideal de la vida monástica cristiana, al igual que el compromiso de una vida ascética cristiana. Fue verdaderamente notable la difusión alcanzada por esta obra. Versión castellana en Atanasio. Vida de Antonio, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1995 (Biblioteca de patrística, 27).

Por san Jerónimo (De vir. ill. 87) sabemos que Atanasio escribió bastante sobre el tema de la virginidad. De hecho, se le atribuyen varios escritos, incluso algunos de carácter sólo fragmentario. Entre esos textos, conservados en versiones sirias, armenias y otras, merecen citarse:

20) Sermo de virginitate;
21) Epistula ad virgines.

La autenticidad de estas obras, y otras que habitualmente se le suelen atribuir a san Atanasio, es cuanto menos dudosa.

Obras exegéticas

Según parece la actividad exegética de san Atanasio fue más bien escasa. Se han perdido un comentario suyo al Eclesiastés y otro al Cantar. De este último nos quedan algunos fragmentos. También tenemos una carta de Atanasio a Marcelino sobre la interpretación de los Salmos:

22) Epistula ad Marcellinum: en la que se indicaba la interpretación de los Salmos y su uso en comunidad.

Sermones
Nada de seguramente auténtico se encuentra en los varios sermones en griego y copto que se le atribuyen a Atanasio..

Cartas festales

23) Epistulae festales: son las epístolas, que desde el siglo III, el obispo de Alejandría tenía por costumbre enviar a sus comunidades, para señalar el día exacto de la festividad pascual (en griego sólo tenemos fragmentos).

Nota

(1) Ver M. Simonetti, Letteratura cristiana antica greca e latina, Milano, Edizioni Academia, 1969 (21988), pp. 196 ss. (Col. Le letterature del mondo, 49).
[1] Cfr. la catequesis del papa Benedicto XVI: http://www.mercaba.org/Benedicto%2016/AUDIEN/2007/06-20_atanasio.htm