INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (15)

Banquete.jpg

Banquete eucarístico
Primera mitad del siglo III
Catacumba de San Calixto
(capilla de los Sacramentos, pared del fondo)
Roma

 

 

Orígenes (+254, probablemente)[1]

«Orígenes es fuera de toda duda uno de los más grandes genios de la humanidad, uno de los hombres que habiendo dejando su sello en la historia, “permanece invisiblemente omnipresente” (H. U. von Balthasar)»[2].


La vida de Orígenes la conocemos principalmente gracias al panegírico - biografía que escribió Eusebio de Cesarea (+339/340), en su Historia Eclesiástica (=HE libro VI,1-39).

Para escribir sobre el maestro alejandrino, Eusebio dice que utilizó sus cartas y relatos de testigos oculares “que han sobrevivido hasta nuestros días” (HE VI,2,1). Lamentablemente de toda la correspondencia de Orígenes sólo queda algún que otro fragmento aislado, aunque Eusebio afirma haber conocido más de cien epístolas (HE VI,36,3).

El valor que debe darse a los datos consignados por Eusebio de Cesarea es igualmente objeto de controversia entre los especialistas. Por ende, es imprescindible leer el “panegírico biográfico” que nos ha legado con extrema cautela, o al menos con el necesario discernimiento[3].

Las dificultades para conocer la vida, obra y pensamiento de Orígenes. La polémica en torno a su “ortodoxia”

Esas “dificultades”, en una gran medida, son una consecuencia lógica, por así decirlo, de las sospechas que cayeron sobre Orígenes a partir de su condena en el año 555.

«El teólogo especulativo sobre todo ha provocado dificultades a la posteridad por las siguientes razones:

  1. la falta de estudios que, ubicándolo en su época, abarquen el conjunto de su obra, en tanto que habitualmente se limitan a textos aislados de los que otros aportarían la antítesis;
  2. la ignorancia de las herejías que combatió y que no fueran solamente aquellas que preocuparon a sus detractores;
  3. la proyección sobre su obra de precisiones posteriores del vocabulario;
  4. la confusión entre su propia doctrina, por una parte, y la de los origenistas posteriores o aquella que supusieron los antiorigenistas;
  5. la falta de una noción clara del desarrollo del dogma;
  6. la incomprensión de lo que significa la investigación (o búsqueda) teológica.

De todos los “errores” que se le reprochan al Alejandrino uno solo es claramente demostrable y no puede ser considerado como una herejía, pues la Iglesia de entonces sobre ese punto todavía no tenía una opinión firme: se trata de la hipótesis de la preexistencia de las almas, que habrían sido creadas todas juntas, vestidas de cuerpos etéreos y que una falta original, el alejamiento de la contemplación divina, las habría dividido en ángeles, en hombres, colocados en cuerpos terrestres como en un instrumento de redención, y en demonios. Esta hipótesis de origen platonizante le daba a Orígenes una respuesta, ciertamente demasiado fácil, a las doctrinas de los Marcionitas y Valentinianos: le permitía además escapar a las graves dificultades presentadas por la soluciones que entonces daban los cristianos al problema del origen de las almas.

El subordinacionismo de Orígenes, subordinando al Padre el Hijo y el Espíritu Santo, no es heteredoxo, porque no concierne a la identidad de naturaleza ni a la igualdad de poder: el Padre es el primero porque es el Padre y porque en la “economía”, es decir en la actividad de la Trinidad hacia afuera, tiene la iniciativa y envía en misión al Hijo y al Espíritu. A la inversa de los Arrianos, Orígenes afirma claramente que el Hijo es engendrado desde toda la eternidad: “No hay momento en que Él no existiese”, escribe por tres veces, y uno de esos textos es citado en griego por Atanasio. Si se tienen en cuenta todos los textos de Orígenes no se puede decir que su famosa “apocatastasis”, es decir la restauración de todos los seres al fin de los tiempos conforme a 1 Co 15,23-25, sea heterodoxa, puesto que no es panteísta, y sobre el retorno a la gracia de los demonios y de los condenados los textos son divergentes.

Si se analizan los factores que prepararon la conversión del Imperio romano al cristianismo en la persona de Constantino, en los primeros decenios del siglo IV, la tarea de evangelizar la “intelligenzia” inaugurada por Clemente de Alejandría y ejecutada por Orígenes a gran escala tuvo ciertamente un rol determinante. El desprecio de Celso por la pobreza intelectual del cristianismo, ya no se podía sostener después de la obra de Orígenes; y si Porfirio toma el relevo de Celso en la segunda mitad del siglo III, ya no le es posible ver en el cristianismo una religión de ignorantes»[4].

Vida de Orígenes (primera parte)

  Orígenes fue hijo de Leonides (ésta es la transcripción del nombre griego), quien murió mártir durante la persecución de Septimio Severo (hacia el 202/203; ver HE VI,1). Para esa época el joven Orígenes debía contar entre 15 y 17 años de edad, lo cual no le impedía mostrar su carácter ardiente e impetuoso, anhelando acompañar a su padre en los momentos decisivos de la dura prueba. La madre, para disuadirlo, no tuvo otro remedio sino esconderle la ropa, y entonces el joven se contentó con escribirle al padre una carta, en la que lo alentaba y le decía: “Ten cuidado, no sea que por causa nuestra cambies de parecer” (HE VI,2,6).

 El mismo Leonides se había preocupado por darle a su hijo, antes del ciclo de estudios comunes, una primera iniciación a la lectura de las Escrituras. Mucho habría de marcarlo a Orígenes esta temprana familiaridad con la palabra de Dios. Ésta será, durante toda su vida, el gran amor (HE VI,2,7). Al quedar huérfano se encontró el joven, al igual que toda su familia, en una angustiosa situación económica, pues la hacienda de su padre fue confiscada por el tesoro imperial. Sin embargo, “fue considerado digno de la providencia divina y halló protección a la vez que sosiego en una señora riquísima en medios de vida y muy distinguida en lo demás...” (HE VI,2,13). Este hecho le permitió completar su formación “en las disciplinas de los griegos... (y en) el estudio de las letras... (alcanzando) una preparación suficiente en conocimientos gramaticales...” (HE VI,2,15).

 A los 18 años “se puso a la cabeza de la escuela catequética” (año 206; HE VI,3,3). Contemporáneamente acompañaba muy de cerca a los mártires por la fe, y los visitaba en la cárcel (HE VI,3-5).

 Quiso practicar hasta el límite de lo posible los preceptos evangélicos del Señor: su pobreza fue extrema (ver HE VI,3,10-12); su castidad buscó radicalizarla y llegó a castrarse a sí mismo por entender literalmente Mt 19,12. En un primer momento su obispo Demetrio aprobó este paso, pero más tarde (años 231/232) lo reprobará, según Eusebio, por celos a causa de la fama que por entonces había alcanzado Orígenes.

 Desde el comienzo el trabajo que llevó a cabo en la escuela catequética fue abundante. Ello hizo que Orígenes, en un primer momento, dejase a un lado el estudio de la gramática y se dedicase con ahínco al estudio de las ciencias divinas (HE VI,3,8). Pero en un segundo momento le pasó a Heraclas la primera iniciación de los recién admitidos a la fe, y se reservó la instrucción de los más experimentados (HE VI,15). Inició a muchos en este segundo nivel en los conocimientos filosóficos, dándoles también geometría, aritmética y otras disciplinas (HE VI,18,3-4), introduciéndolos luego en el estudio de la Sagrada Escritura, para lo cual él mismo profundizó sus conocimientos estudiando hebreo y comparando los manuscritos de los textos hebreo y griego de las Escrituras. Con el material reunido publicó Hexaplas. Es decir, las seis columnas de una edición completa del AT. Lo esencial de esta edición estaba constituido por las cuatro versiones griegas: de Áquila, de Symaco, de los LXX (la versión oficial) y la de Theodotion, seguidas a veces de otras traducciones (llamadas Quinta, Sexta, Séptima). Todas las versiones mencionadas iban habitualmente precedidas por el texto hebreo, transliterado en caracteres griegos; y puede ser que incluso se insertara el mismo texto hebreo en alfabeto hebraico. Esta obra se ha perdido.

 Entre los años 215-231/33, debemos ubicar tres eventos fundamentales en la vida de Orígenes. En primer término, el inicio de una actividad literaria (a colocar entre 215-220), para lo cual resultó importantísimo el impulso recibido de un tal Ambrosio. Éste era un valentiniano que fue conducido a la ortodoxia por Orígenes mismo (HE VI,18,1). Ambrosio era hombre de cuantiosa fortuna, y la colocó a disposición del maestro. De tal forma que cuando el alejandrino “dictaba tenía a mano más de siete taquígrafos, que se relevaban cada cierto tiempo ya fijado, un número no menor de copistas y también algunas jóvenes prácticas en caligrafía (los copistas pasaban al alfabeto normal las notas de los taquígrafos, y por último los encargados de la caligrafía las pasaban en limpio y multiplicaban los ejemplares). Lo necesario para todos ellos lo proporcionaba Ambrosio en gran abundancia. Podemos suponer que en mucho debe haber influido este Ambrosio en la profusión de las obras de Orígenes.

 El segundo evento clave son sus viajes, fruto -al menos dos de ellos- de su creciente fama. Entre los años 212/215 y 230 realiza varios viajes:

  a) A Roma, en tiempos del papa Ceferino (198-217); “deseando ver la antiquísima iglesia de los romanos” (HE VI,14,10). Según Jerónimo (De vir. ill. 61), en esta oportunidad (¿año 212?) habría escuchado Orígenes una homilía de Hipólito.

  b) A Arabia, llamado por el gobernador, quien le solicitó a Demetrio y al gobernador de Egipto le enviasen a Orígenes para entrevistarse con él. “Cumplido el objetivo de su ida, (Orígenes) regresó otra vez a Alejandría” (HE VI,19,9). Probablemente el gobernador buscaba informarse acerca de la nueva religión, el cristianismo, a través de uno de sus más notables representantes. Debe recordarse que la viuda de Septimio Severo, madre de Caracalla, y sus más próximas parientes (hermana y sobrinas), mostraban señalado interés por las cuestiones religiosas. Sin que por eso deba suponerse que se hayan convertido al cristianismo. Este viaje de Orígenes debe ubicarse en el 215, o poco antes.

  c) Primer viaje a Palestina. Fue motivado por una necesidad; al retornar a Alejandría, desde Arabia, Orígenes se encontró con una “no pequeña guerra” (HE VI,19,16), la cual se había producido por manifestaciones “estudiantiles” de repudio contra Caracalla, quien en el 215 visitó Alejandría. Furioso, el emperador entregó la ciudad al saqueo de sus tropas, cerró los centros de estudio y mandó al exilio a los docentes. Ello hizo que “Orígenes, saliendo ocultamente de Alejandría (no se trataba de una persecución religiosa), marchara a Palestina y residiera en Cesarea. Aquí los obispos le pidieron que tuviese conferencias e interpretase las divinas Escrituras públicamente en la iglesia, a pesar de que todavía no había recibido la ordenación de presbítero” (HE VI,19,16). Alejandro de Jerusalén se convertiría desde esta ocasión en su amigo y protector. También sería su amigo el obispo Theoctisto de Cesarea. Fue justamente Alejandro quien fundó en Jerusalén (Aelia Capitolina) una biblioteca, de la que mucho se serviría más tarde Eusebio de Cesarea, junto con la de esta ciudad fundada por el mismo Orígenes. Pasada la persecución en Alejandría, “Demetrio le llamó de nuevo por carta y le urgió por medio de diáconos de su iglesia para que regresara a Alejandría. Después de llegar, continuó cumpliendo sus tareas acostumbradas” (HE VI,19,19).

  d) A Antioquía, invitado por la emperatriz Julia, llamada Mamea (última de una generación de princesas sirias interesadas por las cuestiones religiosas). Esta mujer era una cristianófila, y enterada de la fama de Orígenes buscó conocerlo personalmente. Orígenes “pasó junto a ella algún tiempo, y después de exponer el mayor número de cosas posibles, para gloria del Señor y de la virtud de la enseñanza divina, se apresuró a reanudar sus tareas acostumbradas” (HE VI,21,4; ver VI,21,2-3).

 
La crisis con Demetrio

  El tercer evento decisivo en la vida del alejandrino fue el enfrentamiento con su obispo, que terminará por conducir a Orígenes a radicarse definitivamente en Cesarea de Palestina. El episodio se abre con motivo de un nuevo viaje de Orígenes. Esta vez con destino a Grecia, por causa de una herejía surgida allí y para discutir con su fautor. Orígenes toma el camino vía Palestina, probablemente con el fin de poder visitar a sus amigos los obispos Theoctisto y Alejandro. A su llegada a Cesarea es ordenado presbítero por Theoctisto (¿solo o con Alejandro, como pretende Eusebio?). Estamos en los años 231-233 (HE VI,23,4), y el hecho provocó gran revuelo, cambiando completamente la vida del alejandrino que se vería enfrentado con su pastor.

 Para colmo de males, en su discusión con el hereje, tal vez un valentiniano llamado Cándido, éste entiende a su modo lo que Orígenes le responde y tergiversa el “proceso verbal” de la discusión. Así, en Alejandría no se conocieron las verdaderas actas del debate, sino las falsas. Esta recensión de la discusión, falseada por uno de los interlocutores, fue lo que levantó la animosidad contra Orígenes en Alejandría, después del anuncio de la ordenación. Una de las opiniones que se le endilgaban al teólogo alejandrino era la de que afirmaba la salvación final del diablo. Contra esto Orígenes protestó airadamente (H. Crouzel, op. cit., p. 42).

 Cuando Orígenes retorna a Alejandría, Demetrio procede a reunir un sínodo de obispos que decide expulsarlo de la ciudad. Sin embargo, como Demetrio no estaba satisfecho con esta medida, junto con algunos obispos egipcios, lo declaró depuesto del presbiterado. Y personalmente se encargó de que la medida fuese bien conocida por otras Iglesias. Cuatro episcopados, según Jerónimo, no secundaron al obispo de Alejandría. Ellos fueron los de Arabia (Jordania), Palestina, Acaya y Fenicia. De hecho, en esas regiones Orígenes hallará acogida a su persona y obra.

 ¿Cuáles fueron los motivos principales que condujeron a Demetrio a enfrentarse con su antiguo catequista? Eusebio sostiene que el motivo principal fue la ordenación recibida en Cesarea (¿de buen grado, a la fuerza, buscada o simplemente aceptada?) (HE VI,23,4). Secundario debería considerarse el hecho de la invalidez del presbiterado por causa de la auto-mutilación que se había inferido Orígenes (HE VI,8,4), ya que recién en Nicea (325) se establecerá la prohibición de ordenar a quien había incurrido en este error (canon 1). Pero, tal vez, ya fuese tradición de ciertas Iglesias el proceder así frente a quienes se habían castrado por propia mano.
[1] Ver las catequesis de Benedicto XVI dedicadas a Orígenes: http://www.mercaba.org/Benedicto%2016/AUDIEN/2007/04-25_origenes.htm;
http://www.mercaba.org/Benedicto%2016/AUDIEN/2007/05-02_ORIGENES2.htm

[2] Connaissance des Pères de l’Église, nº 3 (1982), p. 6.

[3] H. CROUZEL, Origène, Paris-Namur 1985, pp. 17ss. se inclina hacia una posición “optimista” ante el texto de Eusebio. Una posición bastante diversa, más bien negativa, en lo que se refiere a las fuentes, sobre la vida de Orígenes puede verse en P. NAUTIN, Origène: Sa vie et son oeuvre, Paris 1977.

[4] H. CROUZEL, en Connaissance des Pères de l’Église, nº 3 (1982), p. 9.