INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (11)

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La curación del paralítico
Principios del siglo III
Dura Europos (baptisterio)
Yale, University Art Gallery
USA
Ireneo de Lyon (+después del 198)[1] 

Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre los años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo.

Es hacia el año 177 cuando las iglesias de Lyon y Vienne le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma (174-189?). Es una epístola que se refiere a los mártires de esas iglesias. Ireneo es presentado por medio de un billete: “De nuevo y siempre rogamos que goces de salud en Dios, padre Eleuterio. Hemos impulsado a nuestro hermano y compañero Ireneo para que te lleve esta carta, y te rogamos que le tengas por recomendado, celador como es del testamento de Cristo, porque, de saber que un cargo confiere a alguno justicia, desde el primer momento te lo habríamos recomendado como presbítero de la Iglesia, lo que es precisamente” (HE V,4,2).

Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino) en la sede episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una carta suya al papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a mediados del pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años 178-195. Las demás noticias que sobre su vida pueden darse son meras conjeturas, que no se asientan en documentos históricos.

Durante su episcopado Ireneo actuó contra los gnósticos (Adversus haereses) y redactó una obra de catequesis (Epideixsis = Demostración). Se preocupó por algunos cismáticos que actuaban en Roma: Florino y Blasto. Contra los paganos escribió: Sobre la ciencia, obra que se ha perdido. Intervino asimismo en la controversia sobre la fecha en que debía celebrarse la Pascua, intercediendo ante el papa Víctor para que no condenara a las iglesias de Asia que mantenían una costumbre diferente a la romana (ver Eusebio, HE V,23-24).


Primera lectura: selección de textos tomados de la “Demostración de la predicación apostólica”

Los tres artículos de la fe: Padre, Hijo y Espíritu Santo

6. He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la base de nuestra conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, único Dios, creador del universo. Éste es el primer y principal artículo de nuestra fe. El segundo es: el Verbo de Dios, Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio de su profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por medio de Él ha sido creado el universo. Además al fin de los tiempos para recapitular todas las cosas se hizo hombre entre los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para manifestar la vida y restablecer la comunión entre Dios y el hombre. Y como tercer artículo: el Espíritu Santo por cuyo poder los profetas han profetizado y los Padres han sido instruidos en lo que concierne a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre la humanidad, por toda la tierra, renovando al hombre para Dios.

El bautismo nuevo nacimiento en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

7. Por esto el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los presenta la Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del Padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa como ministro al Espíritu santo a quien quiere y como el Padre quiere.

Nacimiento, muerte y resurrección de Cristo

38. Dios Padre, por su inmensa misericordia, envió a su Verbo creador, el cual, venido para salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la misma situación y en los mismos ambientes donde nosotros hemos perdido la vida. Y rompió las cadenas que nos tenían prisioneros. Apareció su luz e hizo desaparecer las tinieblas de la prisión y santificó nuestro nacimiento y abolió la muerte, desligando aquellos mismos lazos en que nos habían encadenado. Manifestó la resurrección, haciéndose él en persona primogénito de los muertos, levantó en su persona al hombre caído por tierra, al ser elevado él a las alturas del cielo hasta la diestra de la gloria del Padre, como había Dios prometido por medio del profeta al decir: Levantaré la tienda de David, caída en tierra, es decir, el cuerpo que proviene de David. Nuestro Señor Jesucristo cumplió realmente esto actuando gloriosamente nuestra salvación, a fin de resucitarnos de veras y presentarnos libres al Padre. Y, si alguien no acepta su nacimiento de una virgen, ¿cómo va a admitir su resurrección de entre los muertos? Porque nada tiene de milagroso, extraño e inesperado, que resucite de entre los muertos el que no nació; ni siquiera podemos hablar de resurrección para el que vino a la existencia sin nacimiento; el innascible, en efecto, es también el inmortal, y quien no se ha sometido al nacimiento, tampoco será sujeto a la muerte. Pues quien no tomó principio del hombre, ¿cómo va a poder recibir su fin?

Cristo primogénito de toda la creación

39. Si, pues, no nació, tampoco murió. Y, si no murió, tampoco resucitó de entre los muertos. Y, si no resucitó de entre los muertos, no es el vencedor de la Muerte ni el destructor de su imperio. Y, si no quedó vencida la Muerte, ¿cómo subiremos a la vida quienes, desde los orígenes de aquí abajo, sucumbimos al imperio de la Muerte?. Según eso los que niegan al hombre la redención y no creen que Dios le resucitará de entre los muertos, desprecian también la natividad de nuestro Señor, a que por nosotros se sometió de la carne y tener la primacía sobre todos en el cielo: como primogénito de la mente del Padre, el Verbo perfecto dirige todas las cosas en persona y legifera en la tierra ; como primogénito de la Virgen es justo, hombre, santo, piadoso, bueno, agradable a Dios, perfecto en todo, libra del infierno a los que le siguen; como primogénito de los muertos es origen y señal de la vida de Dios.

La continua llamada del Verbo

40. Así pues el Verbo de Dios ostenta el primado sobre todas las cosas, porque es verdadero hombre y admirable consejero y Dios fuerte, que llama de nuevo (con la resurrección) al hombre a la comunión con Dios para que por medio de la comunión con Él participemos en la incorruptibilidad. El que es anunciado por Moisés y por los profetas del Dios altísimo y omnipotente, Padre del universo, origen de todo, que conversó con Moisés, vino a Judea, engendrado por Dios por medio del Espíritu Santo, y nacido de la Virgen María, que era de la estirpe de David y de Abrahán, Jesús, el Ungido de Dios, el que se reveló a sí mismo como el que había sido predicho por los profetas.

La Iglesia comunica el Espíritu de salvación por medio del Bautismo

41. Juan Bautista, el precursor, cuando preparaba y disponía al pueblo a recibir el Verbo de la vida, hizo saber que éste era el Cristo sobre quien el Espíritu de Dios había descansado unido con su carne. Los discípulos y testigos de todas sus buenas obras, de su enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, de la ascensión al cielo después de la resurrección corporal, es decir los apóstoles, con el poder del Espíritu Santo, enviados por Él por toda la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando a los hombres el camino de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y de la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautismo de agua y de Espíritu Santo, distribuyendo y suministrando a los creyentes este Espíritu Santo que habían recibido del Señor. Así instituyeron y fundaron esta iglesia. Con la fe , la caridad y la esperanza confirmaron la llamada a los gentiles que, preanunciada por los profetas, les fue dirigida según la misericordia de Dios manifestada con su ministerio, acogiéndoles en la promesa hecha a los patriarcas, es decir, a aquellos que creyeron y amaron a Dios; y a los que viven en la santidad, la justicia y la paciencia, el Dios de todos otorgará, por medio de la resurrección de los muertos, la vida eterna; gracias a Aquél que murió y resucitó, Jesucristo, al cual confió la realeza sobre todos los seres de la tierra, la autoridad sobre los vivos y los muertos, y el juicio. Los apóstoles, con la palabra de verdad, exhortaron a los gentiles a guardar su cuerpo sin mancilla en orden a la resurrección y su alma al abrigo de la corrupción.

Segunda lectura: texto completo con notas de la “Demostración de la predicación apostólica” en la Colección “Fuentes Patrísticas”, nº 2,
Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1992, pp. 51-225


Versión castellana de esta obra en: http://escrituras.tripod.com/

(1) Ver la catequesis del papa Benito XVI en: http://www.mercaba.org/Benedicto%2016/AUDIEN/2007/28-03_Ireneo_de_Lyon.htm