INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (1)

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Uno de los motivos más conocidos y populares del arte paleocristiano es el del Buen Pastor (imagen del siglo III), representado como un pastor vestido con una túnica, que carga una oveja. Este tema simboliza a Cristo como salvador de su rebaño. En tiempos del cristianismo primitivo, la imagen del Buen Pastor se usó para decorar lápidas, sarcófagos y escultura funeraria.
La Didachè(1) o Doctrina de los doce Apóstoles (s. II)

Pertenece al grupo de obras “canónico-litúrgicas”. De estos escritos no siempre es posible establecer con certeza su autoría, y parece que recogen materiales de diversas procedencias. Tampoco, entonces, resulta sencillo datarlas con seguridad. Su importancia es evidente, ya que nos muestran, con materiales de primera mano, todo lo que se relaciona con la organización de la vida de las primitivas comunidades.

La más antigua de estas constituciones es, sin duda, la Didachè (o Doctrina de los doce Apóstoles). No es obra de un solo autor, sino una compilación anónima de fuentes diversas derivadas de las tradiciones de comunidades eclesiales bien definidas. Un autor anónimo, judeo-cristiano (?), ha reunido en una suerte de manual textos provenientes de tradiciones distintas, y que él consideró útiles para la edificación de los convertidos:

- enseñanza de los dos caminos (el de la vida y el de la muerte) (caps. 1,1-6,1);
- tradiciones litúrgicas sobre el bautismo, el ayuno, la oración y la cena eucarística (caps. 7-10);
- sección disciplinar (caps. 11-13);
- la última parte de la obra que trata sobre diversos temas comunitarios y la parusía del Señor, pareciera ser de otro autor y se diferencia del resto por razones de estilo y de fondo (caps. 14-16).

Su lugar de composición puede ubicarse en Siria, y la fecha sigue siendo objeto de discusión: entre los siglos I y II.


Primera lectura: Los dos caminos


«Hay dos caminos: uno de la vida y otro de la muerte; pero es grande la diferencia que hay entre los dos caminos.

El camino de la vida es éste: en primer lugar, amarás a Dios, que te ha creado; en segundo lugar, a tu prójimo como a ti mismo. Y todo lo que no quieres se haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro.

Pero la enseñanza de estas palabras es ésta: bendigan a los que los maldicen y rueguen por sus enemigos, ayunen por los que los persiguen. ¿Qué mérito tiene que amen a los que los aman? ¿No hacen también eso mismo los paganos? Ustedes amen a los que los odian y no tendrán enemigos.

Aléjate de los deseos carnales y corporales. Si alguno te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra y serás perfecto. Si alguien te fuerza a ir con él por espacio de un kilómetro, acompáñale dos. Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien se te lleva lo que es tuyo, no se lo reclames, pues no puedes.

A todo el que te pida, dale y no se lo reclames; porque el Padre quiere que a todos se dé de los propios dones. Bienaventurado el que da, conforme al mandamiento, porque será inocente. Pero ¡ay del que recibe! Pues si recibe por estar necesitado, será inocente; pero el que recibe sin sufrir necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué. Será puesto en prisión y no saldrá de allí hasta haber pagado hasta el último céntimo.

Pero también acerca de esto se ha dicho: “Que tu limosna transpire en tus manos, hasta que sepas a quién se la das”.


 
Segundo mandamiento de la doctrina

No matarás (Ex 20,13; Dt 5,17), no cometerás adulterio (Ex 20,14; Dt 5,18), no cometerás pederastia, no fornicarás, no robarás (Ex 20,15; Dt 5,19), no practicarás la magia ni la hechicería, no matarás al hijo por aborto, ni quitarás la vida al recién nacido.

No codiciarás los bienes de tu prójimo (Ex 20,17; Dt 5,21). No harás juramento falso, no darás falso testimonio, no maldecirás, no guardarás rencor.
No serás doble ni de mente ni de lengua; porque la doblez es una trampa mortal. Tu palabra no será mentirosa ni vacía, sino avalada por las obras.

No serás avaro, ni ladrón, ni hipócrita, ni malicioso, ni orgulloso. No tendrás un mal deseo contra tu prójimo. No aborrecerás a ningún hombre, sino a que a unos corregirás, por otros rezarás, y a otros amarás más que a tu propia alma.

Hijo mío, evita todo mal y cuanto se asemeje al mal. No seas colérico, porque la cólera conduce al asesinato. Ni envidioso, ni peleador, ni irascible, pues todo esto engendra las muertes.

Hijo mío, no seas codicioso, pues la codicia conduce a la fornicación. Ni obsceno en tus palabras, ni indiscreto en tus miradas, pues de todas estas cosas se engendran adulterios.

Hijo mío, no te dediques a la adivinación, pues ella conduce a la idolatría. Ni a la hechicería, ni a la astrología, ni a las purificaciones, ni quieras ver ni oír estas cosas; pues de todas estas cosas se engendra la idolatría.
Hijo mío, no seas mentiroso, porque la mentira conduce al robo. Ni avaro, ni orgulloso, pues de todas estas cosas se engendran robos. Hijo mío, no te dediques a las murmuraciones, pues ellas conducen a la calumnia. Ni arrogante ni de mente perversa, porque de todas estas cosas se engendran calumnias. Por el contrario, sé manso, pues los mansos heredarán la tierra.

Sé paciente y misericordioso y sin maldad y tranquilo, bueno y temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste. No te exaltarás a ti mismo ni consentirás la insolencia a tu alma. No se unirá tu alma con los orgullosos, sino que frecuentarás a los justos y a los humildes. Recibirás como bienes los acontecimientos que te sobrevengan, sabiendo que sin el beneplácito de Dios nada sucede.

Hijo mío, te acordarás noche y día del que te anuncia la palabra de Dios y le honrarás como al Señor. Porque donde se anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor. Buscarás cada día los rostros de los santos para descansar en sus palabras. No crearás divisiones, sino que pondrás en paz a los que se combaten. Juzgarás rectamente sin acepción de personas para corregir las faltas.

No estarás dudando si será o no será. No extiendas las manos para recibir, cerrándolas para dar. Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello para rescate, por tus pecados. No vacilarás en dar y sin murmurar darás, pues has de saber quién es el buen recompensador de tu limosna. No rechazarás al necesitado, sino que todo lo participarás con tu hermano y de nada dirás que es tuyo propio. Porque si son solidarios en la inmortalidad, ¡cuánto más en las cosas corruptibles!

No apartarás la mano de tu hijo o tu hija, sino que desde la niñez les enseñarás el temor de Dios. No mandarás con aspereza a tu esclavo o a tu esclava, que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que pierdan el temor de Dios que está sobre unos y otros. Porque no viene (el Señor) a llamar según la apariencia, sino a aquellos a quienes les preparó el espíritu. Por su parte, ustedes los servidores, sométanse a sus amos, como a imagen de Dios, con reverencia y temor. Aborrecerás toda impiedad y todo lo que no sea agradable al Señor.

No abandonarás nunca los mandamientos del Señor, sino que guardarás lo que has recibido, sin añadir ni quitar nada. En la reunión de los fieles (ecclesia) confesarás tus faltas y no irás a la oración con mala conciencia. Éste es el camino de la vida.

El camino de la muerte

Pero el camino de la muerte es éste: ante todo, es un camino malo y lleno de maldición: muertes, adulterios, codicias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, doblez (de corazón), engaño, orgullo, maldad, arrogancia, avaricia, intenciones obscenas, envidia, insolencia, altivez, jactancia, temeridad.

(Este camino siguen) los perseguidores de los buenos, los enemigos de la verdad, amando la mentira, ignorando el premio de la justicia, no adhiriéndose ni al bien ni al justo juicio; no velan para el bien sino para el mal; están lejos de la mansedumbre y de la paciencia, aman la vanidad y buscan su salario, no se compadecen del pobre, indiferentes frente al atribulado, no conocen a su Creador; asesinos de sus hijos, hacen abortar la obra de Dios. Rechazan al necesitado, oprimen al abatido. Son abogados de los ricos, jueces injustos de los pobres, pecadores en todo. ¡Ojalá se vean libres, hijos, de todo esto!».


Segunda lectura: texto completo con notas en la colección
“Fuentes Patrísticas”, nº 3, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1992, pp. 80-111

También se puede ver el texto completo de la Didaché, sólo en castellano, en el sitio: http://www.mercaba.org/tesoro/didaje1.htm
Leer en castellano: Didajé.