INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA

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Los cristianos que podían mandarse hacer sarcófagos de mármol pedían que labraran en ellos símbolos y episodios tomados del Antiguo y del Nuevo Testamento. El común denominador que expresa el significado de estas obras artísticas es el de la certeza de la salvación a través de la fe en Dios. En la imagen vemos el fragmento de la tapa de un sarcófago del siglo IV, en donde se aprecia el motivo de la “nave mística”. Los nombres grabados cerca de cada uno de los personajes explican quiénes son: IESUS el timonel y los remeros: MARCUS, LVCAS y (IO)ANES. Esta escena simboliza la Iglesia como la nave de la que Cristo es el timonel y a la cual guían los Evangelistas.

La finalidad del material, que ahora presentamos, está bien delimitada en el título: ofrecer una primera aproximación a los textos de los Padres de la Iglesia. Se pretende, pues, que quienes recorran este camino logren leer los escritos de los autores de los primeros siglos de una forma correcta y fructífera.

Correcta, es decir que no se aplique a las obras de nuestros autores una lente que desvirtúe la intención y finalidad con que las fueron redactadas. Por el contrario, que se trate de comprender, ante todo, su sentido original, para desde allí extraer las enseñanzas que ofrecen a nuestro tiempo y a nuestra Iglesia.

Fructífera: los textos patrísticos no deberían convertirse en meros objetos de estudio científico, o de lectura exegética, ni tampoco en “piezas de museo”. Antes bien son un verdadero alimento espiritual del cristiano, que inspira su vida y la hace fecunda, en cualquier circunstancia que le toque vivir. Son una ayuda sólida y eficaz en el camino de la vida, y constituyen un punto de referencia permanente para la comunidad eclesial.

GUÍA PARA EL CAMINO

Antes de comenzar a estudiar los Padres de la Iglesia y sus obras, se recomienda vivamente la lectura de algún texto de historia de la Iglesia. Sugerimos:

COMBY, J.: Para leer la Historia de la Iglesia. 1. De los orígenes hasta el siglo XV, Ed. Verbo Divino, Estella, 1986, pp. (trad. del francés): la parte dedicada a la Iglesia de los siglos I a III/inicios del siglo IV.

También sería conveniente leer el libro de F. Pierini: Mil años de pensamiento cristiano. La literatura y los monumentos de los Padres de la Iglesia, Ed. San Pablo, Colombia, 1993 (trad. del italiano).

Para el estudio de cada uno de los Padres y de sus escritos sugerimos el siguiente itinerario:

  1. lectura de los notas que iremos aportando;
  2. completándolas con las noticias de uno de los siguientes textos:

DROBNER, Hubertus R.: Manual de Patrología, Barcelona, Ed. Herder, 1999 (trad. del alemán).

TREVIJANO ETCHEVERRÍA, Ramón: Patrología, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1994 (Sapientia fidei. Serie de manuales de teología, 5).

3. lectura del texto patrístico que se ofrecerá en cada apartado;

4. lectura de un texto completo (“segunda lectura”), para lo que señalamos una edición-traducción.


A modo de introducción

¿A quiénes llamamos “Padres de la Iglesia”? Su actualidad e importancia

Un dominico del siglo XVI, llamado Melchor Cano, que vivió en España y murió el año 1560, y que señaló cuatro notas distintivas que debía reunir un autor para ser considerado “padre de la Iglesia”:

  1. antigüedad
  2. santidad de vida
  3. doctrina ortodoxa
  4. aprobación de la Iglesia.

En un sentido estricto serían, pues, Padres de la Iglesia católica los que con su vida, testimonio y obra han defendido la ortodoxia y cumplen con el requisito de la antigüedad. Pero en una definición más amplia y, tal vez, más exacta, pueden considerarse Padres de la Iglesia a aquellos que prolongan en la historia la revelación de la Palabra y la testimonian; son maestros de doctrina, y en esta dirección es comprensible que la mayoría de ellos hayan sido obispos, maestros de vida y transmisores de la vida que Dios ha dado en don a la humanidad. Son los que en la antigüedad han contribuido a generar a la vida de la gracia a los hombres. Podemos hacer nuestras las palabras del Concilio Vaticano II que dicen: “Lo que los apóstoles transmitieron comprende todo lo que contribuye a que el pueblo de Dios lleve vida santa y se acreciente la fe; y así la Iglesia, en su doctrina, vida y culto, perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella misma es, todo lo que cree. Esta tradición, que viene de los apóstoles, progresa en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo... Los dichos (dicta) de los santos Padres atestiguan la presencia vivificante de esta tradición, cuyas riquezas se transmiten (transfunduntur) a la práctica y la vida de la Iglesia orante y creyente” (Dei Verbum, 8).

La autoridad de los Padres de la Iglesia católica brota, por lo tanto, de la importancia que se da a sus escritos en virtud de que la Iglesia admite que la Tradición es fuente de la fe. La Iglesia sostiene que es infalible el unánime consenso de los Padres en todo aquello que toca a la interpretación de la Sagrada Escritura. (cf. Concilio Vaticano I, sesión tercera, cap. 2). Y en este sentido puede hablarse de los Padres de la Iglesia como de los profetas de la Palabra de Dios.

Juan Pablo II: Carta Apostólica “Patres Ecclesiae” (02.01.1980)[1]

“Padres de la Iglesia se llaman con toda razón aquellos santos que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos.

Son de verdad “Padres” de la Iglesia, porque la Iglesia, a través del Evangelio, recibió de ellos la vida. Y son también sus constructores, ya que por ellos -sobre el único fundamento puesto por los apóstoles, es decir, sobre Cristo- fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras primordiales.

La Iglesia vive todavía hoy con la vida recibida de esos Padres; y hoy sigue edificándose todavía sobre las estructuras formadas por esos constructores, entre los goces y penas de su caminar y de su trabajo cotidiano.

Fueron, por tanto, sus Padres y lo siguen siendo siempre; porque ellos constituyen, en efecto, una estructura estable de la Iglesia y cumplen una función perenne en pro de la Iglesia, a lo largo de todos los siglos. De ahí que todo anuncio del Evangelio y magisterio sucesivo debe adecuarse a su anuncio y magisterio si quiere ser auténtico; todo carisma y todo ministerio debe fluir de la fuente vital de su paternidad; y, por último, toda piedra nueva, añadida al edificio santo que aumenta y se amplifica cada día, debe colocarse en las estructuras que ellos construyeron y enlazarse y soldarse con esas estructuras.

Guiada por esa certidumbre, la Iglesia nunca deja de volver sobre los escritos de esos Padres -llenos de sabiduría y perenne juventud- y de renovar continuamente su recuerdo. De ahí que, a lo largo del año litúrgico, encontremos siempre, con gran gozo, a nuestros Padres y siempre nos sintamos confirmados en la fe y animados en la esperanza”.

La Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal de la Congregación para la Educación Católica (para los Seminarios e Institutos de Estudio)[2], en la segunda parte señala por qué se debe estudiar a los Padres. Da los siguientes motivos:

1. Son testigos privilegiados de la Tradición principalmente por su cercanía con el misterio pascual de Cristo: “se les puede considerar como autores y exponentes de una tradición «constitutiva»...” (nº 19).

2. Por su método teológico:

  • recurso a la sagrada Escritura
  • sentido de la Tradición
  • originalidad cristiana de su enseñanza
  • inculturación
  • defensa de la fe
  • progreso dogmático
  • sentido del misterio
  • experiencia de lo divino.

3. Por su riqueza cultural, espiritual y apostólica: “Los escritos patrísticos se distinguen no sólo por la profundidad teológica, sino también por los grandes valores culturales, espirituales y pastorales que contienen.

¿Qué se entiende por “Patrología”?

La Patrología se ocupa de la vida y la obra de los Padres[3].

La Patrología se mueve principalmente en el ámbito de la investigación histórica, la información biográfica y literaria, y está en relación con la historia de la Iglesia primitiva.

“De la Patrología se espera que presente una buena panorámica de los Padres y de sus obras, con sus características individuales, situando en el contexto histórico su actividad literaria y pastoral”.

La Patrología incluye el estudio de:

a) contexto socio cultural de los Padres: la historia de la Iglesia antigua, la filosofía en que se inspiran los Padres, arqueología y geografía del mundo antiguo, condiciones socio-culturales y económicas, religiones paganas y mistéricas, judeo-cristianismo, gnosticismo.

b) teología de los Padres: historia de los dogmas en la época patrística, historia de la exégesis patrística, catequesis y predicación en los Padres, liturgia en la época patrística, espiritualidad, historia del derecho e instituciones eclesiales en el período patrístico, herejías, concilios, símbolos de la fe en los primeros siglos.

c) los escritos de los Padres: lectura e interpretación de los Padres, lectura crítica de los manuscritos y sus ediciones; lenguas patrísticas (griego, latín, siríaco, copto).

La Patrística se interesa por el pensamiento teológico de los Padres[4].

La Patrística es eminentemente doctrinal y está conectada con la dogmática (incluso con la teología moral y espiritual, y la Sagrada Escritura).

La Literatura cristiana primitiva (o antigua) es una disciplina no teológica sino literaria, que estudia los aspectos estilísticos y filológicos de los escritores antiguos[5].

LOS SANTOS PADRES “ENSEÑARON LO QUE APRENDIERON EN LA IGLESIA;

LO QUE DE SUS PADRES RECIBIERON, ESO HAN TRANSMITIDO A SUS HIJOS”

(Agustín de Hipona, Réplica a Juliano II,34).

“QUE LAS PALABRAS Y LA AUTORIDAD DE TANTOS SANTOS E ILUSTRES DOCTORES

TE CUREN CON EL COLIRIO DE LA MISERICORDIA DE DIOS”

(Agustín de Hipona, Réplica a Juliano II,37).


Para leer los escritos de los Padres de la Iglesia

“Saber leer consiste también en saber no perder de vista los modos de expresión propios de cada período histórico… Si queremos ser justos, no puede uno aproximarse a (un autor) sin haber leído a muchos de sus contemporáneos, sin conocer la tradición, y si no se realizan estas condiciones es mejor callar que hablar” (Jean Leclercq)[1]. 

I. De la vida al texto:

1. orar, invocar al Espíritu Santo;

2. reflexionar sobre el tema principal de la obra.

II. El texto:

1. cuestiones generales sobre el texto (autor, destinatarios/as, motivos por los que escribe, época en que escribió, género literario, estructura del texto);

2. el contexto (situación socio-político-económica, las relaciones sociales del tiempo en que se escribió el texto, las huellas culturales de la época que aparecen en el texto, qué situación de vida cristiana aparece en el texto);

3. temas específicos relacionados con el tema propuesto: qué textos bíblicos son aducidos (los más relevantes), los argumentos éticos y su posible raíz filosófica, los argumentos teológicos y sus fundamentos bíblicos y eclesiales; la relación hombres-mujeres, la relación mujeres-mujeres.

III. Del texto a la vida:

1. qué contribución ofrece este texto en nuestro hoy;

2. los temas básicos; los límites de la argumentación de este Padre de la Iglesia; cómo nos ayuda a rezar este texto.

[1] Citado por Anna Maria Caneva, ocso, Il riformatore della Trapa. Vita di Armand-Jean de Rancé, Ed. Città Nuova, Roma, 1996, p. 22.

[1] Se transcribe una parte de la Introducción. Traducción castellana en “L'Osservatore Romano” del 27 de enero de l980, pp. 13-16.

[2] Traducción castellana en “L'Osservatore Romano” del 21 de enero de 1990, pp. 6-10. La Instrucción está fechada el 30 de noviembre de 1989.

[3] La patrología nace con un teólogo protestante llamado Johann Gerhard (Viena, 1653), que deseaba recoger en su obra, que llevaba por título “Patrología”, la vida, obra y pensamiento de los Padres de la Iglesia.

[4] La patrística nace también en una obra de un teólogo protestante: J. F. Buddeus (Leipzig, 1730), que utilizaba el término como adjetivo, hablaba de teología patrística. Se trata, pues, de la teología que los Padres han elaborado.

[5] L. PADOVESE, Introduzione alla teologia patristica, Casale Monferrato, 1992, pp. 13 ss. (sobre todo pp. 20-21, notas 7 y 8), plantea dos interrogantes: 1) ¿no se debería considerar como ya superada la distinción entre patrología, patrística y literatura cristiana primitiva? 2) ¿dicha distinción, puede asumirse en un sentido absoluto, estimando aisladamente los diversos puntos de vista?