SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO. Ciclo "B"

La última Cena. Hacia 1450. Jaume Baço Escrivà (Jacomart). Valencia, España.

 

Salmo 115 (116B)

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL

Lo que ustedes están viendo, amadísimos, sobre la mesa del Señor es pan y vino; pero este pan y este vino se convierten en el cuerpo y la sangre de la Palabra cuando se les aplica la palabra. En efecto, el Señor, que en el principio era la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios, y - debido a su misericordia, que le impidió despreciar lo creado a su imagen -, la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (...) Recuerden lo que era antes, en el campo, este pan; cómo lo produjo la tierra, lo nutrió la lluvia y llegó a convertirse en espiga; a continuación lo cosechó el trabajo humano, lo trilló, lo aventó, lo recogió, lo eligió, lo molió, lo amasó, lo coció y, finalmente, lo convirtió en pan. Céntrense ahora en ustedes mismos: no existían, fueron creados, llevados al campo del Señor y cosechados con la fatiga de los bueyes, es decir, de los predicadores del Evangelio. Mientras permanecieron en el catecumenado ustedes estaban como guardados en un silo; cuando se decidieron a dar sus nombres [para ser bautizados], comenzó la molienda con el ayuno y los exorcismos. Luego ustedes se acercaron al agua, fueron entonces amasados y hechos unidad; los coció el fuego del Espíritu Santo, y quedaron transformados en pan del Señor (Agustín de Hipona, Sermón 229,1).

 

Leccionario: Salmo 115,12-13.15-16. 17-18

Liturgia de las Horas: Salmo 115,12-13.15-16. 17-18

¿Cómo pagaré al Señor

todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,

invocando su nombre.

 

Mucho le cuesta al Señor

la muerte de sus fieles.

Señor, yo soy tu siervo,

hijo de tu esclava;

rompiste mis cadenas.

 

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

invocando tu nombre, Señor.

Cumpliré al Señor mis votos

en presencia de todo el pueblo. .

12 ¿Con qué pagaré al Señor

todo el bien que me hizo?

13 Alzaré la copa de la salvación

e invocaré el nombre del Señor.

.

15 ¡Qué penosa es para el Señor

la muerte de sus amigos!

16 Yo, Señor, soy tu servidor,

tu servidor, lo mismo que mi madre:

por eso rompiste mis cadenas.

 

17 Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

e invocaré el nombre del Señor.

18 Cumpliré mis votos al Señor,

en presencia de todo su pueblo


¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE, DURANTE TODA LA SEMANA, UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

¡Alzaré la copa de la salvación!

{espirando}

¡invocaré el Nombre del Señor!

 

SUGERENCIA PARA LA JACULATORIA

¡Alzaré la copa de la salvación! // ¡invocaré el Nombre del Señor!

 

NOTAS EXÉGETICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) Los Salmos 113-118 (112-117) constituyen el Hallel, que ya en el Talmud de Babilonia es llamado «hallel egipcio», en cuanto, como comenta Rashi en bBerakot 56a, es usado en Pascua para celebrar la salida de Egipto. Según los maestros estos cinco salmos fueron elegidos, porque contienen cinco temas fundamentales de la fe judía: el éxodo (Sal 114,1), la división del Mar Rojo (Sal 114,3), el don de la Torá en el Sinaí (Sal 114,4; cf. Jc 5,4-5), la resurrección de los muertos (Sal 116,9) y los sufrimientos que preceden la venida del Mesías (Sal 115,1) (bPesachim 118a). Todo converge hacia la Pascua última, hacia la redención mesiánica.

(b) La versión griega de los Setenta, seguida por la Vulgata latina, ha dividido el salmo que en esta solemnidad tenemos como responsorial, en dos composiciones diversas. En realidad se trata de un único poema, un canto de acción de gracias con resonancias litúrgicas, que va ritmado por la invocación del Nombre del Señor, a través de una frase que se repite por tres veces: invoco el nombre del Señor.¨[en hebreo: beshem YHVH ekrah; vv. 4.13 17]. Puntualicemos que se trata de un salmo muy querido por Pablo quien lo cita (según la versión de los LXX) en 2 Corintios 4,13 y en Romanos 3,4.

Después de la evocación de una pesadilla de la cual Dios lo ha liberado (vv. 1-6), el salmista en un soliloquio alma mía recobra la calma…, canta su total confianza en el amor divino aun cuando los peligros asechen en el horizonte de la vida (vv. 7-13). Es por esto que ahora, en el Templo y ante la asamblea, él salmista ofrece su sacrificio de acción de gracias (en hebreo: todáh; vv. 14-19). Fiel servidor de Dios, miembro de su misma familia, tal como lo expresa la locución técnica hijo de tu esclava (v. 16), eleva ahora ante el Dios del amor el cáliz de la salvación (v. 13), la copa ritual de la libación, signo de la gran alegría que el Señor ha traído a su vida (inspirado en Ravasi-Turoldo).

(c) Nuestro salmo denota su composición unitaria, gracias a la palabra invocar en los vv. 2 y 17 (8), que forman una suerte de “inclusión”. El mismo verbo se repite en los vv. 4 y 13 (4), pero la primera vez el salmista [Invoqué el nombre del Señor: “Señor, salva mi vida”] invoca el nombre rogando verse a salvo (v. 4); mientras que la segunda, invoca a YHVH para darle gracias (vv. 8-9), lo que muestra que el orante padeció una situación cercana a la muerte: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me hizo? (v. 12[3]). Habiendo “vuelto-a-la-vida”, el orante la “ofrece”. Puede, de este modo, seguir invocando el nombre de YHVH, dándole gracias. La súplica, un grito brotado de su fe lo lleva a proclamar su acción de gracias: Alzaré el cáliz de la salvación, invocando su nombre, en presencia de todo el pueblo. Esta segunda parte del salmo es nuestro salmo responsorial, que en la liturgia cristiana es considerado el salmo eucarístico por excelencia.

Dilexi-Credidi, son las dos palabras que constituyen como la cifra de cada una de las partes en las que quedó dividido nuestro poema, en la tradición greco-latina: Amo al Señor porque escucha (LXX-Vg Sal 114 = TM Sal 116,1-9) y Tenía fe [= creí], aun cuando dije (LXX-Vg Sal 115 = TM Sal 116,10-19) La unidad de las dos partes es sostenida por el TM, el Targum, la versión siríaca (Peshita), Orígenes y Jerónimo y prácticamente la totalidad de los exégetas actuales.

(d) Alusiones o citas de nuestro salmo en el NT:

116,3 Hch 2,24

116,10 2 Co 4,13

116,11 [LXX] Rm 3,4

116,13 1 Co 10,16

Los dolores (redes) de la muerte

Creí (tenía fe), por eso hablé

Todos los hombres son unos mentirosos

Alzaré la copa de bendición (salvación)

 

(e) Nuestro salmo tiene dos expresiones que la tradición ha cargado de sentido, la primera es la del sacrificio de alabanza: “Seguramente numerosos salmos se componen por necesidades de la alabanza cultual: cantos ahora ya dispersos en nuestro salterio, pero que, sin embargo, se hallan en forma más caracterizada por lo menos en los tres grandes conjuntos tradicionales: el “pequeño Hallel” (Sal 113 a 118[112-117]), el “gran Hallel” (Sal 136[135]), el “Hallel final” (Sal 146 a 150[145-150]). En el templo, el canto de los salmos acompaña particularmente a la tódáh, “sacrificio de alabanza” (cf. Lv 7,12...; 22,29 s.; 2 Cro 33,16), sacrificio pacífico seguido de una comida sagrada muy alegre en las dependencias del templo. En ambiente cristiano la alabanza será también fácilmente alabanza cultual. Las indicaciones de los Hechos y de las Cartas (Hch 2,46 s.; 1 Co 14,26; Ef 5,19) evocan las asambleas litúrgicas de los primeros cristianos; igualmente la descripción del culto y de la alabanza celestiales en el Apocalipsis”[1].

La segunda expresión es la del cáliz de salvación: “La [copa de] ira de Dios está reservada a los endurecidos. Gracias a la conversión se la puede esquivar. Ya en el AT los sacrificios de expiación expresan el arrepentimiento del convertido; la sangre de las víctimas, recogida en las copas de aspersión (Nm 4,14), se derramaba sobre el altar y sobre el pueblo; así se renovaba la alianza entre el pueblo purificado y Dios (cf. Ex 24,6 ss.). Tales ritos figuraban el sacrificio en que la ofrenda de la sangre de Cristo debía realizar la expiación perfecta y la alianza eterna con Dios. Este sacrificio es la copa que el Padre da a beber a su hijo Jesús (Jn 18,11); éste, con obediencia filial, la acepta para salvar a los hombres y la bebe dando gracias a su Padre en nombre de todos los que salva (Mc 10,39; Mt 26,27 s. 39-42 p; Lc 22,17-20; 1 Co 11,25). 

Ahora esta copa es el cáliz de la salvación (Sal 116,13), ofrecido a todos los hombres para que comulguen en la sangre de Cristo hasta que él vuelva. y bendiga para siempre al Padre que les concederá beber a la mesa de su Hijo en el reino (1 Co 10,16; Lc 22,30)[2].

  

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Nota: Numerosos textos bíblicos son citados, a modo de referencia, tanto en los textos que anteceden esta sección como en los que siguen. Consultándolos podrá completar el polifacético eco bíblico suscitado por nuestro poema.

Hechos 2,24-28: Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: “Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia”.

Romanos 3,1-4: ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios. ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado.

1 Corintios 10,14-16: Les hablo como a gente sensata; juzguen ustedes mismos lo que voy a decirles. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.

2 Corintios 4,13: Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos.

 

DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

El Talmud (Rosh HaShanah 16b): En el Juicio final se presentarán los justos, los réprobos y los mediocres. Los justos accederán al Paraíso, los réprobos al infierno. Respecto a los mediocres la Escuela de Shamai enseña: ellos van a la Gehena de la que saldrán una vez superada la grande prueba de su purificación. La Escuela de Hillel enseña: Para los mediocres que fueron justos a medias y a medias pecadores Dios hará que el juicio se incline a su favor, tal como está escrito: amo al Señor porque escucha mi voz suplicante.

Midrash Tehillim (Comentario homilético a los Salmos):

V. 15. Es de gran precio/preciosa [YQR] a los ojos del Eterno la muerte de sus fieles. Son diez las cosas que son denominadas/consideradas de más-precio [YQR YM]: 1) La Torá, como está escrito: es más preciosa [de-más-precio = preciosa] que las perlas (Pr 3,15). 2) Israel, como está escrito: ¿acaso Efraín no me es un hijo precioso? (Jr 31,20). 3) La riqueza, como está escrito: La riqueza, -sólida-, del hombre es preciosa (Pr 12,27). 4) El conocimiento, como está escrito: joya preciosa son los labios conocedores [de la sabiduría] (Pr 20,15). 5) La profecía, como está escrito: En aquellos días la palabra del Señor era preciosa ( = era escasa/rara. 1 S 3,1). 6) El saber (la sabiduría), como está escrito: Es preciosa la persona de ánimo sabio (Pr 17,27). 7) Insensatez, como está escrito: Más preciosa que la sabiduría es un poco de insensatez (Qo 10,1). 8) los justos, como está escrito: ¡Qué preciosos me son tus amigos[3], oh Dios! (Sal 139/138,17). 9) La gracia, como está escrito: ¡Qué preciosa es tu gracia, oh Dios! (Sal 36,8). 10) La muerte de los justos, como está escrito: Es preciosa a los ojos del Eterno la muerte de sus fieles. Hay algunos que dicen: También el ser humano es considerado de gran-precio/precioso, como está escrito: haré a los mortales más valiosos que el oro fino, a los hombres más preciosos [= escasos/raros] que el oro de Ofir (Is 13,12). 

V. 17: Te ofreceré un sacrificio de [acción de] gracias, pues todo el que adeuda un sacrificio por los pecados, presenta un sacrificio por el pecado; el que tiene una deuda, presenta un sacrificio de reparación; yo no presento ni uno ni otro, sino que presento un sacrificio de [acción de] gracias. Por eso está escrito: invoco el nombre del Eterno, porque fui contado entre los justos. Por eso está escrito: ofrezco un sacrificio de acción de gracias.

El Hallel nació para la Pascua y su origen sería antiquísimo: «En el tiempo en el cual Israel salió de Egipto, de la esclavitud del barro y ladrillos, fue en ese entonces que recitaron el Hallel» (Midrash de los Salmos 113,2).

An. Churaqui: El amor reside en la correspondencia del pedido/súplica [de auxilio] y la respuesta. Para los Maestros [de Israel] este salmo da una respuesta de amor de eternidad. El dogma de la vida eterna y de la resurrección de los muertos es constante en Israel. Cf. Al respecto el pasaje del Talmud transcrito más arriba: Rosh HaShanah 16b.

La voz suplicante/el grito de amor, borbotea de las fuentes de Jerusalén: la liberación opera al modo de una resurrección de los muertos, en armonía con la invocación.

 

DE LA LITURGIA JUDÍA

El Hallel en la liturgia de Israel

Se sabe por la Mishnah que el Hallel era cantado en el templo durante los ocho días de la fiesta de las Chozas (Sukkah IV 5), el 14 Nisán, en el momento en el que en el templo se ofrecía el sacrificio pascual (Pesachim V 7), y en las casas durante el Seder pascual (Pesachim X 6). Después de la destrucción del templo entró a formar parte de la liturgia sinagogal. El Talmud establece que se recite completo, después de la amidah (la oración de las Dieciocho bendiciones) de la mañana, durante los ocho días de la fiesta de las Chozas (Sukkot), durante los ocho días de la «fiesta de las luces» (Janukkah), en el primer día de Pascua (Pesach) y en la fiesta de las Semanas (Shavuot) [en la diáspora la cosa era distinta (cf. bArachin 10b)]. En cambio se lo recita abreviado (omitiendo los Sal 115,1-11 y 116,1-11) los últimos seis días de Pesach (según el Midrash Dios reprochó a los ángeles que se disponían a entonar cantos jubilosos mientras los egipcios perecían ahogados en el mar, diciendo: «¿Las obras de mis manos perecen en el mar y ustedes osan entonar cantos de júbilo?». Y también al comienzo de cada mes (Rosh Chodesh), según un uso que se fue desarrollando primero en Babilonia y después en Israel (bTaanit 28b).

Durante el Seder pascual se lo recita dividido. Antes de beber la segunda copa, el que preside recuerda que en cada generación cada uno tiene la obligación de hacerse consciente que él mismo, en persona, salió de Egipto (cf. Ex 13,8) y que, por eso, debe «dar gracias, alabar, glorificar, y bendecir a Aquel que hizo tantas maravillas en favor de nuestros padres y en favor nuestro […]».«¡Entonemos, entonces, en su presencia el Aleluya!» (PesachimX 5). Siguen a continuación los Sal 113-114 y después la bendición de «redención», de la cual la segunda parte, atribuida a Rabí Aquiba (hacia el 135 d.C.), tiene un evidente carácter mesiánico (Pesachim X 6). En cambio, la segunda parte del Hallel (Sal 115-118) se recita después de la comida, sobre la cuarta copa y se concluye con la «bendición del canto» (bPesachim 118a).

El Hallel jamás debe ser recitado fuera de las fiestas arriba mencionadas: quien lo dice cada día lo envilece y profana (bShabbat 118b). La alegría que expresa es incontenible: por eso se prescribe que debe ser cantado «con belleza» (Cántico Rabba II 31) es decir, con fuerza, con entusiasmo. Tanto que llega a afirmarse paradójicamente, que: «la Pascua “en el hogar” ritmada por el Hallel, perfora los techos» (Cántico Rabba, II 31). Una de las formas más comunes y antiguas de recitarlo conlleva la repetición del «aleluya», por parte de la asamblea cada medio versículo sálmico: ¡lo que da un total de 123 repeticiones!

La copa de Elías

En cada mesa preparada para la Pascua queda un lugar vacío para Elías el profeta, huésped de honor en cada mesa de la Pascua. El pueblo judío espera que Elías venga en Pascua y anuncie la venida del Mesías (Malaquías 4,5). Por eso se prepara un lugar y se sirve una copa de vino y sus corazones esperan ansiosamente el regreso de Elías anunciando las buenas nuevas. Cuando la cena se termina se manda un chico a la puerta a abrirla y ver si esta Elías. Cada año, el chico regresa desanimado y el vino se derrama sin que nadie lo tome (cf. Mc 9,11-13).

 

LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Ireneo de Lyón: Están enteramente locos quienes rechazan toda la Economía de Dios, al negar la salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no es capaz de ser incorruptible. Pues si ésta no se salva, entonces ni el Señor nos redimió con su sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es comunión con su sangre, ni el pan que partimos es comunión con su cuerpo (1 Co 10,16). Porque la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que forma la substancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente el Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. Como dice el Apóstol: En él tenemos la redención por su sangre y la remisión de los pecados (Col 1,14). Y, como somos sus miembros (1 Co 6,15) y nos alimentamos por medio de creaturas, él mismo nos facilita su creación, haciendo salir el sol y llover como él quiere (Mt 5,45). Pues él mismo confesó que el cáliz, que es una creatura, es su sangre (Lc 22,20; 1 Co 11,25), con el cual hace crecer nuestra sangre; y el pan, que es también una creatura, declaró que es su propio cuerpo (cf. Lc 22,19; 1 Co 11,24), con el cual hace crecer nuestros cuerpos. En consecuencia, si el cáliz mezclado y el pan fabricado reciben la palabra de Dios para convertirse en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo, y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo pueden ellos negar que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya que se ha nutrido con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en miembro suyo? Cuando escribe el Apóstol en su Carta a los Efesios: Somos miembros de su cuerpo (Ef 5,30), de su carne y de sus huesos, no lo dice de algún hombre espiritual e invisible -pues un espíritu no tiene carne ni huesos (Lc 24,39)- sino de aquel ser que es verdadero hombre, que está formado por carne, huesos y nervios, el cual se nutre de la sangre del Señor y se desarrolla con el pan de su cuerpo.

Efrén de Nísibe: Los soldados en Belén troncharon flores tiernas (cf. Mt 2,16-18), para que juntamente con ellas, la tierna semilla en la que estaba oculto el pan de vida (cf. Jn 6,48). Pero la espiga de la vida había huido lejos para poder convertirse e abultada gavilla en el tiempo de la cosecha. La uva nuevita y reciente, había huido lejos, luego se entregó para ser pisada dando vida a las almas con su vino. ¡Gloria a ti, tesoro de Vida!

Eusebio de Cesarea: ¿Cómo pagaré...? El sacrificio de alabanza El orante proclama haber sido liberado del pecado, -¡hijo de la Iglesia!-, y promete la eucaristía del Cuerpo y la Sangre del Señor en medio de la Jerusalén celestial.

Basilio de Cesarea: Yo creo que existe un país de los vivientes (...). Habiendo hablado de una región que no se ve, es por eso que ha dicho: “complaceré al Señor” (...). En mi vértigo dije: todos son mentirosos. Es mentiroso aquel que, lejos de humillarse, como el profeta, cree poder medir las cosas de Dios con su pequeña inteligencia. Lo dijo el salmista, en su vértigo, porque buscó la verdad entre los hombres y no la encontró.

¿Cómo pagaré? Creado y rescatado por el Señor, el salmista busca cómo ‘pagar’/’devolver’, busca un don: ni sacrificios, ni holocaustos, sino mi vida, toda entera. A causa de ello levantaré la copa de salvación. Él llama “copa” la constancia hasta la muerte (cf. Mt 26,39; 20,22).

Gregorio de Nisa: Junto al alimento y a la bebida (del conocimiento divino), el éxtasis y el vuelo invaden al alma... Es esta la ebriedad que embriagó a David, el día en que salió de sí mismo, y en éxtasis contempló la belleza invisible y exclamó: todo hombre es mentiroso, queriendo darnos a conocer, con sus palabras, una idea de los bienes inefables...

Juan Crisósotomo: ¿Cómo pagaré...? Mira cómo muestra el gran beneficio recibido no sólo por las cosas realizadas, sino por haberlas realizado de este modo; con otras palabras, pero con el mismo significado que en aquel salmo. Y así, igual que allí decía: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él; el hijo de Adán para que lo visites? (Sal 8); así también aquí. Muestra así la duplicidad del beneficio, cuando es grande por naturaleza y cuando vuelve a la nada; lo que amplifica el beneficio y la gracia. Queriendo, por tanto, mostrar lo mismo, dice: ¿Cómo pagaré al Señor? (...) Es propio de una mente agradecida el pedir, el insistir y, por las cosas que recibe, retribuir al benefactor; y cuando ha pagado todo, considerar que lo que ha devuelto no vale nada.

Cirilo de Jerusalén: “Tomen, coman, esto es mi cuerpo”. Y tomando la copa después de haber dado gracias, dijo: “Tomen, beban, eso es mi sangre” (cf. 1 Co 11,23-25). Si él mismo lo pronuncia y dice acerca del pan: “Esto es mi cuerpo”, ¿quién se atreverá a dudar en adelante? Y si él lo asegura y dice: “Esto es mi sangre”, ¿quién dudará alguna vez diciendo que no es su sangre? (…). Por tanto, con toda certeza participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. En figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que, habiendo participado del cuerpo y de la sangre de Cristo, llegues a ser de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así también llegamos a ser portadores de Cristo cuando por nuestros miembros se distribuyen su cuerpo y su sangre. Y es por eso que dice san Pedro que somos hechos participantes de la naturaleza divina (2 P 1,4)... No los tengas entonces como simples pan y vino, porque según la afirmación del Señor se convierten en cuerpo y sangre de Cristo. Si los sentidos te sugieren una cosa, la fe por su parte te convence de otra. No juzgues por el gusto, sino convéncete por la fe sin dejar lugar a ninguna duda, tú que has sido declarado digno del cuerpo y de la sangre de Cristo.

Agustín de Hipona: ¿Quién será el servidor que debe llamarse realmente fiel sino aquel a quien se dice: ¿Vamos, siervo bueno, porque fuiste fiel en lo poco, te estableceré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu Señor? Este siervo no habla antes de creer a fin de no dar lo que no tiene; ni calla después de creer, temiendo se quede sin nada por dar, puesto que se dijo: Al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aun lo que tiene. Diga, pues, este siervo bueno cantando el Aleluya, es decir, inmolando el sacrificio de alabanza al Señor; se regocije y diga: Creí, por lo cual hablé, es decir, creí plenamente. (...) Busca qué retribuir al Señor, y no encuentra nada sino aquello que el mismo Señor le dio. Tomaré -dice- el cáliz de la salud e invocaré el nombre del Señor. ¡Oh hombre!, por tu pecado eres mentiroso; por el don de Dios, veraz, y, por tanto, ya no eres hombre. ¿Quién te dio el cáliz de salud, de suerte que, tomándole e invocando el nombre del Señor, le retribuyas por todo lo que a ti te retribuyó? ¿Quién sino Aquel que dice: ¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa es delante del Señor la muerte de sus santos. La compró con su sangre, que primeramente derramó por la salud de sus servidores para que sus servidores no dudasen derramarla por el nombre del Señor. Sin embargo, a ellos les aprovecha, no al Señor.

Jerónimo Presbítero: Creí y por eso hablé. En el texto hebreo los salmos 114 y115 forman una unidad. (…). En mi extravío dije: “Todo hombre es embustero”. En el texto hebreo se lee: En mi extravío dije: “Todo hombre es embuste”. (…). Si un maestro que enseña a un discípulo no cree de antemano en lo que enseña, no podrá enseñárselo a otro. Por eso el salmista afirma que primero ha creído y que por ello ha enseñado. Pero yo me humillé sobremanera (…). Yo, viene a decir, adoctrinaba a mi discípulo y al considerar lo que es la contemplación celestial y meditar sobre las realidades más divinas, comprendí que toda la ciencia humana no es más que mentira.

Juan Casiano: Todo aquel que ha llegado por la caridad a convertirse en imagen y semejanza de Dios, se complace en adelante en el bien por sí mismo a causa del placer que encuentra en él. Abraza asimismo con igual amor la paciencia y la dulzura. Las faltas de los pecadores no lo enojan ni excitan ya su cólera. Más bien implora su perdón por la profunda conmiseración que siente por las debilidades ajenas. Es que no olvida que también él sintió un día el aguijón de tales pasiones, hasta que la divina misericordia quiso liberarlo de ellas. No es su propio esfuerzo quien lo ha salvado de la insolencia de la carne, sino la protección de Dios. Desde entonces comprende que no es ira lo que hay que sentir contra aquellos que yerran, sino compasión. Y en la absoluta paz de su corazón canta a Dios este versículo: Rompiste, Señor, mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza (Sal 115,16-17).Y también: Si el Señor no me hubiera auxiliado, ya estaría yo habitando en el silencio (Sal 93,17). Manteniéndose en esta posición de humildad, se hace capaz de cumplir el precepto evangélico de la perfección: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y oren por los que los persiguen y calumnian. Por esto merecerá alcanzar la recompensa por la cual no sólo posee en sí la imagen y semejanza divinas, sino también el nombre de hijo: Para que sean -dice-, hijos de su Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos.

 

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?, ¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA! 

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE, DURANTE TODA LA SEMANA, UNA

Y OTRA VEZ: 

{inspirando}

¡Alzaré la copa de la salvación!

{espirando}

¡invocaré el Nombre del Señor!

 



[1] § tomado de VThB, s. v. Alabanza.

[2] § tomado de VThB s. v., Copa.

[3] Estamos ante dos palabras homófonas en hebreo: amigos/compañeros o designios/pensamientos. El Midrash al igual que la Vulgata y los LXX interpretaron en el primer sentido: amigos, tanto así que la liturgia católica aplica el versículo a los apóstoles: mihi autem nimis honorificati sunt amici tui Deus.