INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad[1] (Salmo 40 [39],8-9)
“Del árbol nació la rama, de la rama nació la flor,
de la flor nació María, de María el Redentor” [Villancico popular]
El ángel del Señor anunció a María
La Anunciación es lo que dice su nombre: “anuncio”, “alba”, “aurora” de la cumbre más excelsa de la historia de la salvación, cúspide de la historia humano-divina: La Concepción de la toda Pura y Limpia es la aurora que precede la llegada del Sol de justica, Luz que ilumina a toda persona que viene a este mundo. Desde ahí en más la historia ha quedado como descentrada de sí misma para comenzar a girar sobre un gozne distinto, iluminada por una Luz que no tiene ocaso.
Tres veces habla Gabriel, el chasqui de Dios: su primera palabra es una invitación al gozo: “Alégrate”; la segunda permite superar el miedo: “No temas”; y la de remate, -¡la tercera es la vencida!-, es como un conjuro para que brote la Vida: “Vendrá sobre ti el Espíritu y serás madre”. Tres palabras que toda criatura anhela escuchar: ¡alégrate!, ¡no temas!, ¡vive y multiplica la vida! Son palabras salidas de labios del Altísimo a las que hacen eco las palabras de todos los Profetas; palabras que despiertan profundos anhelos que dormitan dentro nuestro, logrando hacer vibrar las cuerdas más íntimas de nuestro ser.
Siempre, antes de recibir el anuncio del Ángel, dicen de nosotros, -y lo peor es que lo creemos a pies juntillas-: “Miren que vidas tristes, llenas de miedos, vidas sin fruto, estériles, mortecinas”, tal y como lo decían de Isabel y de Zacarías, de Ana y de Joaquín, de… y de…: y la que era considerada estéril…
La primera palabra es: “Alégrate…., Dios te ha favorecido, el Señor ha posado su mirada sobre ti”. El evangelio es alegre-noticia, anuncio que antecede a toda respuesta nuestra. El chasqui del Señor no nos dice: “haz esto o aquello otro..., y serás feliz”. No, sencillamente exclama: “¡Alégrate!”. Todo gozo auténtico, toda alegría verdadera, brota como respuesta a las miradas benevolentes y llenas de ternura de nuestros hermanos y hermanas que gratuitamente se posan sobre nosotros, cual sacramento de la mirada benevolente del Señor:
Que el Señor te bendiga y te proteja.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia.
Que el Señor te sonría y te conceda la paz.
¡No temas!
Cuentan de la existencia de una piadosa leyenda, -¡que no es cierta aunque encierra una gran verdad!-: dicen que en la Escritura son trescientas sesenta y cinco las veces que Señor susurra: “no temas”, (¡ y en año bisiesto son 366!). Cuenta mal hecha, pero muy cierta. “No temas”, palabra cotidiana, que nos es tan necesaria como el Pan cotidiano, que necesitamos escuchar para completar el cada día: Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: “¡No teman: ahí está su Dios!”.
Tres veces habló Gabriel, y tres las respuestas de María:
La primera con el silencio y la turbación,
La segunda con el deseo de entender plena y totalmente
La tercera con la disponibilidad y el servicio.
El primer paso es escuchar a los mensajeros de Dios, ¡siempre inesperados y desconcertantes! ¿Cómo es posible si yo…?
El segundo estriba en el maravilloso arte de la escucha que lleva a captar plena y totalmente el querer de Dios. Que se cumpla en mí tu voluntad
María, la Pura y Limpia nos revela nuestra verdadera vocación: la disponibilidad y el servicio, capacidad para responder en todas las circunstancias de la vida: He aquí tu servidora, tu servidor…: aquí estoy Señor para hacer tu voluntad, conscientes de que nuestra respuesta sólo es posible por estar acunada en la de Jesús: Cristo, al entrar en el mundo, dijo: “Aquí estoy, yo vengo para hacer, Oh Dios, tu voluntad"; porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.
[1] Para la rumia: Salmo 40 (39); Números 6,24-26; Isaías 35,3-4; Malaquías 3,20; Marcos 10,45; Lucas 1,78; Juan 1,9; Hebreos 10,5-10.