OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (217)

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Cristo, el buen Pastor
1461
Lyon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SEXTO

Capítulo XIV: El gnóstico aspira a la perfección (continuación)

   Los puros de corazón son los verdaderos israelitas

108.1. Esos tales, según David, “descansarán en el monte santo de Dios” (Sal 14 [15],1; cf. 23 [24],3), en la Iglesia de lo alto (o: del cielo), donde se reúnen los filósofos (= cristianos auténticos) de Dios, los verdaderos israelitas, “los limpios de corazón” (Mt 5,8), en los que no hay engaño (cf. Jn 1,47); éstos no permanecen en el descanso del día séptimo (cf. Gn 2,2; Ex 20,8), sino que asimilados a Dios por una buena conducta son elevados a la heredad benéfica del día octavo, elevándose a la pura contemplación de una visión insaciable.

108.2. “Pero hay otras ovejas -dice el Señor- que no son de este redil” (Jn 10,16), retenidas (dignas) de otro redil y de otra (lit.: análoga) morada (según la medida) de (su) fe.

108.3. “Pero mis ovejas oyen mi voz” (Jn 10,27), comprendiendo gnósticamente los mandamientos; pero se deben entender elevada y dignamente, con la retribución de las obras y con la recíproca consecuencia.

108.4. Lo mismo que cuando escuchamos las palabras: “Tu fe te ha salvado” (Mt 9,22; cf. Mc 5,34; 10,52; Lc 7,50; 17,19; 18,42), no entendemos que Él dice simplemente que los que crean de cualquier modo serán salvados, a no ser que también sigan las obras correspondientes.

108.5. Precisamente (Él) dijo esa frase sólo a los judíos que habían caminado bajo la Ley irreprensiblemente, faltándoles sólo la fe en el Señor.

“Buena es la justicia de Dios y justa es su bondad”

109.1. Ahora bien, si uno no es creyente por su intemperancia, y no ha abandonado la carne, debe liberarse de las pasiones, para poder ir hacia la morada propia.

109.2. Es mejor tener gnosis que fe, al igual que es mejor ser tenido digno de la estima más alta, una vez salvados, que el hecho mismo de ser salvados.

109.3. Nuestro creyente, por tanto, despojándose de las pasiones mediante una larga educación, pasa a una morada mejor que la precedente, sufriendo un gravísimo castigo, característico del arrepentimiento (metanoia), por lo que ha pecado después del bautismo.

109.4. Así, también le aflige más el no haber conseguido ya, o jamás en absoluto, lo que ve que los otros han alcanzado.

109.5. Pero también se avergüenza de las faltas, que son el mayor castigo para el creyente. Porque buena es la justicia de Dios y justa es su bondad.

109.6. Y aunque luego cesen los castigos, de alguna manera, con la satisfacción de la pena y la purificación por cada una [de las prevaricaciones], los encontrados dignos de otro redil llevan una más grande aflicción sobre sí, al no encontrarse juntamente con los glorificados por la justicia (cf. Rm 8,30).

Dios es previsor

110.1. Precisamente Salomón dice que el gnóstico (es) sabio respecto a cuantos admiran la excelencia de su morada: “Porque verán el fin del sabio y no comprenderán lo que el Señor ha querido de él, ni para qué lo ha guardado” (Sb 4,17).

110.2. (Y) sobre su gloria: «Dirán: “Éste era al que alguna vez tomamos a risa y como ejemplo (parábola) de nuestro escarnio (o: insulto), [nosotros] los insensatos. Nosotros juzgamos su vida como locura, y su final como deshonra. ¿Por qué es contado entre los hijos de Dios y su heredad está entre los santos?”» (Sb 5,3-5).

110.3. No sólo el creyente, sino también el gentil es juzgado con toda justicia. Puesto que Dios, previsor como es, ya sabía que éste [gentil] no creería; de todos modos, para que alcanzara al menos su propia perfección, le concedió por un lado la filosofía antes que la fe, y por otro lado le concedió el sol, la luna, y los astros para adorar a la divinidad; Dios hizo estas cosas para los gentiles, dice la Ley (cf. Dt 4,19), para que no fueran por siempre ateos y para que no perecieran totalmente.

110.4. Pero ellos, mostrándose (lit.: deviniendo) ignorantes a este mandato, volviéndose hacia ídolos esculpidos (cf. Dt 4,16), no se arrepintieron, siendo juzgados; unos, ciertamente, porque pudiendo, no quisieron creer en Dios; pero otros también porque, queriendo, no se esforzaron lo suficiente por ser creyentes.

Las acciones del gnóstico

111.1. Sí, ciertamente aquellos, por la veneración de los astros, no se remontaron hasta su Hacedor. Porque éste era el camino concedido a los gentiles para elevarse hacia Dios mediante la veneración a los astros.

111.2. Pero ellos, no quisieron (lit.: queriendo) atenerse a los astros que se les concedía, sino que también se volvieron hacia piedras y maderos (cf. Jr 2,27), y “fueron estimados -dice [la Escritura]- como polvo” (Sal 1,4) y “como gota de cántaro” (Is 40,15), inservibles respecto (o: para) a la salvación, expulsados del cuerpo (=del cuerpo que forman los cristianos).

111.3. Como el salvar simplemente es (propio) de las cosas intermedias, sin embargo (el salvar) recta y convenientemente es una buena acción, así también toda acción del gnóstico es una acción perfecta; pero la del simple creyente hay que llamarla una acción intermedia: todavía no está realizada según la razón, ni es conducida rectamente con reflexión. Pero toda (acción) del gentil es pecaminosa (cf. Rm 14,23). Porque las Escrituras instan no a realizar simplemente el bien, sino a hacer las acciones con un fin determinado y a realizar lo que conviene conforme a la razón.

Los peligros de la ignorancia

112.1. Así como los inexpertos en tocar la lira no (deben) tocarla, tampoco ciertamente los inexpertos (deben) tocar la flauta, así en modo alguno (deben) ocuparse en (ciertas) cuestiones quienes no poseen la gnosis y no saben en absoluto cómo usar de ellas durante toda la vida.

112.2. Ahora bien, los atletas de la guerra no sólo pelean la lucha de la libertad en los campos de batalla (cf. 1 Co 9,25), sino que también los ungidos por el Verbo [pelean] en las reuniones (simposios), en el lecho y en los tribunales (dicasterios), avergonzándose de devenir prisioneros del placer: “No, jamás cambiaré la virtud por una ganancia injusta” (Anónimo, Fragmentos, 104 B; cf. Píndaro, Pítica, IV,140).

112.3. Y ganancia injusta (son) claramente el placer y el dolor, la codicia (lit.: el deseo), el miedo y, por decirlo resumidamente, las pasiones del alma, siendo (su) gozo inmediato dolor para el futuro. Dice (el Señor): “¿Qué aprovecha que ganes el mundo, si pierdes el alma?” (Mt 16,26; Mc 8,36; Lc 9,25).

112.4. Es claro que quienes no realizan obras buenas no conocen lo que les aprovecha. Y si eso (es) así, esos tales no piden rectamente para recibir de Dios los bienes (cf. Lc 11,13), ignorando (cuáles son) los verdaderos bienes; y una vez recibidos, tampoco se darán cuenta del don, (y) tampoco disfrutarán dignamente de lo que no han conocido; (y) por la inexperiencia del buen uso de lo que se les regala, lo mismo que por su gran ignorancia, ésos jamás conocen cómo utilizar los regalos divinos. Además, la falta de cultura (o: la falta de instrucción) [es] causa de ignorancia.

No hay peor mal que la ignorancia, y ésta es causa del pecado

113.1. También me parece a mí [noble] orgullo de un alma exultante, pero de buena (o: pura) conciencia (cf. 1 Tm 1,5. 19; 1 P 3,16. 21), el declarar en las circunstancias que acontezcan: “Que maquinen contra esto lo que quieran, porque el bien está conmigo y lo que es justo será mi aliado, y tampoco seré vencido jamás si actúo bien” (Eurípides, Fragmentos, 918,1. 3-5).

113.2. Y esta buena conciencia deja a salvo lo que es santo sobre Dios y lo que es justo respecto a los hombres; guarda limpia el alma con pensamientos dignos, con palabras castas y con obras justas.

113.3. De esta manera, recibiendo el poder del Señor, el alma se ejercita para ser dios (cf. Sal 81 [82],6; 2 P 1,4), entendiendo que no hay peor mal que la ignorancia y la acción no conforme a la recta razón; y en cualquier circunstancia siempre da gracias a Dios (cf. Ef 5,20), por la escucha de la justicia, por la divina lectura, por la búsqueda de la verdad, por una santa ofrenda, por la oración bienaventurada, alabando, cantando (himnodiando), bendiciendo y salmodiando. Esa alma en ningún tiempo se separa de Dios por ninguna circunstancia.

113.4. Con razón, por tanto, se ha dicho: “Y los que confían en Él entenderán la verdad, y los creyentes en el amor permanecerán en Él” (Sb 3,9). Ves lo que dice la Sabiduría sobre los gnósticos.

Las moradas eternas y el gnóstico

114.1. Entonces (hay) diferentes moradas que correspondientes (análogas) a la dignidad de los creyentes. Así (dice) Salomón: “Porque se le dará la gracia selecta de la fe y una herencia más agradable en el Templo del Señor” (Sb 3,14).

114.2. Porque la comparación indica ciertamente lo inferior en el templo de Dios, que es toda la Iglesia, pero permite pensar también en lo de más arriba, donde está el Señor.

114.3. A estas tres moradas elegidas aluden en el Evangelio los números treinta, sesenta y cien (cf. Mt 13,8).

114.4. Y ciertamente la herencia perfecta (es) de quienes alcanzan el estado “del varón perfecto” (Ef 4,13) a imagen del Señor; pero “la semejanza” (Gn 1,26) no es, como algunos (pretenden), por la forma humana (o: por constitución natural) -porque es una afirmación impía- ni ciertamente en cuanto a la virtud, por [semejanza] con la causa primera.

114.5. Porque también es impía la interpretación de quienes suponen que la virtud del hombre y la de Dios omnipotente es la misma. “Has supuesto, dice [la Escritura], una iniquidad: que yo sea igual a ti” (Sal 49 [50],21). Pero “al discípulo le basta llegar a ser como el maestro” (Mt 10,25), dice el Maestro.

114.6. Así, sobre la semejanza con Dios, quien ha sido dispuesto para la adopción filial (cf. Ef 1,5) y la amistad de Dios deviene coheredero de señores y dioses (cf. Rm 8,15-17), si es perfecto según el Evangelio, como el Señor mismo enseñó (cf. Mt 5,48).