OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (198)

Bapt4.jpg
San Juan Bautista
Siglo XIII
Misal
Beaune, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO

Capítulo XIV: El robo de los griegos (continuación)

   Testimonios de Jenófanes sobre Dios, uno e incorpóreo

109.1. Muy bien dice (lit.: añade) Jenófanes de Colofón, enseñando que Dios es uno e incorporal: “El único Dios, el más grande entre los dioses y los hombres, no se parece a los mortales ni en cuerpo ni en pensamiento” (Jenófanes, Fragmentos, 21 B 23).

109.2. Y de nuevo: “Pero los mortales piensan que los dioses son engendrados, que tienen el vestido, la voz y el cuerpo propios de ellos” (Jenófanes, Fragmentos, 21 B 14).

109.3. Y de nuevo: “Pero si los bueyes o los leones tuvieran manos, como para dibujar con ellas y para realizar obras como varones, los caballos pintarían figuras de dioses parecidas a caballos, los bueyes a bueyes, y harían cuerpos parecidos a los que ellos mismos tienen” (Jenófanes, Fragmentos, 21 B 15).

Testimonios de un poeta y un filósofo acerca de Dios

110.1. Oigamos de nuevo ahora a Baquílides, el poeta lírico, hablando sobre la divinidad: “Los que están libres de la miseria (o: vergüenza) de las enfermedades son también inocentes, y no son semejantes a los hombres” (Baquílides, Fragmentos, 23).

110.2. También el estoico Cleantes, en un poema, ha escrito esto sobre Dios: “¿Me preguntas cómo es lo bueno? Escucha ahora: ordenado, justo, santo, piadoso, dueño de sí mismo, servicial, hermoso, recto, austero, severo, siempre benéfico, intrépido, inofensivo, provechoso, inocuo, ventajoso, agradable, seguro, amigable, estimado, reconocido, afamado, modesto, diligente, manso, enérgico, perdurable, irreprochable, siempre perseverante” (Cleantes, Fragmentos, 557).

Testimonios de Cleantes, Anfión y Sófocles contra la idolatría

111.1. El mismo [Cleantes], atacando silenciosamente la idolatría de la mayoría, añade: “No es libre todo el que busca cualquier opinión favorable, como para conseguir algún bien de ella” (Cleantes, Fragmentos, 560).

111.2. No hay que pensar acerca de lo divino según lo hace la opinión de la mayoría.

111.3. “Porque yo no pienso que, secretamente, imitando las actitudes de un hombre criminal, Zeus haya venido a tu lecho como un hombre” (Eurípides, Antiopes fragmenta, 31 y 210), dice Anfión al Antíope.

111.4. Y Sófocles escribe sin rodeos: “Porque Zeus tomó por esposa a la madre de éste, no recubierto de oro ni revestido de pluma de cisne, como cuando fecundó a la joven pleuroniana, sino como varón auténtico” (Sófocles, Fragmentos, 1026).

111.5. Luego, avanzando también añadió: “Y el adúltero se ha acercado rápido a los umbrales del lecho nupcial” (Sófocles, Fragmentos, 1026).

111.6. Además de todo esto, refiere más claramente la incontinencia del Zeus mitológico, cuando dice así: “Pero, él, sin tocar comida ni jofaina, avanzó hacia el lecho mordiéndose el corazón; y se lanzó [en la lujuria] toda aquella noche” (Sófocles, Fragmentos, 1026).

111.7. Así las cosas, abandona tú las locuras de los teatros. Heráclito dice inequívocamente: “Respecto de la razón eterna, los hombres son siempre ignorantes, antes de escucharla y después de haberla escuchado” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 1).

Testimonios de otros poetas y filósofos sobre la divinidad

112.1. El poeta lírico Melanípides cantando dice: “Escúchame, oh padre, maravilla de los mortales, que cuidas las almas de quien vive eternamente” (Melanípides, Fragmentos, 6).

112.2. Y el gran Parménides, como dice Platón en el “Sofista”, escribe así acerca de la divinidad: “Muchos indicios hay de un ser inengendrado e imperecedero, íntegro, único, inmóvil e inengendrado” (Parménides, Fragmentos, 28 B 8,3-4; cf. Platón, Sofista, 237 A).

112.3. Pero también Hesíodo dice: “Porque él es rey de todo y soberano de los inmortales, ningún otro poder se ha enfrentado con él” (Hesíodo, Fragmentos, 195).

112.4. Ciertamente, también la tragedia, desde los ídolos, enseña a levantar la mirada hacia el cielo.

Testimonio de Sófocles sobre Dios

113.1. Sófocles, como dice Hecateo al componer la historia en el [libro] “Sobre Abrahán y los egipcios”, grita públicamente sobre la escena:

113.2. “Uno en las cosas verdaderas, uno es Dios, que fabricó el cielo y la tierra inmensa, la brillante ola del mar y la fuerza de los vientos. Pero la mayoría de los mortales tenemos descarriado el corazón, y hemos establecido el alivio de los sufrimientos (o: desgracias) en unas estatuas de piedra de los dioses, o figuras de bronce, hechas de oro fundido o de marfil. Honrándoles con sacrificios y malas asambleas populares, pensamos así que obramos con piedad” (Hecateo de Abdera, Fragmentos, 94).

El “autoengedrado”

114.1. Y Eurípides, en la misma escena trágica, dice: “¿Ves en lo alto a ese éter ilimitado, y que rodea la tierra teniendo los brazos húmedos? Piensa que ése (es) Zeus, considéralo dios” (Eurípides, Fragmentos, 941).

114.2. Y el mismo [Eurípides] en el drama “Pirito” también dice en forma de tragedia esto: “A ti, que naces de ti mismo, que en el movimiento circular del éter entrelazaste la naturaleza de todas las cosas, al que la luz, la noche obscura y de colores varios, y la multitud indefinida de astros rodean sin cesar (lit.: bailan alrededor continuamente)” (Eurípides, Peirithus fragmenta, 593; cf. Critias, Fragmentos, 88 B 19).

114.3. Porque aquí al “autoengendrado” le ha llamado inteligencia creadora, y lo que sigue se refiere al mundo, en el que también tienen lugar los contrastes de luz y tinieblas.

113.4. Esquilo, (hijo) de Euforión, dice solemnemente y con precisión sobre Dios: “Zeus es éter, Zeus es tierra, Zeus es cielo. Sí, Zeus (es) el universo y lo que está por encima de él” (Esquilo, Fragmentos inciertos, 105a).

Un único principio

115.1. Yo sé también que Platón da testimonio de lo que escribió Heráclito: “Uno, sabio y único quiere y no quiere que ser llamado (con) el nombre de Zeus” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 32).

115.2. Y otra vez: “Ley (es) también obedecer la voluntad del uno” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 33).

115.3. Y si quieres aducir aquel dicho: “El que tenga oídos para oír, que oiga” (Mt 11,15; Lc 14,35), lo encontrarás así enseñado por el Efesio: “Los que escuchan sin entender se parecen a los sordos. El dicho da testimonio de que estando ellos presentes están ausentes” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 34).

115.4. Pero, ¿quieres escuchar más claramente que, según los griegos, hay un solo principio? Timeo de Lócride, en su “Tratado de física”, me lo testimonia textualmente: “El único principio de todas las cosas es inengendrado. Porque si fuera engendrado, no sería ya principio, sino aquello de donde nació el principio” (Timeo de Locro, Testimonia, 7).

115.5. Porque de allí deriva la opinión verdadera: “Escucha Israel, dice [la Escritura], el Señor tu Dios es uno, y a Él sólo servirás” (Dt 6,4. 13).

115.6. “Miren, Él mismo resulta evidente para todos, infalible” (Oráculos Sibilinos, Fragmentos, 1,28), como dice la Sibila.

¿Homero llegó a intuir al Dios verdadero?

116.1. Pero ya también Homero muestra al Padre y al Hijo, gracias a una intuición adivinatoria, diciendo: “Si, en efecto, nadie te hace violencia a ti, que eres único, no es posible escapar de la enfermedad mandada por el gran Zeus. Porque los Cíclopes no se preocupan de Zeus portaégida” (Homero, Odisea, IX,410-411. 275).

116.2. Y antes de él, Orfeo, hablando de lo anteriormente establecido, dijo: “Oh hijo del gran Zeus, padre de Zeus portaégida” (Orfeo, Fragmentos, 338).

116.3. Y Jenócrates de Calcedonia, llamando a Zeus “el supremo”, pero a otro “más joven” (cf. Jenócrates, Fragmentos, 18), deja entrever el reflejo del Padre y del Hijo.

116.4. Y lo que es más extraordinario, Homero manifiesta conocer la divinidad, aunque introduzca a los dioses con pasiones humanas. Ni aún así Epicuro le respeta.

Dios no se puede percibir corporalmente

117.1. Dice [Homero]: “¿Por qué, hijo de Peleo, me persigues con pies rápidos, siendo tú mismo un mortal, a [mí] dios inmortal? Todavía no sabes que yo soy dios” (Homero, Ilíada, XXII,8-10).

117.2. Porque ha manifestado que la divinidad no puede ser aprehendida ni comprendida por un mortal, ni con los pies, ni con las manos, ni con los ojos, ni tampoco en absoluto con el cuerpo.

117.3. Dice la Escritura: “¿A quien compararán al Señor? ¿ Con qué imagen lo han equiparado?” (Is 40,18).

117.4. “No a una imagen hecha por artífices, o ¿acaso un orfebre que ha fundido oro para recubrirlo?” (Is 40,19), y lo que sigue a esto.