OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (863)

La parábola de Lázaro y el rico
Hacia 1190-1200
Biblia
Saint-Omer (Francia)
Orígenes: Homilías sobre el libro del profeta Ezequiel
Homilía VI
La obra salvífica de Dios en favor de los creyentes es, además de misericordiosa, de múltiples “colores”. Al recibirla y revestirnos con la túnica de variados colores penetramos en los misterios de la historia de salvación, y comprendemos su armoniosa profundidad y su estupenda coherencia (§ 9).
Una túnica de varios colores
9. “Y fuiste mía. Y te lavé con agua” (Ez 16,8-9). Después de todas estas cosas te tomé y yo mismo te lavé para la salvación. “Y te lavé de tu sangre” (Ez 16,9). Comprendiendo esto, oremos para que venga la misericordia de Dios sobre nosotros, y lave la sangre de nuestras almas; porque si hicimos algo digno de muerte[1], esa sangre es la nuestra. “Y te lavé de tu sangre, y te ungí con aceite” (Ez 16,9). Dios quiere hacer de nosotros otros cristos[2]. “Y te vestí de colores variados” (Ez 16,10). Cuán grande es la benignidad de Dios por cada alma de Jerusalén; Él no concede una túnica de un solo color a los creyentes, sino que les ofrece una de varios colores. Esta túnica multicolor ya fue hecha un signo cuando Jacob revistió a su hijo José, y lo vistió con una túnica de varios colores (cf. Gn 37,3 LXX)[3]. Si consideras la comprensión de los misterios, las acciones buenas, verás verdaderamente una túnica de varios colores, que la visita de Dios otorga a aquellos que han sido llamados a la salvación. Entiendo la Ley, comprendo a los profetas, reconozco los Evangelios, no me se oculta el Apóstol, soy prudente, soy justo, soy misericordioso, ¿y aún buscas otra túnica diferente, multicolor, de aquella con que Dios revistió a Jerusalén diciendo: “Y te vestí de colores variados y te calcé con jacinto” (Ez 16,10)? Quiere que nuestros calzados sean elegantes y de hermoso color. ¿Qué son estos calzados? Escucha a Pablo explicarlo más claramente: “Calcen los pies para propagar el Evangelio de la paz” (cf. Ef 6,14).
El párrafo siguiente nos presenta una lectura espiritual de cada uno de los adornos que recibe Jerusalén, o sea, los dones que Dios nos hace de manera libérrima y gratuita. Se trata de un admirable elenco de los gestos de cariño y amor que dispone para toda la humanidad (§ 10.1).
Jerusalén adornada
10.1. “Y te ceñí con lino fino” (Ez 16,10). El Apóstol habla más claramente de este cinturón: “Manténganse firmes, ceñidos con la verdad como cinturón de sus lomos” (cf. Ef 6,14). La verdad, de hecho, está simbolizada por el lino. “Y te cubrí con un velo sutilísimo[4]” (Ez 16,10). Al no encontrar ni comprender qué era este “velo sutilísimo”, encontré en otra traducción, en lugar de “velo sutilísimo”, “de flores”, y en otra “vestido”. Dios, en efecto, después de un vestido varios colores, nos viste también con una túnica de flores. “Te adorné con ornamentos y te puse brazaletes en las manos” (Ez 16,11). Cuando Dios me ofrece la oportunidad de realizar buenas acciones, pone brazaletes alrededor de mis manos. “Y un collar alrededor de su cuello” (Ez 16,11). Si, después de las acciones de justicia, me ha ornado con la comprensión de la verdad, entonces tengo alrededor del cuello un adorno nupcial, un espléndido collar. “Puse un zarcillo[5] en tu nariz” (Ez 16,12). Cuando puedo recibir en verdad el misterio de la suavidad y el buen perfume, entonces Dios me adorna con zarcillos en la nariz. “Y pendientes en tus orejas” (Ez 16,12), para que no sean solo orejas, sino también un gran círculo dorado alrededor de mi oído. Es el círculo dorado que está rodeado de sentidos místicos. “Y una corona de gloria sobre tu cabeza” (Ez 16,12). Dios Omnipotente, y concédenos también a nosotros que seamos dignos de una corona de gloria sobre nuestra cabeza. “Y fuiste adornada con oro”, es decir, con sentidos divinos, “y con plata” (Ez 16,13), con discursos sagrados. “Y tus vestiduras eran de lino” (Ez 16,13). La profundidad de los sentidos es la vestidura de lino. “Y de flores” (Ez 16,13), para expresar esto la Setenta utilizó el término trichapta, que señala un tejido muy delicado, similar al cabello y como una vestimenta ligera. “Y de varios colores” (Ez 16,13). He aquí, Jerusalén ha sido lavada, protegida con alas, vestida con vestimentas de varios colores, adornada con joyas[6].
Como Dios ama a todo el género humano, nunca deja de bendecirlo con dones multiformes. Y por eso podemos crecer en nuestra vida de fe, de esperanza y de caridad, si nuestra conducta no se aparte de los designios del Padre celestial; y si, además, nos mantenemos en un sincero espíritu de humildad (§ 10.2-3).
Una continua progresión
10.2. ¿Qué hace entonces el gran amante de los hombres, Dios? La alimenta con delicados alimentos. “Has comido flor de harina[7], miel y aceite” (Ez 16,13). No dice simplemente “harina” ni “pan de cebada”; esto sobre lo que ahora se habla es flor de harina. Pero Jerusalén miserable, después de flor de harina, después de la miel y del aceite, como una meretriz es de nuevo reprendida. Por eso debemos tener cuidado para que quizás no caigamos también nosotros después de palabras puras de flor de harina, después de los discursos más dulces de los profetas, después del aceite que alegra el rostro (cf. Sal 103 [104],15), con el que queremos ungir nuestra cabeza (cf. Mt 6,17), para que nuestro ayuno sea aceptable (cf. Is 58,5), de nuevo volvamos a pecar. Pero no solo nos ungimos con este aceite, sino que también nos alimentamos. “Y fuiste bellísima” (Ez 16,13). Alaba su belleza, alaba su esplendor, exalta su elegancia[8]. “Y llegaste al reino” (Ez 16,13)[9]. ¡Qué gran progreso, que también llegues a reinar! “Y tu nombre se difundió entre las naciones” (Ez 16,14). Esto es adecuado para aquel que, después de comenzar a ser libre del mundo, progresando en su conducta[10] hacia la vida bienaventurada, también ha obtenido un nombre glorioso en el siglo.
Aunque ascendamos en la vida espiritual, mantengámonos en una sincera humildad
10.3. Pero lejos de nosotros aquello que sigue; pues está escrito para que infunda temor a los oyentes. Después de la belleza, después del gran nombre, “la miserable Jerusalén se prostituye” (cf. Ez 16,15). Por eso, “no te jactes del mañana; no sabes qué te preparará el día que llega” (Pr 27,1); y en otro lugar: “Hermanos, si un hombre ha sido sorprendido en algún pecado, ustedes, que son espirituales, sosténganlo[11] con espíritu de mansedumbre” (Ga 6,1); y de nuevo: “Vela por ti mismo, no sea que también tú caigas en tentación” (Ga 6,1).
Nuestro enemigo, el diablo, busca rodearnos y obnubilarnos para que caigamos en toda clase de aberraciones, perdiendo así nuestra libertad. Otro tanto buscan hacer los herejes, tergiversando la palabra de Dios quieren inducirnos al error y así alejarnos de nuestro Señor Jesucristo (§11.1-2).
La nefasta acción del Maligno
11.1. “Y se difundió tu fama entre las naciones por tu belleza, que era perfecta por el esplendor de la imagen que puse en ti, dice el Señor Adonai; pero tú te has confiado en tu hermosura” (Ez 16,14-15). Se enorgulleció y, consciente de su belleza, Jerusalén se enalteció. Y porque se enorgulleció (cf. Rm 12,16) y no se humilló ni glorificó a Dios, escucha lo que se le dice: “Y te prostituiste gracias a tu nombre, y concediste tus favores a todo el que pasaba” (Ez 16,15). ¿Qué significa “concediste tus favores a todo el que pasaba”? El poder contrario rodea nuestras almas y, al cubrir todo, el poder contrario rodea nuestras almas y, cubriendo todo el terreno en diferentes trayectorias, busca un lugar por el que pueda irrumpir. La ira, en su propio nombre, desea fornicar conmigo mediante una estrecha conexión con mis hábitos; en su propio nombre, la tristeza también desea entristecerme; y, a su vez, el deseo de oro y plata y cualquier otra cosa de ese tipo [opera de manera similar]. Si no logro mantenerme alerta y mantener mi puerta cerrada, y en cambio acepto cada palabra del enemigo, entonces se me dice: “Y derramaste tu fornicación en cualquier camino. Y tomaste algunos de tus vestidos e hiciste para ti figuras cosidas” (Ez 16,15-16)[12].
La errónea interpretación que los herejes hacen de las Sagradas Escrituras
11.2. Con las cosas con las que te adornabas y por las que llegaste a ser hermosa (cf. Ez 16,13), “hiciste para ti figuras cosidas”. Quiero todavía exponer qué son estas “figuras cosidas”, que algunos han hecho con las vestimentas. Las vestiduras son las divinas Escrituras y el significado en ellas contenido. Los herejes han desgarrado estas vestiduras y han cosido un versículo con otro, uniendo las palabras entre sí, pero sin la conexión oportuna y apropiada; cosiéndolas entre sí se han hecho ídolos impíos, por medio de los cuales han inducido a algunos a creer, a adherirse a su culto y acoger una doctrina falsa. Dios nos libre a todos nosotros de estos y de otros ídolos, pues somos glorificados en Cristo Jesús, “a quien pertenece la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (cf. 1 P 4,11).
[1] Es decir, un pecado mortal (cf. OO 8, p. 249).
[2] Otros ungidos, “otros tantos ungidos” como Cristo (OO 8, p. 249, nota 41).
[3] El texto hebreo dice: “una túnica talar con mangas”, o sea, una prenda fuera de lo común (La Biblia griega, vol. I, p. 112, nota b).
[4] Trichaptum: vestido de hilo tan delgado y sutil como el cabello.
[5] En realidad, los inaures son pendientes para las orejas.
[6] O: perlas, piedras preciosas (gemma).
[7] Simila: la harina más fina.
[8] Lit.: anuncia su forma.
[9] El latín dice: directa es in regnum, frase que no se lee en la LXX.
[10] Conversatio.
[11] El texto griego dice: corríjanlo.
[12] Sigo la traducción de La Biblia griega, vol. IV, p. 412. Esas “figuras” son los ídolos (ibid., nota c).
