OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (856)

La parábola del administrador fiel

1795

Biblia

Bolton, Inglaterra

Orígenes: Homilías sobre el libro del profeta Ezequiel 

Homilía IV 

“Noé, Daniel y Job se distinguen entre tantos hombres justos como los justos por excelencia, gracias a un destino solidario que los une: los tres vivieron en la historia, aunque de forma diversa, un tiempo precedente al pecado, un tiempo en el pecado y un tiempo sucesivo al pecado. Y su vivencia histórica se presenta como un símbolo del itinerario del justo, que ve el tiempo presente, y el tiempo del cambio, cuando Dios lo juzgue oportuno (correspondiente al diluvio de Noé, la deportación de Daniel a Babilonia y la pobreza extrema de Job), y el tiempo futuro después de la resurrección de los muertos”[1] (§ 8.1-5).

Poner toda nuestra confianza en el Señor

8.1. Observa también cuidadosamente las diferencias de las conminaciones. En la primera conminación del hambre, dice: “Solo Noé, Daniel y Job se salvarán” (cf. Ez 14,14). En la segunda, en la que se manifiesta que enviará bestias, son mencionados: “los hijos e hijas, sin embargo, solo ellos se salvarán, dice el Señor Adonai” (cf. Ez 14,15-16). Este pasaje se puede entender de dos maneras. Primero lo explicamos según el sentido inmediato[2], debido a la insensatez de algunos que afirman que el pensamiento de su inteligencia coincide con la verdad de Dios y que frecuentemente dicen que será posible que cada uno de nosotros, con sus oraciones, rescate a quienes quiera del infierno, y atribuyen así la iniquidad al Señor, sin ver que “la justicia del justo recaerá sobre él y la iniquidad del culpable sobre él, y que, cada uno morirá por su propio pecado, y en su propia justicia vivirá” (cf. Ez 18,20-24). En nada me beneficia un padre mártir, si no he vivido bien y he honrado la nobleza de mi estirpe, es decir, su testimonio y su confesión que lo ha hecho ilustre en Cristo. Nada aprovecha a los judíos que decir: “Nosotros no somos nacidos de fornicación, tenemos un solo padre, Dios” (Jn 8,41), y poco después: “Abraham es nuestro padre” (Jn 8,39). Cualquier cosa que hayan dicho, cualquiera que hayan intentado atribuirse, si no tienen la fe de Abraham, en vano se gloriarán; tampoco serán salvos por ser hijos de Abraham. Por lo tanto, dado que algunos no opinan correctamente, también hemos de interpretar el sentido de la letra que dice: Noé, Daniel y Job no salvarán liberados ni a los hijos ni a las hijas, sino que ellos solos se salvarán” (cf. Ez 14,18). Que ninguno de nosotros confíe en un padre justo, en una madre santa, en hermanos castos. “Bienaventurado el hombre que pone la esperanza en sí mismo” (Sal 33 [34],9) y en una vida recta. A aquellos que en los santos confían, no es inapropiado citarles este texto: “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jr 17,5); y también aquel que dice: “No pongan su confianza en los hombres” (Sal 145 [146],3); y también: “Es mejor confiar en el Señor, que confiar en los príncipes” (Sal 117 [118],9). Y si es necesario esperar en alguien, después de haber dejado todo, esperemos en el Señor, diciendo: “Aunque se haya establecido un campamento contra mí, no temerá mi corazón” (Sal 26 [25],3).

Tres épocas 

8.2. Dado que estas cosas son así, surge también otra cuestión que debemos examinar cuidadosamente para que la verdad de las Escrituras quede claramente revelada: ¿por qué, aunque los justos son muchos, ahora solo se mencionan tres nombres: Noé, Daniel y Job? Una vez, escuché a un hebreo explicar y decir que estos nombres se mencionan porque cada uno de ellos vio tres épocas: la de la alegría, la de la tristeza y la de la alegría nuevamente.

Noé

8.3. Mira a Noé antes del diluvio, considera el mundo todavía íntegro, y después el mismo Noé salvado solo con sus hijos y animales en el arca en el naufragio del mundo entero; considera cómo salió después del diluvio y plantó una viña, de alguna manera como si fuera el creador de un segundo mundo (cf. Gn 7--9). Así es el justo, que vio el mundo antes del diluvio, es decir, antes de la consumación, vio el mundo en el diluvio, esto es, en la corrupción y en la muerte de los pecadores, que sucederá en el día del juicio; y nuevamente verá el mundo en la resurrección de todos los pecadores.

Daniel 

8.4. Alguien podría decirme: “Concedo que Noé vio tres épocas; pero ¿qué responderás sobre Daniel?”. También este, antes de la cautividad, brilló entre la nobleza de su patria y luego, deportado a Babilonia, fue hecho eunuco, como claramente se puede comprender de su libro; también vio la vuelta a Jerusalén. Para demostrar que estuvo en Jerusalén antes de la cautividad y que después de la cautividad fue hecho eunuco, tomemos lo que se dijo acerca de Ezequías: “Tomarán a tus hijos y los harán eunucos en el palacio del rey” (cf. Is 39,7). Luego, después de setenta años, se encuentra implorando a Dios (cf. Dn 9,2 ss.) para que, habiendo cumplido ya el tiempo de la cautividad, pueda entrar de nuevo en Jerusalén. Tenemos su oración escrita en su propio volumen, sin embargo, no podemos saber dónde murió. Por lo tanto, vio tres épocas: antes de la cautividad, durante la cautividad y después de la cautividad. Así es un justo.

Job

8.5. Veamos si también Job tuvo tres tiempos. En verdad era un hombre rico, porque tenía “siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y muchas piezas de ajuar muy valiosas, siete hijos y tres hijas” (cf. Jb 1,2-3). Luego el diablo recibió poder contra él; veamos cómo cambian los tiempos: de padre rico en hijos, de repente, queda privado de ellos; de rico propietario de bienes, es reducido a extrema pobreza (cf. Jb 2,12 ss.). He aquí dos tiempos. Después, se le aparece el Señor y le habla desde la nube, y Job mismo responde con lo que está escrito en su libro (cf. Jb 38,1 ss.). Así, en el primer tiempo es objeto de la alabanza de Dios, en el segundo es entregado a la tentación y, siendo herido por una úlcera muy cruel desde los pies hasta la cabeza (cf. Jb 2,7), soporta sufrimientos graves y duros. Finalmente, llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes, mil asnas pastando, y le nacieron siete hijos y tres hijas (cf. Jb 42,12-13). Y así también en Job encontramos los tres tiempos que hallamos en los hombres justos: el presente, el de la transformación cuando Dios juzga, y el futuro después de la resurrección de los muertos, es decir, la perpetuidad de la vida celestial en Cristo Jesús, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. ¡Amén! (cf. 1 P 4,11).


[1] OO 8, p. 203, nota 39.

[2] Communem sensum.