OBRAS D LOS PADRES DE LA IGLESIA (848)

La Santísima Trinidad (El Trono de la Gracia)
Hacia 1410
Praga, República Checa
Orígenes: Homilías sobre el libro del profeta Ezequiel
Homilía II
Orígenes se detiene en la explicación sobre “los zorros”, es decir, aquellos que enseñan y promueven doctrinas falsas y heréticas. Provocan de esta forma el abandono de Cristo y el desierto “de justicia” (§ 4.1).
Zorros que engañan
4.1. Veamos también otro discurso, por el cual se reprende a los seudo profetas y a los falsos maestros; de esto les ruego que oren para que yo sea hallado puro. ¿Cuál es, pues, esta reprensión? “Como los zorros[1] en el desierto son tus profetas, Israel” (Ez 13,4). El zorro es animal malvado, astuto, indomable y feroz. “Digan a ese zorro, afirma el Salvador, he aquí que hoy y mañana hago sanaciones, y al tercer día seré consumado” (cf. Lc 13,32). De estos zorros tuvo necesidad Sansón contra los extranjeros, cuyas colas ató con fuego -pues había tomado trescientos-, y los envió para quemar y destruir los sembrados de los enemigos (cf. Jc 15,4-5). Así son esos falsos maestros, astutos, malignos y semejantes a animales feroces. Si soy así, soy zorro, pero no simplemente zorro, sino zorro en los desiertos, zorro entre los escombros, zorro entre las rocas; pues así aparece en las diversas versiones. Estos hipócritas y malvados habitan siempre en los desiertos, siempre en lugares solitarios. Porque dondequiera que un alma está habita por Dios, llena del Espíritu Santo, no puede penetrar la doctrina de los herejes, no puede difundirse su palabra. Pero donde Cristo está ausente, donde está el desierto de justicia, allí se encuentran los venenos de la doctrina más perversa. Es por este motivo que [Dios] dice: “Como los zorros en el desierto son tus profetas, Israel” (Ez 13,4).
“Por medio de la concatenación de pasajes bíblicos, Orígenes muestra la contraposición entre quienes que vacilan y son inestables, pues están alejados de la verdad, y aquellos que están firmes, como se dice de Moisés en Dt 5,31, en cuanto que más avanzados espiritualmente”[2] (§ 5.2).
Estables en nuestra fe
4.2. “No permanecieron estables sobre suelo firme” (Ez 13,5 LXX). Si quisieras considerar a los falsos maestros, verías que son débiles, inestables, incapaces de decir: “Ha establecido sobre la roca mis pies y ha guiado mis pasos” (Sal 39 [40],3). Y porque no son tales que hayan quedado firmes, con raíz robusta, por eso no permanecieron en el suelo firme, sino que amaron mover sus pies. Y esto también es un gran pecado, mover, aunque solo un poco, los pies, como canta el salmista David: “¡Qué bueno es Dios con Israel, con los rectos de corazón! Pero por poco mis pies no se alejaron” (Sal 72 [73],1-2). Bienaventurado y muy feliz aquel a quien se le ha concedido permanecer estable y tener firmes los pies del alma, que es digno de escuchar de Dios: “Tú, en cambio, quédate conmigo” (Dt 5,31). Pero no son tales los seudo profetas, ni los falsos maestros; pues no permanecieron estables sobre suelo firme.
La recepción del sacramento del bautismo, que nos administra la Iglesia, nos permite comprender cabalmente las Sagradas Escrituras, y así evitar la falsedad y el engaño (§ 5.1).
Ver la verdad
5.1. “Y reunían a las ovejas contra la casa de Israel” (Ez 13,5). Aquellos que enseñan, que instruyen, ya sea un dogma impío predicando herejías, ya sea como maestros falsos, engañando a aquellos cuyos oídos pican (cf. 2 Tm 4,3), reúnen las ovejas de los cismas contra la Iglesia de Dios, contra la casa de Israel. «No resucitarán los que decían: “En el día del Señor”, teniendo visiones falsas» (Ez 13,5-6). Estos no resucitarán. En cambio, los justos resucitando dicen: “Hemos sido sepultados con Cristo por el bautismo, y hemos resucitado con él” (cf. Rm 6,4). Por tanto, tenemos como garantía el Espíritu Santo (cf. 2 Co 1,22), que recibiremos en plenitud cuando venga lo que es perfecto (cf. 1 Co 13,10), así como la garantía de la resurrección, pues ninguno de nosotros ha resucitado todavía en la resurrección perfecta. Sin embargo, hemos resucitado, como dice Pablo: “Fuimos sepultados con Cristo por el bautismo y hemos resucitado con Él” (cf. Rm 6,4). Por tanto, no resucitaron todavía, es decir, no han recibido el bautismo de la resurrección, los falsos profetas y falsos maestros que decían: “En el día del Señor, viendo falsamente” (cf. Ez 13,5-6)[3]; todo lo que ven es falso y nunca pueden ver la verdad. Toma un ejemplo. Quien lee las Escrituras y las comprende de manera diferente a como están escritas, tiene una visión falsa de las Escrituras; pero quien escucha las Escrituras y las interpreta conforme a su verdadero significado, ve la verdad.
Con vigor refuta Orígenes, citando siempre textos de la Escritura sagrada, a quienes pretender engañar a los fieles con discursos y predicciones falaces (§ 5.2).
Los falsos discursos y las falaces profecías de los herejes
5.2. Y ciertamente los santos no predicen[4]; “no hay ninguna predicción[5] en Jacob” (cf. Nm 23,23). Pero los pecadores predicen falsamente[6], diciendo: “Esto dice el Señor, y el Señor no los envió” (Ez 13,6). Escucha a los herejes, cómo dicen que tienen la tradición de los apóstoles. Escucha a los falsos maestros, cómo afirman que su doctrina es la doctrina del Señor, que su sentido concuerda con el de los profetas, y dicen: «“Esto dice el Señor”: y el Señor no los envió, y presentaron un discurso. ¿Acaso no han visto una visión falsa?» (Ez 13,6-7). Porque estos quieren ofrecer un discurso en su defensa, pero el Señor los reprende y dice: «“¿No han visto una visión falsa, y han hablado vanamente de adivinaciones, y han dicho: “Esto dice el Señor”? Pero yo no he hablado. Por eso debes decir: “Esto dice el Señor”: porque sus palabras son mentirosas» (Ez 13,7-8).
Frente a las falsas enseñanzas de herejes, seudo profetas y maestros del error, debemos continuamente recurrir al testimonio de las Escrituras, para que ellas nos testimonien la verdad (§ 5.3).
Debemos apoyarnos en el testimonio de las Escrituras
5.3. Rueguen por nosotros para que nuestras palabras no sean falsas. Aunque algunas personas, por su falta de conocimiento y de discernimiento, afirman que nuestras palabras son falsas, que el Señor no lo diga así, y nos irá bien. En cambio, si miles de personas dicen que son verdaderas, pero en el juicio de Dios son falsas, ¿de qué ayuda será eso para mí? Los marcionitas también dicen que las palabras de su maestro son verdaderas; y dicen que Valentín tiene la secta más fuerte, aquellos que adoptan las mentiras expresadas en sus historias[7]. ¿Qué hay de bueno en que muchas Iglesias, engañadas por la perversidad herética, hayan llegado a un acuerdo con su opinión? Esto es lo que busco: que el Señor esté conmigo como testigo de mis palabras, que Él mismo apruebe lo que se dice mediante el testimonio de las Santas Escrituras.
Dos son las formas en que el Señor nos corrige: una es la destinada a su pueblo; otra es la que inflige a quienes no forman parte de él y a los pecadores. La primera es “con justicia”; la segunda, “con ira”. Pero siempre se trata de una pedagogía para el crecimiento en la fe (§ 5.4).
La pedagogía de corrección con la que el Señor nos va conduciendo en la vida presente
5.4. “Por eso he aquí que yo, dice el Señor Adonai, también extiendo mi mano contra los profetas que ven falsedades” (Ez 13,8-9). Estas reprensiones se dirigen contra los falsos maestros y aquellos que dicen mentiras. Pero veamos que se les reprocha: “No estarán en la disciplina de mi pueblo” (Ez 13,9 LXX)[8]. Los pecadores no son corregidos por el Señor de la misma forma: el pueblo de Dios es corregido de una manera; el pueblo extranjero de otra: “Hijo, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desfallezcas cuando seas corregido por Él, pues a quien el Señor ama, lo castiga, y fustiga a todo hijo al que recibe” (Pr 3,11-12)[9]. “Repréndenos, Señor, con justicia” (Sal 71 [72],2), no con ira, tal es la corrección para el pueblo de Dios. En cambio, la corrección para el pecador y el extranjero es aquella que el hombre recto rechaza diciendo: “Señor, no me corrijas con ira, ni me reprendas con cólera” (Sal 6,2). Y así sobre los falsos maestros y los falsos profetas se dice: “No estarán en la disciplina de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel” (Ez 13,9). Como también en otro lugar se dice: “Serán borrados del libro de los vivientes, y no serán inscritos con los justos” (Sal 68 [69],29); y ahora la Escritura dice: “No serán inscritos en el registro de la casa de Israel, y no entrarán en la tierra de Israel” (Ez 13,9). Fuera de la tierra de la promesa habitarán los herejes, en la tierra que es muy buena (cf. Nm 14,7), y a la que ruego que nosotros seamos introducidos, después de haber sido inscritos primero en el libro de los vivientes por Cristo Jesús, a quien pertenecen la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).
[1] Vulpes, lit.: zorras.
[2] OO 8, p. 152, nota 24.
[3] Orígenes suele recurrir al binomio primera y segunda resurrección. La primera, resurrección espiritual, es la liberación del pecado, de forma individual y colectiva, se identifica con el sacramento del bautismo; la segunda, o resurrección perfecta, se realiza solo en la consumación final (cf. OO 8, p. 153, nota 25).
[4] O: no hacen adivinaciones (non divinant).
[5] O: ningún augurio.
[6] Cf. Orígenes, Homilías sobre el libro de los Números, XIII,6.2; SCh 442, pp. 144-145: «Una cosa, según las Divinas Escrituras, es la profecía, y otra la adivinación; porque dice: “No habrá auspicios en Jacob, ni adivinación en Israel. A su debido tiempo se dirá a Jacob y a Israel lo que hará Dios” (Nm 23,23). Se excluye, por tanto, absolutamente la adivinación, puesto que… se ejerce por obra y ministerio de los demonios». Y en la misma Homilía XVI,7.1 afirma: Me parece que la presciencia del futuro, en cuanto mira a la realidad misma, es algo intermedio, o sea, ni propiamente bueno ni propiamente malo, ya que la presciencia de las cosas futuras puede también llegar al conocimiento de los hombres por medio del diablo. Pero sin duda cuando el tiempo y la oportunidad lo requieren y fuere voluntad de Dios, acontece que la presciencia se da también por Dios a los hombres, por medio de los profetas; y por eso hemos dicho que ni puede considerarse propiamente un bien, puesto que alguna vez proviene del Maligno, ni propiamente un mal, ya que alguna vez proviene de Dios” (SCh 442, pp. 244-247).
[7] La versión italiana propone otra traducción, menos literal: “Y aquellos que acogen las ficciones de las fábulas de Valentín dicen que sus principios son muy válidos” (OO 8, p. 155).
[8] Disciplina, traducción de paideia; le texto latino lee: disciplina (correcciones).
[9] Cf. Homilía I,2.2.