OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (709)

Parábola de la viuda persistente y el juez inicuo

1804

Londres

 

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía III sobre el Salmo 36 (37)

Introducción 

El Maligno intenta romper los brazos de los seres humanos. Lo hace con el pecador, para que no pueda realizar buenas acciones; y también con quienes quieren militar al servicio del Señor, a fin de que se vean imposibilitados de cumplir su misión (§ 7.1).

Sin dejar de lado la posibilidad de interpretar el Salmo noveno (v. 36) conforme a la precedente explicación (§ 7.1), Orígenes sugiere una segunda posibilidad: una lectura a la luz del libro de Job. Para así introducir una breve reflexión sobre la acción del demonio; esta, sin embargo, no escapa a la Providencia divina (§ 7.2)[1].

De una forma muy realista, Orígenes señala que nuestra debilidad humana se sostiene y se endereza merced a la oración que pide el auxilio de la Palabra de Dios (§ 8).

Texto

“Los brazos de los pecadores serán quebrantados”

7.1. “Porque los brazos de los pecadores serán quebrantados” (Sal 36 [37],17). ¿Quién puede detenerse en la letra, incluso si se ve empujado (a ello) por causa de su ignorancia? En las Escrituras hay algunas expresiones que pueden mover también a quien es completamente ignorante[2] y no quiere subir[3] más allá de la letra. Estas expresiones pueden confundir incluso a los que están preparados. Por tanto, “los brazos de los pecadores serán quebrantados”. ¿El santo amenaza a los mártires o más bien a los pecadores (diciendo) que sus brazos serán quebrantados? En otra parte (la Escritura dice): “Rompe el brazo del pecador y del Maligno” (Sal 9,36 [10,15]). ¿Tal vez entiende que este brazo del pecador será quebrantado? Pero no vemos en modo alguno que esto suceda, ocurre de todo menos esto. Pero si ves quebrantarse la intensidad y la fuerza propia del impío, en modo que no puede extender la mano -porque ha sido quebrada- sobre una buena acción, verás que se ha cumplido que “los brazos de los pecadores serán quebrantados”. Y el que quiebra los brazos de los pecadores es el diablo. Pues es él mismo quien los quiebra y quiere esto: romper el brazo de los valerosos soldados de Dios. Esto se puede demostrar en las palabras: “Los brazos de los pecadores serán quebrantados”.

7.1. “Porque los brazos de los pecadores serán quebrantados” (Sal 36 [37],17). ¿Cómo puede mantenerse este texto según la letra, incluso si alguien intenta forzarlo por falta de pericia? Son muchos en las Escrituras los pasajes de esta naturaleza, que también pueden inquietar a quien es muy ignorante y perezoso, y hacerle pensar que debe dejar la letra para ascender a la comprensión espiritual: lo que hacen aquí los brazos del pecador que amenaza quebrantar. Además, en otro lugar el salmista dice: “Rompe el brazo del pecador y del maligno” (Sal 9,36 [10,15]). ¿Qué entonces? ¿Pensaremos que este brazo corpóreo del pecador debe ser quebrantado? Vemos que esto no sucede fácilmente. Pero si consideramos cómo los pecadores se exaltaron en la soberbia, y prepararon sus arcos y aquellas flechas suyas (cf. Sal 36 [37],14), sobre las cuales hablamos más arriba[5], tendiéndolas contra los justos, cuando toda su intención fue destruida por el poder del Señor, con razón se dice que el brazo de los pecadores ha sido quebrantado. O de otro modo, pues la mano y el brazo son símbolos de las obras. Por tanto, si ves a un pecador que no extiende su mano hacia una obra buena, hacia una obra de misericordia, no será absurdo decir que su brazo ha sido quebrantado. Pero una quebradura de este tipo, hay que creerlo, no es obra de Dios, sino del diablo. Porque es él mismo quien quiebra y ata los brazos de los pecadores para que no se extiendan hacia la misericordia.

“Rompe el brazo del pecador y del maligno” 

7.2. En cambio, con las palabras: “Rompe el brazo del pecador y del maligno” (Sal 9,36 [10,15]), dichas como una oración a Dios, la Palabra necesita otra interpretación, aunque quien tiene inteligencia no despreciará la explicación dada antes. En efecto, afirmará que, como el diablo dice al Señor: “Manda tu mano y toca todo lo que posee, si acaso te bendecirá” (Jb 1,11), y consiguió tal poder -y Job dijo: “La mano del señor me tocó” (Jb 19,21)-, así también, quien pueda explicar cómo son dichas estas cosas en (el libro de) Job, podrá esclarecer asimismo las palabras de la oración que dice: “Rompe el brazo del pecador y del maligno” (Sal 9,36 [10,15]), como también la explicación dada sobre: “Los brazos de los pecadores serán quebrantados” (Sal 36 [37],17).

7.2. Por tanto, Dios les hace una cierta quebradura a los pecadores, los destruye y los aterroriza cuando ellos traman insidias contra el justo. Pero hay otra que hace el diablo, cuando les impide hacer una obra buena: los brazos de los incrédulos están como atados y fracturados. Hay también otra quebradura, que sin duda es permitida por Dios, pero realizada por el diablo, aquella sobre la que el diablo le decía al Señor: “Extiende, sin embargo, tu mano y toca todo lo que tiene, para ver si acaso te bendecirá” (Jb 1,11). Por donde también el mismo Job dice: “Porque la mano del señor me ha tocado” (Jb 19,21).

El Verbo de Dios nos sostiene y nos levanta

8. “El Señor sostiene a los justos” (Sal 36 [37],17). Los débiles tienen necesidad de quien los sostenga; pero todo hombre es débil, todo hombre en cuanto depende de sí mismo, cae. Ahora bien, aquí está escrito: “El Señor sostiene a los justos”. Pero en otro salmo (se dice): “El Señor sostiene a todos los que caen, y levanta a todos los que están abatidos” (Sal 144 [145],14). Al menos vigilemos y velemos si en alguna ocasión nos damos cuenta que estamos por caer; e invoquemos a Dios y (Él) mandará la Palabra que nos sostiene.

8. “El Señor sostiene a los justos” (Sal 36 [37],17). Los que son débiles y frágiles tienen necesidad de ser sostenidos. Donde la ruina y la caída amenaza, allí se busca un apoyo. Todo hombre, en efecto, dada la fragilidad humana, es débil y está pronto a caer. Y ciertamente en este salmo está escrito que “el Señor sostiene a los justos”, pero otro salmo dice: “El Señor sostiene a todos los que caen, y levanta el Señor a todos los abatidos” (Sal 144 [145],14). Es necesario que nos despertemos y velemos, de modo que, si por causa de nuestra debilidad, nos amenaza alguna caída, oremos al señor para que nos envíe su Palabra y su Sabiduría, que sostenga a los que van a caer y los levante.



[1] Cf. Origene, p. 288, nota 18.

[2] Lit.: enteramente humilde (ton panu tapeinon).

[3] O: elevarse (anabainein).

[4] Lit: dormido, profundamente dormido (sterto).

[5] Cf. Hom. 36,3,2-3.